Acaba de hacer lo más doloroso del mundo: despedirse de Lev.

Haber tomado la decisión de sacrificarse en pos, no solo de su bienestar, sino con la esperanza de ablandar un poco el corazón de la cazadora, fue la decisión más dura de su existencia. Pero tener que mirar a Lev a la cara y decírselo, eso iba más allá de lo inimaginable. Fue una completa tortura.

Pero lo hizo. Se lo dijo y después simplemente lo dejó sin darse media vuelta, sin mirar atrás. Por más que le doliera o le pesara, estaba concienciada en lo que debía hacer. Y eso era enfrentarse a la mismísima cazadora y su piedra.

Utilizando su velocidad vampírica, Arylia corrió hacia el puente Wickery y allí, sobre el bordillo, observaba con dolor cómo sus lágrimas caían hacia las negras aguas que comenzaban a clarear en el horizonte. Arylia había escogido con cuidado la hora en la que enfrentarse a @Rayna Cruz, pues, estaba más que dispuesta al sacrificio; si no quedaba atrapada en la piedra, acabaría abrasada por la luz del sol.

Las zapatillas de Lev crujían las hojas secas del camino a cada zancada que daba. La chaqueta de invierno con la que se había ataviado permanecía semi abierta por una cremallera que, por su continuo uso, había quedado justo atascada en la mitad del camino de su prenda. Sentía que su corazón estaba mucho más agitado que el día de su muerte. Había recibido, momentos antes de salir del hospital, un mensaje de Arylia bastante lúgubre. Lev sentía que se estaba despidiendo; que era un adiós no sólo a su relación, sino a la vida misma.

No podía permitirlo.

Sus piernas iban aumentando la velocidad en cada extensión que daba en su carrera. El anillo lunar en el índice de su mano derecha le estaba ayudando a utilizar su energía interna, su licantropía, para poder acceder a una mayor velocidad de la normal. No obstante, aún así mantenía la misma sensación de lentitud.

Tan sólo cuando su oscura mirada pudo capturar la figura amada cerca del puente supo que aún disponía de tiempo para convencerle para que olvidase su propósito:—¡Arylia!—el grito fue agónico, desesperado, mientras su brazo se alargaba para intentar asirle de la manga:—Para, por favor—sabía que esa caída no la mataría, pero no deseaba tampoco verlo:—Hablemos antes—no se atrevió a acercarse mucho, aunque su brazo derecho seguía extendido, suplicante y anhelante por tocar la mano ajena:—Esto no tiene que ser así y lo sabes.

Esta más que dispuesta a completar el amanecer mientras esperaba la llegada de la cazadora, pero, lo que llego, fue más sorprendente.

La presencia de Lev a su lado la dejó en shock. No hacía mucho que se había despedido de él, observándolo desde la distancia y con escueto mensaje que para nada describía lo que el licántropo había logrado hacerla sentir en los últimos meses.

—¿Qué haces aquí? No deberías...— Su mirada, inquieta, se movía de un lado a otro, observando los extremos del puente, esperando encontrar la otra figura que faltaba en esa escena. Con gracilidad baja del borde del puente y comienza a empujar la alta figura de Lev hacia el extremo por el que vino. —No deberías estar aquí. Márchate.— Insiste.

Está ansiosa porque haga caso a sus palabras, desesperada ante la idea de Rayna llegue antes de tiempo y Lev se vea atrapado en una lucha que, para ella, está perdida. Por ello, trata de alejarlo con ganas, usando más fuerza. —Por favor.— Termina suplicando.

—No, no voy a irme—se resistió ante la fuerza que utilizaba ella sobre él para que retrocediese. Con mucha gracilidad, mantuvo su figura totalmente estoica, haciendo uso de una resistencia digna de su raza. El anillo que portaba aumentaba esas características que, de otro modo, no hubiesen servido contra el poder un vampiro.

—Para Arylia—le exigió con mucha seriedad, colocando sus manos sobre las de ella para que dejase de empujarlo:—¿Se puede saber qué pretendes?—se sentía muy enfadado y aquel atributo no era uno que Lev mostrase muy a menudo, por no decir nunca. El licántropo era por naturaleza alguien risueño, tranquilo y muy bondadoso.

No obstante, se sentía herido y, por mucho que intentase ocultarlo tras su malhumor, estaba asustado. Temía por ella, temía la idea de tener una vida sin la presencia de Arylia.

—Quiero hablar contigo. Se ha acabado esta comunicación mediante mensajería—agarró las muñecas de su novia para que ésta detuviese finalmente su propósito de alejarlo de ahí:—¿Qué está pasando? Sé que tú regreso a Mystic Falls se debe por alguna razón.

