La idea de pasar el día en aquel Campamento no se le ocurrió a ella. Fue Gin quién le comentó sobre su aventura visitando al licántropo más insoportable de Mystic Falls y las condiciones que este le había puesto a la hora de aceptar la alianza que su gemela le ofreció.

Por supuesto, Gwen no tenía pensado perderse la participación de su hermana en la famosa carrera de canoas que tendría lugar esa tarde.

Había dudado si llamarlo, pero finalmente le mandó un mensaje para preguntarle si estaba libre para pasar el día con ella. A esas alturas, Gwen se había planteado la idea de regresar a casa junto a su marido de una vez por todas, pero seguía sin sentirse preparada para hacerlo.

Y el pasar cinco minutos dentro del aquel campamento, reafirmó su idea.

Había niños, muchos niños. Corriendo de un lado a otro, riendo, disfrutando… Recordándole una vez más a Gwen lo que perdió tres años atrás.

Sintió una nueva punzada en el pecho, mientras contemplaba la alegría de las familias que disfrutaban de las actividades. Una estampa que tuvo la oportunidad de tener. Y que ya no tendría.

Sintió el impulso de marcharse de allí y regresar a casa. No obstante, aquel pánico se fue desvaneciendo en el momento en el que su mirada se cruzó con la de su marido.

— Estás aquí — de nuevo, se sentía ridícula al comentar algo tan obvio. Pues claro que estaba allí, si había quedado con él —. Sé lo que vas a decir. Que no me pega nada este sitio para una cita — porque aunque estuvieran casados, podían seguir teniendo citas, ¿no? De hecho... ¿Alguna vez habían tenido una cita? —. Pero es que Gin va a participar esta tarde en la carrera de canoas con... ¿Sabes que el fundador de el campamento es ese tal Einar? — empezó a hablar de manera rápida y atropellada. En ese momento, más que nunca, necesitaba una copa. Y dudaba que allí fuera a encontrar una.

A medida que caminaba por los territorios de aquel campamento, en solitario, Aron tenía que admitir que se lo habían montado bien. Había muchas actividades, y multitudes de personas dispuestas a pasárselo bien. Parejas, familias, niños... Sentía que se le partía un poco el corazón al pensar que una de esas escenas podría ser su vida: Gwen, el hijo que perdieron y él.

Estaba imaginándoselo en su cabeza cuando la vio a ella, caminando como si estuviera perdida entre tanta gente. Cuando sus miradas conectaron, vio reflejada en la suya la misma nostalgia hacia algo que, en realidad, nunca habían llegado a tener.

¿No era cruel que ni siquiera hubieran podido saborear ni un poco de lo que iban a perderse?

—Sí, estoy aquí. Y tú también —torció una sonrisa divertida, un poco burlona ante la afirmación de la cazadora. Estaba nerviosa, sí, pero lo cierto es que él también. Era como volver a empezar—. La verdad es que no, no te pega demasiado —admitió sin andarse con rodeos—, aunque he visto un puesto de tiro con arco ahí atrás... Pensaba que te encontraría ahí —lo que no se esperaba es que estuvieran allí porque su gemela participara en la carrera de canoas.

—¿Gin? ¿Tu hermana Gin? —inquirió con extrañeza. Era evidente que se refería a ella, pero le resultaba extraño imaginarse a la cazadora, tan seria, formando parte de algo así de forma voluntaria— No sabía que le gustaban las canoas —fue lo más inteligente que se le ocurrió comentar.

Entonces, otro nombre conocido llegó a sus oídos, el de aquel licántropo de comportamiento extraño con el que se había enfrentado en el torneo de combate, el mismo que había intentado ligar con Gwen delante de sus narices en la fiesta de Ragnar, aquel que lo había besado sin querer. Su historia era, cuanto menos, un poco rara.

—Me cuesta imaginarlo dirigiendo algo así... —tuvo que admitir—. Supongo que habrá asentado cabeza. Hace mucho que no lo veo, creo que está dolido después de lo del torneo —recordó las últimas palabras que le había dirigido, que entonces no se había tomado muy en serio— ¿Y con quién dices que va a participar tu hermana? —no podía ser con él, ¿no...?

Pudo notar el tono burlón en su voz, lo que hizo que se sintiera como una adolescente estúpida en la primera cita con su crush. La diferencia era que Aron era su marido y ya deberían tener esa etapa más que superada.

— ¿Tiro con arco? Sería muy injusto. No quiero humillar a nadie — no es que fuera ninguna presumida, es que el tiro con arco se le daba demasiado bien comparado con la media —. Pero te animo a participar. ¿Aún recuerdas lo que te enseñé? — esbozó una sonrisa, recordando esos tiempos en los que entrenaban juntos. Lo echaba de menos. Igual que todo lo que tenía que ver con él.

— Yo tampoco. John nunca nos llevó a remar por el río — esbozó una mueca. Tenía dudas de si su hermana sería capaz siquiera de mantener el rumbo —. Pero es una Ashkore, se las apañará. No va a quedar mal delante de todo el pueblo — y en especial, en compañía del tal Einar.

