—Enseguida vuelvo.—El hogar de la bastet se encuentra lo suficientemente oculto y aislado en los bosques de Grove Hill, como para que nadie pudiera detectarlas... o casi nadie. Sif llegó a pensar que nadie se molestaría en rastrearla porque, con suerte, a estas alturas ya podían darla por hallarse muy lejos del Estado... o darla por muerta.

Las sombras que ha llegado a percibir por la ventana, o que al menos cree haber visto, bien podrían afirmar lo contrario.

No advierte a la mujer, sin embargo, de sus sospechas, convencida de que habrá de librar aquella batalla sola. Así pues, tomando una respiración profunda, Sif abandona la casa, sin tener del todo claro qué esperar. El olor de un rastro extrañamente familiar la envuelve, y la quimera recorre el perímetro, buscando pistas. Sea quien sea, quería encontrarse con ella lejos de la casa.

Y probablemente, sola.

—¿Hola?—La mirada de Sif se desliza en todas las direcciones, avanzando entre la espesura. Está anocheciendo, y en el bosque empieza a perderse visibilidad, mientras todo a su paso se inunda en un intenso color dorado.—Sé que estás ahí...—Pero no sabe qué es lo que quiere.

Y espera alcanzar a descubrirlo pronto.