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Swear to me | Talie.Crónicas Vampíricas RPG  :: Espacio de rol :: Alrededor del Mundo :: América

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Frank A. Walkercazador
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Frank A. Walker
Swear to me


..36 horas antes.

Vamos, apóyate en mí —Frank ayudó a su amigo a salir del coche, llevándo prácticamente a rastras hasta la puerta de su casa—. Vas a salir de esta, ¿me oyes? Esto no es nada —jadeó por el camino, y en el fondo sabía que solo intentaba convencerse a sí mismo, como si esa fuera una de las tantas veces en que habían salido heridos en sus cazas, enmendando sus heridas ellos mismos.

¿Dónde coño está la puta llave? —susurró para sí mismo mientras rebuscaba en los bolsillos de la chaqueta de Robert, hasta que dio con ella.

Frank... —su voz sonaba débil, pero segura. A esas alturas apenas sentía dolor y era consciente de lo que eso significaba. Ni siquiera sabía cómo podía seguir en pie, vivo; quizá era su propia testarudez. Quizá porque quería ver a Talie una última vez.

Piensa en ella —parecía que acababa de leerle el pensamiento—. Lucha por ella, joder... —prácticamente suplicó mientras entraban en la casa a trompicones, dejando un rastro carmesí tras ellos.

Frank... —volvió a repetir Robert, antes de que sus piernas cedieran completamente y, por mucho que el cazador trató de cargar con él hasta el sofá, se vio obligado a dejarlo con la espalda apoyada en la pared mientras el olor a sangre se hacía cada vez más intenso. De algún lado, Robert sacó fuerzas y lo agarró de las solapas de la cazadora, buscando su mirada. Él le devolvió una cargada de horror, de negación y de mil emociones a la vez.

No podía morir.

Escúchame.

Ahora.

El entierro había sido sencillo, sin demasiadas florituras, e íntimo. Algunos vecinos y amigos de la familia King habían hecho acto de aparición, dando el pésame a Talie y murmurando palabras de lástima. A Frank le hubiera gustado echarlos a todos, pero ese no era su entierro. Cuando se fueron, tan solo quedaron ellos dos, inmóviles frente a una lápida recién colocada.

Nunca le había resultado incómodo el silencio hasta entonces.

Deberíamos irnos —dijo al fin, habiendo perdido la cuenta de los minutos que llevaban así, callados, frente a la tumba de Robert—. Está oscureciendo —alzó ligeramente la vista y entrecerró los ojos, mientras la luz del atardecer se perdía entre los mausoleos y las lápidas.

Sabía que lo odiaba, y en el fondo Frank creía merecerse tal odio, sin embargo no había ni una sola razón en el mundo por la que pudiera romper su promesa. Las palabras susurradas aún resonaban en su cabeza...

"...júramelo".
07/01/2023 • 19:07 •  @Natalie W. King


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36 horas antes.

¡Sí, no te preocupes, Hattie! —exclamó mientras se despedía de ella— Dijo que ya estaba de camino. ¡Ah! Y también que te daría magdalenas caseras. Yo le ayudaré a hacerlas —dijo con una sonrisa de lado. Le sabía mal mentir a su cálida vecina, pero no quería pasar la noche allí y ya tenía catorce años, ¡no necesitaba una niñera! Estaría bien por su cuenta… De hecho, ya había hecho los deberes en casa de Hattie —¿cómo podían haberle mandado tantos? ¡Acababan de volver de las vacaciones!— y pensaba prepararle el desayuno por si volvía al día siguiente temprano.

Estaba en su habitación, recién despierta, cuando oyó la puerta de la casa. Sonrió de par en par, feliz de que ya hubiesen vuelto, y corrió hacia las escaleras… pero se detuvo al ver el reguero de sangre que había allí… y que la dejó paralizada.

Escúchame.

Ahora.

Nadie debería tener que enterrar a sus padres siendo aún un crío y Natalie, que solo tenía catorce años, ya había tenido que hacerlo con los dos. Todo el proceso de duelo era de las cosas más espantosas que podían ocurrirle a un ser humano y ella lo tenía que pasar ahora por segunda vez en cinco años.

No podía creer lo que estaba sucediendo, a veces se sentía en medio de un horrible sueño del que despertaría tarde o temprano y su padre entraría a su cuarto y le diría «tranquila, Talie, solo fue una pesadilla» mientras la estrechaba entre sus brazos para darle aquel consuelo que tan bien se le daba entregar.

Frank era un cretino que se había llevado a Robert a una misión peligrosa y Robert había muerto por su culpa. Y encima tenía que mentir para que nadie supiera que lo había asesinado un maldito vampiro. Natalie estaba enfadada con Frank, pero también con Robert, porque la había dejado sola. La había dejado atrás para ir a ayudar a alguien que lo había abandonado cuando más lo necesitaba.

Cuando oyó la voz del verdugo de Robert —porque para ella era así— indicándole que debían irse, en lugar de obedecer, se acercó más a la tumba en la que acababan de enterrar a su padre. No fue un acto de rebeldía, fue el miedo de alejarse de allí lo que la invadió. Como si quedándose en el lugar, a pesar del que era, la realidad fuese otra. Que su padre en realidad seguiría con ella, que volvería a oírlo reír por alguna chorrada que le hubiese dicho, que lo oiría regañarla por enésima vez y la obligaría a dejar un dólar en el tarro de las palabrotas, que le contaría historias divertidas… que la abrazaría contra su pecho. Cualquier cosa. Lo que fuese.

Pero que estuviera allí con ella. Que no se hubiese marchado para siempre.

«Por favor, quiero despertar», pensó mientras contenía las lágrimas, no quería que Frank la viese llorar. «Por favor. Por favor, dime que todo era una broma y abrázame. ¡Por favor!».
06/01/2023 • 19:07 • @Frank A. Walker

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..36 horas antes.

Frank iba a levantarse, ir a por unas vendas, intentar solucionar aquel desastre... pero Robert lo detuvo y terminó acuclillado frente a él, muy quieto, concediéndole al menos aquello: iba a escucharlo.

Vas a tener que cuidar de ella por mí —musitó, cada vez con menos fuerzas. Su tez estaba cada vez más pálida, y el  brillo abandonaba sus ojos.

