Anne Rice escribió:— We belong in hell.
— And what if there is no hell, or they don't want us there?

Hace tan sólo unas horas, ha comenzado la última noche del año... y Viktor tiene el presentimiento de que aquella será la primera gran noche, del resto de su vida. O la última. Pero no habrá cabida a ambas opciones.

Bellatrix le suplicó que no acudiera aquel encuentro solo. La hermosa —y aparentemente aterrorizada— Margaery fue portadora del cruel mensaje de amenaza, mensaje que sólo podía provenir de un sólo hombre: su enemigo y némesis, actual alfa de la manada Lanvik. Por desgracia, Viktor sigue siendo un vampiro joven —al menos, en comparación a otros de sus congéneres—, y por desgracia, demasiado arrogante como para reconocer que aquello no era buena idea; demasiado orgulloso a su vez, como para negarse a presentarse en aquel combate singular.

Una manera digna y noble de acabar con toda aquella pantomima: un duelo entre caballeros.

Así pues, Viktor no duda en acudir al punto de encuentro: el emblemático Puente Wickery. A estas horas, las afueras de Mystic Falls están por completo desiertas; no habrá testigos del enfrentamiento... si es que llega a haber un enfrentamiento. Los minutos pasan, y sorprendentemente, el hombre que le desafiara no se digna a hacer acto de presencia. ¿Acaso Lanvik se habría acobardado en el último momento...?

Un ruido a su espalda obliga al vampiro a volverse. —Empezaba a preguntarme cuándo vendrías...—Comenta lentamente, deleitándose con cada palabra. Su típica sonrisa torcida gobierna las facciones de Viktor.—Espero que te hayas despedido de tu hija. No disfrutará el momento en el que le entregue personalmente tu cabeza.—Ah, pero Viktor sí lo disfrutaría.

Vaya si lo haría.

31 de Diciembre...

El día que no solo marcaba el fin del año, también era el final de algunos ciclos. Y Loki Lanvik era conocido por hacer que muchos de esos ciclos llegaran a su final.

El puente Wickery estaba prácticamente desierto a esas horas y el único sonido que podía captarse era el de las pisadas sobre el asfalto del hombre que se acercaba.

— Me preguntaba si habrías recibido mi mensaje. Y si tendrías el valor de presentarte aquí tú solo — comentó cuando el vampiro se volvió hacia él, tras percatarse de su presencia —. Las despedidas son solo para aquellos que no van a regresar. Y no seré yo quien no vuelva a casa esta noche — añadió con la misma seguridad de la que el contrario había hecho gala —. Has sido muy escurridizo durante todo este tiempo, Viktor. Demasiado. Le has provocado más de un dolor de cabeza a mi manada — se le llenaba la boca de orgullo al presumir de la propiedad de los suyos —. Por desgracia para ti. Aksel ya no está más al mando. Pero eso es algo que ya sabías, ¿no? — hizo referencia a aquel incidente de meses atrás en el que las vampiresas torturaros a sus lobos —. Mi hermano te ha permitido campar a tus anchas durante demasiado tiempo. Es hora de ponerle remedio — la mirada del lobo brilló. La promesa de eliminar a Starkov estaba al alcance de su mano en ese momento.

— Es una lástima que al final decidieras venir tu solo. A mí sí que me habría encantado ver la cara tus abominaciones antes de acabar con ellas de la misma forma que lo voy a hacer contigo — podía sentir el poder que emanaba del anillo, potenciado por la luz de la luna —. Porque nadie se mete con la manada Lanvik — y no iba a dilatar más ese momento, ya había dicho todo lo que tenía que decir. En apenas segundos, el cuerpo del hombre liberó a la bestia que vivía dentro de él y clamaba la sangre del enemigo.

No fue una batalla larga. Tras un movimiento rápido, las fauces del lobo se engancharon finalmente en el cuello del vampiro. Apretó las mandíbulas contra su presa que trató de defenderse, pero en esa posición tenía la ventaja. Y la victoria no tardó en ser suya en el momento en que la cabeza del vampiro se desprendió de su cuerpo.

Viktor Starkov estaba muerto.