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A CHANCE TO
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Un corro en medio de los pasillos del instituto no puede ser buena señal... y eso que el curso escolar apenas acaba de empezar.
Es una de las primeras semanas de septiembre, y Theo Hadreas, que apenas acaba de entrar a ejercer en la institución, no puede creerse que ya se esté viendo en medio de aquella situación. —Eh, apartáos.—El profesor de gimnasia se hace un hueco entre los alumnos mientras llega al epicentro del espectáculo: una estudiante —previsiblemente, perteneciente a uno de los últimos cursos—, agarra del cabello dorado a una compañera mucho menor que ella, arrastrándola por el suelo mientras el coro a su alrededor la anima a tirar de la pequeña con más fuerza.
—¡Ya basta!—La voz de Theodore trata de escucharse imponente mientras acorta distancia con las adolescentes, obligando a la más mayor a soltar a la menor.—¿Se puede saber qué estás haciendo?—Es evidente, pero el profesor no puede evitar formular aquella pregunta retórica en voz alta.—Al despacho del director, Bulstrode.—La expresión alumna, que hasta el momento se estaba divirtiendo, se transforma en una mueca.—Pero- —Theo no le daría oportunidad de negarse.—No lo repetiré.—Concluye, con firmeza, agachándose junto a la joven alumna para ayudarla a levantarse. Comprobando en un primer vistazo que parece encontrarse bien, añade—: Ven conmigo.—Theo dirige una última mirada al corro de estudiantes.—¿No tenéis que estudiar?—Les increpa, instándoles a disolver aquel corro, y tomando a la muchacha del brazo con cuidado para que le acompañe a la enfermería.
El director tomará medidas personales contra Bulstrode, pero él debe asegurarse de que la joven —Mia Turner, si no recuerda mal que es su nombre—, se encuentra bien.
—Mia, ¿cierto?—Ambos llegan al pasillo de la enfermería, donde habrán de esperar en los asientos junto a la puerta a que la enfermera Johnson esté disponible.—Confío en el buen criterio del director. Bulstrode recibirá una expulsión de varios días.—O al menos, eso es lo que quiere pensar.—¿Qué ha pasado?
Es una de las primeras semanas de septiembre, y Theo Hadreas, que apenas acaba de entrar a ejercer en la institución, no puede creerse que ya se esté viendo en medio de aquella situación. —Eh, apartáos.—El profesor de gimnasia se hace un hueco entre los alumnos mientras llega al epicentro del espectáculo: una estudiante —previsiblemente, perteneciente a uno de los últimos cursos—, agarra del cabello dorado a una compañera mucho menor que ella, arrastrándola por el suelo mientras el coro a su alrededor la anima a tirar de la pequeña con más fuerza.
—¡Ya basta!—La voz de Theodore trata de escucharse imponente mientras acorta distancia con las adolescentes, obligando a la más mayor a soltar a la menor.—¿Se puede saber qué estás haciendo?—Es evidente, pero el profesor no puede evitar formular aquella pregunta retórica en voz alta.—Al despacho del director, Bulstrode.—La expresión alumna, que hasta el momento se estaba divirtiendo, se transforma en una mueca.—Pero- —Theo no le daría oportunidad de negarse.—No lo repetiré.—Concluye, con firmeza, agachándose junto a la joven alumna para ayudarla a levantarse. Comprobando en un primer vistazo que parece encontrarse bien, añade—: Ven conmigo.—Theo dirige una última mirada al corro de estudiantes.—¿No tenéis que estudiar?—Les increpa, instándoles a disolver aquel corro, y tomando a la muchacha del brazo con cuidado para que le acompañe a la enfermería.
El director tomará medidas personales contra Bulstrode, pero él debe asegurarse de que la joven —Mia Turner, si no recuerda mal que es su nombre—, se encuentra bien.
—Mia, ¿cierto?—Ambos llegan al pasillo de la enfermería, donde habrán de esperar en los asientos junto a la puerta a que la enfermera Johnson esté disponible.—Confío en el buen criterio del director. Bulstrode recibirá una expulsión de varios días.—O al menos, eso es lo que quiere pensar.—¿Qué ha pasado?