No, tú lo harás... —negó con la cabeza, respirando de forma acelerada. Robert se estaba muriendo y él no podía hacer nada para evitarlo, solo observar cómo su vida se esfumaba ante él.

Cuida de ella, por mí, como yo lo he hecho todo este tiempo... por ti —pareció ignorarlo de forma deliberada. Era plenamente consciente de que no saldría de aquella y, si tenía miedo, no era por él... Sino por Talie. Necesitaba escuchar esas palabras, que Frank se comprometía a tomarle el relevo; sabía que, al menos, el hombre siempre cumplía su palabra—. Júrame que lo harás, Frankie... Júramelo —su agarre fue perdiendo fuerza, hasta que sus brazos cayeron a ambos lados de su cuerpo y su vista comenzó a nublarse.

Frank se debatió unos segundos, como si asumiera lo que estaba sucediendo. Robert, al fin y al cabo, era como un hermano para él, la persona que había estado dispuesto a asumir una responsabilidad que era suya, cumpliéndola con creces. Nunca debería haberlo arrastrado a aquel plan, del que ahora veía los errores. Lo había llevado a la muerte...

Lo juro —al menos, debía procurar que se fuese en paz. Y así pareció ser; Robert asintió una última vez, y sus ojos mostraron una súbita calma antes de cerrarse... Antes de dar su último aliento.

Ahora.

Natalie ni siquiera hizo el amago de responderle, tan solo avanzó hacia el lugar en el que descansaba Robert. El cazador bajó la mirada y soltó un suspiro silencioso. Era extraño que él fuera la persona más habladora en cualquier circunstancia, y con ella así era en las últimas horas; desde que se habían llevado el cuerpo de su padre no le había dirigido ni una sola palabra, y todas las suyas parecía llevárselas el viento.

Realmente, no necesitaban hablar para que él cumpliera su promesa. Podían vivir en la ley del silencio, y Frank convertirse en una sombra protectora... Pero estaba seguro de que eso no era lo que habría querido él.

¿Y qué se supone que debía decir?, ¿que lo sentía? ¿Que su padre no debería haber muerto?, ¿que el plan salió mal? Que la persona que lo había asesinado era...

...o quizá podemos esperar un poco más —concedió finalmente, apartándose lo justo para darle un momento de soledad para poder despedirse... aunque aquello era algo que probablemente nunca pudiera hacer. Frank había pasado por algo similar, se supone que debería saber qué decirle, sin embargo la situación era mucho más compleja y él no tenía ni idea ni de cómo empezar.

Sobre todo porque ella lo culpaba de lo sucedido.
Y, en el fondo, él también.

Ahora sí, tenemos que irnos —volvió a acercarse a la niña, poniéndose a su lado. El sol se había ocultado definitivamente y habían encendido unas pocas luces que alumbraban ligeramente aquel tétrico lugar—. Debes preparar tu equipaje... Mañana pillamos el primer vuelo hacia Virginia —así, sin anestesia.

Y el premio al más insensible del año es para...

07/01/2023 • 19:07 •  @Natalie W. King


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36 horas antes.

Aquella era la voz de su padre, pero con una falta de vitalidad que ni en los pocos momentos en los que lo había visto enfermo le había escuchado. Bajó las escaleras lentamente, como si algo en ella le dijera que no debía hacer ruido, y es que lo del reguero de sangre no era nada alentador. ¿Qué diablos estaba pasando?

«Vas a tener que cuidar de ella por mí». Volvió a hablar su padre, ¿a quién le estaba diciendo eso y… a qué se refería? Podía resultar obvio, pero ¿cómo vas a pensar que tu padre está pidiendo, en su lecho de muerte, que cuiden de ti?

Siguió bajando hasta llegar a la planta baja de la casa y allí, con el corazón desbocado como si hubiese estado corriendo en gimnasia, empezó a acercarse al salón, que era de donde provenían las voces. Sí, las voces, porque la de Frank se había hecho oír también.

«Cuida de ella por mí, como yo lo he hecho todo este tiempo… por ti». Natalie no entendía nada de lo que estaba sucediendo, pero jamás olvidaría aquella frase. Apenas oyó dos palabras que pronunció Frank justo antes de llegar al lugar donde se desarrollaba la conversación y en ese momento, con aquella visión, Natalie gritó como nunca antes lo había hecho.

¡Papá! —chilló con una voz aguda que no le pegaba nada, mientras corría hacia él y, sin importarle mancharse de sangre, se arrodilló a su lado y lo examinó con la mirada desorbitada— ¡¿Qué ha pasado?! ¡Papá! —No sabía ni qué hacer, estaba lleno de sangre, blanco como el papel… y apenas se movía. ¿Se movía algo acaso?— ¡Llama a una ambulancia! —le gritó a Frank, apartando la mirada de su padre tan solo un momento para mirar al otro hombre mientras prácticamente le ordenaba aquello— ¡Papá, abre los ojos! ¡Por favor, abre los ojos!

Ahora.

Creyó que no sentiría aquella angustia atenazadora tan pronto. Sabía que su padre no duraría para siempre, que en un orden natural de las cosas los hijos son los que entierran a los padres y no al revés, pero creyó que él sería un anciano cuando muriera. Creyó que se burlaría de él por ser un viejo canoso y anticuado, que se iría cuando ella hubiese ido a la universidad, tenido una carrera y, ¿quién sabe?, cuando hubiese formado una nueva familia. Él tenía que irse cuando ella hubiese hecho su vida por su cuenta y se sintiera orgullosa de lo que había conseguido. No antes, joder, ¿por qué tenía que morir?

¿Por qué?

Por el puto Frank. Si él no hubiese vuelto, después de tantos años, para llevarlo a la muerte.

Rabiosa, se secó de golpe y con el dorso de los dedos de la mano izquierda las dos lágrimas traicioneras que no había podido contener.

Apretó los puños cuando él volvió a decirle que debían irse. ¿Quién se creía que era para llevársela del lado de su padre? No le importaba que estuviese enterrado bajo metros de tierra y metido en un lúgubre ataúd, era su padre y nadie más que él podía darle órdenes. Pero lo peor de todo llegó después, cuando él le dijo que iba a dejar todo lo que conocía para irse a Virginia. Y con él.

