"¿Tú lo estás?"

Su mirada permaneció sobre la de este. No respondió a su pregunta. ¿Podía alguien estarlo para despedir a un hijo? En el caso de ellos, a uno que no llegaron a conocer y aun así quisieron. Aún lo querían.

Sintió el apretón en su mano, y asintió a sus palabras. Podían hacerlo... Debían hacerlo. Llevaban demasiado tiempo posponiendo aquella despedida, evitando hablar de ello, como si fuera un tema tabú.

Pero no hablarlo, casi los había condenado.
Y su hijo merecía mucho más que eso.

La brisa del mar golpeó su rostro, en el momento en el que abandonaron el vehículo. El frío de enero le trajo recuerdos de aquel instante en el que la punta de la flecha atravesó su vientre, poniéndole fin a todo. Se aferró a aquella pequeña urna y sintió los brazos de Aron rodearla. De no ser por él, ya se habría desmoronado.

— Debería de haber preparado algún discurso, pero... La verdad es que nunca se me han dado bien estas cosas — miró a su marido de soslayo, de los dos era él quien gozaba del don de la palabra. Aun así, no iba a quedarse callada. Tomó una bocanada de aire frío y exhaló un largo suspiro.

— Me he preguntado muchas veces que habrías sido — comenzó a hablar, tratando de mantener la serenidad y evitando que su voz se quebrase —. Si habría podido hacerte feliz, haberte dado la vida que quise para mí... La que quería que tú tuvieras — acarició con suavidad, la tapa de la urna, bajando su mirada hacia ella, como si de esta forma sus palabras pudieran llegar a ese bebé no nacido —. Una vida alejada del mundo sobrenatural... Aunque no habría sido fácil, teniendo en cuenta que hubieras formado parte de él — una pequeña y triste sonrisa apareció en sus labios, desviando la mirada hacia el licántropo durante unos instantes —. Aunque, llegado el caso... Habrías tenido a tu padre a tu lado. Él te habría guiado y te habría enseñado a controlar esa parte que habría formado parte de ti — hizo una pausa, conteniendo la respiración, notaba como a medida que hablaba las palabras se hacían más pesadas, más duras de pronunciar —. A mí me habría gustado enseñarte otro tipo de cosas. Como a montar en bicicleta o leerte cuentos por la noche — su mirada se humedeció, sintiendo aquel vacío de la pérdida que este le había dejado, con más intensidad que nunca —. Podría haberte enseñado a defenderte... Aunque al final yo ni siquiera pude protegerte a ti — su voz vaciló de nuevo, sintiendo como se iba quebrando —. Lo siento. Lo siento mucho — las lágrimas empezaron a descender por sus mejillas, aferrando la urna contra su pecho —. Siento no haberte podido proteger. Siento no haber sido la madre que merecías — el sonido de las olas parecía cada vez más lejano, incapaz de cubrir la tormenta que la asolaba.