Acababa de comprar algunas especias que le faltaban en el mercado que más cerca quedaba de su casa. En ese momento se encontraba pasando justo por Bourbon Street, una de las calles más emblemáticas del barrio. Sobra decir lo que David pensaba de ella llegado ese punto. Estaba harto. De toda la ciudad, en realidad.

Alzó la mirada de su smartphone tras rato inmerso en él y se encontró casi de frente con la fiscal del distrito. Una cortés y breve sonrisa se hizo presente en su rostro.

—Buenas tardes, fiscal.—La saludó mientras se acercaba un poco a ella. Se trataba no solo de una de las figuras más importantes de la ciudad al hablar de los aquelarres, sino también a nivel público —¿Qué la trae por aquí? —Le preguntó sin ocultar su curiosidad, y es que no era raro ver a una bruja en el barrio por excelencia para ellas, pero las del Garden solían ser un poquito más exquisitas con los sitios por los que se dejaban ver considerando el barrio del que salían.

—David Laurent, qué agradable sorpresa.—Con una de las más amables y cálidas sonrisas que una mujer como Harlow Ellsworth podría regalarle al mundo, la fiscal del Distrito saluda cordialmente al joven brujo.—Fuera del Tribunal, puedes llamarme señora Ellsworth.—Añade, pretendiendo mostrarse algo más cercana.—Oh, vengo de ver a tu Regente.—Sí, su Regente, como si la cosa no fuera con ella. ¿Qué puedo decir? Siendo el hombre que sacó a Deimos y Heidi de la Casa Fauline, Harlow no puede sentirse demasiado representada con su liderazgo.

Claro que son un aquelarre, no una democracia.

—Nada importante.—Resuelve, antes de darle opción a preguntar.—Digamos que hemos tenido algunos... desacuerdos últimamente.—Por decirlo de alguna forma.—Pero confío en el buen criterio de Morningstar para que lleguemos a una solución.—Diplomática y conciliadora, pero por dentro, firme. Pocos acuerdos pueden lograrse con un hombre que convierte en marionetas y lacayos a los dos individuos que destrozaron a su familia.

—¿Qué hay de ti, querido? ¿Un paseo de mediodía por el barrio?—Le pregunta entonces.—Ah, cómo se nota que se acerca el Mardi Gras.—Suspira con satisfacción.—El tiempo empieza a ser cada vez más agradable.—Al igual que el ambiente en el Barrio Francés.

Señora Ellsworth. Al escuchar la propuesta de la susodicha, David asintió, acompañando el gesto con la más cortés de las sonrisas. No le pasó desapercibida la forma en la que se había referido al regente, dando a entender que, de entre los dos, él solo estaba por encima de él, no de ella. Su frente se arrugó un poco al instante.

Ni siquiera tuvo tiempo de hacerle una pregunta al respecto, pues ella fue rápida y digamos que se adelantó.

—Bueno, algo así. Vengo de comprar algunas cosas. —Respondió a su pregunta —Sí, ¿Verdad? En dos días empezamos. —Él no estaba muy emocionado por el Mardi Gras, a decir verdad, pero intentaría pasar una buena semana durante las festividades —Escucha... —Sí, había pasado a tutearla. No era mucho mayor que él realmente, aunque David veía en ella a una mujer que había vivido muchísimo más que él, y bueno, fuera del tribunal poco sentido tenía que se refiriera a ella como «usted» —Sobre lo de antes... Puedo ver que no te agrada mucho mi Regente. —Recalcó la palabra para que captara su intención hablando del tema —No diría que es el mejor que hemos tenido, pero realmente... ¿Quién iba a hacer su trabajo mejor? —No era partidario de Morningstar, pero ser Regente no debía ser fácil.

No iba andarse con rodeos en cuanto a dar su opinión más sincera —Yo tampoco diría que soy fan de Morningstar, pero es lo único que tenemos. —Le confesó, como si estuvieran hablando de algo tan casual como el clima.

«Escucha...»
«Sobre lo de antes...»

Empieza lo interesante.

