La velada estaba siendo mucho más fructífera de lo que podría haber imaginado. No creía que lo pasaría tan bien aquel día, pese a que Selene ya se lo había advertido. La cantidad de actividades programadas logró captar la atención de Lorin y comenzó a plantearse el participar como colaborador próximamente. Tenía demasiado tiempo libre y aquella oportunidad podría ayudarle a ocuparlo, así como a ampliar su círculo de relaciones, que no le vendría nada mal.

Dada la hora, después de un paseo por la orilla del río, pensó que sería interesante acercarse a la fogata para escuchar alguna que otra historia de terror. Quizás, esas historias tenían una verdad detrás que estaría encantado de descubrir.

—¿Puedo sentarme aquí? —La chica a la que le preguntó le resultaba una cara conocida, la había visto en varias ocasiones en el Mystic Grill y tardó tan solo unos segundos en recordar su nombre—. Elena, ¿verdad? Yo soy Lorin. —Extendió su mano hacia ella, mostrando una sonrisa en el rostro, para presentarse. El problema radicaría en que la sensación que le transmitiría no sería la, posiblemente, esperada.

Ni siquiera ella misma sabia como había terminado allí. Quizás la culpa podría decirse que era de @Gin s. Ashkore en cierto modo. La líder de la Armería había conseguido que aquella noche, Rayna se olvidase de su misión por primera vez en más de doscientos años. Quizás, las cosas estaban cambiando, aun cuando Rayna se negaba a verlo.

Había terminado frente a la fogata buscando quizás algo sobre lo que reflexionar. Observar le fuego siempre la había ayudado y no había vampiros alrededor. No en ese momento al menos. El fuego crepitaba y eso la hacía pensar, con la mirada perdida. había pasado tanto tiempo.

Anonadada por todas aquellas emociones no fue consciente de la presencia de nada más hasta que se dirigieron a ella. Nuevamente confundiéndola con Elena. El recuerdo de su réplica le hizo esbozar una mueca. Suspiro. Aquel encuentro no había ido como ella esperaba y tenía demasiadas dudas rondando en su cabeza en ese preciso instante.

— Elena, si —responde finalmente alargando la mano y tomando la del contrario. Se dio cuenta en cuento lo toco. Magia. Un brujo. Al menos con ellos no tenía problemas. Y tampoco los quería. La noche, estaba tranquila. Fingiría ser ella, solo por una vez—. Encantada Lorin —miente, porque desde luego preferiría estar sola, pero algo le dice que aquel muchacho no va a marcharse.

La sensación expandida por su cuerpo le dejó paralizado por unos segundos, tratando de recolocar cada uno de sus pensamientos y razonándolos con lo que conocía. Qué extraño, algo había en su ser que la alejaba de ser una humana corriente, mas tampoco algo que hubiera conocido previamente. Frunció el ceño instintivamente, desconfiado, aunque lo relajó tan pronto como se dio cuenta para proseguir con su pequeño teatro de amabilidad.

—Lo mismo digo —insinuó mostrando aún más su dentadura blanquecina—. Siento haberte abordado de esta manera. Había escuchado varias veces tu nombre en el Mystic Grill y pronto lo asocié contigo cuando se dirigían a ti. Llevo tan solo unos meses en el pueblo, por eso suelo presentarme a todo el mundo. ¿Tú sí que eres de aquí, verdad? —relató sin apartar la mirada de ella.

Pero no reparaba en lo más importante, y es que, a varios metros de ellos, un rostro igual al de la muchacha que tenía en frente se paseaba con tranquilidad. La verdadera @Elena M. Gilbert. Solo que él lo desconocía.

Efectivamente, aquel muchacho no iba a marcharse, y no era precisamente el mejor momento para que se acercase a Rayna, pero ella había decidido fingir, asique ahora debía conformarse y aspirar a que el contrario se marchase pronto. No estaba de humor precisamente por su encuentro anterior con Gin. Estaba afectada.

Se había cerrado nuevamente en banda tras sentir la remota posibilidad de llevar una vida diferente a la que ya llevaba, y quizás por eso se había marchado sin terminarse siquiera aquella cena que la contraria seguramente había pasado pues la hamburguesa mordisqueada claramente no podría aprovecharse. Y encima aquel muchacho las había hecho con el chiringuito ya cerrado.

La margen de Rayna había quedado por los suelos, pero… poco le importaba a ella eso. Mas miedo le daba haber sentido ciertas cosas cerca de la cazadora. Una vida diferente a la que ni podía ni mucho menos quería aspirar, era así de sencillo.

