—El rastro se pierde aquí.—Lo expresa en voz alta, pero no hay necesidad: ambos licántropos pueden comprobar por sí mismos que el hedor a vampiro se pierde a medio puente Wickery.

Llevan semanas siguiendo el rastro de las vampiresas de Viktor Starkov, sin demasiado éxito. Que su padre finalmente haya exterminado a aquella cucaracha ha sido un gran paso adelante, pero su estirpe de sanguijuelas aún siguen con vida, y los Lanvik no dudan que tarde o temprano, Bellatrix y las demás se volverán en su contra para tratar de aplastarlos... infructuosamente. Sea como fuere, es conveniente acabar con el problema de raíz; con todo el problema. Y eso, incluye necesariamente a la estirpe de su viejo enemigo.

Por desgracia, aunque los lobos Lanvik han trabajado incansablemente por dar con ellas, todo rastro de vampiros en las inmediaciones se ha perdido, les ha llevado a un callejón sin salida, o directamente les conduce a chupasangres que nada tienen que ver con sus objetivos. —¿Crees que se tiraron al río?—Parece la única opción viable. Sif se acerca a la barandilla, asomándose para contemplar la superficie del río. Parece tranquila, y desde luego no hay cadáveres a la vista.

—Baja.—Propone, o más bien, ordena. Como hija de Loki, Sif está al mando en aquella misión de reconocimiento. Sobra decir que, terminando febrero, no sería ella quien se diese un baño en las profundidades del río.—¿Por qué me miras así? Hay que comprobar que no haya nada ahí abajo.—Suspira. Le cuesta reconocerlo, pero poco a poco, Oskar ha empezado a caerle mejor. El chico mejora sin la influencia de su prima sobre él, todo sea dicho.—Está bien. Bajaremos los dos, ¿de acuerdo? —Dice, mientras empieza a quitarse las botas.—Pero no nos iremos hasta asegurarnos de que no hay nada en el río.—Si van a volver a casa con las manos vacías, que al menos sea con una buena razón...

...O una buena excusa.

—¿Aquí? —pregunta con cierto tono de sorpresa. No pueden andar muy lejos, entonces—. Demasiado fácil —Oskar niega con la cabeza asomándose al lado de Sif. La realidad es que ambos saben que tienen que volver con algo convincente, así que más vale que lo encuentren.

Sea lo que sea y de quien sea, siempre que pertenezca a alguna de las vampiresas de Viktor.

—¿Crees que hay algún brujo o bruja ayudándolas a esconderse? Con cualquier hechizo —es una posibilidad. No cree que tan remota como tal vez le pueda parecer a Sif, pero una posibilidad al fin y al cabo—. ¿Disculpa? —la cara de Oskar es un poema. Las cejas alzadas y una mueca de incredulidad en el rostro. Bueno, bueno, bueno. Que se le ha subido a la señora el rango de casi reina y ya le está dando órdenes—. Eso ya me gusta más. ¿Te has vuelto una blandita conmigo ahora, Sif Lanvik?

Oskar se está quitando los zapatos, asintiendo con la cabeza—. Me parece un trato justo —y, poco después, se cruza de brazos esperando a que Sif se lance primero—. No creerás que voy a tirarme yo primero, ¿no? Capaz eres de dejarme allí mientras tú te vas o te niegas a meterte.

Vamos, que es Sif. Sería capaz de eso y de cualquier cosa.

—Vaya, Miss Wonderful, cuidado con tus palabras de aliento —intentó pincharla una vez más poniendo los ojos en blanco acto seguido. Provocar su rabia le hizo recordar aquel momento en el que Sif se convirtió en lobo y quiso hacer daño a Oskar. ¿Conclusión? Le salió mal. A ella, claro—. Me extraña que tu padre no cuente con apoyo mágico —y si lo hace, Oskar de momento lo desconocía por completo—. Lo volvería más poderoso. A eso me refiero —y a la hora de pelear, tener a un brujo de tu parte no estaba nada mal.

Todo dependía a quién escogiera uno como druida.

—Adelante, princesa. Me gustaría verte intentándolo —si la provocaba un poco más la tiraría al precipicio del orgullo y solo por eso, Sif le partiría la boca. Las risas estaban muy bien hasta que el golpe era certero. No pudo evitar la sonrisa que se dibujó en sus labios, dejando escapar un «já» pequeño también—. ¿Cobarde yo? —la sonrisa se borró de ipso-facto. Vaya por Dios. Oskar se acercó a ella antes de que cayera al agua para hablarle cerca de la oreja, molestándola—. Puede que yo sea un cobarde —pausa: eso era una total mentira—, pero tú eres una listilla.