Su insistencia no sirve de nada, Arylia no logra apartarlo ni alejarlo mínimamente y la urgencia crece con rapidez en su pecho, ahogándola. Las lágrimas comienzan a arremolinarse en sus ojos, se siente imponente. Ya no solo por la actitud de Lev, sino por lo que está por ocurrir.

Ya murió una vez y no fue agradable... Y, sinceramente, no repetiría de no verlo necesario.

Ahoga un sollozo contra el pecho de Lev. Este la tenía sujeta por las muñecas y ella ha dejado caer su cabeza hacia delante, en su pecho. —Lo siento.— Murmura con la voz entrecortada. —No tuve el valor suficiente de decírtelo a la cara...— Solloza nuevamente. —Ella me marcó.— Alza los ojos, sin apartarse, para enfrentar los contrarios.

Arylia se detiene en cada uno de los rasgos del rostro masculino. Observando con detenimiento su mirada, la comisura de sus labios, la línea de la mandíbula... Quiere memorizar su rostro, anclarlo en su mente para poder recordarlo en el Otro Lado, cuando ya no este.

—Estoy condenada, pero...— Traga saliva y se muerde levemente el labio. Sabe lo que él va a responder a su plan, a sus palabras; por eso no se lo ha dicho antes. —Tengo que hacerlo, es la única manera de hacerle ver que está equivocada. Que somos algo más que monstruos.

Podría casi decirse que aquello se ha convertido en algo que ha hecho en más de una ocasión. Escuchar conversaciones ajenas. Pero en esta ocasión ha tenido mala suerte. Porque estaba precisamente buscándola. Persiguiéndola más bien.

Y no sabe que intenciones ha tenido quedándose allí o que pretende, pero la llegada de aquel lobo hace que Rayna chasquee la lengua. No quiere más enemigos, pero está claro que no ha conseguido que el contrario entre en razón. Una lástima porque seguramente tambien tendrá que matarlo a él.

— ¿Y cómo piensas hacer eso Arylia? —pregunta en voz alta, haciéndose escuchar. Basta de ñoñerías y palabras. Hora de actuar. Hora de acabar con lo que ambas empezaron ya mucho tiempo atrás—. Me has esquivado en una ocasión, no habrá una segunda —añade clavando sus ojos posteriormente en el lobo—. Debiste habértela llevado lejos de aquí. Si tan enamorados estabais… podríais haber huido de mi… un tiempo —añade llevando su mano hacia la pierna derecha, en la parte baja. Su puño se cierra alrededor de la espada fénix.

La caza no tardara en comenzar.

Se separa de él como impulsada con un resorte. El momento romántico e íntimo entre ambos desaparece en tan solo un pestañeo para dejar una sensación de frío y temor en ella.

Por instinto quiere dar un paso atrás, alejarse de la presencia de la cazadora y, también por inercia, se lleva una mano a la marca que gotea incesante. ¿Cómo es que no se ha percatado de que estaba tan cerca? Se culpa. De nuevo. Pero, en lugar de recular, se coloca delante de @Lev A. Voigt. Las palabras que tenía pensadas se quedan atascadas en su interior y su cuerpo tiembla cuando la mujer se atrave a mirarlo y burlarse.

—Márchate.— Le susurra a Lev esperando que, por primera vez, haga caso de su petición. No tiene por qué ver lo que está por pasar, ni tampoco sufrir su mismo destino.

Puede salvarse, tan solo tiene que dejarla marchar.

Tratando de captar la atención de la Cazadora, Arylia da un paso en su dirección. Tal y como predijo con anterioridad al encuentro, los rayos del sol comienzan a vislumbrarse por el horizonte. Es justo lo que necesita, un minuto o dos para soltar su discurso, para intentar ablandarla antes de dejarse morir ante sus ojos. —Hablando.— Le responde con una convicción que crece en su interior.

Verdaderamente, cree que será capaz de lograr su cometido.

—No le hagas daño.— Señala a Lev, a su espalda. —Yo soy a quien buscas, tu presa. El gran monstruo al que quieres atrapar.— Abre los brazos, ofreciéndose y dando otro paso más hacia ella. —Pero antes de clavarme la espada, me escucharás... Una última vez. Te convenceré de que no somos tan fríos, ni crueles, ni insensibles... De que somos capaces de amar, de sentir...— El discurso comienza a arremolinarse, a mezclarse. Hay tanto que quiere decir, tanto que pretende demostrar. Se esfuerza.

—¡Rayna!—el grito de Lev salió en un rugido. La presencia de la cazadora ahí no podía ser una coincidencia:—No me pienso marchar—ya había visto donde dirigía Rayna su mano. Pretendía utilizar su arma contra Arylia, manchando de este modo la promesa que le había hecho hacía unos meses.