— Me he criado aquí —responde pues sabe que es un hecho que Elena Se ha criado allí. Al fin y al cabo, es Mystic Fall, todo el mundo la conoce. Y no ha necesitado investigar mucho para saber quién es. Pero no quizás lo suficiente para hacerse pasar por ella de forma que no sea descubierta—. Mystic Fall es un pueblo pequeño. Nos conocemos entre todos. Te gustara. —Porque ese parecía ser el encanto del pueblo, lo que a todo el mundo le gustaba del mismo.

—Era lo que suponía —confesó sus sospechas entre risas forzadas en un intento de parecer lo más natural posible. La energía que había recorrido su cuerpo nada más tocarla le había generado cierta desconfianza y tenía la mosca detrás de la oreja, quería descubrir quién y qué era la famosa Elena Gilbert—. ¿Y qué me podrías contar del pueblo? Algún lugar que no sea muy conocido pero que sea bonito, alguna cafetería a la que deba ir sí o sí por lo bueno que está el café... ¿Qué me recomiendas? —preguntó a la muchacha, pues más conocimiento que él debía tener, y muchos de sus amigos también tendían a ser forasteros como Lorin lo era, por lo que todos desconocían muchos de los secretos del pueblo que los oriundos sí podrían desvelarles.

A su alrededor empezó a arremolinarse más y más gente, deseando escuchar las historias de terror que contarían alrededor de la fogata. Giró la cabeza hacia los recién llegados por unos segundos y después la devolvió a Elena—. ¿Te gustan las historias de terror? Yo tengo que admitir que no me gustan mucho. Traumitas de la infancia —bromeó rodando los ojos para quitarle hierro al asunto, por mucho que la realidad no se diferenciaba realmente de su comentario: en las películas de miedo siempre había una persecución que en muchas ocasiones acababa en muerte y si su aquelarre los llegara a encontrar, ocurriría exactamente lo mismo. Y en esta ocasión sin juicio de por medio.

Por mucho que intentase despejar la mente, estaba costándole. Sobre todo, teniendo en cuenta que tenía a una persona al lado que la distraía de forma constante. Rayna era una mujer que gustaba de la soledad, y en ocasiones incluso la veía necesaria. Aquel, por ejemplo, era uno de esos momentos. Pero el tal Lorin, no iba a marcharse.

— El restaurante más conocido del pueblo es el Mystic Grill —responde secamente, aunque intenta que su tono de voz no suene pedante—. Es el mejor sitio para comer, tomar algo e incluso beber. Cuenta con juegos como el billar o la diana. Sin duda, es un punto muy común de reuniones. —Algo que descubrió nada más poner los pies en aquel pueblo.

Rayna no lleva toda la vida como Elena, pero puede hacerse pasar por ella, porque lo poco que la ha conocido sabe que es —o más bien siempre la han descrito—, como un alma cándida. Es por eso por lo que sabe imitarla y sobre todo fingir que conoce el pueblo. Aunque tampoco, da demasiada información al respecto.

Una ligera sonrisa torcida se dibuja en sus labios, no obstante, al escuchar las palabras del contrario. Su vida entera, podría decirse que es un cuento de terror, y sin duda no es uno que vaya a cambiar—. Esas historias no suelen ser reales —miente encogiéndose de hombros como si no fuese importante—. Pero si tienen su base en hechos que ocurrieron —se encoge de hombros—. Luego depende de cómo cada uno quiera tergiversarlas —finaliza mirando al frente. Recuerdos y más recuerdos. No sabe hasta cuándo.

—¡Sí, eso lo he descubierto! Es ahí donde trabajó y donde supe de ti. —Mostró sus dientes ampliamente, tratando de aferrarse a esos pensamientos antiguos que habían acabado por descolocarse por el flujo de la magia intercambiado—. La próxima vez que pases por allí, si me ves, llámame y te invitaré a algo.

Estaba depositando demasiada amabilidad en la conversación pese a la desconfianza que el intercambio le había creado. Aún así, su actuación primaba ante sus suposiciones. Adaptarse y rodearse de otros habitantes locales se encontraba en su pirámide de necesidades entre las más importantes.

—Completamente de acuerdo contigo —afirmó, ayudándose de su cabeza para confirmar la teoría de la muchacha. El mundo sobrenatural había dado pie a gran infinidad de leyendas que los humanos contaban como historias de terror, creencias que tomaban como falsas, y coincidía en que así continuara, pues que la existencia de vampiros, licántropos, brujos y otras tantas criaturas se desvelase no auguraría nada bueno.

—¿Qué te parece si escuchamos un poquito las historias y luego las comentamos y me cuentas un poquito más sobre el pueblo? Que aunque no sean mis favoritas, algunas pueden ser divertidas. —Se encogió de hombros y desvió la mirada hacia el interlocutor de la historia presente.

Elena había sido un descubrimiento. Ahora, debía aclarar si positivo o negativo. Esa magia que fluía a través de ella era distinta a las que había conocido previamente, era un asunto por resolver.