Los cojones.

¿Estás loco o qué? —soltó, con menos agresividad de la que podría haberse esperado, y luego se arrodilló junto a la lápida que rezaba «Robert King. Gran esposo y padre» sobre las fechas de nacimiento y de defunción como si aquello fuese a encadenarla a la tierra— No pienso moverme de aquí. No voy a irme a otro estado y mucho menos contigo. —Apretaba los dientes y lo último que dijo sonó con ese tono que a veces te hace pensar que la persona que lo utiliza te va a clavar un cuchillo en la yugular si le tocas las narices.

Y, bueno, Natalie no tenía ningún cuchillo, pero sí una navaja.
06/01/2023 • 19:07 • @Frank A. Walker

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..36 horas antes.

El silencio después de aquella promesa duró poco. Frank dio un salto al escuchar la voz de Natalie a su lado, y se levantó de golpe al verla. Contempló con horror cómo se lanzaba para llegar hasta su padre. Al principio se quedó paralizado mientras todo se desmoronaba sin remedio. Que ella estuviera allí era lo peor que podría pasar... Nadie debería ver algo así, nadie debería enfrentarse a una pérdida tan traumática siendo tan joven.

Natalie, ¿no se supone que deberías estar en...? Rob, él... está muerto... Lo siento mucho... —llamar a la ambulancia sería inútil, aunque debía hacerlo para que certificaran su muerte. Solo que estaba en shock, y apenas estaba procesando lo sucedido. El añadido de Talie no ayudaba; ¿cómo se supone que iba a explicarle lo sucedido?— ¡Escúchame! —reaccionó y la apartó del cadáver de Robert, aunque ya estaba empapada con su sangre, agarrándola por un brazo y girándola para colocar sus manos en sus hombros y detenerla.

Tu padre está muerto... Sé que es duro, pero no hay nada que podamos hacer ahora —le mantuvo la mirada. La suya parecía perdida, rota, y a Frank se le encogió el corazón un poco más. No solo había perdido a Layla, sino que ahora perdía también a su padre, o al menos al único que se había comportado como tal desde que era un bebé—. Nos tendieron una trampa, nos atacaron, eran demasiados... Lo siento, Natalie —nada de lo que pudiera decirle ahora serviría. Nada en absoluto, pero el cazador lo intentó de todos modos, intentando mantenerse en calma a pesar de las circunstancias. No podía derrumbarse.

Ahora.

Le habría sorprendido encontrarse con una buena reacción por parte de la muchacha, o tan siquiera con una reacción neutra. Por supuesto que iba a protestar, a insultarlo y a negarse una y mil veces. Lo tenía asumido; siempre había mostrado carácter, y tras lo sucedido con su padre ya le había dejado claro que su presencia era lo último que deseaba en el mundo.

Se supone que ahora estás a mi cargo. Eso es lo que quería tu padre —contó hasta diez antes de responder, haciéndolo con una calma inaudita. En el fondo, no era tan desalmado y frío como parecía, al menos no con ella. Comprendía su dolor, su rabia, su frustración—. No puedes quedarte aquí sola, eres menor de edad —expuso con lógica. Su mirada se había vuelto a fijar en la tumba de Robert, releyendo su nombre y aún sin creérselo del todo.

Tenía la sensación de que volvería en cualquier momento, al igual que había creído con sus padres, solo que eso nunca sucedía. Lo peor de perder a alguien venía después, cuando en el día a día eras consciente de que, efectivamente, no iban a volver.

Los dos deberíamos respetar su deseo —dijo entonces, tras un breve silencio. Sabía que era injusto, pero también que sería el único modo de convencerla de que aquello era lo que debía hacer, por mucho que no le gustara. Robert quería que estuvieran juntos, y ese había sido lo único que había pedido en su lecho de muerte.
07/01/2023 • 19:07 •  @Natalie W. King


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36 horas antes.

¡¿Qué quieres decir con que está muerto?! —Imposible comprender algo tan obvio cuando la razón estaba en un segundo plano y tu cabeza estaba tan confundida ante un hecho tan… poco esperado. Ni siquiera aunque Robert le hubiese contado la verdad, aunque le hubiese dicho que iba a ir a cazar a unos vampiros, había estado asustada o preocupada. Quizá porque su padre se lo pintó de forma muy suave y porque iba con Frank, su mejor amigo, el mastodonte que ahora se encontraba en el mismo plano que su parte lógica— ¡Dijo que todo estaba bien! ¡Él nunca me dejaría, no está muerto!

Se giró de nuevo hacia su padre y recostó la cabeza inerte sobre su pecho, manchado de la sangre ajena mientras lloraba como hacía mucho que no lloraba.

Ante el tirón de Frank, Natalie no pudo hacer nada por quedarse junto a su padre, cuyo cuerpo cayó hacia un lado al faltarle el soporte que había sido la chica. Se quedó quieta, congelada, mientras ella y Frank se miraban a los ojos.

¿Que lo sientes? —dijo con la voz temblorosa, mezcla de la rabia y el dolor, y los dientes tan apretados como los puños ensangrentados, a cada lado de su cuerpo— ¿Por qué tuviste que volver? ¡Tenías que haber ido tú solo! —gritó mientras se sacudía para soltarse de su agarre y poder volver a abrazar a su padre. O lo que quedase de él.

Ahora.

Natalie volvió a apretar los puños, parecía una manía, quizá era ira contenida para no darle un puñetazo a Frank. Supuso que, de todos modos, no le dolería. Ella sabía defenderse, Robert la había enseñado, pero Frank seguía siendo un tipo grande y rudo. A su lado, ella no era más que una pluma.

«¿Cómo se atreve a usar eso contra mí?», pensó, rabiosa, cuando le dijo que aquello era lo que su padre quería. Claramente no estaba cuerdo, solo desesperado, cuando le pidió que la cuidara. ¿Y qué forma había sido esa de decírselo?

Se levantó del suelo, sin aflojar los puños, que ya estaban blancos, y se enfrentó a Frank.

Eso es lo que te pidió a ti, a mí no tuvo tiempo de pedirme nada —masculló, solo le hizo falta pegarle—. No me digas que era su deseo solo para que me sienta mal y te haga caso, eres un… —Iba a insultarlo, pero tras un rápido vistazo a su espalda reculó, no quería decir palabrotas en la tumba de su padre— No voy a irme con el asesino de mi padre, si tú eres el que tiene que cuidarme estaré más segura por mi cuenta.

