La hora de cierre se acercaba y la noche caía con pesadez, tal vez por eso la pista de hielo navideña comenzaba a quedar desolada. Una pareja y algunos solitarios eran los únicos que se encontraban allí cuando Malika se acercó con una sonrisa que no presagiaba nada bueno.

Lo detecto antes de que estuviera a su lado. —Te digo que va a ser lo más divertido que has hecho en tu vida.— Se había topado con el vampiro apenas unos minutos antes, cuando el día daba sus últimas horas de luz y la gente se iba para ver el alumbrado de las luces.

—¿Cuál prefieres?— Inquirió sin dejar de observar las figuras que aún patinaban sobre el hielo. Malika le prometió a Maegor diversión. El tipo de diversión que implicaba aullidos de dolor y suficiente sangre para saciarlos. A fin de cuentas, le debía algo así.

Erraba sin rumbo por el pueblo. Había esperado encontrarse a alguna víctima durante estos días, pero parecían estar todos agrupados en manada para un único fin: el consumismo.

En esos momentos, Maegor, para distraerse, había optado por dar un paseo por la plaza del pueblo. Esperaba encontrarse una multitud de la que alimentarse y, con esa resolución en mente, caminaba bajo un cielo que había abandonado su rojo intenso anterior para pasarse a una oscuridad absorbente. Las copas de los árboles tocaban como oscuras manos negras el firmamento y, las siluetas y los contornos, se hacían cada vez más inciertos y confusos en el ocaso. Por otro lado, el viento gélido de la noche, susurrante, daba un carácter más siniestro al toque festivo de aquella feria.

En este paseo se encontró a Malika. La joven vampiresa consiguió acabar con su tedio con un plan: crear caos en la fiesta navideña.

—Estamos demasiado expuestos—allí, una abigarrada corriente humana discurría ante los puestos iluminados con luces chillonas: gente de todas las edades, niños locos de alegría que nunca se cansaban de ver las inauditas curiosidades. Y en medio de todo, un espantoso caos de sonidos que su fino oído despreciaba con fiereza:—Aunque, no me importaría provocar algún accidente—sonrió ladino y con un gesto sutil de su mentón le señaló la pareja:—Voy a intentar que se rompa algo la chica. Conseguiré que salgan de la pista y…—le lanzó una mirada elocuente y siniestra.

El final que pretendía para esos jóvenes no necesitaba explicación.

El hecho de que Maegor considerara que debían ocultarse para no quedar expuestos como califico, la molesto. Al no tener humanidad, Malika no era consciente del peligro que suponía exponerse, al contrario, lo único que ansiaba era el poder del terror y el miedo que infligía en sus víctimas.

No quería ser buena ni cuidadosa esa noche, quería pintar la pista de hielo de rojo sangre.

Obviando la idea de su compañero, Malika lo tomo de la mano y lo arrastro hasta la pista de hielo. Ambos carecían de patines, pero era un detalle nimio que no afectaba a la idea que comenzaba a fraguarse en su mente. Rodeo con sus brazos al vampiro como si fueran a bailar una canción lenta, provocando que algunas miradas se fijaran en ellos.

—¿Sabes que es lo más molesto de estas festividades?— Preguntó con una sonrisa enigmática que pretendía desconcertarlo. Mientras ellos comenzaron a girar en la pista de baile, siguiendo un son imaginario. —La falsa sensación de que todo irá bien, de que son días en los que todo es felicidad y amor.— Y en eso, se detuvo demasiado cerca de la pareja que él señaló como su objetivo.

Usando su velocidad vampírica, Malika, en un giro que imito una pirueta, secciono la garganta del hombre. La sangre mano de la herida abierta, sigilosa y silenciosa, hasta dejar un charco a sus pies.

Maegor se sorprendió al sentir los brazos de la vampiresa rodear su cuello. Hacía mucho tiempo que no consentía ese tipo de contacto con nadie, ni tan sólo con su hermana. Nunca había sido una persona muy afectiva, pero desde que se había transformado se había vuelto mucho más arisco y distante. No obstante, cuando las palabras de Malika acompañaron al gesto, comprendió el motivo de esa acción.

Para la neófita sólo se trataba de un juego; de un papel que interpretaban para no llamar la atención sobre sus víctimas. Aparentaban ser una pareja de enamorados que se decían confesiones al oído…sin saber realmente que, aquello que se susurraban, era el fatídico destino de sus observadores.

