—Cami, Cami, Cami —por fin había conseguido dar con ella después de semanas sin verla. Demasiado ajetreo, suponía—. Hace demasiado tiempo que no me pones una copa en este gran bar —añadió con su particular tono sarcástico, haciendo honor a él. Se sentó en el taburete, frotándose las manos. ¿Podría decirse que estaba más contenta que de costumbre? Podría. No había pasado nada particular en su vida, aún así.

—Me habías dejado preocupada. ¿Cómo estás? —preguntó a la par que su mano cogía la copa que le ofrecía. Sabía perfectamente lo que le gustaba a Gia, por suerte. La verdad es que después de que ambas se convirtieran en vampiras habían estrechado relaciones. Podía decirse que Camille era la amiga más cercana que Gia tenía y, entre Logan, Marcel y Rhett, demasiada testosterona para su gusto, venía bien tener a una mujer de cerca.

—Gia, Gia, Gia.—repite también el nombre de la vampiresa, seguido de una jovial carcajada.—¿En este gran bar? Vaya, ahora sí me siento trabajando en algo importante.—Bromea, invitando con un movimiento de cabeza a la chica para que tomase asiento en el taburete.—Siento tu buen humor salir por los poros.—Le comenta sin llegar a preguntar la razón, esperando que si se siente cómoda compartiéndola, Gia lo haga por ella misma.

Cami atiende primero al tipo sentado dos taburetes más allá de Gia, un banquero llamado Rick Colton que trabaja en el Hibernia Bank, típico un borracho de cuello blanco.—Ni una sola copa más para ti, Rick. Ve a casa.—El empresario balbucea algo. Al parecer Cami le entiende perfectamente:—No, por enésima vez, no saldré contigo.—Directa y clara, rechaza al hombre antes de volver con Gia.

La cabeza del tipo cae sobre la barra.—¿Preocupada por qué? ¿Por estos clientes de maravilla? —Esboza una sonrisa de medio lado y alza una ceja.—Hablo idioma ebrio, ¿no ves? Lo tengo todo bajo control.—Continúa bromeando.—Ah, ya sabes. Tan bien como se puede estar por en una ciudad dominada por brujos.—La última palabra  solo la articula con los labios.—Trato de pensar en algo que nos dé ventaja, pero todavía no tengo algo. ¿Y tu qué? ¿Todo bien con Marcel? —Añade tras servirle lo que le gusta.

—No sé si es buen humor o que una llega a cansarse de todo —cansarse, que no rendirse. Para Gia eran dos cosas totalmente opuestas, contrarias, diferentes. Pero sí que notaba en sus huesos el peso de lo que era ser un vampiro: no solo por el cambio radical de vida, de alimentación, de sociedad en sí, sino por todo lo que conllevaba. Si eras un vampiro en solitario, alguien podría terminar obligándote a ser un bando al que no querrías pertenecer y, si caías en el bando equivocado...

Bueno, podías acabar muerto.

Las opciones no eran muy positivas, precisamente.

Gia le dio una mirada de desaprobación al tal Rick y rodó los ojos, poniéndolos en blanco—. Los hombres siempre serán hombres —y qué pereza le daban a Gia en la mayoría de los casos. Algunos eran muy niños y, otros, se pasaban de intensos. Por más que ella también entrara en el segundo grupo, la intensidad de ciertas personas le había carcomido por dentro. Empezaba a preferir algo más intermedio, aunque sabría que no duraría mucho. Gia tenía problemas de compromiso, estaba claro—. Me preocupa ese tema —y mucho había de añadir—. No sé qué planea Marcel exactamente —y eso le preocupaba todavía más.

A pesar de confiar en él, prefería que no hiciera ninguna locura.

—Todavía me cuesta amoldarme un poco a esto del vampirismo. Después de un año debería de ser más fácil, pero no lo es —no, no lo era en absoluto—. Llevo mal lo de las emociones intensificadas, si te soy honesta. ¿Algún consejo? —como amiga, no como psicóloga. Aunque la segunda opción tampoco era tan mala.

A fin de cuentas, Gia estaba segura de que lo necesitaba.

—Puede que un poco de ambas.—apunta, encogiéndose ligeramente de hombros. No suele generalizar, pero en este caso puede que sea lo más acertado.—Una cosa sí te digo: es tan solo el inicio. Somos nuevas en el mercado, supongo que tomará tiempo las adaptaciones.—Y sobre todo manejar los nuevos retos.

Camille ríe con ligereza ante la mirada de desaprobación de Gia.—Pero cómo nos gustan.—Resalta con resignación.—Bueno, todos menos los de su tipo.—Señala al cliente del bar con el mentón y pone los ojos en blanco.—Y nosotras las mujeres, vivimos quejándonos y enamorándonos al mismo tiempo.—Una verdad universal que Gia no podrá refutar.

Camille funce el ceño ligeramente cuando escucha aquel comentario sobre Marcel. No se lo esperaba.

—¿A qué te refieres? —Ladea la cabeza, realmente interesada.—¿Con relación a los brujos? —Susurra. Gia parece en verdad, muy preocupada.—Gia no sé qué está pasando por tu cabeza ahora mismo, pero conozco a Marcel, y todo lo que hace siempre es orientado a defender y asegurar a los suyos un buen lugar dentro de esta ciudad.—Al menos era así hasta donde ella recuerda. Y la verdad, le cuesta creer que haya cambiado.

