Damon llega hasta ella, dándole alcance por fin. Sin ningún miramiento, recorre por detrás su figura de sirena, esa que le ha vuelto loco los últimos meses desde que decidieron estar juntos. Cegado por la emoción y felicidad que hace tiempo ambos no han tenido, Damon sonríe pícaro de medio lado y le aborda por la espalda. Rodea la cintura femenina con sus manos, asegurándola con sus brazos fuertes y musculosos.

No repara en su aroma diferente.
Su cabello peinado… diferente.

Y debió haberlo hecho. Después de todo, existen precedentes, ¿no? Precedente de suplantación de identidad llamado Katherine Pierce. Pero no, Damon comete el primer error.

—Aprovecharía estos minutos antes de la carrera para adivinar el color de tu ropa interior, pero prefiero llevarme la sorpresa al verla.—Seductor y tentador, susurra a su oído, rozando el lóbulo con sus labios.—Acabo de identificar el lugar perfecto —desciende sus labios por el cuello hasta presionarlos sobre su clavícula.—Vamos Elena, solo serán unos minutos, volveremos a tiempo.—Entonces, esperando una respuesta favorable, Damon le da la vuelta a Elena y recorre sus labios como siempre que lo hace en privado: con ganas de comérsela de arriba abajo.

En el buen sentido.

Y así, Damon Salvatore dominado por su lujuria, se mete solito a la boca del lobo.

Las sensaciones que tiene en ese momento no solamente encienden la llama que siempre ha estado prendida en su interior. Aquella forma de deslizarse por su cuerpo es repugnante, y Rayna ha tenido suficiente con haberse encontrado a elena poco antes. Aquel campamento estaba representando una fuerte tortura para ella y su sed de venganza.

Y sin embargo quiere saber hasta donde es capaz de llegar aquel maldito vampiro. Porque en el fondo le divierte que no haya sido capaz de diferenciarla de la que al parecer es su novia. Asique, Elena Gilbert esta con un vampiro. Al final cierto es que, pese a que se diga que no quieten la inmortalidad, un humano convertido siempre acaba buscando a los de su propia sangre, o en ese caso a los de su propia raza.

Porque tienen la falsa idea de que pueden ser felices, de que así podrán olvidarse de lo que les hacía humanos. Asqueroso. Sencillamente Rayna solo siente odio, mucho odio y mucho rencor acumulado, que re refleja en ese mismo momento cuando los labios del contrario se posan en su piel. Su cuerpo se tensa en ese momento y sus deseos de matarlo aumentan. Y por eso en el momento que siente que su cuerpo rota para mirar al contrario, su mirada furiosa se clava en él. Parece no darse cuenta ni siquiera cuando sus ojos adquieren un ligero color violeta. Señal de que aquello ha llegado ya a su límite.

En el momento que siente los dedos de aquel monstruos sobre sus labios, la mano contraria se aferra con tremenda rapidez a la muñeca contraria apartándola y retorciéndola—. Tendría que haberte sacado el corazón en el momento que has osado poner tus sucias manos sobre mi —escupe retorciendo aun con más fuerza aquella mano—. Ni siquiera eres capaz de reconocer a aquella con la que seguramente te cuestas y disfrutas de una vida llena de muerte y sangre inocente, además de ajena —añade infundiendo cada vez más fuerza, con sus ojos cada vez más brillantes.

Luego se acuerda de que aquel no es el momento de armar escándalo y de que tampoco es el momento de matarlos a ninguno de ellos. Precisamente porque tiene claro que allí hay demasiados que podrían aunar fuerzas para ir contra ella, y eso no es algo que le interese. No de momento. Rayna suelta su muñeca, alejándose del vampiro. Gana distancia con él, esperando que no sea tan ingenuo como para acercarse de nuevo. No si quiere seguir vivo.

Esas palabras tan cargadas de odio no combinan con la amable y dulce voz de Elena.

¿Lo peor? En su interior sabe que tampoco con Katherine Pierce.

Pero eso no le detiene de tratarla en automático como tal. Y es que no puede ser otra. No puede ser, ¿no?

Damon no consigue soltar a tiempo a la réplica. La morena consigue retorcer su extremidad, usando una gran fuerza, confirmando aún más de que no se trata de Elena.

—¿Y tú de qué siglo vienes? — Deja caer en automático, evidentemente una pregunta retórica. Ni rastro de su aire seductor y juguetón, ahora solo la mira con el ceño fruncido, molesto y con un sinfín de dudas.—Mira no sé quién demonios eres y por qué le robaste la cara a Elena —en todo caso a Katherine, o no, ¿cómo es que se llamaba la otra réplica? Ah sí, Amara—, pero no me asusta tu diálogo de ultratumba. Ninguna recién llegada me amenaza en mi pueblo.—De hecho, por las palabras usadas, parece ser alguien con un odio muy bien por criaturas como él.

Con discreción, Damon echa un vistazo a su entorno para verificar qué tan solos están. Si es un peligro, podría matarla ahí mismo y arreglado el problema.

Aunque le gustaría ir por el mundo disfrutando al máximo su relación con Elena, perdiéndose en una vida desenfrenada, no era así. De hecho, desde que estaba en una relación con la vampiresa, Damon se estaba comportando demasiado bien.

—¿Y? ¿Vas a decirme por qué te ganaste el premio de Miss Mystic Réplica Intensa Falls? Porque esa mirada de odio está comenzando a ser un poquito molesta.—Damon no está entendiendo nada y más vale que comience a entender ahora mismo, o aquí va a correr sangre y no será la suya.