Y dicho eso, volvió a darle la espalda y arrodillarse, dejándose caer directamente al suelo, frente a la lápida de su padre.
06/01/2023 • 19:07 • @Frank A. Walker

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..36 horas antes.

Él no quería preocuparte… —sintió que se le helaba la sangre al verla de aquel modo. Quería consolarla, pero solo Robert sería capaz de tal cosa y ahora ya no podría hacerlo nunca más. ¿Qué podía hacer él ahora?— Y tampoco quería dejarte —no era algo que hubiera estado en su control. Era otra más de las desgracias a las que se exponía un cazador cada noche, cuando salía a enfrentarse a lo que se escondía en las sombras… Solo que Robert había decidido alejarse de esas mismas sombras porque tenía a alguien que lo necesitaba, Natalie.

Alguien que ahora lloraba, rota, sobre su pecho ensangrentado. Ante aquella horrible escena, Frank reaccionó y agarró a la joven para intentar calmarla, por difícil que resultara. No es que él estuviera muy calmado tampoco y, a diferencia de Natalie, no tenía a nadie a quién dirigir esa rabia. Solo a sí mismo.

No lo habría hecho de no ser… necesario —optó por dejarlo ahí, porque desde luego la niña no necesitaba saber también la razón que se escondía tras aquella última misión para Robert. Pero, ¿realmente había sido necesario? Ni siquiera Robert había logrado salvar a Layla y ahora estaba muerto… Tenía que haber asumido que no había salvación posible para ella, y por su idiotez ahora Natalie era completamente huérfana.

Desarmado por las preguntas de la niña, que ahora hacían eco en su cabeza, no se resistió demasiado cuando esta se revolvió para librarse de él. Se quedó paralizado, de pie, observando la mirada perdida de Robert y pensando en lo horrible que era que ese fuera a ser el último recuerdo de Natalie sobre él.

Prácticamente como un autómata, se acercó al teléfono fijo que había sobre el mueble de la entrada del hogar de los King y marcó el número de emergencias. Meditó unos segundos la mentira que iba a soltar, intentando apartar el dolor que lo aturdía para pensar con frialdad los pasos que debían dar ahora.

Necesitamos ayuda… Han asaltado a mi amigo en la calle. Hay mucha sangre —su voz sonaba demasiado fría, como si estuviera en shock—. Creo que… Creo que ha muerto —tras dar la dirección, colgó el teléfono sin energías y volvió a acercarse a Natalie, que permanecía de espaldas a él y junto a su padre. En esa ocasión, la agarró pasando sus brazos por debajo de los suyos, prácticamente alejándola en volandas, dándole igual si protestaba, gritaba o pataleaba. La obligó a sentarse en uno de los sofás y la miró muy serio.

Sé que esto es duro —más de lo que ella podría creer—, pero en unos minutos entrarán por esa puerta para llevarse a tu padre. No puedes decir lo que pasó de verdad, ¿de acuerdo? Nos asaltaron en la calle y lo atacaron, estabas durmiendo y te despertamos al llegar —le habló con lentitud, para que le quedara claro. No era el mejor momento para mentir, pero no tenían otra opción— ¿Entendido?

Ahora.

No estaba jugando limpio y lo sabía. Natalie se dio cuenta y le dedicó nuevas palabras en forma de cuchillos afilados. Tuvo que hacer acopio, de nuevo, de su paciencia. Aquel era el peor lugar posible para discutir; se sentía mal cada vez que miraba la tumba de su amigo y se preguntaba qué habría opinado él al verlos de ese modo.

Yo no asesiné a tu padre —aquello sí que le había dolido especialmente. Se miró las manos, maltratadas y en las que no hacía mucho se encontraba la sangre de Robert. Sí, no lo había matado… Pero aquel plan había sido idea suya. El pulso comenzó a temblarle ligeramente al recordar lo sucedido y terminó por meter ambas manos en los bolsillos de su chaqueta—. Tienes trece años. ¿Qué vas a hacer?, ¿esquivar a servicios sociales hasta cumplir los dieciocho? —inquirió en un tono irónico. Eso era lo que aguardaba si no se iba con él. En el fondo, Frank también creía que era lo mejor que podría pasarle a Natalie, sin embargo su promesa pesaba más que la lógica o que su propio deseo de evitar vincularse aún más aquella niña que llevaba su sangre.

Sí, la misma que lo detestaba con todo su ser.

Si te quedas aquí, terminarás en un centro de menores hasta que seas mayor de edad. ¿De verdad es eso lo que quieres? —temía que la respuesta fuera afirmativa. Aún así, a Frank le daría exactamente igual; se iría con ella, le gustase o no.

07/01/2023 • 19:07 •  @Natalie W. King


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36 horas antes.

Si su padre no hubiese ido con Frank, ahora estaría vivo. Natalie lloró sobre su cuerpo, abrazada a él, con un desconsuelo inconsolable. Estaba destrozada y, sin darse cuenta, en su interior se estaba formando otro sentimiento. Uno más complicado, más contradictorio: estaba enfadada con su padre. ¡Tenía que haberse quedado en casa y no ir detrás de Frank como si le debiera algo!

Mi padre era un buen hombre y tú no debiste aprovecharte de eso para llevarlo a la muerte —masculló. ¿Necesario? ¿Para qué iba a ser necesario cuando llevaba casi catorce años, si no más, sin cazar o lo que fuera que hiciese con Frank?—. Él ya no estaba entrenado para ir contigo, lo hizo solo porque te quería —hablaba con la voz cargada de tanto dolor que el resentimiento era casi una sombra, pero estaba ahí. Y se notaba.

Oyó cómo llamaba a una ambulancia y el cuerpo de Natalie comenzó a temblar más aún, debido a la rabia. «Han asaltado a mi amigo en la calle. Creo que ha muerto». La chica estaba en una nube, pero no en el sentido que se le suele dar, sino en una de confusión y dolor, de esas en las que te sientes tan aturdido que sientes que estás en mitad de una terrible pesadilla.

