El monólogo estaba siendo divertido, pero solo para los niños al parecer, porque Ethan estaba a punto de quedarse dormido. Necesitaba despejarse, así que tras soltar un bostezo se alejó un poco de la zona del escenario y empezó a dar vueltas por el campamento. Todavía seguía sorprendido por la gran acogida del evento. Se imaginaba que iría mucha gente, sobre todo niños, pero aquello parecía Nueva York en temporada alta.

Al notar cómo una de las presentes se acercaba al escenario para ver el monólogo, la interceptó, aunque con intención de ser breve —Te advierto que solo es entretenido si tienes 5 años mentales. —Soltó con una mueca de disgusto. A continuación, los aplausos del público se hicieron oír, marcando el fin del acto —Y como ves, encima el monólogo se estaba acabando. —Se encogió de hombros y miró al artista. ¿Se podía ser más malo?

—En fin, no te quito más tiempo. —Volvió a mirar a la desconocida y asintió con educación a modo de despedida.

A pesar de que aquel campamento lucía como si se tratara de un inocente lugar en el que los niños podían disfrutar del verano, Ever no era capaz de verlo de otra forma que fuese la realidad; un lugar plagado de bestias.

Y allí estaba, dispuesta a recabar información. Puede que ahora que solo estaban ella y Cohen no contasen con el equipo necesario para una operación a gran escala, pero nunca estaba de más tomar notas para el futuro.

¿Humano o sobrenatural?
Su juego favorito.

— ¿No te ha gustado? — ¿La verdad? No tenía ni idea de que iba el monólogo, tampoco es que ya para lo que quedaba, fuera a prestarle atención —. Imagino que esa es la idea. Al fin y al cabo, es un campamento de verano para niños — esbozó una sonrisa dulce, de no haber roto un plato en su vida —. Me llamo Ever, por cierto — extendió su mano para entablar conversación, impidiéndole así marchar —. ¿Me recomiendas alguna actividad algo más entretenida para nuestra edad mental? — alzó ambas cejas, en un gesto gracioso. Puede que se tratara de un simple humano, pero no perdía nada por interrogarlo un poquito.

Negó con la cabeza, admitiendo que, en efecto, el monólogo le había parecido sinsentido. En cierta forma, incluso podría decirse que... No lo había entendido. Los niños y los mayores no tenían la misma mentalidad —Yo soy Ethan. —Se presentó también, correspondiendo al gesto y estrechando su mano con una sonrisa. No le pareció mal darle su nombre dado que se veía una mujer bastante normal.

—Bueno, diría que el lanzamiento de hachas es bastante divertido. —Se la quedó mirando y descartó por completo la actividad —Aunque puede que a ti te venga mejor la tirolina o el rocódromo. Sí, sí, son de lo mejor que hay. —Ideó, señalándole con el dedo qué dirección debía seguir para llegar.

—O si quieres comer, también puedes ir a la zona de descanso. —Aunque... Mirándola bien, le sonaba de algo —Oye, ¿Eres tú la que estaba antes con un chico comiendo de un tupper cerca del río? —Sí, estaba seguro de que se trataba de ella. Le pareció graciosa la imagen, por eso se le quedó en la mente.

— Encantada, Ethan — estrechó su mano, analizando su expresión. Por el momento, no veía nada en el él que despertara sus alarmas. Podría perfectamente ser un humano cualquiera.

— Eres la segunda persona que me recomienda hoy la tirolina. Debe ser especialmente entretenida — el chico de los espaguetis también se la había recomendado mientras comían con aquellas hermosas vistas al río. Y hablando del Rey de Roma —. Oh, sí. De hecho sí. Por eso ahora mismo no es que tenga mucha hambre como para ir a por bocadillos — comentó, dejando escapar una risa —. Me preparé unos espaguetis a la carbonara en casa. No pensé que aquí habría tanta comida. Al menos, no gratis — comentó, preguntándose de dónde habrían sacado el dinero para alimentar a tantas personas —. Pero siento decirte, que si querías espaguetis, me los acabé todos. Otra cosa no, pero cocinar pasta se me da de maravilla — le confesó. Como amante de la cocina italiana, lo demás le daba exactamente igual.

Sabía que no se equivocaba. Pues claro que se trataba de la chica que comía espaguetis a orillas del río —Pues ya ves que hay bastante comida. Yo también me he sorprendido. —Confesó, pues tampoco se esperaba la excelente organización de los organizadores. Había oído a más de uno hablar también del tema, y todos parecían opinar lo mismo —No, no quería espaguetis. —Alzó una ceja con una media sonrisa —Pero me resultó vistosa la imagen de una chica y un chico comiendo pasta en el río. —No mentía, se le había hecho de lo más curioso.

—Otros se hacen bocadillos cuando van a algún lugar a pasar el día, pero tú y el chico de antes os hicisteis espaguetis... —Sí, a Ethan se le hacía raro lo que acababa de decir —Supongo entonces que eres muy fan de la comida italiana. —¿A quién no le gustaba la pizza o la pasta? Era gastronomía de talla mundial.

Vaya, sin pretenderlo, se había labrado su fama. Qué cosas.

— Digamos que por muy bueno que sea un bocadillo, nunca estará a la altura de un buen plato de pasta — expresó la mujer, ampliando su sonrisa —. ¿Qué hay más delicioso que la comida italiana? — pocas cosas y, en ese momento, tampoco es que se le ocurriese alguna —. Deberías probarlo alguna vez. Es de lo más gratificante y saciante. Además, preparar la propia comida puede evitar intoxicaciones — o acabar envenenado. Opinión que guardaba para ella.

— En fin, no te entretengo más. Iré a probar esa tirolina de la que tanto me habéis hablado. Que tengas un buen día, Ethan — con un gesto de despedida de su mano, la mujer se marchó a en dirección a dicha actividad.