—¿Que no me agrada quién?—A veces, lo más inteligente es hacerse el tonto.—¿El mejor? Oh, querido... yo diría que Morningstar sabe hacer bien su trabajo. Tiene sus... taras —comenta, encogiéndose de hombros—, pero nadie es perfecto. Ni siquiera el Regente de los Nueve Aquelarres... Ni a él podemos demandarle perfección, aunque el destino de todos nosotros esté en sus manos. ¿Estás de acuerdo conmigo?—La señora Ellsworth devuelve hábilmente la atención de la conversación, volcándola sobre la opinión de su interlocutor, como si la propia no fuera mínimamente revelante.

¿Está Harlow satisfecha con la actuación de Uther Morningstar como nuevo Regente? En una sola frase: ni sí, ni no, sino todo lo contrario.

Ambiguo y enrevesado, es cierto. Pero en el complicado mundo en el que los brujos se mueven actualmente, posicionarse en demasía —o hacerlo tan públicamente, al menos—, es un riesgo que la Fiscal del Distrito no puede considerar. —Aunque ahí debo decirte que es una pena, para él. Le encantan los fans.—Aquellos que siguen ciegamente cada uno de sus dictámenes, como el sermón de tu párroco de confianza.

Su hermana y su ex marido, entre ellos.

—Pero sí, tienes razón.—Prosigue con un asentimiento.—Morningstar es lo único que tenemos. Claro que... no puedo evitar preguntarme cuál sería tu postura si no fuera nuestra única opción.—¿Y si al Regente de los Nueve Aquelarres le surgiera cierta competencia?

¿Cuál sería la opinión de Laurent llegado el hipotético, aunque no tan improbable caso?

Algo no le cuadraba en la forma de hablar de la señora Ellsworth. Podría decirse que David no terminaba de creerse sus palabras —más o menos— consideradas sobre el regente —Supongo que sí. —Respondió con ambas cejas alzadas mientras asentía un par de veces —Si tu destino también está en sus manos, supongo que también es tu regente. —No iba a olvidar la forma en que se había referido a Morningstar segundos antes.

Dejó escapar una risa por el comentario referente a los fans del regente —El líder de los brujos de esta ciudad no debería buscar tener un séquito de fans, sino proteger a su comunidad. —Opinó, de nuevo, de forma muy abierta. No tenía mucho más que opinar sobre Morningstar dado que, en realidad, su opinión sobre él no estaba tan desarrollada.

—Depende. —Respondió a la pregunta de inmediato y sin ninguna duda. —Si creyera que hay alguien mejor que él, preferiría que esa persona nos liderara. —Era una posición de lo más coherente, ¿No? —¿Crees que alguien quiere hacerle competencia al Regente? —Le preguntó seguidamente, dudoso. No creyera que hubiera alguien capaz de hacerlo. Era poco probable.

Eso sí, si alguien se atrevía a plantarle cara al mandamás, las cosas se pondrían muy interesantes para la comunidad de brujos.

—Oh, querido.—Y deja escapar una carcajada jovial, y hasta un poco histriónica, como si David hubiera hecho unas declaraciones de lo más graciosas. Harlow siempre ha sido así: una actitud hilarante, y alegre rozando lo inquietante, sobre todo en algunas aparentemente inconvenientes circunstancias.—¿No lo has entendido aún? La comunidad no es sino un club de fans.—O al menos, casi siempre lo ha sido.

¿Recuerdas a Josephine LaRue? Su impecable gestión propició que el grueso de brujos de Nueva Orleans estuviera siempre a favor de sus decisiones y sus métodos... Pero entre los aquelarres ha sucedido lo que no pasaba desde hace siglos: las decisiones mayoritarias han quebrado hasta rescindirse en dos.

Y ya no hay comunidad.

Y entonces... ah: la palabra mágica. Harlow sonríe, ladina, saboreando el momento.

«Depende.»

—Creo que... esto es América, David Laurent —le responde, lacónica, ambigua, como en un desvío del tema—, y en América, todos terminamos encontrando a nuestra propia competencia. Nuestra... horma en el zapato. Nuestra némesis. Nuestro igual.—El porte de la Fiscal del Distrito luce solemne.—Y creo que nuestro Regente aún no lo ha encontrado... pero lo encontrará.—Sólo es cuestión de tiempo.

Está segura de ello.

Colocándose las gafas de sol sobre los ojos, Harlow dirige una última sonrisa enigmática a su interlocutor. —Nos vemos por aquí, querido.—Los brujos aún van a dar mucho que hablar.

Esto no ha hecho más que empezar.