Hundió la cabeza en el cuello de su padre, como aquellas veces en las que él la consolaba, y se balanceó con su cuerpo entre sus brazos. No pensaba soltarlo, pero tampoco contaba con que una bestia parda la agarraría y la apartaría de él. No se conformó, por supuesto.

¡Suéltame, Frank! —gritó mientras pataleaba y agarraba el brazo del hombre para intentar librarse de él— ¡Suéltame, joder! —La rabia se mezclaba con la voz del llanto en aquellas órdenes a gritos. Apretó los labios, una vez sentada, y lo miró con un odio que no había sentido nunca por nadie y que se volvió visceral cuando me dijo que tenía que mentir. «Entendido» Les diré que has sido tú —masculló, apretando los puños a cada lado de su cuerpo.

«¿Quieres que mienta? Pues mentiré», pensó, aunque para ella no era algo tan falso, pues él era quien había llevado a Robert a su muerte. En su mente dolorida, Frank era el asesino de su querido padre.

¿Lo decía en serio? ¿En serio diría que Frank lo había matado? Ni ella lo sabía.

Ahora.

«Yo no asesiné a tu padre». No, siendo justos, no lo había hecho. Natalie sabía que él no había provocado las heridas que habían acabado con la vida de Robert, pero si no hubiese ido a buscarlo, si se hubiese ido a su puta cacería él solo, Robert seguiría en casa con ella, cuidándola y queriéndola.

Ahora Natalie no tenía nada. No tenía a nadie. Hattie era cariñosa, una buena mujer, pero no era de su familia ni su amiga. Y tampoco tenía amigos desde que Riley se había ido a otro estado. ¿Y Frank? Él ni siquiera estaba dentro de la ecuación. Era una mancha negra en su vida y siempre lo sería. ¿Cómo iba a irse a vivir con él? Si no soportaba estar fuera de su casa, ¿cómo iba a irse a otro estado? ¡A otro puto estado!

No le provocaste las heridas, pero lo llevaste a su muerte, para mí es lo mismo —masculló, con ira contenida. Entre ese sentimiento y la angustia estaba a punto de comenzar a hiperventilar, una acción que su cuerpo ya había hecho hacía poco—. ¡Sí! —exclamó, mirándolo brevemente solo para decirle esa palabra— Eso haré —dijo en voz más baja.

Cerró los ojos, no sabía qué hacer. No sabía cómo colocarse. Quería sentirse cerca de su padre, sentarse junto a su lápida y abrazarla, o tumbarse sobre la tierra, pero no se decidía. Sentía que se vería ridícula, aunque ¿importaba eso acaso?

Cualquier cosa —empezó a decir cuando él mencionó el centro de menores. Por supuesto, y como era obvio, Natalie no sabía lo que era vivir en un centro de menores más allá de las cosas que pudiese ver en la televisión, pero en aquel momento la peor realidad era tener que verle la cara a Frank todos los malditos días— es mejor que vivir contigo —sentenció finalmente, sin abrir los ojos.
06/01/2023 • 19:07 • @Frank A. Walker

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..36 horas antes.

Se quedó en silencio con una expresión indescifrable antes las palabras de Natalie. Se veía incapaz de rebatirlas… Puede que ella necesitara eso, desquitarse con alguien para procesar el dolor, y en el fondo tenías más razón de lo que a Frank le hubiese gustado admitir. Puede que por eso fuese tan hiriente.

Era más complicado que eso —masculló, optando por cerrar el pico. En su lugar, apretó la mandíbula y recordó que, por nada del mundo, necesitaba Natalie saber cuáles eran las circunstancias concretas de esa “misión”. Robert lo hizo porque, como él, había creído que serviría de algo… Para recuperar a alguien irrecuperable, alguien que ni siquiera sentiría un ápice de culpa o dolor por lo sucedido.

Tras hacer aquella llamada y volver a mirar a Talie fue como si algo en su cabeza hiciera “click”. La apartó de él, incluso a pesar de sus protestas; abrazar su cadáver ensangrentado no lo iba a traer de vuelta, ni tampoco la ayudaría a ella. Tenía que dejarle claro que, a pesar de la terrible pérdida y del dolor que provocaba, no podían perder el norte. Tendrían que mentir, porque sino habría preguntas que no podían responder.

Genial… —cerró los ojos un momento y después volvió a levantarse y se sentó a su lado, aunque manteniendo ligeramente las distancias. En realidad, estaba agotado y lo último que le apetecía era discutir. No creía que fuera más que un farol, de todas formas; era la rabia la que hablaba por ella— Puedes decir lo que quieras —dijo, como si aceptara la derrota, justo antes de que sonara el timbre.

Frank se levantó como un resorte y fue a abrir la puerta. Uno de los paramédicos le preguntó dónde estaba el herido y Frank señaló en silencio el lugar en el que se encontraba el cuerpo de Robert, siendo evidente que los había abandonado ya. Se quedó mudo, como si su mente estuviera en otro lugar, mientras se acercaban a él tan solo para tomarle el pulso y certificar su muerte.

Ella es su única hija, Natalie… Yo soy Frank Walker, amigo de la familia. No hay nadie más —explicó a un agente que se acercó a él para tomar nota de lo sucedido, mientras otra se acercaba a Talie y le colocaba una manta por los hombros, intentando transmitirle palabras de consuelo.

Ahora.

Quizá debía ir asumiendo que en aquel momento era imposible convencer a Natalie de algo. Sabía que lo culpaba de la muerte su padre —no es que no se lo hubiera dejado claro más de una vez—, y le dolía que lo hiciera. No solo por lo que Robert había significado para él en vida, sino porque, al fin y al cabo, esa niña que ahora lo detestaba era su hija. Puede que aquella fuera la situación más difícil a la que tuviera que enfrentarse en toda su vida.

Buena suerte, entonces. Podrías vivir en el bosque, fuera de la ley, como Robin Hood —sugirió con un deje de sarcasmo. En realidad, las cosas no eran tan sencillas… Se suponía que ahora él era el tutor legal de Natalie, y no iba a dejarla a su suerte en manos del Estado—. Así que tu plan es quedarte aquí —¿quién lo iba a decir? Al final, terminó siguiendo su juego, ya que no veía ninguna otra opción.

