—¡Señores y señoras! ¡Niños y niñas! Pasen y vean... —en un intento por llevar a cabo su papel, el licántropo gesticulaba e intentaba captar la atención de todos los visitantes. Sin mucho éxito, a decir verdad. Todos preferían tirar hachas o jugar a ser arqueros antes que probar suerte con su estúpido juego. ¡Maldición! Tenía que remediarlo.

—Usted, señor. ¿No quiere llevarse una cesta con dulces hechos por nuestros niños a su esposa? Para que se atiborre de ellos, o puede comerlos usted. ¡Venga, hombre! No sea aburrido —rechistó cuando el aludido le lanzó una mirada cargada de desdén antes de apresurarse y alejarse para ver a la cabra, Milo. La misma que él había intentado cocinar una vez.

—¡Tú, niña! —lo intentó de nuevo con una chica que estaba de espaldas, con una melena rubia que le resultaba familiar... Oh, no— ¡No me jodas! —abrió más los ojos al ver el rostro de la pequeña diabla que lo había golpeado con una sartén en la cabeza hasta dejarlo inconsciente. Vale que él se había colado sin avisar en la cabaña y, después, se había reído de ella en su cara... Bah, detalles.

—Pero si es la niña sádica... —sonrió como una mamarracho, viendo una nueva oportunidad. Seguro que ella querría humillarlo de buena gana, pero no iba a ponérselo fácil— Seguro que tú sí quieres probar, ¿verdad? —movió las cejas, alzando la cola de burro que resumía bastante bien de qué se trataba aquel juego.

No se había quedado muy convencida con la presencia de aquella mujer después de haberle dado un pequeño tour por el campamento, pero tampoco había mucho que ella pudiera hacer, menos aún cuando no tenía motivos reales para sospechar. Que fuera una persona seria y algo tosca no la hacía mala persona ¿no?

Con el cabello recogido en dos trenzas y las gafas de sol de nuevo apoyadas en el puente de la nariz, comenzó su propio paseo por el campamento, reconociendo cada rincón y dejando que los buenos recuerdos fuesen aflorando poco a poco en su mente. Por suerte estos ganaban en número a los malos, por goleada absoluta, así que no suponía un gran problema o esfuerzo, por suerte para ella.

Se quedó apoyada en un árbol, echando un vistazo al folleto que había conseguido para ver qué podría hacer para distraerse un rato. Estaba segura de que Einar estaría enseñando a lanzar los hachas, así que de momento sería mejor no pasar por ahí... Quizá el rocódromo, o... Sintió a alguien pasar por su lado refunfuñando de mala gana, y cuando le miró tenía tremenda cara de malas pulgas que por un instante se preguntó qué hacía ese hombre ahí si no pensaba intentar disfrutar. "¡Tú, niña!" Algo en ese tono le resultaba familiar, pero no le dio demasiada importancia hasta que se dio la vuelta y le vio de frente.

Sonrió. Hasta ver la cara de Bigby era una pequeña alegría, después de todo. —¿Es que me vas a guardar rencor toda tu vida por eso, Bigby? ¡Te lo ganaste, no pretendas hacerte el inocente!— Un dedo acusador le señaló mientras se acercaba hasta donde se encontraba. —No estaría mal que te aprendieras mi nombre a estas alturas. ¿Sabes?— Viendo la cola balancearse en el aire, no necesitó preguntar nada. Se la arrebató de las manos, y dejó su mochila a un lado. —Sólo por eso te pincharé con todas mis ganas. Ven aquí, burrito.— Mientras se colocaba de nuevo las gafas en la cabeza, una sonrisa burlona curvaba sus comisuras, mirando al hombre delante de ella con diversión.

—¡Claro que era inocente! —protestó de forma automática, volviendo a hacerse la víctima. Aún le dolía la cabeza de pensarlo— Un poco más a la derecha, y me habrías dejado tonto del golpe —agregó, por si no estaba dramatizando suficiente. En realidad, sabía que no había estado bien eso de colarse sin avisar a nadie, pero no iba a admitirlo nunca jamás de los jamases.

—El nombre de mi agresora... Jamás podría olvidarlo. ¿Angie? ¿Mary? —comenzó a soltar nombres al azar, esperando que fuera uno de ellos. Al recordarlo, chasqueó los dedos de una mano y sonrió, triunfante— ¡Ya me acuerdo! ¡Charlie! Si Einar no dejaba de hablar de ti nunca... Lo tenías prendadito de ti —y podía entender porqué; a él también le gustaban las mujeres con un carácter feroz. No sabía con exactitud qué había pasado entre ambos, solo que ella había estado lejos durante un tiempo.

Seguía siendo tan maligna como recordaba, por eso no dudó en aceptar su oferta de ridiculizarlo en público, participando como si fuera una niña más. Esperaba que eso atrajera a algunos más, porque no pensaba terminar el juego sin que fuese un éxito rotundo.

—Sabía que no podrías negarte... Venga, va, ¡dale! E intenta fingir que te diviertes, o sino nadie más vendrá —se puso de espaldas, aceptando su destino y colocándose las orejas de burro que Selene le había comprado. De forma sutil, colocó el culo en pompa, lo cual le dotaba de un aspecto aún más humillante— Y recuerda: no se vale que abras los ojos, que nos conocemos —añadió, preparándose para lo que seguro que sería un buen pinchazo.

¡Comienza el juego!

