No era extraño que saliese del hospital a esas horas, sobre todo porque, al ser diciembre —y, por tanto, época navideña—, solía tomar más turnos allí para distraerme y no pensar en lo solitario que era mi apartamento, pues en esas fechas solía abordarme más la soledad y el vacío que había dejado mi esposa volvía a hacerse grande… casi tanto como cuando tuve que huir de Nueva Orleans porque eran demasiados los recuerdos y las vivencias que había experimentado allí con ella.

Sabía que salir del hospital de noche era peligroso, sobre todo si tenías a una vampira obsesiva tras tus espaldas —si bien llevaba ya un tiempo sin molestarme—, pero siempre necesitaban personal y, después de todo, en aquellos días me gustaba hacer algo más felices a los pacientes que tenían la desgracia de pasar las navidades en un lugar sanitario.

Esa noche tendría que pedir un taxi, pues mi coche estaba en el taller. Quizá debería haberme ido antes a casa si no tenía mi propio vehículo… pero luego lo pensaba y, aunque quizá fuera más peligroso, estaba claro que los vampiros no se reducían a salir por la noche… algunos también podían hacer una vida normal. Emerald ya me lo había demostrado con creces.

Eso no me eximía de peligro a aquellas horas y lo demostró la propia experiencia cuando sentí que me empujaban contra una pared y al instante siguiente vi a un hombre delante de mí, aprisionándome contra el muro y mirándome con los ojos inyectados en sangre.

«Oh, no…».

Agarré con fuerza mi maletín y lo golpeé con él. Probablemente no se esperaba que me defendiera, porque se apartó al recibir el impacto, momento que aproveché para salir corriendo. Tenía que pensar en algo, porque él no tardaría en alcanzarme.

Caza. Es noche de caza. En mitad del mes navideño, John Ashkore busca su entretenimiento habitual; le vale cualquier vampiro, neófito, veterano, incluso de los más viejos. Está experimentado como para poder enfrentarse a todos ellos. Sus pies, no obstante, lo arrastran hasta la zona donde está el hospital de Mystic Falls. Se pregunta si es posible que alguno de esos cabrones chupasangre esté por allí haciendo una visita a las personas que salen del lugar o dentro y en efecto, Ashkore obtiene su respuesta en cuanto ve un ataque.

Es su momento.

A su ritmo, el cazador se acerca por la espalda del vampiro para atacarlo, buscando usar el factor sorpresa. Un poco difícil dadas las habilidades de esos seres, pero se las apaña. No le cuesta matarlo, dejando el cadáver convertirse en una criatura de color grisáceo allí, en mitad de la calle, sin nadie alrededor—. Vía libre, muchacho. Puedes salir —pronuncia las palabras con una media sonrisa, su rostro salpicado por la sangre del vampiro.

Qué asco.

En serio, ¿es que tenía algo especial en la sangre que les encantaba a los vampiros? ¿Y acaso su población había aumentado en los últimos años? Porque en los últimos tiempos me encontraba con muchísimos. Al menos los suficientes como para perturbar mi rutina… y mi calma. La poca que me dejaban mis pensamientos intrusivos.

Me escondí temporalmente en un sitio para intentar tener una ventaja, aunque dudaba que la tuviera, y pensar qué hacer a continuación. Y entonces oí como si hubiese una pelea más allá de mi escondite. Se me encogió el estómago de los nervios al no saber qué estaba pasando. ¿Habría atacado a otra pobre víctima? No… era imposible que necesitase algo así, seguro que sabía encontrarme…

Justo cuando pensaba en salir corriendo de allí, sin mirar atrás para comprobar qué había sucedido, escuché una voz. Una voz que, de todos modos, no me tranquilizó demasiado.

Con un nudo en el estómago, como un niño asustado, asomé solamente los ojos para mirar lo que había sucedido… y vi al vampiro que me había atacado tirado en el suelo con un color bastante preocupante en la piel… y una estaca clavada en el pecho. El que permanecía de pie tenía la cara manchada de sangre.

No podía negarlo, estaba muy asustado y no sabía qué hacer.

—¿Quién es usted? —logré preguntar, no obstante, sin titubear.