Ahora de la paja sólito me quede borracho, tirado
con ganas de beber y le dije al cantinero otra vez
Pásame la botella
Voy a beber en nombre de ella.

—La botella.

Impaciente por la lentitud de su amigo, golpeó la mesa con el puño cerrado.—¡Demonios, Jackson! ¿Qué estás esperando? Si no vas de frente por Andrea, puede aparecer uno más valiente y... —Se pasó el dedo por el cuello imitando un cuchillo—, te la quitan.—Aunque para ser sinceros, no se puede perder lo que nunca se tuvo.

Se llevó la botella de cerveza a los labios y dio un largo trago. Luego, deslizó el cuerpo hacia el borde de la silla y se reclinó en el respaldo, apoyando la cabeza en él.—Eso si no te importan los lazos que... tiene, ya sabes.—Mención indirecta aunque muy directa a los Originales. Graham frunció los labios y levantó brevemente las cejas, un gesto que demuestra su abierta antipatía por aquellos que parecían creerse los dioses del Olimpo del mundo sobrenatural.—Y eso puede ser más peligroso de que crees, hermano.—Agregó con más seriedad. Su mirada se desvía por un instante a la barra y, tras observar a un par de señoritas que parecen cuchichear sobre ellos, les sonríe con simpleza y eleva su botella en dirección a ellas antes de darle un renovado trago.

Desde que ambos se vieran alcanzados por la maldición impuesta por Marcel Gerard a los Luna Crecientes, Graham se ocupó de cuidar a Jackson más de la cuenta. La vida no le dio hermanos sanguíneos, solo una hermana —una de las personas por las que ha sufrido en silencio como un maldito condenado —, pero las circunstancias le dieron la oportunidad de serlo con Jackson. Y sí que la cagó, se dio con todo contra la pared cuando decidió no regresar para verificar si en realidad, no quedaba sobreviviente de los Luna.

Pagó las consecuencias de ello.
Y cada día aparecen nuevas que pagar.

Graham deja la botella vacía sobre la mesa, levanta la vista hacia el empleado del bar y alza el razo para chasquear los dedos al aire a modo de llamado. Cuando el tipo le mira, le hace una seña con la mano. No hace falta nada más. Otra cerveza, ya.—¿Has pensado en irte de forma definitiva? Con Andrea y Hope.—La única Mikaelson que le cae bien. Hermosa esa niña.—Los hermanos perdieron su poder, quizá sea el momento.

—Hayley.—A pesar de que Jackson es el primero en reírle las gracias a su viejo amigo —sobre todo porque las carcajadas son el escudo que necesita para evitar darle la razón, aun sabiendo de que la tiene—, tiene que hacer un inciso para corregirlo—. Prefiere que la llamen Hayley.—Un detalle al que muchos Media Luna todavía no se acostumbran. Conocida como la legendaria Andrea Labonair, aún quedan licántropos en la manada que siguen teniéndola como referencia de aquel momento de realeza y paz que dejaron atrás hace años.

Jackson, en carne propia, ha tenido la oportunidad de descubrir que Andrea no es como todos se la imaginaron: es aún mejor. Aunque su historia, por descontado, es aún más complicada de lo que Jack hubiera deseado. —Hay veces en que prefiero no pensarlo.—Comenta, encogiéndose de hombros luego de dar otro trago a su botellín de cerveza. La mayoría de las veces, en realidad—. Es mucho mejor que ellos.—Que los Mikaelson. Pero Hayley estará vinculada de por vida a ellos y, en particular, al hombre que ordenó personalmente el asesinato del propio Jackson—. Pero más lo siento por Hope. Por más que Hayley ha tratado de encontrar una solución pacífica para todos nosotros, es inevitable que su hija crezca con un pie a cada lado de la guerra.—Y es que Jackson ya ha asumido la triste realidad: no hay opción pacífica para aquel conflicto. Los lobos quitaron de en medio al hombre que ordenara la masacre de la manada, y ahora sus hermanos volverán a por ellos en venganza. La espiral de violencia no va a terminar nunca.

O quizá sí lo haga en algún momento, pero el final no será para todos los públicos.

—Como sigas bebiendo así, viejo, voy a tener que llevarte a rastras de vuelta a casa.—Le advierte, apenas Graham alza una mano para pedir otra ronda. Qué demonios; el calor empieza a apretar en estas fechas, y nada parece mejor para ellos en estos momentos que varios litros de cerveza fría en los que ahogar las penas—. Mentiría de no admitir que sí lo he pensado.—Reconoce, dejando escapar un suspiro. A pesar de la tensión compartida durante aquellas semanas, Jackson no recuerda haber sido más feliz que cuando Hayley y él abandonaron el pantano, huyendo sin rumbo fijo del rastro de Dahlia—. Pero sé cuál será su respuesta. Los Mikaelson... son su familia también.—Y Jackson, en cierto modo, ha aceptado que amarla a ella, implica asumir todo en lo que Marshall se ha implicado. Incluidos los originales.

