En días como estos, la melodiosa voz de su madre resuena con tanta claridad dentro de su mente que parece que hubiera sido ayer cuando la vio por última vez y no hace más de cien años. Debe admitir que le desagrada poder recordar con claridad cada momento de su vida humana, en especial las dulces palabras que su madre le dedicaba porque es un recordatorio de todo lo que jamás logro convertirse, de hecho, no importa cuánto se esfuerce, no se siente ni siquiera un paso cerca de tener ese futuro brillante. Ser una joya es algo solitario, lo cual no le molesta pero en ciertas circunstancias le encantaría que alguien pudiera comprenderlo, aún cuando ni siquiera él mismo pueda hacerlo. La única persona que parecía poder entenderlo se encuentra... bueno, ni siquiera sabe si su madre fue enterrada o se convirtió en simples cenizas.

No lo puede evitar, lo lleva en el alma ser tan... extravagante. Parte de su esencia radica en su manera de comportarse, pensar incluso sentir. Adora tener a cualquiera en la palma de su mano pero también le encanta sentir cómo es absorbido por esas emociones que le quitan por un momento la capacidad de respirar aunque a la vez sienta terror al saber que nadie lo podrá salvar de sí mismo. Quizás su destino sea este, ser brillante pero incomprendido.

Un suave suspiro se escapa de sus labios mientras que la chaqueta que lo protege del frío se desliza lentamente por sus brazos hasta terminar en el suelo. Su mirada se desvía hacia la luna por un momento para luego observar el reflejo sobre el agua, el cual se mueve despacio. Continua caminando por el muelle con elegancia como si estuviera siendo hipnotizado por una misteriosa voz que lo va llamando. El frío del invierno no lo detiene ni siquiera lo molesta porque su piel suele estar fría. La camisa que lleva puesta es un simple adorno porque la tela es transparente y el viento es lo suficiente fuerte como para hacer que varios mechones de su cabello se muevan.

Sin embargo cuando llega al borde del muelle detiene sus pasos al escuchar un minúsculo sonido, el cual lo alarma. Mueve su rostro para mirar sobre su hombro hacia atrás intentando escuchar si ese sonido fue real o producto de su mente.

Mystic Falls era un lugar hipnotizante. Yusei lo había notado desde el primer momento en que había arribado el circo al pueblo, pero no por ello lo consideraba algo positivo. "Hipnotizante" podía significar muchas cosas y, si bien en el común de los casos era usado como sinónimo de "fascinante", "maravilloso" o "admirable", en este caso el bastet lo usaba como sinónimo de: poco confiable.

Era hipnotizante porque en cada rincón había un poquito de magia que captaba la atención de sus habitantes y visitantes, pero era hipnotizante porque apenas uno se descuidaba las espaldas terminaba con unas garras clavadas en la columna o unos colmillos en el cuello. Desconfiado como era el japonés y tan amante de la noche, solía pasear por el sitio cuando ya la gran mayoría dormía y el peligro se respiraba en cada esquina. ¿Le importaba exponerse a este? No demasiado... Incluso podía servirle de excusa para pelearse con alguien y quitarse las ganas de partir alguna cara. Así y todo, por supuesto, Yusei no buscaba las interacciones y, muy por el contrario, las evadía en cuanto le fuera posible; de este modo es como había acabado en las afueras del pueblo, en un viejo y oscuro muelle rodeado de árboles...

... perfectos para ser escalados.

La vista era maravillosa. La luna estaba a punto de formarse, faltaba apenas un día y por este motivo no había peligro de ser abordado por algún licántropo loco rondando la zona. El astro se reflejaba en el agua dándole una apariencia como de película de terror y el aire frío que se respiraba calaba en los huesos al bastet pero a la vez lo relajaba, ayudándolo a concentrarse en su lectura. Estaba en lo alto, casi en lo más alto de la copa de un ciprés cuando oyó unos pasos debajo y se encontró con un hombre, un joven caminando por el muelle hacia el agua. La curiosidad lo invadió y no pudo contra ella.