— Es que eres todo un rompecorazones, Lanvik — ahora era su turno de burlarse de él —. Mira que rechazar su compañía para ver... ¿Batman? — no recordaba exactamente cuál era, tan solo que era una de esas películas de superhéroes que estaban tan de moda últimamente —. Adivina — lo miró fijamente, sí, Aron había llegado a la conclusión por sí mismo —. Gin quiere enterrar el hacha de guerra con él y a cambio, el muy idiota le ha pedido que participe en la carrera para que hagan las paces — rodó los ojos, si por ella fuera, lo tiraría de la canoa. Aquel licántropo nunca sería santo de su devoción, pero al menos, podía darle un punto en algo —. En fin... Este lugar... No parece tan malo. ¿No? Puede que de la alianza entre ambos pueda surgir algo realmente bueno. De verdad — si no todo lo contrario. Por lo que había podido percibir más allá de que el lugar estaba plagado de eso que habían perdido, aquel sitio era un hogar para otros.

—. Entonces, ¿Qué será? ¿Tiro con arco o escalada? — le preguntó, dejándole elegir a él la actividad con la que empezarían —. ¿O prefieres que probemos la tirolina? — mientras hacía esa pregunta, tomó la mano de su marido, entre lazando sus dedos con los de este. No quería seguir privándose del contacto físico entre ambos.

—Bueno, no tienes la culpa de que se te dé bien —la justificó, pues era evidente que el tiro con algo era uno de los fuertes de la cazadora. Que se lo dijeran a él, que habría probado su puntería en su propia piel—. Podrías darme una clase rápida para desoxidarme —no pretendía sonar del modo tan sugerente en que lo hizo, pero era demasiado tarde para retractarse. Aunque, aquella repentina excitación no tardó en esfumarse al escuchar el nombre de su suegro.

—John... Ya, no me lo imagino llevándoos de acampada o en canoa —tuvo que admitir. En efecto, no parecía ser el típico padre que te llevaría al río a cazar peces, sino más bien el que te enseñaría a afilar una estaca para cazar vampiros—. Seguro que sí, además Einar lo tendrá controlado —tenía la intuición de que el lobo era un poco competitivo, y que lo daría todo en el agua para ganar. Gin y él harían un buen equipo, a pesar de sus diferencias.

—Ah, sí, es muy gracioso, ¿eh? —negó con la cabeza. Vale, sí, tenía que admitir que lo era— No, no era Batman, sino Thor. Parecía muy ilusionado cuando me lo ofreció, espero que lo haya olvidado... —comentó con un ligero remordimiento, sin tener ni idea de que no era así, y que dentro de unas horas lo comprobaría él mismo.

—No lo es, de hecho todo lo contrario. Mystic Falls necesitaba un lugar así, Einar puede estar orgulloso de lo que ha creado aquí —de verdad lo creía, y si tenía ocasión de lo diría a él mismo más pronto que tarde—. Tan solo hay que ver el ambiente que hay aquí hoy... —mencionó, con cierta nostalgia porque, allá donde miraba, podía ver a niños correteando de un lado a otro; algunos con sus padres cerca, vigilándolos. Podía ver sonrisas despreocupadas, como si nada malo pudiera tocarlos.

Era inevitable sentir un vacío en su pecho, porque aquello era algo que les había sido arrebatado de forma injusta.

—¿Tirolina? Suena emocionante —despertó de aquel breve momento de ensueño, dejándose llevar por ella. Por supuesto, aprovechó aquella oportunidad para, tras dar un breve tirón a la mano que había cogido la suya, unir sus labios a los suyos en uno de esos besos sorpresa que tanto había echado de menos darle—. Pero creo que prefiero el arco. Tan solo no seas muy dura conmigo —le pidió con una sonrisa divertida, caminando sin soltarle la mano hasta llegar al campo de tiro.

Este estaba bastante concurrido, pero por suerte había un sitio libre, con dos arcos y varias flechas listas para su uso y disfrute. El Lanvik se hizo con uno de los arcos, girándose hacia Gwen.

—¿Me recuerdas cómo se hacía? —fingió no acordarse de ninguna de sus previas lecciones, aunque en realidad sí lo hacía. Tenía que admitir que le gustaba cuando se ponía en modo "cazadora-entrenadora implacable", algo que también había echado de menos.

Si alguien era experta en cargarse el momento con su pareja, esa era Gwen. Podría haberse ahorrado el mencionar el nombre de su progenitor, pero tampoco era como si pudiera ignorarlo. Mucho menos ahora que estaba de regreso en la ciudad.

Pero se negaba a dedicarle más de diez segundos de su tiempo. Casi que prefería hablar del licántropo con aspiraciones vikingas.

— Apuesto a que no era eso lo que pensabas cuando trató de ligar conmigo — y de hecho, ella tampoco. Más bien lo que sintió fue cringe. Pero hubo algo más que hizo que valiese la pena —. Fue la primera vez que te vi celoso — cuando aun ninguno de los dos se había atrevido a dar aquel paso y se definían tan solo como amigos. Cuando eran mucho más que eso.