FLASHBACK • 9:30 am • @Mia Turner
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Un fuerte golpe hizo eco en el pasillo, sumiéndolo después en un corto silencio que fue interrumpido por Bulstrode, una chica varios años mayor que tenía como afición hacerme la vida imposible. —¡TURNER!— Gritó mi apellido en mi oreja, situándose a mi derecha mientras apoyaba una de sus manos en mi taquilla; era ella quien había provocado aquel estruendo. Agh, cómo odio los sonidos fuertes. Intenté mantener la calma, a pesar de que era consciente de que ella esperaba otra reacción distinta de mí. Creo que eso la molestó aún más. —¡¿QUÉ PASA?! ¡¿NO TIENES NADA QUE DECIR?!— Siempre hacía lo mismo, acudía a mí con esas formas, esperando a que me diera cuenta mágicamente de lo que se supone que había hecho esa vez. —¿Buenos días a ti también…supongo?—
PAM. Otro golpe. Había tirado mis libros -los cuales por cierto no me había dado tiempo a meter en la taquilla- al suelo. —Mira huerfanita, no te hagas la tonta, sé que has sido tú quien se ha chivado al director de las pellas que hice el otro día.— Sin darme tiempo siquiera a abrir la boca, Bulstrode me cogió bruscamente del pelo y comenzó a arrastrarme por el suelo unos metros, a medida que otras chicas se iban acercando y nos rodeaban, jactándose. —¡SUÉLTAME!— le imploré mientras intentaba apartar su mano sin quedarme calva. Ni me molesté en argumentar mi inocencia, sería gastar saliva tontamente, pues ambas sabíamos perfectamente que yo no había hecho nada; de hecho, nunca lo hacía. Y aun así todo el mundo parecía pagar sus platos sucios conmigo.
No sé cuánto tiempo pasó -seguro que objetivamente no mucho, aunque se me hizo eterno- que por fin apareció un adulto, cosa que no rara vez ocurría. La reprimenda de un hombre hizo que la jauría de hienas se apartara de mí. En ese momento vi que se trataba del nuevo profesor de Educación Física. Acepté su ayuda para levantarme -espera, otra vez ese chispazo- y luego lo acompañé a la enfermería. Aunque consideraba que no era para tanto, agradecí la oportunidad de escapar de las garras de Bulstrode. Lo cierto y verdad es que al principio sí intentaba con todas mis fuerzas defenderme, pero con el tiempo y la experiencia asumí que mis esfuerzos eran en vano; por edad y, sobre todo por mi complexión menuda, no tenía nada que hacer contra ella.
–Sí, soy Mia, Mia Turner— Arqueé una ceja ante el comentario del profesor. —No creo que eso vaya a ocurrir.— Expresé con tintes irónicos. —Agradezco tu determinación, pero no es para nada la primera vez que Bulstrode hace algo así y sale airosa e inmune de ello.— Ciertamente debía dedicarse a Arte Dramático, porque aquella chica tenía la habilidad de parecer un cervatillo herido ante la presencia de profesores, más aún del director. —En cuanto a lo que ha pasado…— Hice una pausa, planteándome si merecía la pena contarlo. Honestamente, temía que al hacerlo, las cosas empeoraran aún más; ya sabéis, por chivata. A la mierda. —Bulstrode y sus amigas siempre la llevan tomando conmigo mucho tiempo. Yo…— Me crucé de brazos, permitiéndome sentir la frustración que tenía acumulada. —...No hago nada y aun así me culpan de todo.—
PAM. Otro golpe. Había tirado mis libros -los cuales por cierto no me había dado tiempo a meter en la taquilla- al suelo. —Mira huerfanita, no te hagas la tonta, sé que has sido tú quien se ha chivado al director de las pellas que hice el otro día.— Sin darme tiempo siquiera a abrir la boca, Bulstrode me cogió bruscamente del pelo y comenzó a arrastrarme por el suelo unos metros, a medida que otras chicas se iban acercando y nos rodeaban, jactándose. —¡SUÉLTAME!— le imploré mientras intentaba apartar su mano sin quedarme calva. Ni me molesté en argumentar mi inocencia, sería gastar saliva tontamente, pues ambas sabíamos perfectamente que yo no había hecho nada; de hecho, nunca lo hacía. Y aun así todo el mundo parecía pagar sus platos sucios conmigo.