Con lentitud y esbozando una mueca de dolor, el cazador se sentó en el suelo frente a la tumba de Robert. Parecía decidido a quedarse, y a esas alturas ya no había nada de claridad en el cielo y comenzaba a hacer bastante frío. Estaba cansado y magullado por la pelea con aquellos vampiros, pero estaba acostumbrado a pasar noches enteras en vela y en peores circunstancias.

Si tú te quedas, entonces yo también lo haré —sentenció, acomodándose en el suelo con una pierna estirada y la otra doblada, y las palmas sobre la hierba. La tarea parecía sencilla en comparación a todo lo que había hecho… Tan solo tenía que vigilar a una niña de trece años que no parecía que fuera a moverse mucho.

07/01/2023 • 19:07 •  @Natalie W. King


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36 horas antes.

A los adultos les encantaba decir que las cosas eran complicadas cuando no querían explicarlas, porque por algún motivo pensaban que no podían contárselas a los más jóvenes. Natalie no le dijo nada, solo arrugó la nariz con disgusto, y siguió a lo suyo hasta que más tarde no pudo evitar soltarle el veneno que se le había formado en el estómago por lo que Frank le había causado: le había arrebatado a su padre.

«Puedes decir lo que quieras». Eso haría, Natalie les contaría que lo había asesinado Frank, era la verdad, ¿no? ¿Por qué tenía que mentir? ¿Por él? ¿Por quien no se lo merecía? En ese momento no pensó que lo que dijera no se sostendría, que no podía contar la realidad porque nadie la creería y tampoco podría culpar a Frank porque ni siquiera sabía qué había causado exactamente la muerte de Robert y las pruebas no coincidirían con sus palabras. Ella solo quería hacer justicia por la muerte prematura de su padre.

Sin embargo, cuando llegaron los sanitarios, la adolescente no dijo nada. Ni siquiera se movió cuando una mujer le colocó una manta por encima, no pronunció una sola palabra y apenas escuchaba las que le dedicaba esa sanitaria, que intentaba consolarla. Natalie no hallaría consuelo por la muerte de su padre, siempre la tendría en la mente y la sentiría en las venas.

Ahora.

Natalie arrugó la nariz y apretó los labios, pero no le contestó. No quería hablar nunca más con él, no pensaba volver a dirigirle la palabra porque no iba a irse a vivir con él. Sin embargo, ese «voto de silencio selectivo» se rompió increíblemente rápido o, al menos, se interrumpió brevemente cuando él dijo que se quedaba allí si ella lo hacía.

Sé cuidarme sola, mi padre me enseñó. Tú puedes largarte, no quiero estar contigo —casi escupió, conteniendo parte de la intensa rabia que sentía hacia él, y le dio la espalda. Tenía la esperanza de que le hiciera caso, total, a Frank nunca le había importado su familia. Cuando su madre murió, él se marchó sin que le preocupara que su padre necesitaba su apoyo. Solo volvió cuando necesitó un favor.

Maldito hijo de puta.

Natalie se tumbó casi abrazada a la lápida de su padre, ya sin que le importara el aspecto que tendría si alguien —aparte de Frank, cuya opinión de por sí significaba más bien poco para ella— la veía así. No quiso quedarse dormida, porque sabía que Frank seguía allí, pero al final el cansancio que causaba sentir tanta angustia y tanto dolor pudo con ella y cayó en un profundo sueño.

8 de enero.

Había tenido que hacer un esfuerzo brutal para meter todo lo posible en su maleta, con la que por supuesto luego no pudo cargar escaleras abajo por ser tan pesada. Era jodidamente difícil llevar a cabo aquella tarea y, aun así, a pesar de que se llevaba todo lo que consideraba importante —y que otras cosas que no cabían en su equipaje llegarían más tarde a la casa de Frank— sentía que aún se dejaría cosas atrás que ni un camión de la mudanza podría llevarle.

Eran los recuerdos. Una pared llena de marcas que mostraban su crecimiento, el color de la pared de su cuarto, que ella misma eligió y pintó con Robert, la mancha en la alfombra que jamás se fue, aquella que Natalie dejó cuando tenía cinco años y que pensó que enfadaría a su madre. Nada más lejos de la realidad: Layla le dijo que había sido un accidente y que debía tener cuidado, pero luego la llevó a comer churros con chocolate por primera vez en su vida.

Había muchos más recuerdos que Natalie tendría que dejar atrás y todavía no era capaz de asimilarlo, ni cuando dejó la casa con los ojos húmedos, ni cuando iba hacia el aeropuerto con las lágrimas cayendo por sus mejillas, ni cuando llegó al aeropuerto con la cara seca y los ojos enrojecidos.

Entró en el recinto, arrastrando su maleta de ruedas y sin pronunciar una sola palabra.
06/01/2023 • 19:07 • @Frank A. Walker

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Ahora.

Apenas unas horas atrás, el mundo de Talie se había derrumbado en mil escombros. Nadie podría culparla por su comportamiento, de hecho todo aquello era demasiado para que lo asumiera una persona tan joven. Nadie debería perder a un padre, y menos conocer el mundo real que los rodeaba, aquel al que Robert había vuelto a exponerse porque Frank creía que sería la única forma de salvar a Layla cuando, en realidad, ella estaba perdida desde el momento en que su vida se había apagado. Aquello era algo que la niña no debía saber nunca… porque terminaría por derrumbar su mundo por completo.

Frank permaneció despierto y en silencio, quieto y aguardando el momento que terminó por llegar. Esperó un poco más cuando su respiración se volvió más pausada y profunda, solo para asegurarse de que de verdad estaba profundamente dormida. Se levantó con cuidado y, del mismo modo, se acercó a ella, se agachó a su lado y volvió a incorporarse con ella en sus brazos. Le echó un último vistazo a la tumba de su amigo, impoluta y reciente, y se despidió una última vez de él.

Ojalá fuera tan fácil como darle la espalda y dejarlo atrás, pero sabía que su recuerdo lo acompañaría. Igual que su promesa.

Antes de echar andar, bajó la mirada y se fijó en el rostro de Natalie. Era normal que hubiera sucumbido al cansancio después de lo duras que habían sido las últimas horas. De forma inevitable, se acordó de cierto momento de su vida… Uno en el que ella era mucho más pequeña.