A medida que el desconocido se acercaba al río, Yusei descendía otra rama, una más y otra más para estar cada vez más cerca del suelo y poder observarlo mejor, pero aún desde su escondite. El sigilo y la delicadeza típica de un bastet —sumado a las habilidades impecables de un artista circense— eran sus herramientas a la hora de no llamar la atención ajena ni siquiera por un segundo. Mas una milésima de fallo en los cálculos y sabía lo que pasaría: en el silencio funerario de la noche, el crujir tímido de una rama bastó para que el observado se diera la vuelta y en breve la figura imponente del felino en el árbol fuera descubierta... Pero también el rostro ajeno.

Como dijo, Mystic Falls era entera hipnotizante.

—Yo llegué primero. —Fueron sus únicas palabras, junto a una sonrisa pícara y algo vanidosa, de esas que estresan a cualquiera. El Sacmis miró la ropa en el suelo, al muchacho, al agua y una vez más al rostro de aquel ser de perfectas facciones y piel tan blanca que daban ganas de marcarlo casi que solo por maldad—. Procede, pero si te ahogas no me voy a meter a sacarte.

Toda idea de que su mente fue el causante de haber originado ese supuesto sonido es eliminado por completo al ver una silueta muy llamativa sobre una de las ramas del árbol. Evidentemente por llamativa se refiere a que tiene un aura misterioso, atrayente y oh... ese tono de voz es tan caliente, que no le molestaria tener a un extraño muy cerca suyo, lo necesario para deleitarse con solo escucharlo. Es evidente que no se trata de un humano aunque no es ninguna novedad porque seria muy extraño encontrarte con un humano en medio de la noche en Mistic Falls. Permanece en silencio varios segundos mientras que lo observa con tranquilidad, de hecho, se toma todo su tiempo para hacerlo hasta que por fin decide dar una media vuelta con agilidad, enfrentando al misterioso joven mientras que sus talones rozan el borde del muelle. — ¿Y? ¿Acaso quieres que te de un premio? — Le cuestiona en un tono neutro aunque produce un ligero sonido de desagrado con su boca.

Definitivamente toda la atmosfera nostalgica que habia a su alrededor se rompio de inmediato con la presencia de ese extraño, lo cual no sabe si es algo bueno o malo. No sabe que raza es, por ende tiene que andar con cierto cuidado aunque conociendose lo más seguro es que haga todo lo contrario por el simple placer de buscar un poco de adrenalina, dejando atrás la nostalgia y esa tristeza que suele abundar en él cuando recuerda a los seres queridos que tuvo que dejar atrás a la fuerza.

— ¿No lo harás? Que lastima, por un segundo creí que me salvarias aunque no tienes aspecto de ser un principe — Le comenta como si nada y de paso juzgandolo con atrevimiento. Avanza un par de pasos por el muelle para acercarse hacia donde esta su saco, se agacha con agilidad y levanta la prenda del suelo. — ¿Y tu que haces ahí? ¿Estas midiendo la distancia para ahorcarte? — Le pregunta mientras limpia la suciedad que tiene ahora la prenda.

Levanta sutilmente la mirada para ver en que rama se encuentra el chico. — Te recomiendo que subas tres ramas más para que sea seguro y rapido, pero no te olvides de dar el salto o de lo contrario agonizaras un poco aunque si tu gusto es sufrir, no saltes — Le comenta como si nada. Una vez que termina de limpiar el saco, lo acomoda bien sobre su brazo porque no tiene tanto frio para cubrirse. Retoma el andar por el puente porque evidente no se piensa a tirar excepto que sea para ahogar al chico extraño, claro, luego de haber probado la sangre.

