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Gwen L. Ashkore-Lanvikcazador
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Gwen L. Ashkore-Lanvik
'Cause I'm yours


"Feliz cumpleaños, Levy. Tienes que pedir un deseo. ¿Qué es lo que deseas?"

"Yo solo quiero… Perderme en algún lugar... En alguien"

— Aron T. Lanvik & Gwen L. Ashkore, 4 de Julio de 2009.


Bosques de Pensilvania
23 de Diciembre de 2011

Estaba nerviosa, muy nerviosa. Probablemente, más nerviosa de lo que había estado alguna vez en su vida. Sus manos, de las que siempre pudo presumir de tener un pulso firme y preciso, no paraban de temblar. Por no hablar de aquella sensación de vértigo que sentía, como si estuviera ascendiendo hacia la cima de una montaña rusa y supiera que la caída al vacío era inevitable.

Pero... ¿Por qué querría evitarla?

Se miró al espejo una vez más, incapaz de creer que el reflejo que le devolvía la mirada era el suyo propio. Su cabello castaño, semi-recogido en una diadema, caía en cascada sobre sus hombros dándole un aspecto sencillo, pero elegante. Su cazadora negra se quedó colgada en el armario y su look habitual de camiseta y jeans, fue reemplazado por un precioso vestido blanco que se ajustaba a su cuerpo a la perfección. No era muy pomposo, pero sí lo suficiente llamativo como para ser considerado digno de uno de esos famosos cuentos de hadas que no estaba destinada a protagonizar.  

Gwen Ashkore no era ninguna princesa y tampoco aspiraba a ser una. Pero ese... Ese seguía siendo su día.

El día de los dos.

Cerró los ojos durante unos instantes y respiró hondo. Habían tomado aquella decisión de manera impulsiva y precipitada. Gwen sabía que, por más que lo intentaran, gran parte de los Ashkore, nunca aceptaría a Aron, al igual que ella tampoco se veía compartiendo mesa en Navidad con la familia Lanvik al completo. Era una tontería seguir esperando a que las aguas se calmaran o a ese momento adecuado que parecía no llegar nunca.

Así que, ahí estaban; de vuelta en el lugar en el que todo comenzó.

Soltó un suspiro, antes de volver a abrir los ojos. Su mirada aguamarina se posó durante unos instantes sobre la ventana, desde la que podía ver los copos de nieve caer, cubriendo de un manto blanco el exterior de aquella pequeña capilla en medio de los bosques de Pensilvania.

Una sonrisa nostálgica apareció en sus labios, al recordar como, aquel día, también nevaba.

Tres años...

Ese era el tiempo que había pasado desde que sus caminos se cruzaron en medio de la nevada invernal. Aron Lanvik salvó su vida aquella noche, por primera vez, y lo había seguido haciendo cada día durante los últimos tres años.

Fue un comienzo atropellado, pasaron de la desconfianza a la amistad, para ser algo más que amigos durante un tiempo, pero sin ponerle ninguna etiqueta por miedo a lo que el destino les aguardase. Aron fue el más valiente de los dos al ser el primero en aceptar sus sentimientos y aún así, necesitaron un último empujón para formalizar su relación. Tuvieron que perderse para saber que no podían vivir el uno sin el otro y después de volver a encontrarse lo tuvieron claro; No volverían a perder el tiempo.

A partir de hoy, Lanvik también sería parte de su propio apellido.
23/12/2011 • Tarde • @Aron T. Lanvik


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I'm yours:

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PNJ (4)narración
PNJ (4)
'Cause I'm yours
Era un día fresco, con un viento gélido y vivaz. En la Iglesia no había nadie más que Blake Ahskore y Aron. El olor a alcanfor de los primeros bancos casi ahogaba el ligero aroma de la Naturaleza que entraba por alguna ventana semi-abierta.

Aksel Lanvik se situaba al lado de su hijo, Aron, en los escalones del entrecoro. Sabía que Gwen tardaría un poco más en entrar. Conocía bien ya ese protocolo matrimonial. Se suponía que, durante ese inevitable periodo de tiempo, el novio, en examen de su ansiedad, debía exhibirse en solitario ante los reunidos; y, por el momento, Aron parecía estar cumpliendo esa formalidad:—¿Nervioso?—le preguntó, con una cándida sonrisa.