8 de Enero.

Había aprendido que era mejor no presionarla, mantener aquel silencio tirante mientras procesaba el cambio que se avecinaba, y que se volvió más real en cuanto entraron al aeropuerto. Ni siquiera había amanecido y el lugar ya estaba repleto de viajeros y trabajadores del aeropuerto, circulando sin descanso y arrastrando su equipaje de un lago a otro. Frank solo llevaba una mochila de viaje al hombro, así que, antes de avanzar, le hizo un gesto a Natalie.

Puedo llevarla yo, vamos —le tendió la mano y esperó a su respuesta antes de avanzar hacia el lugar donde debía realizar la facturación de su vuelo. Tras realizar el trámite, y ya desprovistos de sus maletas y con las tarjetas de embarque en su poder, el camino prosiguió en un silencio sepulcral hasta que estuvieron de pie al final de la cola que los llevaría a su avión. Frank observaba el suelo, concentrado, y ocultando un nerviosismo incipiente; siempre había detestado volar con toda su alma, y les esperaba un largo viaje por delante.

Nos toca. ¿Estás lista? —intentó distraerse, rompiendo el silencio que había durado todo el tiempo que había transcurrido desde que se había ofrecido a llevar su pesada maleta. La miró de reojo después de avanzar un paso hacia delante mientras una de las azafatas los observaba con expectación, esperando para comprobar sus billetes antes de que tomaran un rumbo del que no podrían regresar. Temía que Natalie fuera a echarse a atrás en el último momento, pues no es que le hubiera sido fácil procesar todo aquel cambio en tan poco tiempo; tras protestas e insultos varios, parecía haberse quedado sin energía, pero Frank no se fiaba del todo.

07/01/2023 • 19:07 •  @Natalie W. King


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Aquella maleta tan grande no era suficiente para llevar con todo lo necesario. Había tenido que dejar atrás muchas cosas y, como no quería hablar con él como si hubiese olvidado que era el responsable de la muerte de mi padre, no sabía qué pasaría con mi casa, porque tendría que preguntarle. Y no iba a hacerlo, no iba a hablarle, lo haría lo menos posible.

Y ese momento, por desgracia, llegó más pronto de lo que me esperaba. Apenas había dormido, más allá de cuando me venció el sueño en el cementerio, pues no era capaz de pegar ojo pensando en todo lo que estaba sucediendo, así que estaba agotada…

Siempre pensé que el día que me subiera a un avión sería, como mínimo, junto a mi padre y que estaría sonriendo todo el día señalando todas las tiendas y diciéndole «¡Mira!», «¡Anda, mira eso! ¡Qué guay!»… entusiasmada por todo lo que veía. Como en otras cosas, me equivoqué.

Por suerte o por desgracia, no todos los errores duelen igual.

¿Te he pedido ayuda acaso? —contesté con la misma brusquedad con la que movía la maleta hacia otro lado para que él no la cogiera. Incluso con lo pesada que era, no quise que él la tocara para subirla a la cinta transportadora cuando fuimos a facturar el equipaje. Si las miradas matasen… me lo habría cargado no en el aeropuerto, sino mucho antes— ¿Cuánto dura el vuelo? —le pregunté a la azafata de facturación— ¡¿Qué?! —exclamé cuando me dijo que eran unas cuatro horas y veinte minutos.

No, joder. Más de cuatro horas sentada y encima, al lado de aquel pedazo de hijo de puta.

Cuando, una vez en la cola para subirnos al avión, volvió a dirigirme la palabra —¿qué pretendía? ¿En serio pensaba que me iba a poner a darle conversación? ¿Ahora se hacía el tío simpático y preocupado? Cabrón de mierda—, sin dejar de mirar al frente, y sin que me importara si las personas que teníamos más cerca me oyeran, le dije:

Que te jodan, capullo.

El hecho de llegar a la puerta que nos conduciría al avión, junto al control de azafatas, me intimidó. Miré hacia allí como si hubiese algo extraño al otro lado. Si me iba estaría muy lejos de casa… ¿Cuándo podría volver? Tenía que volver… o no irme. ¿Y si salía corriendo? ¿Y si me iba de allí? Yo era pequeña y Frank, muy grande y más viejo que yo… En el aeropuerto había muchísima gente, podía perderlo entre toda ella y luego pensar cómo salir de allí sin dejar Boston.

Sin darme cuenta, ya estaba dando un paso atrás. Miraba a la azafata casi como si se hubiese convertido en un monstruo… y desviar la mirada hacia Frank fue todo lo que me hizo falta para darme la vuelta y echar a correr en dirección contraria, sin pensar en nada más.

Absolutamente nada más. Nada más que en mi hogar.
06/01/2023 • 19:07 • @Frank A. Walker


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Quizá era porque el futuro exigía de toda su atención, pero Frank aún no había procesado la muerte de Robert. No había derramado ni una lágrima, ni tampoco se había permitido llevar por la melancolía de recuerdos a los que ya no se sumaría ninguno más. La culpa era lo único que lo mantenía despierto, con las ideas claras y con un propósito aún más claro.

Aunque eso no significaba que fuera a ser fácil.
Joder, no lo era en absoluto.

No es el momento ni el lugar para ponerse a... —Frank soltó un suspiro y no terminó la frase. La azafata que iba a atenderlos lo miró entre compasiva y divertida, como si aquello fuera algo típico de la edad que tenía Talie, cuando en realidad era mucho más complejo. Demasiado, quizá, para él. El último deseo de Robert era una maldita locura. Ella estaría mejor en cualquier otro lugar, con cualquier otra persona...

Natalie... —la apremió o, más bien, la advirtió. Podía intuir lo que le pasaba por la cabeza en ese instante, y no se equivocó— Mierda —entrecerró los ojos, pensando que tenía demasiada poca paciencia para verse envuelto en ese tipo de situaciones—. Volvemos ahora mismo —le indicó a la azafata con seriedad antes de echar a correr tras Natalie como alma que lleva el diablo.

No le gritó que se detuviera en ningún momento, tan solo la persiguió con decisión, empujando a un pobre desgraciado que se cruzó en su camino sin querer. Tenía que admitir que era rápida y, si no fuera por la multitud que se reunía en aquel aeropuerto, habría llegado más lejos de lo que lo hizo. La atrapó por un brazo justo antes de que llegara a unas escaleras mecánicas, agarrándola con fuerza para que no pudiera volver a escaparse.