—Me lo prometiste—interrumpió la súplica de su novia. Se sentía furioso y traicionado por las palabras vacías de la cazadora. Debería haber visto que nunca iba a obtener la salvación de Arylia:—Ella es una buena persona. No vas a tocarla.

La rabia y su desesperación empezaron a adueñarse de él. Se abandonó rápido a sus instintos animales, rechazando su deseo más diplomático por entablar una conversación. Ya lo había intentado y parecía que Rayna no iba a decantarse por la opción más pacífica.

—No malgastes tu energía, Arylia—soltó un gruñido gutural, sintiendo como poco a poco sus huesos y músculos operaban para transformarse en un lobo:—Quiero que huyas.

Aquella fue la última orden que pudo darle antes de despojarse de su fisonomía humana y transformarse en una gran bestia de pelaje oscuro.

— ¿Te lo prometí? —repite aquella pegunta soltando una carcajada a continuación. La situación le divierte cuanto menos—. Intente disuadirte y mostrarte la realidad que ni siquiera ahora eres capaz de ver al parecer —responde encogiéndose de hombros. Su mirad ano obstante se dirige también hacia Arylia—. ¿Vas a esconderte detrás de él? ¿Quieres verlo muerto también? —cuestiona antes de sonreír con una maldad propia de ella.

Sus ojos se encienden, el purpura d ellos mismo brilla profundamente y finalmente, Rayan se lanza contra aquel lobo con la clara intención de atacarlo y clavar su espada en el cuerpo del contrario. No va a mostrar ningún tipo de compasión. Y si la espada no vale tiene otras armas. Sin embargo, no cree que el haga falta.

Desconoce cuáles son las intenciones de Arylia, pero algo le dice a Rayan que no va a quedarse quieta. Haciendo usos de sus habilidades la cazadora busca cortar los nervios de las patas de aquel lobo. No es la primera vez que se enfrenta a uno, asique sencillamente busca los puntos débiles para inhabilitarlo—. Que estupidez. No solo vas a morir con ella si no que te dejare vivió para que veas como desaparece eso que llamáis tan estúpidamente amor —sentencia, buscando cortar la carne.

Arylia se horrorizó al ver como el cuerpo de Lev cambiaba, retorciéndose y transformándose en eso que temía tanto. Hasta este punto de la relación, Arylia jamás había tenido que estar con él en su forma lupina y tampoco presenciar su cambio.

Dio un paso hacia atrás con el rostro demudado cuando lo vio alejarse en dirección a la cazadora. Sabía que tenía que reponerse y hacer lo planeado, pero los recuerdos del ataque, de su muerte anterior, acudieron demasiado frescos a su memoria y sus piernas flaquearon en respuesta.

Tardo demasiado en hacer lo que debería haber hecho desde el principio y cuando quiso darse cuenta, Lev sangraba y Rayna se regodeaba amenazándolo. —Aléjate de él.— Su voz no sale clara, es temblorosa y dubitativa, al igual que sus pasos al aproximarse. Mira con horror la criatura que es Lev e intentar acercarse para interponerse entre ambos, para librar la lucha por la que estaban allí, pero no consigue que su rostro cambie y se aleje de esa idea preconcebida contra la bestia.

No es hasta que llega la verdadera amenaza que logra controlarse por completo. Arylia sonríe triunfante cuando los primeros rayos de sol salen por el horizonte. Y con la confianza de esa victoria, se encara contra Rayna, acercándose ingenuamente. —No ganarás. No dejaré que te lleves mi alma. Prefiero morir. Morir de verdad, a dejar que te salgas con la tuya.— Y abre los brazos, con los ojos puestos en un Lev herido, esperando que el calor abrasador del sol la consuma por completo. Allí delante de sus ojos.

Sus sentidos, agudizados por su transformación, captan cada detalle de su entorno con una claridad sobrenatural. Puede oler el aroma metálico de la sangre en el aire, escuchar el latido acelerado de los corazones a su alrededor y ver cada movimiento con precisión milimétrica. Sin embargo, estas habilidades no lo preparan para el encuentro con Rayna.

Cuando ésta lo confronta, Lev puede sentir la determinación mortal detrás de sus palabras. La burla y la maldad en su sonrisa solo añaden una capa más de tensión al ya cargado aire. Aunque Lev, en su forma de lobo, posee una fuerza y velocidad sobrenaturales, Rayna parece moverse con una destreza que desafía la naturaleza misma. Su habilidad para predecir y contrarrestar sus movimientos es algo que no había experimentado antes.