Aksel vestía con una americana gris oscura, con gemelos de zafiro, y pantalones del mismo color. Sus manos estaban desnudas, pero en su mano izquierda colgaban unos guantes de gris perla que había utilizado previamente a su entrada al recinto:—Os estoy muy agradecido por la invitación. Me alegro además de que te cases con ella—hubo un tiempo que el noruego tuvo opiniones definidas y bastante agresivas sobre la familia de su futura nuera, mientras que todo lo referente a las costumbres de su manada le había parecido que contenían una significación universal para justificar todo.

¿Qué había cambiado?

Aquella era una pregunta que se había formulado incontables veces. Al principio creyó que la muerte le había hecho relativizar sus principios, pero no fue así. No. Ahora que contemplaba a su hijo, feliz ante su futuro y nueva vida al lado de Gwen, se dio cuenta que desde siempre había existido una sola razón para ese cambio: el amor.

El amor a su familia. El amor a su hijo.
23/12/2011 • Tarde • @Aron T. Lanvik  @Gwen L. Ashkore

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Aron T. LanvikOmega
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Aron T. Lanvik
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"Feliz cumpleaños, Levy. Tienes que pedir un deseo. ¿Qué es lo que deseas?"

"Yo solo quiero… Perderme en algún lugar... En alguien"

— Aron T. Lanvik & Gwen L. Ashkore, 4 de Julio de 2009.


Bosques de Pensilvania
23 de Diciembre de 2011

Nunca había estado tan seguro de algo en toda su vida… Aún así, era inevitable sentir cómo los nervios se aferraban a él, agobiándolo. Cerró los ojos y respiró hondo para que estos se fueran y, cuando los abrió de nuevo, su mirada estaba cargada de seguridad, y de una desbordante emoción.

Aquella pequeña iglesia era, en cierto modo, perfecta para ellos. Sencilla, y con un aura misteriosa que la envolvía. Fuera, en aquel bosque, sus caminos se habían cruzado por primera vez en una noche en la que la nieve también caía. Parecía apropiado que fuera ahí donde se jurasen un amor eterno.

No, no lo estoy —torció una sonrisa y miró a su padre, a su lado, impoluto en un traje negro—. Bueno, puede que un poco —admitió finalmente, volviendo la vista hacia el corto pasillo. Los bancos no estaban repletos de invitados, de familia o de amigos; tan solo Blake se encontraba ocupando uno de ellos, en solitario y con una sonrisa que le dedicó, seguramente para transmitirle ánimos. La suya nunca habría podido ser una boda multitudinaria, pero de alguna manera Aron estaba conforme con eso.

En realidad creo que estos están siendo los minutos más largos de toda mi vida —admitió, soltando un suspiro. Con la presencia de su padre se sentía un poco más seguro. Aún le sorprendía que apoyara aquel enlace, actuando por primera vez como siempre hubiera querido. Ante sus palabras, le dedicó una mirada significativa de agradecimiento mutuo—. Es importante para los dos contar con tu presencia. Papá… Sé que no ha sido fácil apoyarnos —dados sus ideales, y las tradiciones que tanto apoyaba. Al final, había prevalecido lo más importante: la familia—. Nunca lo olvidaré —le aseguró, deseando que las cosas entre los dos siempre fueran tan sencillas como ese momento.

En aquel instante de su vida no había lugar para las preocupaciones sobre el futuro, ni para los problemas. El ambiente, frío y tranquilo, estaba cargado de una magia única que comenzó a latir al ritmo de unos pasos, afuera, sobre la nieve. Tanto Gwen como él habían cumplido con las tradiciones, y el lobo tan solo se podía imaginar cuál sería su vestido, o la expresión en su rostro.

Contuvo el aire, a la espera, y mientras lo hacía su mente voló a su primer encuentro. A todo lo que vino después, a todos los obstáculos que atravesaron. El sol había comenzado a descender y, cuando la puerta se abrió, una luz anaranjada iluminó la pequeña estancia. Y Aron atisbó el primer destello de blanco.

23/12/2011 • Tarde • @Gwen L. Ashkore


down with the
WOLVES
keep howling my name

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Gwen L. Ashkore-Lanvik
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"Algo viejo, algo nuevo, algo azul y algo prestado".