La felina —un poco cínica, un tanto traviesa— sonrisa del bastet apareció un poco más amplia cuando oyó la irreverente respuesta del desconocido. Clarísimo quedaba que ese tipo de interacciones no amedrentaba ni un pelo Yusei y, por el contrario, cuando se encontraba con alguien igual de complicado disfrutaba del desafío que implicaba convivir. Aunque no respondía verbalmente, su rostro lo decía todo: le entretenía la manera en que el contrario contestaba y, por lo mismo —entendiendo que ya no tenía mucho sentido seguir esforzándose por hacer ruido, pero siendo igualmente delicado y cuidadoso en sus movimientos— siguió bajando alguna rama más para llegar a las más bajas del árbol, en pos de lograr observar cada vez más de cerca a ese muchacho que ahora tanta curiosidad había despertado en él. Tampoco contestó cuando el chico dijo que no lucía como un príncipe, solo hizo un gesto como de decir "tiene razón" pero sin importarle menos. Lo que quebró su extraño voto de silencio hasta ese momento fue la pregunta que surgió en el moreno a posterior, aquello sobre medir la distancia para ahorcarse: ese cinismo sacó una verdadera carcajada del trapecista, que continuó oyendo las indicaciones con notorio gusto.

Hecho esto, en un veloz movimiento —tan rápido que casi podría decirse que no se pudo ver cómo lo hizo— acabó colgado del árbol pero no de la manera más esperada: sino cabeza hacia abajo, solo sosteniéndose con sus piernas. Esto fue la última aproximación que necesitó para que su rostro y el del contrario quedaran más o menos a la misma altura solo que... en diferentes posturas.

—Podrían gustarme las cuerdas y que me ahorquen pero no hasta morir, quién sabe... —mencionó con toda naturalidad, en parte probando las reacciones ajenas ante sus comentarios que otras personas seguramente considerarían fuera de lugar—. Soy Yusei —añadió, estirando una mano con intenciones de estrecharla—. ¿Y la belleza pseudo suicida-letal es...? —concluyó, claramente refiriéndose al contrario con ello y sin una pizca de culpa o siquiera de pararse a pensar, en ese momento, que tenía novio; después de todo, si el imbécil podía acostarse con quiera le diera en gana, ¿por qué no podría él coquetear abiertamente también?

La carcajada del extraño logra que detenga su andar para poder observarlo con una clara curiosidad porque no planeaba ser gracioso. En realidad el consejo fue pronunciado con un buen fundamento porque en el pasado, tuvo un periodo en el que se divertía con torturar a sus presas de esa manera, ejerciendo una presión psicológica de tal manera que quisieran matarse. En fin, detalles que nadie debe saber porque ahora tiene otra metodología, ya no anda con tantos rodeos, en especial si tiene poco tiempo.

Su mirada refleja sorpresa al ver la agilidad como también fuerza tiene el joven para quedar colgado en esa posición. — No eres un príncipe pero sí una especie de contorsionista — Pronuncia sin ocultar la sorpresa. Una sonrisa de lado aparece en su rostro al escuchar la respuesta, una que le deja mucha curiosidad al querer saber exactamente cómo usaría las cuerdas o mejor dicho cómo se vería el contrario de esa manera. — Es evidente que nadie te llevo a tu límite para que disfrutes — Le dice de manera descarada. Si bien por un momento estuvo a punto de ofrecerse, decide guardar ese comentario, después de todo, nunca va a rogar por alguien aunque se vea jodidamente apetecible.

El halago que escucha le produce satisfacción, tanta que se olvida por completo que fue interrumpido en un momento íntimo. De no haber sido por la belleza ajena y el ingenio a la hora de responder seguramente ya lo hubiera ignorado o respondido de mala forma para que se vaya del lugar. — Es un placer — Le responde. En vez de agarrar la mano para estrecharla, aprovecha la poca distancia que hay entre los dos y la posición ajena para dejar un beso cerca de las comisuras de los labios. Un extraño cosquilleo recorre su cuerpo, sutilmente humedece sus labios porque si bien el contacto fue efimero, le quedó esa sensación de querer más. — Soy Caelus — Dice con naturalidad ignorando por completo las consecuencias de sus acciones. — ¿Vienes seguido aquí? No te había visto antes — Le sigue hablando como si nada aunque en el fondo está expectante por la reacción.

