Cuando no estaba en la escuela impartiendo clase, se encontraba en el despacho estudiando y revisando casos de estudio con Ernest. Si no estaba en ninguno de esos sitios, probablemente estuviera durmiendo en casa. Así era la rutina del menor de los Kwog.

Hasta que entró en la Nueva Armería.

Su tiempo libre ahora se dividía entre el despacho y aquel nuevo lugar. Aún no se sentía del todo cómodo, pero quería pensar que se trataba de algo normal, tenía a penas algunos días, no podía esperar sentirse como en casa.

¿Qué es lo que hacía ahí en primer lugar?

Pues bien, había decidido mudar, momentáneamente, sus tiempos de estudio al nuevo edificio. Unos libros bajo el brazo mientras buscaba un lugar donde no ser interrumpido. Sonrió al encontrar la biblioteca.

Esto es perfecto.

Se sentó en una de las mesas y empezó a buscar la hoja marcada en donde había detenido su lectura. No se estaba mal después de todo. Entendía que los miembros de aquel grupo eran, todos, más menos como Caleb: personas bastante serias, un poco reservadas y por qué no decirlo, apáticas. Lo veía como algo positivo.

De repente, sintió la fuerza de un par de ojos sobre él.

Levantó la mirada.

—Uhm… —soltó no viendo a nadie cerca. Quizá estaba paranoico, hubiera podido jurar que alguien lo observaba.

A ver, se que más de uno fliparía muy mucho si me viese en una biblioteca. Pero yo leía. Comics mayormente, pero leía. Oye que cada uno lee lo que quiere. Igual, hoy no estaba aquí para leer comics.

Por que ahora soy una persona muy seria y leo cosas serias. O lo intento. La verdad es que ahora que se que existen tantos seres así como que sobrenaturales y que son peligrosos. Y yo soy una cazadora elegida y bueno todas esas cosas. La realidad es que creo que no me vendría mal saber un poco más de todo eso. Quizás hasta encuentro como no despertar ese instinto asesino y tal.

Pero allí perdida entre estanterías estaba cuando mi vista captó a una persona. No es que conociese a mucha gente de por ahí pero a él no lo conocía. ¿Sería ese nuevo que había oído?

Podría seguir con lo mío pero como creo que igual me viene bien ser un poco más sociable, quien diría eso de mí, cojo el primer libro que alcanza mi mano de una estantería y me acerco hasta la mesa donde está el contrario. Me siento a su lado sin pedir permiso y dejo el libro sobre la mesa mientras le miro con una amplia sonrisa. - Hola. ¿Perdido entre tanto libro?

Ni corta ni perezosa subo una de mis manos y se la tiendo para saludarle. - Soy Jo. ¿Tú eres?