No sé cuánto tiempo pasó -seguro que objetivamente no mucho, aunque se me hizo eterno- que por fin apareció un adulto, cosa que no rara vez ocurría. La reprimenda de un hombre hizo que la jauría de hienas se apartara de mí. En ese momento vi que se trataba del nuevo profesor de Educación Física. Acepté su ayuda para levantarme -espera, otra vez ese chispazo- y luego lo acompañé a la enfermería. Aunque consideraba que no era para tanto, agradecí la oportunidad de escapar de las garras de Bulstrode. Lo cierto y verdad es que al principio sí intentaba con todas mis fuerzas defenderme, pero con el tiempo y la experiencia asumí que mis esfuerzos eran en vano; por edad y, sobre todo por mi complexión menuda, no tenía nada que hacer contra ella.
–Sí, soy Mia, Mia Turner— Arqueé una ceja ante el comentario del profesor. —No creo que eso vaya a ocurrir.— Expresé con tintes irónicos. —Agradezco tu determinación, pero no es para nada la primera vez que Bulstrode hace algo así y sale airosa e inmune de ello.— Ciertamente debía dedicarse a Arte Dramático, porque aquella chica tenía la habilidad de parecer un cervatillo herido ante la presencia de profesores, más aún del director. —En cuanto a lo que ha pasado…— Hice una pausa, planteándome si merecía la pena contarlo. Honestamente, temía que al hacerlo, las cosas empeoraran aún más; ya sabéis, por chivata. A la mierda. —Bulstrode y sus amigas siempre la llevan tomando conmigo mucho tiempo. Yo…— Me crucé de brazos, permitiéndome sentir la frustración que tenía acumulada. —...No hago nada y aun así me culpan de todo.—
FB • 9:30 am • @Theo J. Hadreas
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Mia Turner. El profesor Hadreas graba a fuego aquel nombre en su memoria, frunciendo el ceño con desaprobación. —Si lo que dices es cierto, muchas cosas vienen haciéndose mal en este colegio.—Y no es nada que Theo esté dispuesto a permitir. ¿El bullying como un proceso socialmente aprobado y rara vez combatido?
No: él no lo va a aceptar. —Así que Bulstrode y su compañía de matonas la han tomado contigo sin motivo aparente.—Reflexiona, frunciendo el ceño y manteniéndose pensativo. Mia Turner es una joven especial —ha podido percatarse de ello sólo con tocarla—, pero no tiene del todo claro que Bulstrode y el resto de sus amigas puedan ser conscientes de aquellos dones... Mia, sin ir más lejos, podría no serlo. Sea como fuere, aquel no es lugar para mantener una conversación tan... delicada.
Si bien el asunto que tienen entre manos tampoco es especialmente fácil. —Supongo que... es una obviedad que te pregunte si has intentado defenderte.—Comenta, valorando desde qué perspectiva sería mejor atajar aquel asunto.—Tú, ehm... tutor legal, ¿está al corriente de todo esto?—No conoce en profundidad la historia de aquella muchacha, pero sí le ha resonado su nombre porque su tragedia no habría podido serle del todo indiferente a nadie.
Aunque no tiene del todo claro si dispone de alguien asignado para vigilarla y, sobre todo, para cuidar de ella.
No: él no lo va a aceptar. —Así que Bulstrode y su compañía de matonas la han tomado contigo sin motivo aparente.—Reflexiona, frunciendo el ceño y manteniéndose pensativo. Mia Turner es una joven especial —ha podido percatarse de ello sólo con tocarla—, pero no tiene del todo claro que Bulstrode y el resto de sus amigas puedan ser conscientes de aquellos dones... Mia, sin ir más lejos, podría no serlo. Sea como fuere, aquel no es lugar para mantener una conversación tan... delicada.