Funcionamiento: Para ganar el juego, Charlotte deberá lanzar un dado de acierto/fallo y conseguir un CRÍTICO. Un acierto significará que ha logrado colocar la cola al burro, pero no en el lugar correcto, y un fallo que no ha logrado ni colocarla (previsiblemente porque Bigby ha hecho trampa y se ha movido en el momento justo).

—¡Tú no tienes de inocente ni la intención, Bigby!— Estaba alucinando ¿En serio estaba intentando hacerse el inocente y el pobrecito que no había hecho nada? ¡Casi le provocó un infarto metiéndose en la cabaña de ese modo! Todavía no sabía qué era lo que iba buscando, pero a esas alturas tampoco es que importase demasiado. —Te lo habrías merecido por el susto que me diste. ¿Y si hubiese estado desnuda? ¿O saliendo de la ducha? ¡Podría haberme resbalado y abierto la cabeza!— Porque sí, para dramático él, dramática ella también, no iba a quedarse atrás.

Se cruzó de brazos, observando al más alto con una ceja levantada. ¿En serio? ¿No era capaz ni de recordar su nombre? Sintió una pequeña punzada en el pecho, aunque no lo quiso demostrar. —¿De verdad, me lo estás diciendo en serio? Cómo voy a disfrutar de pinchar tu apestoso culo, no te haces una idea.— Su cuerpo y su gesto se relajó cuando mencionó aquello. Aún no se había encontrado con Einar, y no estaba realmente segura de querer hacerlo... —Sí, supongo... Pero seguro que en este tiempo ha conocido a muchas chicas. Es Einar, se las lleva de calle, si fueras tú sería otro cantar.— Otra flecha directa al contrario, porque era mejor que ponerse a pensar en el día que tuvo que marcharse y dejar el campamento, toda su vida atrás... Y a Einar.

Pero aquel no era el momento, tenía una cola que clavar y sería una buena excusa para desahogarse. Y si de paso conseguía que la gente se interesara en participar, bueno, entonces saldrían ganando los dos. —Si consigo que la gente se anime a probar suerte tendrás que invitarme a una cerveza, grandullón.— Se quedó tras él, teniendo que aguantarse las ganas de reírse en su cara al verle ponerse en pompa. —Oh, no te preocupes, no voy a necesitar fingir, me lo voy a pasar como una niña pequeña.— Porque solo de verle en esa posición, con las orejas de felpa en la cabeza... Dios, ya lo estaba disfrutando.

Le miró fijamente durante unos segundos, como si eso fuese a ayudarle después, y entonces cerró los ojos. —Sí sí, mejor no seas tú el tramposo, no vale moverse, tienes que quedarte quietecito.— Porque no confiaba lo más mínimo en el contrario, por supuesto. Pero iba a hacer su mejor esfuerzo por acertar con la cola, y clavarla con ganas, eso también.

Resultado del dado:
FALLO.

Entrecerró los ojos, sin quitar la vista de encima de aquella renacuaja. Si es que lo había calado a la perfección desde el primer momento, y seguía haciéndolo.

—¡Eres una niña demasiado listilla! —le espetó, viéndose desprovisto de cualquier defensa que excusara su comportamiento de entonces— Y un poco dramática —añadió, como si él no lo estuviera siendo. Aún así, estaba seguro de que no iba a negarse a su propuesta, y así fue.

—Apestoso no, que soy un lobo bien aseado —puntualizó, alzando el mentón con orgullo. Bueno... Puede que eso tampoco fuera cierto, sin embargo sí que se había duchado esa mañana, y usando jabón de verdad, lo que era toda una proeza dado su historial—. Puede que sí, ¡el chico es un poco picaflor! —se echó a reír, cesando de pronto al escuchar lo que había añadido— Oye, retira eso ahora mismo. Soy todo un galán cuando quiero... Te lo demostraría pero eres una niña, y eso sería raro —la picó, pues sabía que le molestaba cuando la llamaba "niña".

Puede que fuera debido a su incesante rifirrafe, pero algunos curiosos ya se habían acercado antes de que diera comienzo el juego. Bigby, recuperando las esperanzas, se dispuso a dar la mejor de sí como el burro oficial del campamento.

—Si lo conseguimos, Einar o Selene nos pagarán la cuenta a los dos —la corrigió, pues después de haber accedido a aquel juego era lo mínimo que el licántropo se esperaba. Además, no tenía ni un duro en el bolsillo... Eso de llevar una vida honrada, sin robos ni timos, le estaba pasando factura—. Espero que no estés sacando ninguna foto, que nos conocemos —por si acaso, miró por el rabillo del ojo y se quedó tranquilo al ver que no era así.

—Dayton Connor es muchas cosas, pero ¿un tramposo? ¡Eso jamás! —mintió como un bellaco, tan bien que hasta él mismo podía llegar a creérselo. Sin embargo, se movió un poco en el momento preciso, soltando una carcajada triunfante cuando la rubia falló en su intento— ¿Seguro que tienes ganas? No te veo yo muy convencida, ¿eh? —se burló de ella, ignorando que un niño pelirrojo se había percatado de su pequeña jugarreta.

—¡Se ha movido! ¡Ha hecho trampa! —señaló, con un tono de voz repelente que llamó la atención de Bigby de inmediato.

—¡Tú calla, niño! Está mintiendo, obviamente está mintiendo —se defendió—. Y mira que bueno soy, que voy a darte un último intento —se apresuró a añadir, volviendo a colocarse en la misma postura. Esta vez, había más niños observando con atención... Puede que al final sí que hubiera servido.