Nunca había estado en una boda, pero había escuchado muchas veces aquellas palabras en alguna que otra película. Era una tradición que la novia debía cumplir en aquel día. Y aunque Gwen no era supersticiosa, había decidido que, aquel día, quería cumplir con la tradición.

Tomó entre sus manos el ramo de novia que se encontraba amarrado con ese algo azul, que no se trataba de otra cosa que un listón azul que Gin le regaló cuando eran pequeñas. Un recuerdo que se había llevado junto a ella el día que abandonó a su familia para empezar una nueva vida y que ahora la acompañaba, siendo testigo del día más importante de su vida.

Se miró al espejo una vez más. Aquel algo nuevo, su vestido se amoldaba a la perfección a su figura, remarcando aquella imagen de princesa que ni en sus sueños se habría imaginado ser. En su muñeca, lucía ese algo prestado, una pulsera de oro blanco, decorada con pequeñas piedrecitas, cortesía de Astrid.

Pero aun faltaba algo más. Ese algo viejo que Gwen había guardado como oro en paño durante aquellos últimos años. De una pequeña cajita negra que se encontraba sobre el tocador, extrajo un par de pendientes que, sin pretenderlo, hacían juego con la pulsera. Solo que, aquellos pendientes, pertenecieron una vez a Darlene Ashkore.

Tras colocarse aquellos pendientes, se quedó durante unos instantes contemplando el espejo, con la mirada perdida. No pudo evitar que la tristeza la invadiera al pensar que si bien una parte de ella la acompañaba aquel día, Darlene no estaba allí para darle un abrazo. Tampoco contaba con John, ni con su tío Wyatt. Sabía lo que ambos pensarían sobre aquel enlace. Y si bien, lo que su progenitor opinara no tenía importancia alguna para ella, no estaba preparada todavía para enfrentar su cara de decepción cuando se enterase de la noticia. Y aunque le dolía no poder contar con él en aquel día tan especial, la ausencia más evidente, era la de su hermana. Porque si existía una persona con la que desearía poder compartir aquel momento, era con ella.

El sonido de la puerta la sacó de aquel trance y la devolvió a la realidad. Tuvo que recordarse que no era el momento de ponerse triste, porque a tan solo unos pocos metros, la esperaba el amor de su vida. El hombre con el que había decidido que quería vivir el resto de sus días. A pesar de la situación, seguía siendo un día especial.

Después de todo lo que ambos habían pasado, todos los obstáculos superados, cada adversidad a la que habían enfrentado, tenía la certeza de que se merecían ese "y vivieron felices" que ambos habían perseguido. Por eso, cuando el reflejo le devolvió la mirada a través del cristal lo supo; estaba preparada.

Gracias por no dejarme sola este día, Blakie... — le susurró con cariño a su primo al que dio un fuerte abrazo antes de tomar su brazo —. Por favor, no dejes que me caiga. Ya sabes lo mucho que odio caminar con tacones — dejó escapar una risa nerviosa. Porque sí, en ese momento estaba muy nerviosa.

Cuando las puertas de la capilla se abrieron para dar paso a la novia que vestía de blanco, la mirada de esta fue a parar al hombre que aguardaba frente a este. Y en ese segundo, en el que sus miradas se cruzaron, todo lo demás dejó de importar. Una sonrisa radiante iluminó su rostro, mientras acortaba los pasos camino hacia el altar, ansiosa por reunirse junto a este en una espera que se le estaba haciendo eterna.

Era el destino que nos conociéramos

Aquella frase daba vueltas en su mente envolviendo pequeños destellos de recuerdos de los dos, desde el día en el que se conocieron, pasando por aquel primer beso un 4 de Julio y la primera vez que Aron pronunció aquellas palabras que lo cambiaron todo; "Lo hice por que te quiero". La primera vez que Gwen se sinceró con él. Y de ahí a ese intenso reencuentro en el que le pidió matrimonio y la hizo la mujer más feliz del mundo.

Un camino que habían recorrido y que los había llevado hasta donde estaban ahora, el uno frente al otro.

Estás guapísimo — fue todo lo que pudo decir cuando llegó a su lado, incapaz de contener la emoción y las lágrimas que amenazaban con arruinar su sencillo maquillaje. Y no dudaba de que antes de que acabara la ceremonia, sucedería.
23/12/2011 • Tarde • @Aron T. Lanvik


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