Si bien el asunto que tienen entre manos tampoco es especialmente fácil. —Supongo que... es una obviedad que te pregunte si has intentado defenderte.—Comenta, valorando desde qué perspectiva sería mejor atajar aquel asunto.—Tú, ehm... tutor legal, ¿está al corriente de todo esto?—No conoce en profundidad la historia de aquella muchacha, pero sí le ha resonado su nombre porque su tragedia no habría podido serle del todo indiferente a nadie.
Aunque no tiene del todo claro si dispone de alguien asignado para vigilarla y, sobre todo, para cuidar de ella.
FB • 9:30 am • @Mia Turner
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No pude evitar reír irónicamente para mis adentros. ¿Mal? Ese adjetivo se queda corto. El interés del profesorado y del equipo directivo por el verdadero bienestar del alumnado brillaba por su ausencia. Cambiar de instituto es algo que rondaba por mi mente en ocasiones, pero lo hacía más bien como un vago espejismo para escapar de mi apestosa realidad; sabía de sobra que la directora del orfanato no me lo permitiría. Además, pensándolo bien, no quería darle esa satisfacción a las hienas.
—Claro que he intentado defenderme.— Bufé. —Pero, míreme.— Dije mientras retiraba un poco la silla en la que estaba sentada para dejar ver mi cuerpo menudo, con múltiples moretones visibles. —Soy bajita, delgada…— Un bicho palo, vaya. Proseguí. —Además, soy torpísima. Las pruebas de Educación Física me cuestan la misma vida. Es justo la asignatura que hace que mi media descenda.— Suspiré, tapando mis piernas blanquecinas con mi sudadera azul marino.
—A todo esto.— Alcé el rostro, algo incrédula. —¿Me está animando a defenderme? ¿No debería decir algo como “la violencia nunca es la solución” y ese tipo de eslóganes pacifistas?—
De repente, ante las preguntas sobre quién estaba a mi cargo, pareció como si me hubiera mordido la lengua el gato. Estaba cansada de dar explicaciones, algo que desde mi ingreso en el instituto había sido más bien el pan de cada día. Cada vez que salía el tema, notaba cómo todos cambiaban su actitud respecto a mí. O bien me trataban como a un cervatillo herido, o me convertían en objeto de mofa (o me daban la peor de las palizas…)
Entonces recordé que Theo era un profesor nuevo y posiblemente aún no tenía acceso a esa información. —Mi tutor legal es el Estado. No tengo padres ni familiares que puedan tomar ese papel.— Confesé finalmente con un tono de lo más plano, intentándo restarle importancia al asunto, esperando que él hiciera lo mismo.
—Claro que he intentado defenderme.— Bufé. —Pero, míreme.— Dije mientras retiraba un poco la silla en la que estaba sentada para dejar ver mi cuerpo menudo, con múltiples moretones visibles. —Soy bajita, delgada…— Un bicho palo, vaya. Proseguí. —Además, soy torpísima. Las pruebas de Educación Física me cuestan la misma vida. Es justo la asignatura que hace que mi media descenda.— Suspiré, tapando mis piernas blanquecinas con mi sudadera azul marino.
—A todo esto.— Alcé el rostro, algo incrédula. —¿Me está animando a defenderme? ¿No debería decir algo como “la violencia nunca es la solución” y ese tipo de eslóganes pacifistas?—
De repente, ante las preguntas sobre quién estaba a mi cargo, pareció como si me hubiera mordido la lengua el gato. Estaba cansada de dar explicaciones, algo que desde mi ingreso en el instituto había sido más bien el pan de cada día. Cada vez que salía el tema, notaba cómo todos cambiaban su actitud respecto a mí. O bien me trataban como a un cervatillo herido, o me convertían en objeto de mofa (o me daban la peor de las palizas…)
Entonces recordé que Theo era un profesor nuevo y posiblemente aún no tenía acceso a esa información. —Mi tutor legal es el Estado. No tengo padres ni familiares que puedan tomar ese papel.— Confesé finalmente con un tono de lo más plano, intentándo restarle importancia al asunto, esperando que él hiciera lo mismo.