—La hipocresía de la gente. Me temo que no la veremos corregida a no ser que…—se deslizó con ella en esa muda danza. Acompañó el ritmo con sus pies sobre la fría superficie y, cercanos ya a la pareja, la sujetó de la cintura para alzarla.

Lo demás fue un movimiento artístico y mortal para sus observadores.

—A no ser que nosotros marquemos el ritmo—soltó una pequeña carcajada al ver al pobre hombre sobre el suelo. Se agarraba desesperanzado su cuello, mientras que su novia gritaba ante el espantoso espectáculo de sangre:—Silencio—la agarró de los hombros para utilizar la compulsión sobre ella:—Saldrás de la pista y nos esperarás ahí, justo al lado de ese banco—le señaló su destino para después acercarse a su amiga:—Estás mejorando, pero deja de ser tan descuidada—agarró a Malika por el brazo para acercarla hasta él:—Si te descubren, serás perseguida. La verdadera diversión es cuando no hay testigos que puedan hablar.

—Eres un aguafiestas.— Siseo cuando Maegor uso la compulsión para hacer callar a la mujer y que se marchara. Observó como el hombre terminaba por desplomarse a sus pies, cubriendo el charco de sangre con su cuerpo.

Malika, en pos de su diversión, pretendía llenar de sangre toda la pista de hielo, por lo que la visión de aquel impedimento la molesto. —¿Descuidada?— Aquel calificativo le sentó aún, pero que el hecho de que el cuerpo del humano hubiera mancillado sus planes, muriendo antes de lo previsto. Su idea para ese día era pasarlo bien. No preocuparse de lo que pudiera pensar o de las consecuencias.

Quería ver todo manchado de color rojo, quería dejar una escena que provocara el pánico y el terror. No quería ni pretendía ser cuidadosa.

Comenzó a alejarse aún al compás de la música imaginaria, girando e imitando a una bailarina. —¿Quién dijo que habrá testigos?— Sus movimientos la llevaban hasta una de las figuras solitarias que, aunque ajena, comenzaba a sentir curiosidad por lo sucedido a la pareja. Con evidente despreocupación, Malika lo convirtió a él en su nuevo compañero de baile, obviando sus palabras confusas y haciéndolo girar con ella.

Los ojos de Malika se dirigieron al vampiro hasta que de sus colmillos se alargaran entre sus labios, dejando claro cuál sería su siguiente movimiento.

—Malika, serénate—le advirtió en un tono frío y gélido que parecía no admitir disputa. Maegor podía comprender ese afán por la violencia, pero debían vigilar el cómo provocarla y con quiénes. En ese lugar, rodeados de personas ajenas a la existencia de vampiros y otros seres sobrenaturales, no era el más propicio. Su lugar debía estar camuflado en las sombras y sólo resurgir cuando la situación les favoreciese. Si su matanza era indiscriminada, no tardarían los humanos en adaptarse a los nuevos peligros.

Maegor no estaba interesado en que supiesen defenderse.

—Chica lista, pero te olvidas de aquellos que pasean por la zona—no fue necesario que alzase mucho su voz para ser escuchado. Mientras la vampiresa tomaba una nueva pareja de baile, él permaneció al lado del cadáver con una expresión de absoluto tedio:—Vaya…—sonrió al atisbar dos afilados colmillos sobre los carnosos labios de su acompañante.

De repente, se infló de las mismas ansias de destrucción que ella. Su pobre experiencia de autocontrol se vio desbordada por su apetito y fue éste el que finalmente prevaleció sobre su sentido común:—No tan rápido—se deslizó con presteza hacia la humana que había ordenado retirarse. Ésta había permanecido sentada en un banco, a la espera de sus nuevas directrices:—Ven, vamos a bailar también. Mi amiga está competitiva—su víctima tomó la mano que le ofrecía con pasividad y temor.

Su sentido común inmovilizado le advertía de su próximo destino: la muerte.

Se sintió triunfal y complacida al ver que finalmente Maegor cedía a sus insinuaciones. Acababa de ganar la batalla, pero ¿quién ganaría la guerra? La falta de sentido común y autocontrol le impedían darse cuenta de que él tenía razón, la matanza indiscriminada siempre atraía la atención menos desea. Malika lo sabía de primera mano, pues fue una de las lecciones principales que aprendió en sus primeros años junto a Bianca.

Aun así el ansía era superior a cualquier idea lógica en su cabeza, el poder saciar su hambre y obtener diversión en el proceso era lo único que le importaba en esos momentos. Que se le escapara algún humano tembloroso y chillón no era nada... No importaba, por ahora.

