—¿Maegor Valyrian, verdad? —aunque suene a pregunta, no es ninguna cuestión. Ares sabe perfectamente de quién se trata. Cara de amargado, pelo platino, alto y esbelto. Sí, debe ser Maegor, vampiro de Balaur y, al parecer, aliados de la Condesa. Él no había tenido todavía el ¿placer? por así decirlo, de hablar con ninguno de ellos.

Pero eso iba a cambiar esa noche.

—Verás, Maegor. Estoy investigando algunos hechos harto inquietantes y quisiera que, ya que eres aliado de la Condesa, me ayudaras —no, no, no se lo está pidiendo. Se lo está exigiendo—. Digamos que hay algunas situaciones que se han llevado a cabo que son... preocupantes. ¿Qué sabes de los demonios? —porque Ares ha oído rumores. Rumores de un portal abierto en Mystic Falls, de un bando infernal y un bando celestial.

Rumores de cosas muy peligrosas de las que poder sacar algún provecho.

—No, Pepito de los palotes—era el primer contacto con el supuesto aliado por su trato con la Condesa y ya cometía una gran falta: poner en duda su identidad. De este modo, Maegor empezó ya esa—tediosa—entrevista con muy poca predisposición a prolongarla:—¿Y bien, Ares? Deduzco que no me has hecho reunirme para confirmar tu poca memoria al retener nombres—le sonrió ladino, con fingida cortesía, mientras daba un paso hacia él.

El brujo no tardó en ir directo al asunto de esa reunión y fue de las pocas cosas que el albino apreció, por el momento, de esa bizarra reunión:—Primero, no soy aliado de la Condesa—la mirada penetrante y gélida del vampiro expresaba una muda amenaza si le contradecía:—Al único a quien sirvo es a Balaur y sólo porque él ha establecido un acuerdo con tu líder—hizo una breve pausa para acentuar ese posesivo:—propicia que estemos teniendo esta charla y que me digne a ofrecerte la ayuda que buscas.

No obstante, contuvo su arrebato de cólera en pos de esa alianza. El brujo había sacado un tema que también le intrigaba y esperaba también sonsacar algo de él:—Sí, conocí a alguien que alberga un poder bastante singular—le sonrió ladino, expectante por ver la reacción del brujo ante esa información:—Lo que te puedo decir por el momento es que su poder es bastante superior al nuestro.

—Nimiedades, cariño —Ares se encoge de hombros mientras escucha lo que aquel muchacho tiene que decirle—. Te recomiendo que no me amenaces. ¿Alguna vez te has encontrado algún brujo expresionista? —una magia que cada día consume más y más a Ares, que le hace tener dolores de cabeza casi constantes. Incluso ha llegado a perder peso, pero intenta ocultarlo tanto como le es posible.

Su reacción es la que se espera: los ojos se abren desmesuradamente, su boca se seca, aunque sus manos están metidas en los bolsillos de su abrigo mientras intenta procesar lo que le ha dicho.

Pero no es fácil—. ¿Cómo que más poder? ¿Le has visto? ¿Sabes quién es? —las preguntas de Ares son concretas, esperando que Maegor responda de la misma manera—. ¿Sabes cómo localizarle, o tal vez a alguien que le pueda conocer?

—El terror no lo impone el poder, sino cómo éste es ejercido—sin alterarse, respondió a su interlocutor con una pequeña sonrisa maliciosa. Maegor era difícil de intimidar. Desde pequeño había sido educado a abrazarse a los peores horrores y, con el abandono de su padre, experimentó el peor de todos para un ser humano: la destrucción de la emoción.

—¿En qué fundamentos me basaría si no lo hubiese visto? No soy de los que extienden los rumores sin antes haberlos comprobado—comentó en un tono aburrido:—Y no. No me parece una persona que quiera ser fácilmente encontrada, sino cariño tú también lo hubieses visto ¿o no?—acentuó el mismo apelativo que el brujo había utilizado antes con él con cierto rintitín. Maegor se estaba arrepintiendo de haber accedido a aquella bizarra entrevista:—Tengo otras cosas que hacer y, por lo visto, aquí soy el único con el verdadero poder de la información—susurró y con una reverencia que pretendía ser insultante, se despidió—Hasta otra ocasión—Maegor desapareció dejando tras de sí una estela gélida y negruzca.  

—Maegor Valyrian, el peor vampiro de la historia —Ares negó con la cabeza tras la despedida de aquel vampiro, uno de los peores a los que se había enfrentado jamás en su más que humilde opinión. La realidad era que el hombre tenía razón: el verdadero poder residía en cómo era usado el miedo y no al revés.

Se quedó pensando, por un momento, en si Maegor realmente se había topado cara a cara con algo tan aterrador que había huido de la escena antes de siquiera decirle algo más o antes de que Ares entrase en mayor detalle en su interrogatorio. No obstante, medio satisfecho, el expresionista volvería a casa con la intención de investigar algo más.

No iba a decirle a la Condesa aún lo que sabía porque le parecía demasiado poco. Necesitaba saber más.