—Tra-pe-cis-ta, belleza. También soy contorsionista, de hecho, pero esto que ves no tiene que ver con eso. —La aclaración daba para mucho más, daba para soltar cuanto comentario inadecuado se le cruzara por la cabeza, pero no lo hizo simplemente por guardarse ciertas "cartas" que en otras situaciones podían servir también. ¿En qué juego...? En el de seducirse, claramente; no había mucha metáfora ni eufemismo que poder lograr cuando las cosas no podían ser más evidentes. Yusei seguía sonriendo con diversión y un disfrute muy poco inocente de la conversación que mantenía con aquel extraño que le provocaba querer que el contorsionista fuese él—. ¿Y sabes quién puede hacerlo? Necesito derivación, ahora me dio curiosidad —jugueteaba al respecto de que "nadie lo había llevado a su límite", lo que solo le generaba más ganas de saber hasta dónde podían empujarlo entre los dos... que, la verdad, habían empezado llevándolo de por sí bastante lejos.

Y otro paso más allá. El bastet recibió con gusto aquel beso de quien ahora podía llamar Caelus, que le dejó tan peligrosamente cerca de los labios. Escuchó a posterior la pregunta y decidió entonces solo soltar un sonido pensativo, para proceder a bajarse del árbol con una velocidad y agilidad típicas y dignas de un artista de circo. Ni bien tocó el suelo lo notó: la diferencia de alturas le mantuvo esa cuota de diversión y cierto morbo en alto, para qué mentir.

—Tal vez no miras mucho para arriba —bromeó. En verdad sí era bastante nuevo en Mystic Falls y en toda esa zona recorrida—. ¿Invado...? —añadió, tanteando el terreno. Ya tenía la idea de que el contrario sí era asiduo de aquel lugar, pero quería saber cuánto le "pertenecía" ese sitio o con qué frecuencia lo habitaba... Quizá así podía encontrarlo alguna que otra vez—. Habrás oído la publicidad del circo, supongo... —continuó, mirando por encima de los hombros para señalar con el rostro hacia donde quedaba la carpa que habían construido. Desde su llegada, el Revelry Hills se empeñaba en publicitar su espectáculo con unos parlantes, en un vehículo, que repetían la ubicación y anunciaban el show—. De ahí vengo. —Mientras le comentaba aquello, los ojos del bastet cayeron sobre el libro que antes había intentado leer y, descarado como era, con sus ideas random y sin sentido, decidió colocárselo sobre la cabeza a Caelus, poniendo el objeto a hacer equilibrio—. ¿No tienes miedo de que salga algún monstruo del agua y te envíe al fondo o te coma? —concluyó, con otra de sus ideas aparentemente al azar, aunque esta tenía una clara razón de ser: probar qué respondía el contrario sobre el concepto "monstruos".

La aclaración que recibe hace que ruede sus ojos con desinterés porque no le interesa saber exactamente qué es y por más que la corrección sea buena, no permitirá que un extraño lo haga, es decir, no le agradecera ni le pedirá disculpas, por si lo ofendió accidentalmente. — Pero también lo eres, así que no estaba tan errado — Le dice como si nada porque no dará a torcer su brazo. Es muy terco cuando se lo propone, en especial cuando la persona que tiene delante suyo es un completo desconocido. Una sutil pero pequeña risa se desliza de sus finos labios ante la pregunta. — Te puedo derivar, si me das tu número — Pronuncia descaradamente como si esa persona no fuera justamente él. Debe admitir que le encanta la manera en que están jugando, en especial porque no están dando vueltas como unos idiotas sino que es evidente lo que están haciendo y hacia dónde quieren ir.