En lugar de hincar sus dientes en el humano, Malika siguió dando vueltas con él, pero sin dejar de observar a Maegor hacer lo propio con la mujer. Desconocía si pretendía ponerla celosa o simplemente buscaba la misma diversión. Pero algo de la situación no terminaba de encajar. Tal vez por eso, o por el hecho de que no reacciono como esperaba, en lugar de disfrutar de su cena, calculo sus movimientos para que terminaran chocando en un punto.

—¿A eso llamas autocontrol?— Siseo intento pinchar en algún punto sensible que activara la faceta destructiva que ella sabía que escondía. Estiro el pie lo suficiente para que su pequeña presa cayera, redundantemente, a sus pies. —Ups, qué torpe.

—¿A qué juegas?—le siseó mordaz mientras ayudaba a levantarse a la humana:—Lo bueno se hace esperar. ¿Para qué acabar tan rápido con mi comida?—a excepción de esos dos humanos con los que bailaban, no había nadie más presente por la zona. Su fino oído había podido ya percibir que la gente estaba optando por irse hacia el Mystic Grill, mientras que los más pequeños reclamaban más dulces para llevárselos a casa. En realidad, no necesitaban más, pero aquello amargaba su perspectiva de prolongar su diversión con otros sujetos.

—¿Hay algo que te molesta?—apretó más la humana contra él, sintiendo el latido de su corazón golpear contra su pecho. Estaba muy nerviosa. Maegor podía notarlo en su respiración agitada y en su mirada anegada y suplicante:—La has asustado, Malika—había reprobación en su tono, ya que no le gustaba que sus presas llegasen a ese punto de excitado temor tan rápido:—Quizás deberías preocuparte más del tuyo.

En su reducida distancia, Maegor dio un fuerte puntapié al tobillo del hombre. Éste se torció y provocó la inevitable caída del humano encima de la vampiresa. El humano, incapaz de sostenerse ahora en pie, se agarraba cómo podía de los hombros de su bailarina mientras que, con su pierna sana, buscaba un punto de apoyo sobre el resbaladizo suelo.

Ver al humano tambalearse y luchar por permanecer derecho sobre el pie sano le provoco una punzada de asco sumada a un ramalazo de desprecio. En algún rincón de su insensible cerebro, Malika no dejaba a comparar su antigua debilidad con la que veía en esos momentos y se hizo la incito a actuar con evidente desprecio.

Sin ningún tipo de empatía se apartó a un lado, dejándolo caer inevitablemente contra el hielo. Su movimiento fue rápido, demasiado repentino para el mortal, de modo que cayó contra la capa dura con una fuerza que podía haberlo quebrado. No obstante, solo provoco que soltara un leve quejido y se quedara agarrotado sujetando su pie malherido.

—Eres...— Su rostro estaba crispado en dirección a Maegor. Parecía furiosa e incluso un poco dolida de que hubiera hecho algo así. —Lo estás arruinando. ¿No decías que querías diversión? ¿Es que no te gusta esto?— Lo que antes era enfado se fue deformando en una nueva sonrisa al tiempo que se acercaba cada más. Malika pretendía devolverle la jugada.

Con un par de movimientos elegantes hizo caer a la mujer mortal que él sostenía y ocupo su lugar entre los brazos del vampiro. Ahora ambos humanos se encontraban agazapados en el suelo, entre ellos, inmóviles. —¿Mejor así?— Le susurro, acercándose insinuante a su oído y su cuerpo.

—Sería una diversión si no acabásemos tan pronto con la comida. No sé si te has percatado, pero la variedad de la que disponemos brilla por su ausencia—con una mano, le señaló la pista de hielo vacía. Salvo aquellos dos humanos, no había nadie más:—Aunque, si lo que deseas es comenzar cuanto antes, ya tienes un aliciente—con un gesto de genuino desdén, miró al pobre hombre que, sobre el hielo, intentaba buscar un equilibrio inexistente con su buen pie.  

No obstante, tan pronto se había vuelto a entretener con su humana, Malika interfirió. De repente, ésta también ocupó el mismo espacio sobre el suelo helado que su semejante, mientras que la vampiresa reemplazaba su posición en sus brazos:—¿Esto era lo que te proponías o acaso percibo celos?—sonrió ladino, apretando más el cuerpo de la morena contra el suyo.

