Malika observaba la trenza de color blanquecino en que había convertido su pelo. Queriendo desligarse de lo que fue en el pasado y tomando una decisión radical para complacer aún más a Maegor, hace unos cuantos días que cambio su imagen y, sobre todo, el color de su pelo para semejarse a él.

—¿Y de qué me sirve?— Reclama al aire, aunque, en verdad, un parte de ella siente que el vampiro no está muy lejos y, quizás, pueda escuchar sus palabras. —¿Dé que sirvió todo lo que hice?

Con desdén suelta el mechón y enfoca su vista en las aguas del río bajo el puente. Son un color azul que, conforme oscurece, se va volviendo negro. Y, debido a las gotas de lluvia que no cesan, se agitan en un movimiento turbio y furibundo.

—Morí en el fondo de esas aguas.— Esta vez si se dirige directamente a Maegor. Su tono expresa pesar. Una tristeza que debía verse aplacada por el vacío de su interior, pero, que, extrañamente, parece llenarse por momentos. —¿Qué me paso? ¿Qué hice?— Se vuelve hacia él, a quien dedica una mirada suplicante.

Maegor miraba con indiferencia el río que tenían bajo el puente. Mientras su compañera debatía sobre sus actos y sobre el motivo de su cambio, el albino estaba centrado en otras cuestiones. Desde su liberación no había dejado de reflexionar sobre qué hacer, especialmente desde que sabía que Balaur no iba a regresar nunca más.

—¿A qué viene ahora todo esto?—se había despertado de sus cavilaciones al ver cómo un mechón albino caía sobre el agua cristalina, rompiendo su lisa uniformidad en pequeños círculos:—Moriste y renaciste, no lo olvides.

La tomó por la barbilla para que dejase de ahogarse en su pasado. La notaba demasiado ansiosa y era un atributo que detestaba, especialmente en ella:—Mírame, Malika—un único ojo, azul oscuro, la miraba con intensidad:—¿Qué demonios te ocurre? No entiendo esta lástima que sientes hacia ti misma, pero no te favorece—la sujetó con mucha más fuerza:—Habla.