—No importa.—Sonríe finalmente, dejando su último botellín vacío sobre la mesa—. Ya habrá momentos mejores para sacar la chevy a pasear.—Comenta, restándole importancia—. ¿Qué hay de ti, Blackburn? He visto que últimamente sales mucho de ronda con Alice. Algunos están empezando a cuchichear.—Jackson entre ellos, no nos engañemos. A todos nos gusta un buen cotilleo.

—Uh, uh, está bien, está bien —alza las manos en señal de rendición—, Hayley, Hayley.—Pronuncia el nombre con parsimonia, modulando cada una de las sílabas solo para burlarse de Jackson.

Aunque ya puestos un poco serios, Jackson no tiene cómo culparle de que todavía Graham se dirija a ella con su nombre de nacimiento. ¿Cuántas veces escuchó a su padre hacerlo en medio de un discurso sobre la gran esperanza que significaba Labonair para sacar a la manada de la mierda? Demasiadas, casi era el cuento de dormir de cada noche de su hermana Brianna. Por supuesto, Graham siempre dudó. Siempre pensó que demasiada responsabilidad y presión en un solo nombre les llevaría a decepcionarse demasiado. No de Hayley, sino de la imagen que le crearon.

Y no se equivocó.

Graham entorna la mirada a medida que escucha en silencio a Jackson. El lobo termina por menear la cabeza en señal de reprobación.—Esa niña es más Mikaelson que Luna, amigo mío.—Y tristemente, se atreve a pensar que Hayley también lo es.—Míra a Hayley, esta allá y no aquí. ¿No te parece que están bastante claras las cosas? Klaus no está, nosotros somos los ganadores, los poderosos —todo entre comillas, claro, Graham no se engaña tampoco—, pero ella se fue con ellos.—Graham vuelve a negar con la cabeza y luego, se rasca la nuca buscando las palabras correctas para la conclusión final, el resultado después del símbolo de igual...—Y ahora tú estás jodido. Entre ella y nosotros.—No se lo puede negar, a él no.

Graham es así de simple, experto en dar golpes de realidad a la gente que de verdad le importa.

—Nah, te sorprendería la resistencia que he adquirido, cortesía de la buena revolcada en el lodo que me ha dado la vida.—Dicho esto, se encoge de hombros y mueve más la mano, acelerando al empleado para que le triga su nuevo combo de cervezas, ya. Graham hace una mueca cuando vuelve a escuchar el apellido de los Originales.—Y la perseguirán hasta los putos fin de los tiempos.—Marshall firmó su sentencia cuando se involucró con el híbrido. Firmó la de todos.—Hermano, uno solo aguanta demasiado cuando ama...—¿Es el caso de Jackson?  Bien, tal vez sea buen momento para empezar a preocuparse.

Y por supuesto, le tiene que tocar también a él su buena ración de pastel.

Graham bufa y niega con la cabeza, desviando la mirada.—Ya sabía que lo sacarías.—¿Cómo no? Sus atenciones con Harley son más que evidentes.—Cuchichean bien, me gusta y no lo voy a negar.—Entonces llega su cerveza y, como si fuese una especie de ritual de borrachos despechados, levanta su botella para brindar.—¡Por las mujeres que nos vuelven locos! —Choca su botella con la de Jackson. Ni siquiera se ha dado cuenta que lo admitió: Alice le vuelve loco.—De acuerdo, de acuerdo, no es tan así.—Rectifica con una sonrisa en los labios. Vale: está perdido. Jackson no lo dejará estar.—Es solo que...—Resopla.—No es la misma Harley que conocí de toda la vida hasta el día de la masacre.

Su rostro adquiere una expresión más seria, reflexiva.—Bien, creo que ninguno somos los mismos, pero captas a lo que me refiero.—Y de repente, tras rascar bajo su mentón con el dorso de su mano, lo suelta:—¿Sabes si hay alguien más?—No necesita ser más específico. Graham no ha observado a otros con un interés de ese tipo en Harlem, pero mejor saber a quien tiene que vigilar.

«Esa niña es más Mikaelson que Luna...»

Y no sería Jackson quien se llevase a engaño: lo sabe. Sabe que Hayley nació como Andrea Labonair para convertirse en la reina prometida que todos esperaban, pero ni aceptó jamás aquellos títulos, ni encontró a los suyos a tiempo. Klaus Mikaelson, en cambio, sí llegó a encontrarla por fruto de la casualidad, atándola de por vida a aquella familia por un hilo conductor que, su dios quería, viviría por muchos años: la pequeña Hope.

