Alto, rubio, rasgos nórdicos, con el pelo un tanto largo. Sí, tenía que ser él. Aquel que creía que era el tal Einar—. ¡Eh, oye tú, chaval! —Oskar lo estaba siguiendo un poco. Bueno, puede que un mucho. Quería saber cómo poder abordarle antes de hacerlo, así que simplemente le gritó desde el otro lado antes de acercarse a él en la zona de las cocinas y el rocódromo.

No era un mal plan; podían subir al rocódromo y comer o al revés. A Oskar le importaba más la comida siempre, eso seguro.

—Tú eres Einar, ¿verdad? —preguntó con cierto deje esperanzado—. Soy Oskar. No sé si Sif me ha mencionado en alguna ocasión —¿cómo se supone que tenía que presentarse ante él? ¿Era amigo de Sif? ¿El no-novio? Bueno, no eran nada, eso seguro. Aún, al menos. Y si Loki se enteraba de sus hazañas, no llegarían a nada porque acabaría bajo tierra.

Bueno, Oskar no tenía muchas cosas a su favor, digamos. De todas maneras lo importante no era eso, lo importante era la pregunta que iba a hacer a continuación, carraspeando incluso para darle algo más de emoción.

—¿Realmente eres un vikingo?

¿Chaval? El rubio se giró hacia la persona que iba tras sus pasos y se señaló la cara con el índice. ¿Lo estaba llamando a él chaval?

— ¿Te refieres a mí? — se estaba acercando a él y lo estaba mirando. No había duda alguna —. Sí, soy yo. Einar Asgardson — se presentó con su nombre completo, abriendo mucho los ojos cuando este mencionó a Sif —. ¡Oh, claro! Tú eres de la manada Lanvik — lo señaló con el dedo, acordándose de aquella noche de un par de meses atrás —. Estabas allí cuando los liberamos — a decir verdad, uno de los pocos de la manada que se había quedado a tratar de salvar a Sif. ¿El resto? Unos malditos desgraciados. Empezando por el padre de esta.

La pregunta del contrario lo tomó por sorpresa, aunque en apenas segundos, una gran sonrisa iluminó su rostro.

— ¡Así que ya has escuchado hablar de mí! — señaló, visiblemente emocionado —. Claro que soy un vikingo. Soy hijo de Odín — presumió, como ya solía ser costumbre en él —. ¿Por qué lo preguntas? ¿Acaso quieres probar el lanzamiento de hacha? — alzó ambas cejas. Si quería medirse como un vikingo, estaba dispuesto a todo.

—Ah, coño, es verdad. Tú viniste con otra chica a por un amigo tuyo. El apestoso —Oskar presionó los labios entre sí cuando sus palabras salieron de su boca más deprisa de lo que esperaba—. Lo siento, no quería... Mi cerebro me ha traicionado y mi boca por lo visto también —se encogió de hombros, chasqueando la lengua en el paladar—. No te presté mucha atención cuando pasó lo que pasó, ya sabes, estaba ocupado intentando ayudar a alguien.

Por eso le había costado reconocerlo, claro.

—Claro, Sif me ha hablado de ti —más o menos—. ¿No me digas? ¿Y qué hay que hacer para saber si eres un verdadero vikingo o hijo de Odín? Porque yo soy de Noruega, algo tiene que contar —vete tú a saber. Igual el Valhalla antes estuviera en lo que ahora era Noruega.

No es que se acabaran de reunir los más listos del lugar, la verdad. Pero tampoco iba Oskar a reparar mucho en eso—. Oh, no. Las hachas ya las he probado. ¿Estás seguro de que nadie las ha tocado? Creía que sería más fácil.

Hizo un esfuerzo sobrenatural por contener la risotada que apunto estuvo de escapar por su garganta ante la mención a Bigby.

— Eh, tío. El único que puede meterse con el hedor corporal de mi colega soy yo — sonó bastante más serio de lo que pretendía, aunque no tardó en esbozar una sonrisa —. Es broma. Es normal que eso fuese lo que llamara la atención. No es algo que se pueda evadir — le restó importancia, sacudiendo una mano —. Ya. Tú ibas a por Sif — como todos los de su manada. O más bien, antigua manada. Porque ahora Sif era parte del campamento.

Parte de su familia.

— Eh, eh... No cualquiera puede ser hijo de Odín — atajó de inmediato. ¿Celos? Bueno, él no había nacido en Noruega, pero su sangre era bien nórdica. Como la de un Dios —. Es algo que simplemente se sabe. Si no lo sabes, es porque no eres hijo de Odín — se cruzó de brazos y alzó el mentón, bien orgulloso de su bien analizada observación.

— Y ahí tienes la prueba. Ni siquiera sabes lanzar el hacha — porque, ¿Cómo se atrevía a insinuar que su actividad predilecta estaba trucada? —. Pero tranquilo, no hace falta ser el hijo de un dios para convertirte en un vikingo — colocó su mano sobre el hombro de este, dándole una palmadita comprensiva —. Yo te puedo enseñar a ser un vikingo. Un auténtico vikingo — porque si se había acercado hasta allí para hablar con él debía de tratarse de eso. ¿No?

—Tengo que preguntarlo —es que si no lo hacía reventaba, de verdad—. ¿Tu amigo... no se baña por algo en concreto? ¿O simplemente su olor corporal es... fuerte? —no quería insinuar de buenas a primeras que era un guarro que no sabía pasar por la ducha, pero era una manera muy sutil de indagar en el tema por simple curiosidad.

O bueno, tal vez no tan sutil.

—Eh sí, Sif y yo... —Sif y él qué. ¿Qué? Apenas él le había robado un beso, poco más—. Estaba presente cuando se la llevaron —se arrepentiría de eso toda la vida. No había manera posible de evadir la culpabilidad que el haberle fallado a ella y sobre todo a su padre @Loki N. Lanvik, suponía en Oskar—. Vale, hijo de Odín, entonces enséñame a ser un vikingo de verdad.

Claro que Oskar no se había tragado la mitad de excusas que el tal Einar le había dicho, pero por seguirle el rollo y así saber hasta dónde llegaba, hacía lo que sea.

— Es que no le gusta mucho el agua... O gustaba. Ahora se baña más a menudo — demasiado, de hecho. Lo que le hacía pensar que debía deberse a algo que había sucedido dentro de la Sociedad Augustine.

— Ya veo... Debes sentirte fatal — comentó, arrugando el ceño. Y es que, si le hubiera pasado a él con Bigby, estaría por los suelos —. Tuviste suerte de poder escapar — comentó, dándole un par de palmaditas en el hombro. El encierro no era algo que le desease a nadie.

— Bien. Regla número 1 para ser un auténtico vikingo — el licántropo alzó el índice ante el contrario —. Beber como un vikingo — concluyó, pasándole el brazo por los hombros —. ¡Venga! ¡Vamos a por ese hidromiel! — concluyó, soltando una gran carcajada mientras arrastraba al Thorsen con él. Todavía tenía unos minutos antes de que la carrera comenzara.