Desde hace semanas que Lukas no goza del jazz de la ciudad como la primera vez. Ahora casi le resulta estridente. Escucharlo todos los días, a todas horas, ha hecho que simplemente se harte de él, y teniendo en cuenta que hay un artista callejero interpretando alguna pieza en cada esquina de esa ciudad, empieza a hartarse.

Al final de Julia Street hay un gentío reunido alrededor de un tipo con una trompeta, y se ve a varias personas dándole monedas en el gorro que tiene en el suelo. El rostro de Lukas está lejos de mostrarse encantado por tan sublime interpretación, hasta tal punto que se acerca a una de las presentes. Es una chica, rubia, cercana a su edad.

—No entiendo cómo no os hartáis de esta música. Está en todas partes, es peor que Taylor Swift. —Suelta con frialdad. Quizás aquella chica pueda darle una respuesta.

La loba se cruzó de brazos, mientras observaba a aquel espectáculo sobre el que se arremolinaba toda aquella gente al ritmo del jazz que salía de la trompeta de aquel músico que se notaba que empleaba toda su alma en ello.

Sin embargo, ella no había ido hasta Nueva Orleans por la música, sino que por otros asuntos más complicados. Aquella celebración le había pillado por el camino, por lo que tampoco es que fuera algo que le apasionase como a gran parte de los presentes.

— Porque no soy de aquí, genio — a pesar de que el comentario le parecía que tenía bastante acertado, no había acudido hasta allí —. Si tuviera que vivir aquí los 365 días del año ya le habría prendido fuego a la ciudad — expresó con demasiada sinceridad.

¿Lo acaba de llamar genio? Parece una chica avispada —¿Lo dices por la música o porque no te gusta la arquitectura colonial? —Cuestiona intrigado por la respuesta. Lo cierto es que él también empieza a hartarse de Nueva Orleans. Eventualmente ocurre siempre que se encapricha con algo, y ya no está tan seguro de si haberse desplazado hasta ahí ha sido buena idea.

Fijándose en que nadie lo mire, Lukas toma su colgante y extrae una porción ínfima de su magia para algo que, según él, será divertido —Incendia. —La trompeta de aquel hombre empieza a arder de la nada apenas termina de pronunciar, en voz muy baja, el conjuro. Mientras unos murmullan y otros actúan para ayudar al hombre, él sonríe satisfecho y trata de escapar de la escena.

Está seguro de que nadie lo ha visto causar el lío, pero puede que alguien sí lo haya hecho —Que tengas un buen día. —Suelta hacia la rubia a la que hace segundos le ha hablado.

— Ambas. Aunque admito que odio el maldito jazz — algo que no sabía hasta que había pasado más de 24h seguidas en la ciudad. Por no hablar del maldito olor a muerto que flotaba en la ciudad.

Y como si sus deseos de prenderle fuego a la ciudad hubieran sido escuchados, el hombre de la trompeta se lo iba a pensar mejor la próxima vez que fuese a tocar. Si es que podía volver a hacerlo. Todos los presentes se volcaron a ayudarle, mientras que otros simplemente miraban estupefactos o grababan el panorama. Aunque Revna sabía bien lo que acababa de suceder. Lo había escuchado perfectamente.

— ¿Huyendo de la escena del delito? — cuestionó, siguiéndolo. No dejaría que se escapase tan fácilmente —. Haces bien. No sabes cuántos oídos indiscretos podrían haberte escuchado — enarcó una ceja, poniéndose frente a este para bloquear el camino —. Tengo que admitirlo; Odias la ciudad y su gente incluso más que yo — concluyó. Y mira que eso era bastante difícil.

De inmediato Lukas vuelve a girar la cara hacia aquella chica. Si se ha dado cuenta de lo que ha hecho es porque debe tener un buen oído, y el hecho de que no parezca sorprendida muestra con certeza que, o es una humana con un oído bien desarrollado, o una sobrenatural, lo cual, dicho de otra forma y en el idioma de Lukas, es... Una fuente.

—He susurrado de forma que prácticamente ningún oído humano ha podido escucharme. No es la primera vez que tengo que hacer abracadabra de manera discreta. —Suelta en respuesta, recordando que su padre odiaba que hiciera magia a sus espaldas, y por eso solía recitar conjuros en voz baja —Si quieres charlar no hace falta que me bloquees el camino. —Le dice de paso, alzando una ceja de la misma forma que ella.

—Mira, vine aquí pensando que sería mejor, pero... Solo es una meca sobrenatural con una cultura bastante macabra. —Admite asintiendo, pues sí, le ha cogido cierta tirria a Nueva Orleans durante los últimos meses —Aunque de la comida no me quejo. ¿Tú qué opinas? —Cambia de tema radicalmente, aunque no lo hace adrede.

— Resulta que yo tengo el oído muy fino — respondió de manera irónica. En realidad no era ninguna mentira, sí que lo tenía echando la cabeza hacia un lado —. ¿Por qué? ¿Te molesta que te corte el paso? — se cruzó de brazos y echó la cabeza hacia un lado, examinándolo —. En eso te tengo que dar la razón. En realidad no es tan interesante — se encogió de hombros. Podría tener más vida que Mystic Falls, pero, casi que prefería aquel insignificante pueblo. Al menos el jazz no le taladraba los oídos.

— Honestamente, no vine aquí a comer — miró hacia un lado y otro de la calle —. Buscaba a alguien y me he encontrado todo este paripé. Pensé que sería entretenido, pero... — rodó los ojos. Nada del otro mundo —. Pero he escuchado que esta noche la cosa se pone interesante — comentó, entrecerrando la mirada. ¿Habría escuchado este sobre los combates?

Pues... Claro que le molesta que le corte el paso, ¿A quién no? El gesto de obviedad en la cara de Lukas debe servirle como respuesta a aquella rubia. Cuando le da la razón, chasquea la lengua y sonríe de lado.

La evidente mención a las peleas sobrenaturales que tendrían lugar más tarde llama el interés de Lukas. La rubia parece más enterada de lo que en un momento pudiera haber pensado —Lucha libre sobrenatural... Y tanto que se pondrá más interesante. ¿Vas a participar? —A juzgar por su apariencia, quizás no sea la mejor idea. Es una chica mona, de buen ver, y participar en una pelea no tendría sentido para ella —Yo estaré, por si quieres animarme. —La acaba de librar de escuchar la irritante trompeta de antes, es lo menos que le debe.

Vaya, vaya... Qué coincidencia.

Así que, acababa de conocer a uno de los candidatos a patearle el trasero. Interesante.

— ¿Animarte? — dejó escapar una risa entre dientes. Eso sí que tenía bastante gracia —. Puede que seas mi rival — aclaró, pues ella también iba a participar en aquel torneo.

E iba a ganar

— A no ser que la suerte esté de tu lado y te toque alguien más, claro — porque si es por ella, estaba más que dispuesta a patearle el trasero —. En fin... Te veré esta noche, supongo. Buena suerte — alzó una mano en señal de despedida. No podía entretenerse toda la tarde.

Aun estaba tratando de dar con ella.