Por más que no se inmute ante la agilidad y velocidad con la que el contrario se baja de la rama del árbol, puede deducir que hay algo extraño. ¿Realmente un trapecista puede bajar con esa fluidez y rapidez? Uhm, no lo sabe porque hace mucho tiempo que fue a un circo y no eran grandes artistas. No le queda otra opción que tener que averiguarlo por su propia cuenta. La diferencia de altura es tan notoria que sutilmente debe elevar su rostro hacia arriba para poder verlo bien. Que molestia tener que estar de esta manera, ahora deberá usar seguido sus botas para disminuir la diferencia, claro, si es que lo vuelve a ver. — Idiota — La respuesta abandona rapidamente sus labios al escuchar la referencia de la altura. — Si, no te he visto por aquí, digamos que el muelle ya lleva mi nombre — Le dice como si nada revelando a propósito que viene seguido a este lugar. Realmente ama este lugar porque pocas personas se atreven a quedarse mucho tiempo, ya sea por el clima o el aspecto tenebroso que suele adquirir cuando hay neblina.

Con curiosidad desvía su mirada en la dirección que le indica Yusei encontrándose con una carpa llamativa. Sin dudas, estaba muy metido en sus pensamientos porque no se había percatado de esos colores chillones de fondo. — Sí pero no había prestado atención — Admite sin vergüenza porque no piensa en mentir para quedar bien. — Eres un completo forastero entonces... ¿Hace mucho que están en.. una gira? — Pronuncia las últimas dos palabras con curiosidad porque tampoco quiere quedar como un idiota que sabe de todo cuando hay ciertos temas que desconoce, como or ejemplo la terminologia que se usa dentro de los circos y todo lo que este relacionado a ese mundo en particular

El accionar de Yusei lo descoloca por completo pero en especial lo molesta cuando siente el libro sobre su cabeza, el cual ni siquiera se balancea porque está bien parado. — ¿Qué? ¿Quieres que camine para ver si tengo estabilidad? — Le pregunta en un tono ligeramente molesto, reluciendo su carácter. — O ya se... — Dice mientras mueve su brazo para retirar el libro de su cabeza y lee la portada. — ¿Quieres que te explique de qué va el libro? Comprendo que tus capacidades lectoras y de compresión están un poco oxidadas — Le dice mientras que va leyendo las primeras palabras para saber qué es lo que le interesa leer al contrario. ¿El acaba de tratar a Yusei de alguien inferior? ¿Y se puso así mismo en un pedestal? Claro que sí y tal vez hubiera sido bueno si no fuera porque le hizo burla por la altura.

Cierra el libro suavemente y lo mira con curiosidad. — ¿Crees que si lo tuviera vendría aquí? En todo caso, los monstruos deberían tener miedo — Le responde. La oración queda al aire para ver qué es lo que responde o mejor dicho cómo reacciona. Sin contener la picardía de sus palabras, pronuncia lo siguiente. — ¿Acaso quieres descubrirlo, Yusei?

La sonrisa de Yusei lo decía todo. No había demasiada sutileza en la manera sugerente en que miraba a Caelus, así como podía percibir que tampoco el contrario estaba siendo nada discreto con sus intenciones. Eso le gustaba; Yusei era una persona de cuentas claras, si quería algo haría lo que tuviera que hacer por conseguirlo. Si la cosa se volvía demasiado difícil podía insistir en caso de que creyera que valía la pena y sino directamente lo dejaría sin más. Por sus interacciones podía notarse que había interés de ambas partes pero, además, había un aura de misterio alrededor del más bajo que tocaba la fibra de curiosidad en el bastet, provocando querer descubrirlo todo.

—Ah, mi número, sí, ¿cómo era...? —pronunció mientras, abriendo un bolsillo con cierre de su pantalón, sacó el móvil y se le extendió al contrario sin más, como diciendo "búscalo" o "resuélvelo tú". Yusei solo tenía teléfono porque le servía para el trabajo y poco más, pero no le interesaba nada de lo que pasaba en internet y redes sociales, razón por la cual no era muy ducho al usar la tecnología.