FB • 9:30 am • @Theo J. Hadreas
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El instituto: aquel lugar territorio para hacer amigos, vivir nuevas experiencias y descubrirse a uno mismo, pero también un lugar donde rige la ley de la selva, la ley del más fuerte. El rebaño se aferra a los referentes, y aquellos ajenos al sistema se convierten en el objetivo, en víctimas.
Pero Mia Turner... Ella no parece dispuesta a convertirse en una mera víctima. No sin luchar, sin resistirse... Y Theo admira su resiliencia en silencio. —Vaya, no me digas.—Le sonríe con cierto deje de curiosidad.—Tendremos que trabajar especialmente en Educación Física este año.—¿A que no adivinas cuál es la materia que imparte el profesor Hadreas? Sorpresa. Se encoge de hombros con sencillez.—Sí, bueno... Decirte que la violencia no es la solución, y que la vía diplomática o recurrir a los adultos son las alternativas idóneas, es lo que puedo decirte como profesor. Pero... yo también he sido alumno hace no tanto tiempo —suerte de ser uno de los profesores más jóvenes en aquel lugar—, y sé cómo funcionan las cosas. En la vida real... las alternativas idóneas no son siempre viables.—Muchas veces, sólo puede responderse de una forma ante la violencia.
Con la violencia.
Por drástico que pueda sonar. Casi tan drásticas como las dilapidantes declaraciones de la muchacha.
«Mi tutor legal es el Estado.»
Theo contiene el aliento. Había oído que aquella muchacha perdió a su familia biológica pero, a su edad, no suele ser común carecer de un tutor legal; alguien que finalmente se hiciera cargo de ella. —Sigues viviendo en el orfanato.—Comprende.—Entonces... ¿soy el primero en enterarse de lo que está pasando?—Inquiere, arqueando una ceja.—¿El resto de profesores...?—¿Nadie más se ha cruzado antes con una escena parecida en la que la señorita Turner se viera implicada?
¿O acaso es que todo el mundo ha preferido mirar hacia otro lado?
Pero Mia Turner... Ella no parece dispuesta a convertirse en una mera víctima. No sin luchar, sin resistirse... Y Theo admira su resiliencia en silencio. —Vaya, no me digas.—Le sonríe con cierto deje de curiosidad.—Tendremos que trabajar especialmente en Educación Física este año.—¿A que no adivinas cuál es la materia que imparte el profesor Hadreas? Sorpresa. Se encoge de hombros con sencillez.—Sí, bueno... Decirte que la violencia no es la solución, y que la vía diplomática o recurrir a los adultos son las alternativas idóneas, es lo que puedo decirte como profesor. Pero... yo también he sido alumno hace no tanto tiempo —suerte de ser uno de los profesores más jóvenes en aquel lugar—, y sé cómo funcionan las cosas. En la vida real... las alternativas idóneas no son siempre viables.—Muchas veces, sólo puede responderse de una forma ante la violencia.
Con la violencia.
Por drástico que pueda sonar. Casi tan drásticas como las dilapidantes declaraciones de la muchacha.
«Mi tutor legal es el Estado.»
Theo contiene el aliento. Había oído que aquella muchacha perdió a su familia biológica pero, a su edad, no suele ser común carecer de un tutor legal; alguien que finalmente se hiciera cargo de ella. —Sigues viviendo en el orfanato.—Comprende.—Entonces... ¿soy el primero en enterarse de lo que está pasando?—Inquiere, arqueando una ceja.—¿El resto de profesores...?—¿Nadie más se ha cruzado antes con una escena parecida en la que la señorita Turner se viera implicada?
¿O acaso es que todo el mundo ha preferido mirar hacia otro lado?
