Luna nueva. La oscuridad del cielo cubre secretos, vergüenzas, culpas, libera pasiones y fechorías. Pareciera que fue de noche todo el día aunque el eclipse de sol hubiera durado solo unos segundos. Genesis tuvo la oportunidad de verlo desde la ventana del avión y pensar cómo estarían sus compañeros de trabajo en la base de Nueva Orleans en ese momento. ¿Emocionados? ¿Habrían descubierto algo nuevo? ¿Sería solo otro eclipse más sin ningún tipo de particularidad? Para él, que a pesar de saber más del mundo sobrenatural —de magia, demonios y criaturas impensadas— que del terrenal se consideraba bastante escéptico, algo le tocaba aquel fenómeno astrológico, una fibra sensible que interpretaba como un mal augurio. Luna nueva y un eclipse de sol el mismo día de su regreso a su ciudad presuntamente natal: la falta de luz absoluta.

El chofer de la familia lo dejó en la puerta de casa exactamente a las 21, cuando un rayo partió el cielo y hubo que apresurarse a entrar sus maletas. El silencio de la mansión Evergreen era espectral y no le sorprendía, pero era imposible no angustiar al no ser recibido por alguien en específico. Cain lo odiaba, estaba seguro de ello. En algún punto, el humano no podía conciliar consigo mismo si prefería verlo al fin en ese mismo instante o evitarlo por el resto de su vida, para no ser capaz de sentir su desprecio y una mirada como tal de parte del kitsune sobre sí.

Una de las trabajadoras de la casa le dio la bienvenida y retiró sus pertenencias. "Su habitación ya está lista y tal cual como la dejó" mencionó orgullosa la mujer. Genesis sonrió, asintió y agradeció por cortesía. "Genesis Evergreen, bienvenido a su hogar. La familia ya cenó, pero le guardamos su porción por si está hambriento" añadió esta vez uno de los muchachos cocineros, alguien nuevo. Pidió un simple té y algo dulce que tampoco estaba seguro de poder tragar. Tenía el apetito cerrado desde hacía días.

Agradecía internamente que ya todos estuviesen durmiendo o en sus cosas, probablemente repartidos en las habitaciones o distintas salas de la laberíntica mansión. Se tomó su tiempo para beber, tanto que los últimos sorbos del té los tomó casi helados y haciendo morisquetas por lo mismo. Decidido a finalmente enfrentar los recuerdos que le esperaban en su cuarto y los pasillos del tercer piso, revisó por última vez su agenda para comprobar sus nuevos horarios laborales. Mas no pudo terminar dicha tarea cuando sintió una presencia a su espalda que le hizo erizar; volteó y, de un respingo, acabó sobre sus pies viendo aquella presencia como la primera vez que se miraron a los ojos: cual divina aparición.

—Hey... —¿Eso era todo lo que diría? ¿"Hey"? Quiso controlar sus emociones para no ser leído por Caín, pero ¿cuándo había podido? La culpa lo embargó de pies a cabeza, la desesperación, querer salir corriendo a sus brazos y besarlo como si fuese el fin del mundo.

"Se que es dificl pero los que estamos aqui, somos tu familia y los que nos preocupamos por ti"

La frase de su "padre" se repite constantemente dentro de su cabeza mientras que observa sin ninguna expresión en particular la habitación blanca. Un lento suspiro se escapa de sus labios porque particularmente hoy se siente muy cansado, como si sus energías hubieran sido drenadas en un segundo. Inconscientemente termina posando la mirada en el cajón cerrado de su mesa de luz, en donde se encuentran las pastillas que su padre le dijo que tomará por indicación médica. "Solo será por un tiempo, luego lo dejaras", había pronunciado en su momento Evergreen. Sin embargo, pasaron más de seis meses y la dosis aumentó en los días en que no puede dejar de pensar ni un microsegundo.

Apoya sus manos sobre los muslos, los cuales acaricia sobre el joggin negro con fuerza intentando no sentirse ahogado. Se levanta de golpe de la cama, descalzo se acerca hacia a la ventana y la abre por completo para sentir el aire fresco sobre su rostro. Sus manos terminan aferradas al borde de la ventana e inclina ligeramente su cuerpo hacia adelante, dejando que el frio lo envuelva sin piedad, haciéndolo sentir vivo. —  ¿Por qué lo hice? — Murmura en un tono apenas audible mientras que mira el cielo oscuro. No comprende porque su mente nuevamente lo hizo soñar con el accidente, de hecho, lo sintió tan real que se levantó de un sobresalto para luego buscar con urgencia su medicación.