—De algún modo, ellos son las víctimas ahora.—Los Mikaelson, ¿víctimas? Sí, has oído bien: Jackson la está justificando—. Han perdido a su hermano. Créeme, no seré yo quien lamente la pérdida de Klaus —no después de que el propio Jack muriera por su culpa—, pero él era importante también para Hayley. Siempre será el padre de su hija, al fin y al cabo.—Y aunque para nadie más que para Jackson resulta doloroso pensar que, lo quiera o no, Hayley siempre tendrá aquel vínculo con el híbrido original, nadie podrá jamás cambiar aquella realidad. Las vidas de Hayley y Klaus han quedado conectadas para siempre… y amarla a ella, implica amarla con todo lo que es. Aceptar que Klaus siempre será la sombra que estuvo ahí primero, que le regaló algo que, en condición mutua de híbridos, ni Jackson, ni nadie, podría regalarle jamás: una hija.

Dicen que el amor es ciego, pero también que traspasa fronteras, y hasta aquel punto llegó Jackson: aceptando a Hayley con todas las consecuencias.

—No te equivoques, Graham.—El tono de su voz se vuelve repentinamente serio—. Yo no tengo que elegir. La quiero —admite finalmente, bajando la mirada—, pero ella jamás me pondrá entre la espada y la pared. No es ninguna necia. Sabe en qué posición nos encontramos, y sabe que Klaus ha sufrido el único destino posible después de hacer todo lo que hizo.—Dicen que al final, uno recoge lo que siembra; tarde o temprano, alguien le habría hecho pagar por cada uno de sus crímenes… y fueron precisamente los lobos—. Hayley más que nadie desea acabar con el fuego cruzado, por su hija. Sé que va a interceder en su favor, pero también lo hará en el nuestro.—Y no se trata de un mero acto de fe. Hace unos días, Hayley se reunió con él para pedirle apoyo en una futura mediación. Jack entonces no se mostró demasiado convencido, pero si aquel es el camino para poner un fin definitivo a aquella guerra absurda, ¿por qué no intentarlo?

Después de todo, no pueden permitirse más víctimas. Nadie merece pasar por todo lo que vivió Jackson como un fantasma.

—¿Merecería vivir una vida en la que no se hacen estupideces por amor?—¿Llegó la hora de ponerse románticos? La camarera trae otro par de botellines de cerveza y Jackson alza el propio. No se le ocurre mejor motivo por el que brindar…

… Y por las mujeres, todo sea dicho.

El cristal de ambas botellas choca y Jack le da un buen trago al licor. La cerveza cada vez entra mejor. —Ni te molestes en adornarlo, viejo.—Se adelanta, dejando escapar una carcajada—. Si hay alguien que nos pueda volver locos, son ellas.—Alice y Hayley, Harley y Andrea. Los sentimientos de Jackson por la segunda son cada vez más evidentes, pero el híbrido no ha perdido de vista los últimos movimientos de su viejo amigo. Puede que Blackburn sea delante de todos un auténtico bravucón, pero a él no conseguiría engañarle—. Ninguno lo somos, no.—Se encoge de hombros, sin sorprenderse ante la apreciación de Graham—. Hemos pasado por muchas cosas. Quizá ella la que más.—No contenta con iniciar y terminar una relación con el híbrido menos apropiado, Alice se convirtió en la nueva alfa: una líder que, sin ser entrenada para serlo —como sí lo fuera Jackson—, ha demostrado estar a la altura.

«¿Sabes si hay alguien más?»

Como si no pudiera creerse lo que está escuchando, Jackson abre los ojos de par en par. —No creí llegar a vivir lo suficiente para oírte preguntar algo así.—Admite, incrédulo—. ¿Es miedo lo que he escuchado?—Ahí donde lo ves: Graham, quizá preocupado por haber perdido a una mujer. Eso sí que es toda una novedad. Se le escapa brevemente la risa, aunque al poner fin a su carcajada, su expresión se ensombrece—. Lo hubo.—No sería Jackson quien pudiera olvidar a aquel indeseable. Después de todo, fue él quien le arrancó el corazón del pecho bajo las órdenes de Klaus Mikaelson… para después arrebatarle a la mujer que amaba. Las vueltas que da la vida—. Pero no creo que haya nadie más en su vida… aparte de la manada, quiero decir. Tengo entendido que se hizo buena amiga de aquel brujo, el seguidor de la famosa Erzsebét —Ronan Sokoloff se llamaba, si no recuerda mal—, pero hace mucho que no se le ve por la ciudad. Quién sabe, compadre —le da un par de palmadas en la espalda—, puede que está sea tu oportunidad.—O puede que no.

Mujeres: ¿quién las entiende?