El cielo de la noche resplandecía claro y frío. Los pequeños astros centelleaban con fuerza en ese manto sin nubes. Asimismo, encauzado el verano, el frío había empezado a manifestarse…aunque con timidez. El único protagonista en aquella tétrica oscuridad era el viento que, con sus fuertes ráfagas, confundía las siluetas que conformaban su paisaje. Éste se lanzaba contra la ventana, y por los cristales golpeaban las delgadas ramas de los árboles.

El suave repicar parecía armonizar con aquello que estaba haciendo cierto joven vampiro. En efecto, en una estrecha calle oscura, el albino mordía el cuello de una de sus recientes víctimas. Se trataba de una mujer cuyos rasgos malayos la hacían especialmente atractiva. Esta joven había cometido más de un crimen y, antes de que pudiese ser juzgada, Maegor la había capturado.

El cuerpo femenino, apoyado contra la pared, caía inerte sobre los fuertes brazos del neófito. Su rostro, cuyos ojos negros y rasgados miraban lánguidamente aquel quien se acercaba, descansaba sobre el hombro de joven que absorbía sus últimos minutos de vida. Antes de que ese final mortal llegase, Maegor apartó su boca de la tez de marfil de la humana. En los labios del vampiro caían las últimas gotas de sangre y, en su mirada, se percibía aún su única orbe rojiza.

—Tú—recibió al invitado con voz áspera—¿Has llegado para ser mi postre?—sonrió malicioso, sin apartarse todavía del tibio cuello de su víctima. 

Malika aun intentaba acostumbrarse a las abrumadoras sensaciones que conllevaba su nueva naturaleza. Los recuerdos de su pasado seguían agolpándose y asaltando su mente en los momentos más inoportunos, así como ira que, familiarmente ya, se iba acumulando en su interior.

Sabía que tenía que centrar su atención en la venganza, en el ser al que despreciaba tanto como idolatraba. Pero su existencia había cambiado demasiado y se sentía oprimida. Aquella noche al amparo de la oscuridad -pues, sin saberlo, había desterrado la luz de su vida- se arratró por las calle del pueblo como un alma en pena.

Sus ojos vagaban de un lado a otro, deteniéndose en los mortales que, ajenos a lo oculto, mantenían su rutina sin inmutarse. Y ella envidiaba esas escenas: ver a una madre corretear con sus hijos o el simple hecho de unas carcajadas que rompían el silencio. Malika aun no era consciente de todo a lo que había renunciado y se aferraba a lo poco que le quedaba.

—No pretendía interrumpir su...— Intento encontrar una palabra que se adecuara a lo que pretendía decir, pero, dado que ella había estado en ese lugar, le fue terriblemente complicado quitarle importancia a lo sucedido.

Se llevo una mano a la boca ahogando las nauseas que le provocaba la escena. Aunque su metabolismo había cambiado con la transformación y en lugar de ahogar una arcada, solo atino a tapar los colmillos que crecieron hasta sobresalir por sus labios. El asco sustituyo al hambre y la sed.

—Tal vez quisiera algo de compañía.— Los únicos vampiros que había conocido eran los miembros del clan, cada uno más distinto que el anterior. Sentía cierta curiosidad y atracción por el que tenía delante. Tan solo si juzgaba su aspecto podía llegar a imaginar que sería mucho más antiguo que Bianca... Y eso podría suponer una oportunidad para sus planes futuros.

O que se iba a meter con quien no debía.

Maegor soltó con brusquedad el cuerpo femenino. Cayó al suelo con un ruido seco, quedando su cuello todavía expuesto con los dos familiares y circulares orificios:—¿Puedes olerla?—sonrió con malicia, dando un paso con seguridad hacia su semejante:—¿Te gustaría probar?—desde su posición, giró levemente su rostro para seguir la estela de la mirada de su interlocutora. Tal y como había imaginado, la morena seguía enfocada en la humana...

—Te invito. Aún sigue viva…—su acento alemán se deslizaba por sus palabras con fuerza. Curiosamente, a pesar de su apariencia, Maegor conseguía que las vocales bailasen con sensualidad en su entonación. Justamente su forma de hablar era lo que conseguía atraer la atención de los demás:—No suelo ser muy generoso…—se había acercado hasta reducir completamente la distancia. En su nueva cercanía, aprovechó para inclinarse y susurrarle lo siguiente en el oído:—Si deseas conocer en profundidad lo que eres, pruébala…y experimenta nuestra superioridad—el aire cálido de su boca golpeó la pequeña oreja de su receptora. Sabía que se trataba de una vampiresa joven por su espontánea reacción ante la sangre y él… estaba dispuesto a explotar ese lado más impulsivo…

Con un suave empujón en la parte inferior de su espalda, alentó a la joven vampiresa a acercarse a su presa… 

Aunque intentaba dar apariencia elegante y soberbia, se encogió cuando el cuerpo cayo inerte contra el suelo. Se supone que debería estar acostumbrada a verlo, pero, en su mente, seguía comparándose con esa vida mortal que acababa de terminar repentinamente.

Las palabras del otro atrajeron su atención y la obligaron a alzar los ojos. —Yo...— El olor de la sangre era evidente para sus sentidos, su nueva naturaleza le resultaba incontrolable, imperiosa. Una necesidad que le ardía en las entrañas y le quemaba la garganta. No podía negar que deseaba aquel líquido carmesí, el sabor de la vida ajena.