Una pequeña risa brota ante el insulto posterior, pero no añade más nada. Tampoco al comentario sobre el muelle, que el miembro del Hermandad cataloga en su mente como "Muelle Caelus" y recauda dicha información por si las moscas, obviamente entendiendo que ese no era el nombre real; claro que, más allá del coqueteo evidente y de que incluso si sospecha algo de él bien podría estar acompañándolo a algún hotel en ese momento, Yusei nunca deja de hacer su trabajo. Si estando desnudos en una misma cama —o callejón, o el mismo muelle, lo que venga— descubre que para Sacmis Caelus es alguien a quien deberían quitar del mapa, pues tampoco tendrá demasiado reparo en ello.

La conversación sigue y la pregunta sobre el tiempo que lleva de gira llega entonces a oídos del más alto, que no tarda siquiera un segundo en responder.

—Ajá. Desde que tengo memoria. —Porque, a este punto, poco recordaba de su vida pasada al circo, de las calles polvorientas de su Japón natal, donde pasó hambre, frío y dolor, mucho menos de la casa de donde provenía, misma de la cual fue vendido sin culpa. Tuvo que contener las risas renovadas cuando el más bajo pareció ofenderse por colocarle el libro en la cabeza y guardó silencio mientras lo observaba ojear el mismo. El ejemplar era "Fue culpa de la física cuántica", de Jérémie Harris, una obra que intentaba dar luz sobre la materia y de alguna forma explicar el "todo", el universo y temas más complejos, cuasi-filosóficos, pero desde un punto de vista científico. ¿Le estaba costando entender el libro? Sí, un mundo. Yusei sabía leer, escribir y matemáticas básicas; era alguien asiduo a la lectura y por eso había aprendido muchas cosas, pero al nunca haber ido al colegio había montones de conocimientos que no tenía—. ¿Sabes sobre matemática y física? —preguntó, totalmente dispuesto a que le enseñen. No era orgulloso en eso, así como él podría enseñarle a alguien a colgarse de un trapecio o nombrar la gran parte de los huesos, músculos y articulaciones de su cuerpo, admitía que no sabía sobre muchas otras cosas y siempre estaba dispuesto a aprender. Sin embargo, el tema de los monstruos acapara la atención y el anterior casi pasa de largo mientras oye la respuesta y las re-preguntas del más bajo—. ¿Debería temer yo también entonces? —No admite ser él un monstruo como tal; también la lógica podría ser: si los monstruos deberían temer, ¿qué les queda a los humanos comunes y corrientes? Ante lo último, se agacha un poco para acercar el rostro al ajeno en una distancia no muy socialmente aceptada y concluir, con la sonrisa más amplia que nunca—. ¿Me vas a derivar otra vez o harás la demostración tú mismo?

Caelus odia a las personas sumisas, no encuentra nada divertido ni atrayente en alguien que te complace a la primera orden que des, mucho menos si demuestra que no tiene una personalidad auténtica. No tolera a la gente que por cumplir los deseos o caprichos de los demás, terminan negando sus propios deseos para complacer a un desgraciado/a que luego te abandonara y usará en la primera oportunidad que tenga. Si pudiera, le arrancaría el corazón a cada persona patética que se cruza en su camino. Por supuesto que Yusei no entra en esa categoría, lo cual agradece porque por más guapo que sea, no toleraría jugar con alguien tan mundano.

No dice absolutamente nada pero agarra el móvil ajeno para agendar su número incluso se llama para tener el contacto del más alto. Le da igual si no está dando una buena imagen al invadir la privacidad ajena o quedar como un descarado por el atrevimiento porque no piensa en perder la oportunidad de volver a encontrarse con Yusei. Podría dejar todo en manos del destino pero.. le desagrada la idea de no tener aunque sea un mínimo de control sobre el futuro, y él quiere volver a ver a Yusei. Se deleita con la pequeña risa pero no expresa ninguna emoción en particular y le devuelve el celular. — Listo — Le dice con sencillez.