Puede que Camille no fuese la mejor opción para aconsejar sobre el vampirismo, siendo también prácticamente una neófita, pero ciertamente el tiempo que lleva en el mundo sobrenatural le faculta para dar ese consejo, y otros más.

—Busca un tótem.—Consejo inesperado, podría decir Gia.—Puede que sea un objeto físico, o un recuerdo, tal vez una persona. No te recomiendo demasiado este último, porque no es demasiado bueno depender de alguien —hace una pausa y comienza a servir otro trago—, pero en definitiva tienes que servirte de algún tipo de ancla con tu parte humana, algo que te ayude a sobreponerte en los momentos que sientes, pierdes el control.—Para su propia sorpresa, ella misma ha seguido ese consejo y le ha funcionado tanto que ha podido volver a la ciudad.

—La paciencia no es precisamente mi fuerte —oh no, ni por asomo. En realidad Gia era todo lo contrario a lo que significaba la paciencia y esa era una cualidad que debería haber cultivado mucho más—. Brindo por eso —Cami tenía razón, a las dos les gustaban los hombres. Excepto los que eran como Rick, desde luego. Aunque digamos que Gia era... especial, con el gusto a los hombres—. Eso es cierto. Aunque hace mucho tiempo que no me enamoro de nadie.

Y podría decirse que lo echaba de menos de algún modo.

—¿Acaso tú sí estás enamorada? —a Gia se le alzó una ceja casi de manera inmediata al mismo tiempo que dibujaba una sonrisa ladeada en su rostro—. Sí. Son bastante... peligrosos —por decir algo suave. La convicción de Camille le daba a entender que ella conocía a @Marcel A. Gerard mucho mejor de lo que Gia lo hacía. Y era normal. Apenas y lo conocía de un año, ellos dos tenían una historia mucho más pesada y abrumadora detrás—. Si no confiara en él le habría abandonado a su suerte, créeme. O no le habría buscado —pero sí es cierto que en según qué cosas, aún temía. Vamos, que no le hacía gracia que le arrancaran el corazón de cuajo.

Aunque en Nueva Orleans nada ni nadie queda muerto por mucho tiempo.

—¿Un tótem? —Gia no tardó en beber un poco de su trago cuando Cami los sirvió, escuchándola—. Creo que lo único a lo que puedo aferrarme es a mi violín y al recuerdo de mi madre cuando estaba viva —o al de su vecino cuando le enseñó cómo toca aquel instrumento que la salvó de tantas cosas—. Tú eres la psicóloga, tendré que hacerte caso.

Y Gia Gray, lo de hacer caso precisamente, no lo llevaba bien.

—¿Yo?—Niega con la cabeza sin perder su sonrisa. Una vez creyó estar enamorada, pero el peligro que envuelve y seguirá envolviendo la mente de @Niklaus Mikaelson hizo que Camille se viera en la necesidad de neutralizar esos sentimientos.

Y vaya que lo logró, de otro modo no imagina en donde estaría metida por culpa de su afición hacia los chicos malos.

—Pero hay alguien que me llama la atención. Antes no lo veía desde la perspectiva que lo veo ahora. Y me agrada eso.—Pero no nos adelantemos a los acontecimientos. @Marcel A. Gerard solo le llama la atención, ni siquiera está segura de que es recíproco, y la verdad no pasa nada si no lo es. Camille es perfectamente capaz de reír y divertirse sin un hombre a su lado, así como pasar el lado "malo" de la vida.

Y hablando de Marcel…

—Me agrada eso.—Una cosa sí sabe con convicción del Marcel Gerard con el que tiene trato ahora mismo: valora que los suyos confíen en él, por lo que se sentirá satisfecho si eso se extiende a sus chicos nuevos.

Camille se lleva su propio vaso a los labios, bebiendo lo justo.—Bien, es difícil llevar un violín a todos, lo del recuerdo me parece una opción idónea.—Aprueba, asintiendo con la cabeza, satisfecha de que su consejo ha llamado la atención de la vampiresa novata.—Ah, y debes hacerme sí, o no te daré descuento en mi bar.—Bromea riendo, chocando su vaso con el de Gia antes de guiñarle un ojo.

Indudablemente, todos necesitan conectar con su naturaleza humana, y deben buscar la manera o lo más seguro es que se pierdan en el camino.

—Vaya, te lo tenías callado, ¿eh? —Gia Gray se alegraba por su amiga, pero también sentía cierta envidia sana hacia ella. No por nada en concreto, sino porque Gia quería... sentir lo que era el amor, de alguna manera. Un amor sano y fuerte que perdurase en el tiempo y no simplemente meras distracciones que acababan a la semana.

Estaba un poco cansada de eso, pero también estaba en un punto de su vida en el que el amor no era la mayor prioridad.

—Bueno, siempre puedo ponerme en la calle y tocar el violín otra vez. Recuerdo que a la gente le gustaba bastante —aquello sonaba lejano pero Gia se preguntaba si, en realidad, lo era. Por suerte, podía servirse de los recuerdos con su madre. No todos ellos eran malos así que—. Salud, amiga mía. Por las protectoras de Nueva Orleans —volvió a chocar su copa con la de Cami y dio un trago más.

Porque, efectivamente, ellas dos también eran protectoras de la ciudad. Cada una a su manera.