El primer choque es brutal. Lev intenta utilizar su tamaño y fuerza, lanzándose hacia ella con la esperanza de abrumarla, pero la morena, con una agilidad impresionante, esquiva el ataque y contrataca.

Entonces sucede: Rayna, con una precisión quirúrgica, ataca los nervios de las patas de Lev. El dolor es inmediato y abrumador, una sensación aguda que recorre su cuerpo y nubla su mente. En ese momento, el lobo comprende la estrategia de Rayna: no solo busca incapacitarlo físicamente sino también quebrar su voluntad, demostrándole la futilidad de su resistencia.

Inmovilizado, Lev yace en el suelo, respirando con dificultad, mientras Rayna pronuncia su sentencia. Las palabras de la cazadora, cargadas de desdén por lo que ella considera la estupidez del amor, resuenan en la mente de Lev. En ese momento, más que el dolor físico, es la impotencia lo que le consume: la impotencia de no poder proteger a aquellos a quienes ama, de estar a merced de una fuerza que no comprende completamente y de enfrentar la posibilidad de perderlo todo… otra vez…y sobrevivir solo para ser testigo de la desaparición de lo que más valora.

De la muerte de Arylia.

Ha perdido el tiempo contra aquel lobo. Y aunque en parte le habría gustado no tener que atacarlo, Rayna no tarda en darse cuenta de que Arylia —su verdadera presa— ya tiene unos planes bien definidos. Una forma de actuar. Dejar que el sol salga y se abrase.

Rayna no necesita demasiado tiempo para darse cuenta de aquello. El sol a salido, y las palabras de la contraria son una confirmación: ya no tiene el anillo que la protege de aquel astro.

Pero Rayna tampoco va a dejar escapar a su presa. Y mucho menos va a sentir compasión por ella o por aquel chucho que sin duda ha fallado en protegerla. Arylia cree estar sacrificándose por amor, pero no… acabara en el mismo sitio de una manera u otra.

La cazadora, porta la espada fénix consigo en sus manos, y no duda en lanzarla, ágil rápida y letal. Se clava en el pecho de Arylia con fuerza, conforme la cazadora se acerca pavoneándose a su presa—. ¿Creías que algo así sería suficiente? —pregunta cuando la ve aquella piel blanca enrojecida, casi empezando a chamuscarse.

— Te lo he dicho muchas veces. Nadie escapa de mi —añade ya cerca de ella, tomando el mango de la espada—. Míralo, ha intentado protegerte, y tú has intentado protegerlo a él… y ninguno lo ha conseguido —se burla con una risa macabra—. ¿Qué pretendías demostrar? —añade antes de retorcer la espada y sacarla de golpe del pecho de su presa.

Acabará padeciendo la quemazón del sol, pero mientras esto ocurre, su alma será encerrada en la piedra fénix—. Ha sido una dedición muy estúpida Arylia. Ni siquiera tendrá un cuerpo que él pueda enterrar —asume con fingida tristeza antes de terminar de limpiar la espada y observar al lobo—. Tuviste tú advertencia. Acércate a mí una vez más, y acabaras peor que ella —declara, decidida finalmente a marcharse de aquel lugar.

La caza ha concluido.

El sol comienza a lamer su piel después de mucho tiempo de ausencia. Siente los rayos cálidos, que, tras un par de segundos, se convierte en insoportable ardor. Pero Arylia continua con los brazos abiertos y los ojos, entrecerrados, fijos en Lev. Quiere que él sea la última cosa antes de que la muerte se la lleve de nuevo al otro lado.

O puede que, con suerte, esta vez sea la definitiva.

No obstante, lo que Arylia recibe es la puñalada de la espada en el centro de su pecho. Trastabillea dando un paso atrás, con los ojos clavados en el arma y en sus oídos resuenan las palabras crueles de la cazadora. —No. ¡No! No debía ser así.— Grita y solloza levemente.

Gime quejosa cuando Rayna toma la espada. —No lo hagas.— Suplica y alza una mano para aferrarla al filo. —Estaba dispuesta a morir... Definitivamente. Tan solo para darle una lección, para demostrar que podemos ser algo más.— Su voz se entrecorta angustiada, temerosa y dolorida.

—Quería...— Y da comienzo el proceso. Arylia siente como su alma se desplaza dejando su cuerpo y siendo arrastrada al interior de la piedra. Por dentro, batalla, luchando con todas sus fuerzas por quedarse. Pero, por fuera, su cuerpo se va quedando rígido y de un tono pétreo hasta que quedar completamente inerte en el asfalto.

Su sacrificio fue en vano. No cambio nada. Y, encima, queda atrapada en la piedra.