FB • 9:30 am • @Mia Turner
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Debo admitir que me hizo cierta gracia su comentario acerca de las clases de Educación Física. Eso me hizo aliviar ligeramente la tensión corporal que sentía. Esperaba que no se sintiese especialmente motivado a que mejorase mis marcas en las distintas pruebas de su asignatura. Apreciaba el interés, pero aquello era una misión destinada al fracaso desde el principio. ¿Hasta dónde llegaría su paciencia? Me pregunté.
«…yo también he sido alumno hace no tanto tiempo»
¡Ya decía yo que me parecía joven! Surgió en mí impulso por saber cuál era la razón por la que él mismo, conociendo de primera mano las innumerables razones por las que el instituto es una jauría de hienas hambrientas -y de gorilas infectados con la rabia-, había decidido volver aquí como profesor. Pero acabé guardando la duda en la ‘caja de los misterios por resolver más adelante’.
No pude evitar fruncir el ceño cuando de su boca emanó la palabra ‘orfanato’. La odiaba. Odiaba cómo sonaba y también todos los prejuicios -a veces acertados- asociados a la palabra en sí.
—No, de hecho creo que es usted el único profesor que no sabía lo de Bulstrode y su pandilla.— Levanté el rostro para ver su reacción. ¿Qué haría ahora con aquella información? No tenía muchas esperanzas en que la situación cambiara; al fin y al cabo, él tenía las de perder. Seguramente era el profesor más joven del instituto y eso sumado a que acababa de llegar… Nah. No creo que lo tomaran en serio. Aun así, pensé que lo más justo era darle el beneficio de la duda.
—Bueno, ¿cuándo empezamos las clases de defensa personal?— Bromeé, como solía hacer cuando estaba nerviosa y como mecanismo de defensa. —Ahora en serio, no quiero ningún trato de favor ni nada por el estilo.— Hice una pausa. —Usted mismo lo ha dicho, no hace tanto que fue alumno y supongo que compartirá mi punto de vista en que eso sólo empeoraría aún más las cosas.—
«…yo también he sido alumno hace no tanto tiempo»
¡Ya decía yo que me parecía joven! Surgió en mí impulso por saber cuál era la razón por la que él mismo, conociendo de primera mano las innumerables razones por las que el instituto es una jauría de hienas hambrientas -y de gorilas infectados con la rabia-, había decidido volver aquí como profesor. Pero acabé guardando la duda en la ‘caja de los misterios por resolver más adelante’.
No pude evitar fruncir el ceño cuando de su boca emanó la palabra ‘orfanato’. La odiaba. Odiaba cómo sonaba y también todos los prejuicios -a veces acertados- asociados a la palabra en sí.
—No, de hecho creo que es usted el único profesor que no sabía lo de Bulstrode y su pandilla.— Levanté el rostro para ver su reacción. ¿Qué haría ahora con aquella información? No tenía muchas esperanzas en que la situación cambiara; al fin y al cabo, él tenía las de perder. Seguramente era el profesor más joven del instituto y eso sumado a que acababa de llegar… Nah. No creo que lo tomaran en serio. Aun así, pensé que lo más justo era darle el beneficio de la duda.
—Bueno, ¿cuándo empezamos las clases de defensa personal?— Bromeé, como solía hacer cuando estaba nerviosa y como mecanismo de defensa. —Ahora en serio, no quiero ningún trato de favor ni nada por el estilo.— Hice una pausa. —Usted mismo lo ha dicho, no hace tanto que fue alumno y supongo que compartirá mi punto de vista en que eso sólo empeoraría aún más las cosas.—
FB • 9:30 am • @Theo J. Hadreas
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—¿Hablas en serio?—Theodore suspira, abatido, pero sobre todo, decepcionado. Decepcionado con un sistema que, una vez más, le da la espalda a los más débiles; decepcionado con el conformismo, con la aceptación del mal hacer en un lugar que habría de convertirse en símbolo de refugio para los más jóvenes, y no en un problema más.
La impotencia colma el de por sí ya frágil corazón del brujo Hadreas. —Esto es... indignante.—Frustrante, difícil de soportar... Porque en el fondo, la señorita Turner tiene razón: la intervención personal de un adulto no facilitará las cosas para ella, más bien, al contrario.—No. No voy a permitir que esto se quede así.—Puede que al resto del profesorado le dé exactamente igual, pero Theo no va a cruzarse de brazos.