— De uno mucho más antiguo que el tuyo —responde con frialdad—. Pero es de muy mala educación preguntarle la edad a una mujer, ¿no crees? —pregunta de la cual no espera respuesta alguna. Porque sencillamente no está buscando mantener una conversación con el contrario. Es por eso por lo que todavía mantiene las distancias con el contrario.

No pretende acercarse más a el porque la simple amenaza que identifica es algo que vierte toda emoción sobre la caza encima de ella. Rayna desea cazar vampiros. Desea hacerles daño a todos esos seres y aquel que la ha tocado de aquella manera tan lasciva… la cazadora está al límite y sus emociones también.

— ¿Y vas a hacer algo para evitarlo? —pregunta entonces clavando su mirada en el—. Si tanto te incomoda mi mirada, ¿no será porque tienes miedo de la misma? —pregunta entonces—. Tu novia Elena no ha tardado en darse cuenta de que soy una amenaza peor incluso que Katherine —comenta riéndose en su cara—. Quizás tú mismo quieras descubrir si es cierto o no. ¿O también pretendes salir huyendo? —se está burlando de él, eso está claro.

Puede, que cualquiera que conociese a Damon Salvatore supiese que no era buena idea hacerlo, pero Rayna no le tenía miedo a nadie. Es más, incluso los Originales sentían respeto por ella. Si aquel vampiro menor quería atacarla, no tardaría es descubrir lo mismo que Elena: que era mucho más peligrosa que cualquier cazador con el que se hubiese cruzado.

Entonces, aquella réplica es antigua… Damon dibuja una expresión de alerta. No ha pasado ni cinco minutos en presencia de esa mujer y le resulta inquietante, tal vez demasiado. En otras ocasiones Damon se ha topado con una réplica de Elena —y no se refiere a Katherine—, y la experiencia ha sido tan diferente.

Amara era sin duda alguna, la más Candy, Candy de las cuatro.

Pero la que está ante sus ojos parecía la epítome de lo odioso y muy peligroso.

—Soy un maleducado sin remedio, qué le vamos a hacer.—Alza las cejas y se encoge de hombros, como si en verdad le restase importancia a la presencia de la mujer. No se sentirá intimidado por… Ahora que lo piensa bien, ni siquiera sabe su nombre.

La morena se ha dedicado a tratarlo mal y ni se ha presentado. No debería ser más importante que todas las amenazas recibidas, pero Damon aprendió en los últimos años que todo detalle cuenta a la hora de batallar contra el enemigo… Y ella tiene toda la cara de ser parte del enemigo.

—¿Por qué te tendría miedo? —Eso no tiene sentido. Ni siquiera sabe quién es. Sin embargo, ante la mención de Elena, Damon frunce el ceño.—¿Que Elena qué? —Una pregunta retórica, porque Damon ha entendido bien a la mujer. Elena descubrió lo peligrosa que era y le dio tiempo de huir, esconderse.

Respira aliviado. Bien que ha seguido sus consejos y no se ha hecho la valiente cuando su prioridad debe ser preservar su vida.

—Todavia no me dices cuál de todas las gemelas malvadas que quedan por aparecer, eres.—Pero Damon no iba a huir sin darle una advertencia:—No sé qué demonios eres, pero aléjate de Elena. Aléjate de todos o lo lamentarás.—Le amenaza, sintiéndose extraño en el proceso.

No es fácil mirar a aquellos ojos, aquel rostro que le devuelve una mirada llena de profundo odio.

Desde luego, no solamente era mal educado si no lascivo y ofensivo. Desde luego, aunque Rayna hubiera sido una persona normal jamás habría permitido un trato como aquel. Asique supone que es un factor más de los vampiros. Y en concreto de aquellos como el que tenía delante, que parecía un ser lujurioso por naturaleza. Lo cual generaba más repulsión en la cazadora.

— Porque deberías tenerlo si pretendes conservar un poco más la vida, igual que tu novia —responde con una sonrisa torcida. Rayna no es una mujer de callarse las cosas y en el fondo está deseando que le vampiro la ataque igual que lo intento Elena—. Asique decides llamarnos gemelas malvadas. Que poco original —se ríe pues en el fondo le acaba de dar cierta información valiosa: Elena, él y los «suyos» no se llevan bien con el resto de replicas, asique sabe que seguramente los tengan en el punto de mira—. Oh, ya veo. Entramos en fase de amenaza. Elena también lo intento —añade dando un par de paso, al contrario—. ¿Pero sabes cual es la diferencia? Que yo no os tengo miedo —sigue acercándose, quizás demasiado, hasta aposa su mano en el pecho del contrario—. Yo me dedico a daros caza y enseñaros porque este mundo no es el vuestro —añade clavando su mirada en él.

Sus ojos como en otra ocasión se vuelven morados una vez más. Esta sedienta de sangre, pero no es el momento ni el lugar. Ha descubierto lo que ella cree que es una mina de oro. Porque aquel vampiro sin duda tiene seres queridos y los más seguro es que sean como el—. ¿Por qué no corres a buscar a tu novia? El tiempo corre en vuestra contra a partir de ahora. Rayna Cruz, ira a por vosotros. Es cuestión de tiempo. —Si no intentaba impedírselo en ese momento, claro estaba. Pero oportunidades como aquella, no se tenían todos los días.