El lobo se deshizo de los zapatos antes de observar cómo se tiraba al agua—. ¡Estás chiflada! ¿Lo sabías? —el agua fría era lo que menos le importaba, así que imitando a Sif, Oskar acabó de la misma manera. Por un momento tiritó, pero intentó controlar su cuerpo y su temperatura como buenamente pudo. Por favor, que venía del norte de Europa, de Noruega concretamente. Esto no era nada—. ¿Por dónde? ¿Nos dividimos?

No le parecía la mejor idea.

—Los Levesque. Cada vez que escucho ese nombre me da escalofríos —y no era por el agua fría, no. Sino porque eso de jugar a ser dios y jugar con los muertos, pues como que no le iba mucho a Oskar, precisamente. Todo un machote por fuera, pero sería de los primeros en negarse si le dijeran de jugar con la muerte y con razón. Demasiadas historias pululando por ahí.

Además, que ya tenía suficiente siendo un licántropo, no necesita más mierdas raras ni sobrenaturales o paranormales.

—Oh sí. He tenido tiempo de conocer a tu padre a fondo —vale, eso sonaba horrible. En su cabeza sonaba espectacular, pero dicho en voz alta no demasiado—. Espero que entiendas lo que quiero decir —le hubiera gustado añadir un o te mataré en caso de que no, pero era la hija del jefe. Difícilmente iba a poder tocarle un pelo en cualquier sentido.

En cambio ella...

Fiarse de Sif Lanvik podría ser un error fatal y Oskar era un tonto de cuidado a veces.

—¡EH! —se giró con una ceja alzada, sus ojos entrecerrados y su mandíbula apretada—. Oh, perdona, ¿prefieres que te diga lo tonta que eres? —podía ir por ahí también. Oskar se acercó para provocarle lo mismo que ella le había hecho a él, sin siquiera darse cuenta de que había una sonrisa asomándose por sus labios. Qué diferencia de ahora a unos meses atrás—. También puedo decirte mosca cojonera, si lo prefieres, aunque con tu cabeza bajo el agua no sé si me puedes escuchar.

De todas maneras, el licántropo no tardó en quitar las manos de la cabeza de Sif para que pudiera salir a la superficie. Atento, Oskar miró a cada lado con el puente de la nariz arrugado y el ceño fruncido. Había algo que no iba bien, pero no estaba seguro de qué—. Creo que deberíamos irnos.

No dio más explicaciones. Thorsen no tenía un buen presentimiento.

LA AHOGADILLA DE OSKAR:

— Acierto: Sif va bajo el agua sí o sí.
— Fallo: Ni la roza y además Oskar casi se tropieza.
— Crítico: Se van los dos al agua.

Un buen acto de venganza merece otro.

Enzo siempre ha sostenido que la mejor venganza es paciente, cultivada. Es por eso que nadie la ve venir hasta muy tarde. Sin embargo, aunque le gustaría que su siguiente movimiento en contra de los lobos Lanvik estuviese impulsado por lo ocurrido con Gin —y hasta él mismo— en el pasado, la realidad era que sus ojos han vuelto sobre ellos a causa de una total coincidencia con los planes de Clinton Payne.

De modo que no, no era un acto de venganza.
Era el comienzo de una nueva guerra donde el propio Enzo...

...sería la primera carne de cañón de lado Agustine.

Porque cuando los lobos consigan dar un nombre a la cabeza que se ha llevado a la loba, probablemente Enzo podría ver su fin. Si es que el veneno inyectado todos los días en su sistema no le mata primero. Sea como fuere, ya está condenado. Por ahora digamos que solo dilata la fecha y hora de su muerte.

Oculto tras algunos árboles cercanos al agua, Enzo se ha comido con patatas el toma y dame del par de lobos, vigilando como un completo depredador a su ignorante presa.

Enzo hizo uso de su velocidad vampirica para aparecer en el muelle y revelar su presencia.—¿Qué crees amigo? —Mira a Oskar.—Los tórtolos no pueden irse.—Deja caer con marcada burla.—Un consejo: el filtreo nunca es tu mejor amigo cuando debes estar alerta a las vicisitudes.—Y se supone que los lobos son natos depredadores. Sin mayor dilación, Enzo prosigue con rapidez antes de usar nuevamente su velocidad para acercarse al agua y alcanzar a Sif por el cabello. El vampiro tira de ella y en un santiamén, están de vuelta al muelle.

—Lo siento, linda. No es personal.—Después de todo, no lo era. En la expresión de Enzo hay un claro reflejo: no se vanagloria de lo que está haciendo. Jamás lo hace cuando sabe que esta nueva adquicisión de Payne se convertirá en uno más de sus experimentos.

Acto seguido, Enzo le lanza una mirada fugaz a Oskar y se pierde con Sif en la inmensidad del bosque.