La respuesta llama la atención del contrario porque no se imagina como es la vida del circo, es decir, debe ser tan extraña y muy sujeta a cambios inesperados, lo cual puede ser emocionante en el inicio pero luego cansador, bueno, por lo menos para él lo sería. — Se podría decir que conoces casi todo el mundo por el circo pero.. ¿Experimentaste las vivencias del mundo? — La pregunta refleja una enorme curiosidad pero desde el lado de la ingenuidad. Caelus jamás ha desafiado a un enemigo, de hecho, nunca da por sentado las cosas, asi que siempre buscará saber más sobre la otra persona. Si bien, puede juzgar tranquilamente en un segundo, en este caso es distinto. No puede juzgar un estilo de vida que acaba de llamar su atención, mucho menos le da lástima porque la vida es... como es.  — Por supuesto, al principio puede ser compleja  pero cuando entiendes las bases es un poco más fácil aunque la terminología siempre es un dolor de cabeza — Admite. La pasión por la cultura fue inculcado por su madre porque no iba a tener un hijo que no sea inteligente o culto, además lleva muchos años en esta tierra como para no leer un poco más.

— Puedo enseñarte, si quieres — Le dice luego de varios segundos. — Claramente no será gratis pero podemos llegar a un acuerdo — Le dice de manera sugerente mientras que mueve despacio el libro de un lado a otro. Una sonrisa amplia se va extendiendo por su rostro ante la mención de la pregunta pero no tiene tiempo de responder por la cercanía de ambos rostros le encanta, lo suficiente como para mover su rostro hacia adelante, eliminando un poco más la distancia. — Lo haré yo pero necesitaré de un voluntario — Le murmura para luego rozar ambas bocas suavemente. — ¿Estás dispuesto a mojarte? ¿O le tienes miedo al agua? — Le cuestiona para luego mover un paso hacia el costado.

Se acerca hacia árbol que estaba subido el más alto, deja su abrigo en el suelo y encima el libro para que no se vaya a arruinar. Siendo consciente que es observado por el más alto, elegantemente y con sensualidad se va desprendiendo los botones de su camisa semi transparente mientras camina por el muelle. Se da media vuelta para ver a Yusei y en el instante en que ambas miradas se encuentran, la prenda se desliza hacia el suelo. — ¿Vienes? — Le pregunta. Sonríe de manera descarada y su lengua sutilmente acaricia la punta de su afilado colmillo.

Lejos de haberle molestado que se llame a su propio número, Yusei sonrió satisfecho con tal actitud. Aquello solo podía ser interpretado como que también Caelus quería mantener contacto y aunque claramente no estuviésemos hablando de una intención "sana" ni mucho menos desinteresada de por medio —la verdad al bastet no se le movía el piso por "solo conocer" al contrario— debía admitir que había una gran cuota de curiosidad de que no tenía que ver con lo meramente físico. Ese condenado era tan atrayente como el fuego para los insectos, se sentía igual de peligroso y eso solo le daba más ganas de lanzarse a las llamas.

—¿Cuáles vivencias serían esas? Ilumíname. —Le resultaba divertido escucharlo. Yusei tenía opiniones muy arraigadas y difíciles de cambiar acerca de lo que era "vivir", opiniones que no coincidían con lo que quizá consideraba el resto del mundo, pero que le bastaban para él. Eso no significaba que en ese momento no estuviese dispuesto a escuchar; y había que resaltar aquí la particularidad "en ese momento", porque con cualquier otra persona que considerase o viera como mundana y común ya se habría retirado de la escena hacía mucho tiempo atrás—. Tú me explicarás matemáticas y física, entonces, está decidido. —Fue allí uno de esos momentos donde el bastet mostró un lado un poco menos "sombrío" y más "ingenuo", pues su interés por la materia era real pero sus conocimientos escaseaban, y la verdad es que hallar una persona que supiera sobre ello y a la que Yusei de veras quisiera escuchar... era como hallar una aguja en un pajar. Claro, esto considerando que llegaran a la primera lección y no se distrajeran antes—. Pídeme lo que quieras y lo que creas que valen tus servicios.