Él no va a conformarse.
—Dime una cosa, Turner. ¿Estarías dispuesta?—Le propone entonces, oteándola con firmeza y fijeza a partes iguales.—¿Estarías dispuesta a darles una lección a esas matonas? Si te enseño a defenderte, ¿devolverás los golpes?—Lo ha dejado caer ella misma, entre broma y broma, pero el profesor Hadreas habla muy en serio.
Si no hay nada que de forma directa él pueda hacer, al menos sí ayudará de una forma indirecta.
No va a permitir que Bulstrode y sus secuaces se salgan con la suya.
La impotencia colma el de por sí ya frágil corazón del brujo Hadreas. —Esto es... indignante.—Frustrante, difícil de soportar... Porque en el fondo, la señorita Turner tiene razón: la intervención personal de un adulto no facilitará las cosas para ella, más bien, al contrario.—No. No voy a permitir que esto se quede así.—Puede que al resto del profesorado le dé exactamente igual, pero Theo no va a cruzarse de brazos.
Él no va a conformarse.
—Dime una cosa, Turner. ¿Estarías dispuesta?—Le propone entonces, oteándola con firmeza y fijeza a partes iguales.—¿Estarías dispuesta a darles una lección a esas matonas? Si te enseño a defenderte, ¿devolverás los golpes?—Lo ha dejado caer ella misma, entre broma y broma, pero el profesor Hadreas habla muy en serio.
Si no hay nada que de forma directa él pueda hacer, al menos sí ayudará de una forma indirecta.
No va a permitir que Bulstrode y sus secuaces se salgan con la suya.
FB • 9:30 am • @Mia Turner
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Theo estaba visiblemente afectado. Su determinación me emocionó, reflejándose en unos ojos oceáno vidriosos. Era la primera vez en mucho tiempo que alguien se interesaba por mi bienestar. Por mí.
–Gracias, en serio. Pero no quiero que te metas en problemas por mi culpa. Podrían despedirte.– Lo decía en serio. Me dejé de formalismos, después de todas esas declaraciones, junto con su presencia, me transmitía una calidez y cercanía que hacía mucho que no sentía.
–Wow.– No podía creer lo que estaba escuchando. Si ya simplemente por el hecho de inmiscuirse en el asunto, su puesto podría peligrar... Imagínate lo que podría significar aquella actividad extraescolar que estaba ofreciéndome.
Pero claramente no estaba bromeando. Lo miré durante unos segundos, sin saber exactamente qué decir. –¿Realmente me ves potencial para ello?– Volví a apreciar mis brazos de spaghetti. –No sé si sería capaz...– Soy una cagada. Una cobarde. –De igual forma, en caso de que al final me animara... ¿Cómo lo haríamos?– Irremediablemente, como estaba en mi naturaleza, empecé a pensar en todas las cosas posibles que podrían salir mal. Para ambos.
–Gracias, en serio. Pero no quiero que te metas en problemas por mi culpa. Podrían despedirte.– Lo decía en serio. Me dejé de formalismos, después de todas esas declaraciones, junto con su presencia, me transmitía una calidez y cercanía que hacía mucho que no sentía.
–Wow.– No podía creer lo que estaba escuchando. Si ya simplemente por el hecho de inmiscuirse en el asunto, su puesto podría peligrar... Imagínate lo que podría significar aquella actividad extraescolar que estaba ofreciéndome.
Pero claramente no estaba bromeando. Lo miré durante unos segundos, sin saber exactamente qué decir. –¿Realmente me ves potencial para ello?– Volví a apreciar mis brazos de spaghetti. –No sé si sería capaz...– Soy una cagada. Una cobarde. –De igual forma, en caso de que al final me animara... ¿Cómo lo haríamos?– Irremediablemente, como estaba en mi naturaleza, empecé a pensar en todas las cosas posibles que podrían salir mal. Para ambos.
FB • 9:30 am • @Theo J. Hadreas
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