Recuerda vívidamente la manera en que apretaba el volante mientras que su corazón se encogía de dolor, las lagrimas recorrian sus mejillas como una cascada y cuando apareció en su campo visual un poste de los servicios de luz en la calle, supo lo que tenía que hacer o mejor dicho, lo que quería hacer. ¿Acaso su objetivo era quedarse tan vacío? ¿Porque quería llegar a ese punto con tanta desesperación? No lo sabe, y espera poder saberlo pronto o por lo menos encontrar alguna pista que le revele que le había pasado. Su padre le dejo muy en claro que no tiene sentido revolver en el pasado, en especial por su condición médica pero no puede evitarlo, siente una necesidad en el medio de su pecho de averiguarlo aunque su lado racional le dice que si él tomo esa decisión en el pasado, debería respetarla.

Se aleja de la ventana con cansancio y con una andar lento abandona las cuatras paredes para dirigirse hacia a la cocina. Últimamente no viene comiendo mucho, debe mantener una figura acorde en el modelaje, lo cual es excelente con el cansancio que le agarra luego de la medicación pero extrañamente ahora quiere un jugo. Sus pasos no resuenan sobre la madera porque anda descalzo, mueve sutilmente los dedos de su manera para intentar mantener sus sentidos despiertos y no terminar sobre algún sofá durmiendo o peor aún, en el suelo del pasillo. Está apunto de hablar cuando ingresa a la cocina pero la silueta de un desconocido lo deja inmovil, como si estuviera viendo la espalda de un fantasma. Pero cuando se encuentra con el rostro del joven, no siente... nada. Arrugó su entrecejo y ladea su cabeza para verlo con extrañeza. —  ¿Tu quien eres? — Pregunta en un tono claro y por más que sea en un volumen adecuado, pareciera que acaba de gritar por el silencio sepulcral del lugar.

— ¿Acaso eres pareja de algunas de mis hermanas? — Interroga con curiosidad y cierto desagrado. — Como sea, no deberías estar aquí, asi que termina y vete porque no le hará gracia a ninguna de ellas, que su acompañante siga en la mansión — Le advierte porque en más de una ocasión tuvo que escuchar los escándalos de sus hermanas al saber que la persona con que se acostó sigue todavía en la mansión. En otros casos, es su padre quién arma un escándalo, alegando que dentro de la mansión todo será sagrado. Sin esperar una respuesta, retoma su andar para acercarse hacia la heladera y buscar su jugo de naranja.

"¿Tú quién eres?"

Si tres simples palabras podían herir como nada en el mundo definitivamente eran esas. El primer pensamiento fue obvio, lógico: "esta es su manera de castigarme". Genesis creyó, ingenuo, que Cain demostraba de esa forma su disconformidad, enojo y rencor por haberse marchado a Oxford años atrás. Que preguntarle quién era él era una manera de decirle "te desconozco", luego de tanto tiempo... Tenía sentido. El mismo Genesis no sabía con qué se iba a encontrar al enfrentar a Cain otra vez, pero más que nada no sabía con quién.

"No es gracioso". Quiso decírselo, casi escupirlo en su cara con la misma frustración contenida. No era su culpa haberse ido, y es cierto que nunca se lo había dicho con claridad, que nunca había podido expresar las razones reales detrás de su partida, pero ¿acaso no se conocían...?

Las siguientes preguntas y declaraciones comenzaron a confundirlo. Parecía que Cain pensaba llevar su actuación al máximo o...

—¿Es en serio? —Lo vio caminar hacia la heladera sin despegarle los ojos de encima. Una sensación asfixiante le oprimía el pecho; ¿por qué no lo sentía? Solo podía deducir el enojo en el kitsune, mas no experimentarlo él mismo como antaño siempre sucedía. No había secretos entre ellos por ese motivo, no podían mentirse, no podían engañarse... Eso fue lo que lo golpeó de repente: que Cain no parecía estar intentando engañarlo—. ¿De verdad tú-...? Cain, vamos. Soy yo. —Pronunciarlo fue igual de desesperante. ¿A qué "yo" se refería? Ciertamente no era la misma persona hoy que la que fue en el pasado, pero seguía siendo él. ¿Seguía siendo él...? A paso lento y dubitativo se acercó al más alto. Los ojos grandes y brillantes de nostalgia del exorcista veían a su kizuna como si fuese un fantasma, uno que le devolvía la mirada... como a un completo desconocido. Solo había una forma de verificar que ellos eran quienes eran, que no eran dos extraños viéndose por primera vez; Genesis no creía que Dios realmente fuese a ayudarle en algo como aquello, pero rogó por todos los cielos encontrar a Cain en esa persona que tenía de frente y, quizá, en él... encontrarse a sí mismo también—. ¿Aceptaste...? La pequeña "competencia" en la que Ferdinand nos metió. ¿Aceptaste?