No le molestaba jugar un poco el papel de tonto y ponerse en el rol de "aprendiz" si con eso ganaba el acercarse cada vez más a Caelus, como de hecho él mismo lo hacía segundos más tarde hablando de "monstruos" y a lo que temerle. Yusei de todos modos no se mostraba —ni se mostraría nunca— en el lugar de "menos poder", era solo la ilusión que se generaba, lo que él consideraba que era como darle un par de riendas al contrario haciéndole creer que tenía las suyas, cuando en realidad estas no estaban atadas a nada. El juego en sí era excitante. Ambos tironeaban cada uno de su parte de la cuerda y Yusei disfrutaba de entender que Caelus le era un digno rival.

Tras aquel roce de sus labios, en el que el bastet no se movió más que para sonreír, fue su turno; en este, tuvo que inclinarse otro poco hacia abajo y un costado para poder llegar con su boca a una de las orejas ajenas y allí murmurar una simple respuesta:

—Apuesta por mí, belleza.

En silencio, observó las acciones del más bajo sin moverse de su lugar. No le apuraba nada y, al contrario, prefería tomarse su tiempo para deleitarse con la vista. De hecho, casi hubiera jurado que le "dolió" tener que empezar a accionar también al escuchar la última pregunta, pero como las bestias con el Flautista, se dejó llevar detrás del vaho hipnótico que desprendía Caelus hasta el borde del muelle, imitando sus acciones al ir en el camino dejando regada su propia ropa.

Se toma un par de segundos antes de responder porque por primera vez en muchos años, no tiene la intención de denigrar a la otra persona o ponerlo en una situación incómoda ante sus palabras. Si, está siendo ligeramente considerado. — ¿Vivir en un mismo territorio por un extenso periodo de tiempo? ¿Quizás ir a clases? Algunas vivencias como esas — Le dice como si nada. En realidad está siendo muy cuidadoso al elegir sus palabras porque no quiere dársela de sabelotodo todo porque no es así, quizás jugaría con ese papel si fuera alguien a quien realmente quisiera molestar. — Desconozco del mundo circense así que seguramente las vivencias que dije si las tuviste o no sean vivencias para ti — Admite en un tono tranquilo.

La siguiente declaración le produce una pequeña sonrisa que permanece visible en su rostro por un par de segundos. No logra comprender del todo cómo es posible que Yusei tenga una vibra tan sexy como "oscura" y ahora irradie una ingenuidad como un niño. — De acuerdo — Le da la razón porque él realmente le va a enseñar.

Nunca fue profesor de nadie pero no cree que sea muy difícil que alguien entienda matemáticas y física. Le dedica una breve mirada curiosa mezclada con cierta picardía. — Mis servicios son muy caros pero no te preocupes, sé que llegaremos a un acuerdo que sea muy beneficioso para los dos — Concluye en un tono suave. Lo siguiente que ocurre, casi por un segundo, su corazón muerto hubiera latido de la simple emoción ante la cercanía aunque el apodo es lo que genera un impacto más grande. — ¿Solo por ti? — Le cuestiona en un tono curioso y ligeramente coqueto.

Mantiene su andar lento mientras que continúa desvistiendose, una sonrisa de lado persiste en su rostro al ver como el contrario lo sigue mientras que también se va quitando la ropa y oh, bendito sean sus ojos de tener la oportunidad de verlo. Descaradamente recorre con su mirada el pecho descubierto del más alto. Al llegar cerca del borde del muelle, desprende el botón de su pantalón logrando que la prenda se deslice por sus piernas, cuando el contrario queda en las mismas condiciones que él, ligeramente hace punta de pie para poder rodear el cuello con sus brazos.

Sin previo aviso le roba un beso para luego dejar caer su cuerpo hacia atrás, atrayendo al contrario a su "cruel" destino. En cuestión de segundos, su cuerpo impacta sobre el agua, hundiéndose con Yusei un par de centímetros bajo el agua.