Antes de que pudiera controlarse, Malika se encontraba arrodilla ante el desconocido y sus labios pegados a la herida sangrante. El ansía la consumía, el éxtasis la invitaba a tomar todo lo que se le ofrecía. Se perdió en aquellas sensaciones hasta el último aliento de la víctima. El cuerpo frío y ajeno se hizo pesado en sus brazos y la realidad de sus acciones estallo en su interior.

—N-no...— Murmuro con torpeza al tiempo que trataba de alejarse. —Yo no quería... No pretendía...— Las náuseas treparon por su garganta pero no llegaron hasta su boca, su nueva condición no se lo permitía, al contrario, todo su ser se aferraba a la sangre que acababa de consumir.

Maegor miró con satisfacción y crueldad cómo la vampiresa se alimentaba de los últimos momentos con vida de la mortal. Poco a poco, el latido de su corazón se fue apagando…combatía éste con lentitud por su supervivencia, hasta que finalmente su música se convirtió en silencio. La humana estaba muerta.

—El depredador no pide nunca disculpas por su comida. Estamos en ápex de la cadena—le tendió su mano para que se levantase del suelo:—Alégrate y celebra lo que eres. Un ser superior…casi un dios—pasó su dedo índice por la comisura de la desconocida para atrapar una gota. La contempló un momento sobre su yema. Espesa, rojiza y viva…

Su rostro cambio al vampírico al llevársela a su boca. Su único ojo se volvió sanguinolento y, bajo éste, se cubrió un surco de venas:—Deliciosa—suspiró con placer. Nunca sería suficiente tampoco para él su límite por la sangre. Aún deseaba más, pero debía ser cauto en su nuevo hogar:—¿Cuánto tiempo llevas siendo una?—no creía que fuese mucho, pues su autocontrol no había sido del todo espectacular.  

Con gesto tembloroso acepto la mano que le era ofrecida. Las palabras del vampiro provocaban en Malika un mezcla de terror y deseo. Al igual que Bianca, él era justo lo que anhelaba ser. Esa criatura capaz de hacer que los demás se doblegaran a su voluntad y antojo, capaces de tomar lo que quisieran del mundo. Pero también era el recuerdo de su tormento pasado, el sufrimiento y el sentimiento de inferioridad que había atormentado durante los últimos cinco años.

Dio un paso hacía atrás cuando fueron las fracciones ajenas las que se deformaron por la sangre. Sabía lo que era y, aun así, su aspecto la aterro. —Apenas dos meses.— Ciertamente el tiempo pasaba rápido y confuso desde su transformación. Creyó que lo arriesgado era el sacrificio de su vida, su muerte. Pero lo cierto es que todo había sido aun más complicado desde entonces.

Saltar de aquel puente, ahora, le resultaba más que fácil.

El miedo ante el desconocido seguía dominando su cuerpo. Aunque ahora era, como él dijo, casi un dios. Sabía que eso podía terminar con un simple acto: tal y como la propia Bianca termino con la vida de Remington. —Debería irme...— Su voz trato de ser neutral, pero sono como una petición, una súplica.

—Dos meses—repitió con lentitud. Su predicción había sido acertada. Aquella joven no tenía experiencia en su nueva fase:—¿Nadie te guía? Entiendo que tu conversor te ha abandonado o bien has sido un torpe desliz de éste…algo imprevisto—sonrió con maldad, disfrutando del terror que influía en la pobre vampiresa. Maegor era de aquellos vampiros cuyo principal alimento era el miedo que podría provocar en sus víctimas, fuesen lo que fuesen. En su juventud lo había buscado cuando se enfrentaba a seres sobrenaturales, mas ahora lo hacía sencillamente por el placer de verlos sometidos psicológica y anímicamente.

Cuando ésta retrocedió ante su cambio de rasgos, Maegor se mantuvo imperturbable y anclado en el mismo lugar:—Nadie te detiene—se encogió ligeramente de hombros:—Puedes marcharte y tomar esta experiencia como un nuevo cambio—ladeó un poco su rostro para enfocar su mirada en el cadáver que yacía sobre el suelo. La sangre parecía haberse secado en su cuello. Era como un muñeco de cera. Abandonado y expuesto en toda su fisonomía ante dos servidores de la Parca:—No tengo tiempo para perderlo con seres que se creen inferiores. Buenas noches—no hizo ningún ademán de despedida, sino que se marchó del lugar del crimen camuflándose en la oscuridad.

Sus palabras fueron el detonante para que Malika finalmente diera un paso al frente. El hecho de que la tratará como a una niña la cabreaba, pero que le hiciera recordar que lo había perdido todo, que ni siquiera tenía a su ama, ese apoyo al que se aferró durante toda su vida... Eso termino de romperla por dentro.

Tal y como le indico, podía marcharse y eso hizo. Malika se alejó aún con sus nuevos sentidos puestos en el hombre. Sentía que aquel encuentro podía haber sido una revelación, que podía mostrarle aquello que ella ansiaba ser... Pero lo único en lo que podía pensar era en la víctima. Aquel cuerpo inerte que ahora yacía solitario en las calles.

Ella fue el verdugo de esa pobre inocente. Y llegados a este punto le costaba no comprar sus acciones con las de Bianca, con aquellas que le reprochaba, aquellas a las que ella misma se aferraba con su odio. Se giró una última vez en medio de la noche para observar al vampiro. Su figura apenas se distinguía entre los edificios, pero Malika sabía estaba allí, como una pesadilla entre las sombras. Y un nuevo escalofrío recorrió su cuerpo, pero ¿era temor lo que sentía?