Era evidente que por la cabeza de Aron pasaba lo mismo que por la de ella, no necesitaban hablarlo para saberlo. Por eso, trató de cambiar de tema. A los dos les vendría bien tener la cabeza centrada en algunas de las actividades del campamento.

De primeras, le sorprendió que Aron eligiera la tirolina. Sin embargo, antes de que pudiera decir nada al respecto, se dejó llevar por aquel tirón y se permitió disfrutar del contacto entre sus labios. Era algo que había echado muchísimo de menos.

— Sabía que elegirías el arco — desvió la mirada, notando ese efecto idiotizante que su marido causaba en ella, y que delataba la sonrisa en sus labios —. No voy a ser menos estricta ahora que eres mi marido, Lanvik — le advirtió, metiéndose en el papel de instructora. Algo que no le costó mucho, en realidad —. Para empezar, ¿Qué forma de coger el arco es esa? Pensaba que te había enseñado mejor — sabía que en el fondo lo estaba haciendo a propósito, pero decidió seguirle el juego —. Levanta los brazos — se puso tras él para corregirle la postura. Aún recordaba la primera clase que le dio y el reparo que sentía ante el contacto físico entre los dos. Ahora, en cambio, disfrutaba guiándolo con sus propias manos —. No estás tensando la cuerda lo suficiente — le advirtió, fijándose en cada detalle de forma minuciosa para poder pillarle cualquier error, por pequeño que fuera.

Mentiría si dijera que no disfrutaba de aquel rol.

— De acuerdo. Si eres capaz de darle al centro de la diana, te daré una masterclass — le propuso, guiando sus brazos para centrarlo en el objetivo —. Privada — un susurro sugerente que tan solo el oído desarrollado de su marido sería capaz de percibir.

Era consciente del arma de doble filo con la que jugaba; Porque o bien lo motivaba, o lo desconcentraba por completo.

¿Qué sería esta vez?

—Soy un masoca, me gusta sufrir —bromeó, encogiéndose de hombros—. Me decepcionaría si no fuera así, o pensaría que te has ablandado —en realidad, sí que lo había hecho, o al menos cuando estaba con él. Aron aún recordaba sus inicios, cómo le costaba intentar descubrir los secretos y el dolor que se escondía bajo su piel, bajo esa expresión de dureza y seguridad. Y, ahora, era prácticamente como un libro abierto para él.

—No sé... Se me ha olvidado cómo se hacía, pero se supone que estás aquí para enseñarme, ¿no? —le preguntó con picardía, sonriendo aún más al ver que ella le seguía el juego—. Esto me recuerda a una película, ¿a ti no? —bromeó, girando levemente el rostro hacia ella, notando su aliento acariciar su cuello mientras sus manos lo colocaban en la postura correcta.

—Vale, la cuerda —asintió, concentrándose a duras penas en su tarea, estirando más para que la cuerda se tensara todo lo posible—. Me distrae su presencia, señora maestra —volvió la mirada hacia delante, dejándose llevar por ella hasta que la punta de la flecha apuntó al centro. Ahora, solo tenía que soltarla... y acertar.

—¿Y si no lo logro qué será? —se aventuró a preguntar, notando un calor ascendiendo por su espalda. Se le había erizado la piel ante lo sugerente de aquel susurro y lo fácil que fue para su imaginación echar a volar— Está bien, allá vamos... —se humedeció los labios, afinó su vista y soltó la flecha... esperando que diera en su objetivo.

— ¿En esa película el chico se también se hacía el tonto para aprovecharse de la cercanía con la chica? — le preguntó, mirándolo mientras trataba de ocultar la sonrisa para aparentar ser la profe dura de roer Porque no iba a engañar a nadie; aquel juego le encantaba —. ¿Demasiado cerca? ¿Debería alejarme para no distraerte? — le preguntó, aunque en realidad, tenía intención de hacer todo lo contrario.

¿Sería capaz de aguantar la presión?

— Si no lo logras... Ya veremos, Lanvik — aunque sería algo que no tardarían mucho en descubrir, pues la flecha se desvió de la diana, pasando de largo —. ¿Demasiada presión? Igual, si hubieras tenido los ojos puestos en la diana, en vez de en la maestra... — no pudo evitar sonreír, sintiéndose culpable del fallo de su marido —. Supongo que vamos a tener que volver a empezar desde el principio. Necesitas que te refresque ciertos conceptos... — volvió a entrelazar su mano con la de su marido y se acercó a sus labios —. También en privado — susurró antes de besarlo. Al final, los dos salían ganando.

— ¿Te apetece probar ahora la tirolina? — dio un paso hacia atrás, tirando de su mano, sin embargo, sintió un mareo en ese preciso instante. Tan solo duró unos segundos, pero tuvo que sujetarse en el brazo de este para no caer —. Pero vayamos primero a comer algo — le propuso antes de que este pudiera echarle uno de sus sermones.

Era mejor no mencionarle el hecho de que, esa mañana, también había devuelto el desayuno.