—Amiga mía, si querías este tipo de diversión, sabes que no me hubiese negado—esta vez fue él quien se acercó hacia su oído para susurrarle esa invitación. Maegor admitía que Malika era una mujer atractiva y, si bien aún no albergaba ningún tipo de sentimiento hacia ella, no le importaba que mantuviesen otro tipo de actividades más íntimas:—Aunque, no quiero testigos. Hay que matarlos—se desprendió del cálido contacto del cuerpo femenino y, en un rápido movimiento, rompió el cuello de su otrora pareja de baile.

—Ya lo has roto.— Se quejó cuál niña pequeña una vez el chasquido del hueso hizo eco en el silencio de la pista. Sus ojos, abiertos y expresivos, estaban enfocados en el punto de inflexión que antes había sido el cuello de la mujer y que ahora mostraba una curva deforme.

Ya solo quedaba el hombre humano que, pese a la compulsión, horrorizado y viendo su propio destino, seguía intentando alejarse de ellos usando su pie sano para deslizarse. Pero Malika seguía enfocada en su compañero que, en lugar de actuar bajo sus impulsos, se dejó llegar nuevamente por la violencia. Realmente era un ser que le fascinaba.

Pese a que ella carecía de sentimientos, de humanidad. Malika hacía cuanto fuera por diversión y alimento. Maegor supuso un gran descubrimiento cuando se conocieron, él se ofrecía a ayudarla a adaptarse. Le daba la emoción y la diversión que ansiaba. ¿Y lo mejor? Nunca era capaz de predecir sus actos. Algo que o le encantaba o la sacaba por completo de sus casillas. Como en esos momentos.

Volvió a encararse al vampiro. —¿Por qué lo has hecho?— Le recrimino haciendo un mohín con los labios que delataba a medias su fastidio y las ganas de jugar. —Es que no sabes lo divertido que es jugar antes con la comida.

“Ya lo has roto”

Maegor la miró confundido. No comprendería nunca los caprichos de las mujeres:—Gracias por señalar lo evidente—respondió con sarcasmo tras dar un golpe al abdomen de la humana muerta. El cuello de su víctima señalaba esa grotesca y antinatural curva de la ruptura del hueso:—¿Ahora me parafraseas?—soltó una risita nasal al escuchar sus propios argumentos defendidos por ella.

Desconocía cuándo se habían cambiado radicalmente las tornas, pero lo que más le intrigaba era descubrir por qué Malika había cambiado de parecer. Momentos antes de su ejecución, la vampiresa parecía más interesada en otro tipo de actividades:—Sí, es mucho más divertido—el ruido del hombre deslizándose sobre el hielo para huir, captó su atención:—Aunque te he dejado a ti esa opción. Tu plato se está alejando. Haz lo que te dé la gana con él.

No obstante, antes de que Malika pudiese actuar, redujo más las distancias entre ellos para musitarle al oído:—Dame un buen espectáculo—tomó su barbilla con fuerza para que centrase su mirada en la de él:—Y tendrás una recompensa—con lentitud, acercó sutilmente sus labios hacia los de ella. Los rozó con suavidad, buscando provocar el deseo dormido de Malika para que aceptase su propuesta violenta:—Mátalo.

El roce sutil de sus labios, así como la provocadora promesa de una recompensa, la dejo completamente congelada. Malika llevaba tiempo intentando causar algún tipo de reacción en Maegor. Había tonteado y coqueteado con él en múltiples ocasiones, pero sus acciones siempre eran cortadas por alimento o en entrenamiento.

Sus ojos estaban abiertos a causa del deseo y la curiosidad del cambio de actitud en el vampiro. Sabía que tenía que reaccionar, pues el humano, ajeno a lo que ocurría entre ellos, seguía arrastrándose pensando únicamente en su supervivencia.

Pese a sus anteriores palabras, que indicaban juego y placer a la hora de devorar al único que quedaba con vida, fue bastante rápida. Malika uso su velocidad vampírica para llegar hasta el hombre. El deseo sumado al olor de la sangre causo que se alimentara hasta que el corazón prácticamente dejo de latir. No tardo demasiado y sus ojos estuvieron todo el tiempo sobre la figura ajena que solamente observaba.

Dejo caer el cuerpo a un lado, desperdiciando las últimas gotas de sangre que aún escapaban de la herida causada y manchaban el hielo. Y corrió de vuelta al vampiro. Su boca estaba manchada y sus labios estaban aún calientes por el alimento. La cercanía entre ellos invitaba a seguir lo que él dejó a medias, lo que la comida había irrumpido... Lo que ella llevaba tiempo deseando.