No sabe cómo, pero se siente distinto. ¿Tal vez porque no es él? ¿Tal vez porque su mente ha viajado a otra parte? No sabe si eso es posible, aunque si lo está haciendo es que debe serlo. Le cuesta entender ciertas cosas como esta, o como el Otro Lado. Le cuesta entender tantos conceptos extraños del mundo sobrenatural que se caga en todos ellos y prefiere no hacerlo.

Sin embargo, el cementerio, que reconoce con facilidad, le otorga la posibilidad de llevar a cabo la promesa que le hizo a alguien hace tiempo.

—¡Rayna Cruz! —grita su nombre como si por un momento creyera, de verdad, que puede verlo o incluso entenderla. Si es una alucinación, si no es nada más que su propio subconsciente vagando por ahí, ¿Cómo va a verlo ella?

Sea como fuere, Miklos no deja de sonreír. Y parece ser que, en realidad, no dejará de hacerlo.

Hacía mucho que no tenía ese tipo de sensación. La sensación de un alma en pena, atrapada en la piedra que ruega por hacerla sufrir un rato. Antaño esas voces la volvieron loca, por eso acabo en aquel psiquiátrico. Ahora, incluso han empezado a llegar antes de tiempo. Rayna Cruz vuelve a experimentar los resultados de su propia maldad.

— Oh por favor, ni siquiera en el interior de la Piedra vas a dejarme en paz —le responde. Está a sus espaldas. Pero si intenta atacarla claramente no podrá hacerlo. Porque aquel vampiro, no es más que un alma perdida en ese momento que ha encontrado la manera de llegar a ella—. Luego soy yo la obsesionada… ¿no te parece inapropiado entrar así en las mentes ajenas? —pregunta con su tono de siempre, burlándose de quien ahora no puede alcanzarla.

Y sin embargo le encantara ver como lo intenta, porque conociéndole… ¿de verdad no intentaría atacarla? La Cazadora se cruza de brazos. Ha ido al cementerio por un motivo y parece que va a tener que esperar, al menos hasta que aquel hombre decida regresar a su infierno personal y dejarla en paz. O al menos hasta que ella decida deshacerse de él.

—Que yo sepa eras tú la que iba detrás de mí todo el rato, no al revés. Si hablamos de obsesiones me parece que tienes las de perder, reina —espeta con disgusto y, sobre todo, asco. Su sarcasmo es mordaz, eso es evidente—. ¿Crees que estás a salvo? —Miklos deja escapar una carcajada. Él solo da unas zancadas de más para intentar alcanzarla, aunque no está seguro de que pueda llevarlo a cabo—. No me importa lo que creas.

Está tranquilo, seguro de sí mismo. Ha pasado su infierno personal y ya solo es cuestión de tiempo que pueda salir de la piedra porque créeme, lo hará. Pero Cruz no tiene por qué saber eso, ¿verdad?

—Pienso hacer de tu mundo una pesadilla. Recordarte una y otra vez todos los errores que has cometido. Soy un vampiro, ¿recuerdas? Puedo hacer unas cuantas cosas —así que lo intenta. Intenta devolverle al pasado, intenta que vea la muerte de sus seres queridos; intenta que vea a otros como él que también se la tienen jurada.

La Cazadora tiene muchos enemigos y cada cual más poderoso. En cuanto sepan cómo acabar con ella, puede darse por muerta.

— Touché —responde ante las palabras del contrario—. Pero el motivo por el que te perseguía está claro que no es el mismo. —¿O sí? Porque claramente aquel vampiro quiere matarla después de todo lo que le ha hecho. Sin embargo, Rayana sabe que allí, no puede hacerle daño—. No vas a poder tocarme. Están en mi mente —le dice cursándose de brazos, aunque es cierto que en su mente turbada hay demasiadas cosas que usar en su contra.

Y el parece querer usarlas. O al menos intentarla. Porque los recuerdos que acuden a su mente son recuerdos que antaño, si… fueron doloroso. Pero que en el presente solamente consigue demostrarle y ratificarle con fuerza que lo que está haciendo es lo que debe, lo que tiene que hacer. La Cazadora, sacude la cabeza antes de mirarlo de nuevo, con los ojos purpura brillan y una sonrisa cargada de maldad en su rostro.

— Pierdes el tiempo —declara finalmente—. Llevo mucho tiempo sola en este mundo. Y no tengo nadie a quien querer proteger. —No mucho menos alguien a quien amar. ¿Era triste? Quizas. Pero era la vida que ella había decidido tener—. Fueron precisamente engendros como tú los que me lo arrebataron todo… asique, solamente consigues reforzar lo que soy —finaliza acercándose a él. No podrá tocarla, no podrá hacerla daño de ninguna manera. ¿Eso lo desquicia quizas?

—Tu verborrea es estúpida e inútil —comenta, con las manos metidas en los bolsillos de su gabardina negra sucia y las piernas bien abiertas. Así, como el hombre que es, que no se note—. Y además aburrida que te cagas, cariño —Miklos pone los ojos en blanco y niega con la cabeza una vez más. Pobre Rayna, se cree que va a tener alguna posibilidad no solo con él, si no con los cientos o miles de vampiros que podría reunir.

Ilusa.

—¿Crees que tienes el control de tu mente, Rayna? No me hagas reír —o sí, que lo hiciera, que Miklos lo pasa estupendamente cuando se carcajea de algo o alguien, sobre todo si ese algo o alguien son ella—. Seremos cientos, seremos miles. Toda una legión contra ti, comandados por mí. Volveremos, volveré —se ha acercado a ella. No puede tocarla, pero con un chasquido de dedos le podría provocar un dolor inimaginable. La pérdida de su padre debería ser suficiente.

¿Debería recurrir a eso? Debería.

No le aguanta. Pero quizas es por eso por lo que su mente se ha sentido atraída hacia su alma después de todo. Al fin y al cabo, la rudeza del vampiro la divierte. Y los aires de superioridad, aún más. Ambos creen que pueden hacer daño, al contrario, pero están equivocados.

— En un mundo como en el que vivimos nadie está a salvo —le responde encogiéndose de hombros—. Asique no, eso es algo que no creo… y algo que tú tampoco deberías creer. Menos estando aquí encerrado —responde dejando que se acerque. Ella misma hace lo propio.

Busca desafiarlo. Ambos parecen cruzar sus miradas buscando ese mismo resultado en el contrario. Pero ninguno parece ceder por el momento—. Eres un vampiro atrapado en la Piedra Fénix, y ahora mismo te encuentras en mi mente. Aquí yo tengo el control. Intentes lo que intentes no funcionara —le recuerda, desafiando más a su interlocutor.

¿Qué tiene intención de hacer?