¡¿Se puede saber qué coño estás haciendo?! —alzó la voz, parecía bastante enfadado, rompiendo con la frialdad que había manifestado hasta entonces. Era como si, al hacerlo, todo viniera de golpe— ¿No puedes comportarte?, ¿crees que esto es fácil para mí, que quería algo de esto?, ¿o que Robert muriera? Era tu padre, pero también era importante para mí —su amigo o, más que eso, su hermano. Hizo una pequeña pausa, sin importarle que algunas personas los miraran al pasar, curiosos y temerosos de aquel espectáculo.

Y él quería que me hiciera cargo de ti, así que vendrás conmigo —antes de que pudiera ofrecerle alguna replica, la arrastró de vuelta al avión, pues estaba seguro de que no los esperarían mucho más tiempo. No iba a soltarla hasta que dejara de mostrar resistencia y le dejara claro que no iba a intentar escapar de nuevo.

07/01/2023 • 19:07 •  @Natalie W. King


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«Te odio, Frank. Te odio, Frank. ¡Te puto odio!», pensaba mientras corría por la terminal del aeropuerto. No estaba convencida de poder darle esquinazo —y mucho menos tenía idea de qué pasaría después si lo dejaba atrás—, pero quería convencerse de que sí. Él era más viejo, ella era muy joven y escurridiza. Más pequeña que él. Eso le vendría bien para esconderse entre las personas del aeropuerto y esperaba que eso fuera suficiente para suplir que él tuviese las piernas más largas.

No obstante, que hubiese tanta gente también jugó en su contra pues, si bien era bajita, tampoco era una niña pequeña.

Y lo comprobó cuando sintió un tirón que le impidió alcanzar unas escaleras mecánicas. Por la inercia de la carrera y la fuerza del agarre sintió dolor ante la resistencia y no pudo ahogar un quejido. El dolor, sin embargo, pasó a un segundo plano cuando lo oyó gritarle. Ni siquiera se dio cuenta en ese momento de lo enfadado que estaba, porque ella también se sentía furiosa. Todo aquel silencio que había seguido al llanto y los gritos no eran más que un momento de calma ante otra tempestad, como parecía que le estaba pasando a Frank también. Solo que él solo había desatado la tormenta una vez.

¡¿Quién se creía para gritarle así?! Y encima tenía la poca cara de decirle que Robert era importante para él.

¡Si fuese importante para ti no lo habrías guiado a su muerte, te habrías largado tú solo! ¡Yo no te lo quité, tú me lo quitaste a mí! —le gritó mientras, sin darse cuenta, trataba de recuperar su propio brazo a base de tirar de él. No se podía razonar con él, ni la soltaba ni dejaba de decir algo que ella no quería oír. Su padre se estaba muriendo cuando le pidió eso a Frank, claramente no estaba en sus cabales, solo desesperado porque Natalie y él no tenían a nadie más.

¿Por qué Robert, en su sano juicio, la habría dejado con semejante bruto, egoísta y desagradable sujeto? Por mucho que fuese amigo suyo, Natalie no podía entenderlo. O sí, la razón en realidad era sencilla si la pensaba: Robert era un hombre bueno que siempre veía lo mejor de los demás, mientras que Frank era un puto egoísta de mierda que solo miraba por sus narices y su pellejo. Por eso se había llevado a Robert, por eso Robert había aceptado irse con él.

¡Suéltame, joder, SUÉLTAME! —gritó, oponiendo una resistencia que no tenía. No contra él. Una cría que no llegaba a los catorce años no podía contra un hombre de la edad de Frank y con el entrenamiento que supuso que tendría.

Aquello de la fuerza le hizo recordar aquellas veces en las que se enfadaba porque no era capaz de abrir un tarro de lo que fuera. Su padre siempre lo cogía y le decía:

Talie, ya te lo he dicho: no es fuerza, es maña. —Y luego lo abría como si fuera la cosa más simple del mundo. Pero Talie no lo entendía, para él, su papá era muy fuerte… tanto física como emocionalmente. Mucho más fuerte que ella… El recuerdo le llenó los ojos de lágrimas otra vez y el llanto las siguió, de modo que parecía una niña pequeña que le tenía pánico a volar… Aquello le hizo perder la poca fuerza que tenía y, si bien seguía oponiéndose a ser arrastrada, apenas podía resistirse ya.

No pudo evitar pisar el avión que la alejaría de casa durante a saber cuánto tiempo… cuando lo que quería era acurrucarse en los brazos de alguien. El problema es que ya no tenía a nadie en quien refugiarse.
06/01/2023 • 19:07 • @Frank A. Walker


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No estaba tan enfadado con ella como lo estaba consigo mismo, con el hecho de que Robert estuviera muerto, con la maldita promesa que había aceptado sin pensar, con todas las decisiones que lo habían llevado hasta ese momento. Habría sido más fácil hacer oídos sordos, justificar la petición de su amigo con el estado en el que se encontraba, y dejarla a ella atrás… No tendría que enfrentarse ahora a tantos problemas. Y habría sido más fácil también para ella.

Pero ahí estaban, gritándose en medio de un montón de gente.

¡No lo obligué a acompañarme! Lo hizo porque era la última opción que nos quedaba —dijo entre dientes, arrastrado por el enfado, y lamentándose al momento de pronunciar esas palabras. Estaba a punto de explotar todavía más pero, como había dicho, aquel no era ni el momento ni el lugar. Y, aunque lo aliviara al momento, no cambiaría la realidad. Ni la suya, ni la de Natalie—. Sea como sea, tu padre ya no va a volver. Y los dos debemos aprender a vivir con ello. Ahora, compórtate. Nos vamos —sonó autoritario, incluso insensible, pero no es que fuera a servir con alguien con su carácter.

Le hubiera gustado poder consolarla, saber qué era exactamente lo que debía decir para que se calmara. En lugar de eso, se limitó a arrastrarla de vuelta a la puerta de embarque, ignorando sus protestas… Aunque no el hecho de que se echara a llorar. Sintió que algo se revolvía en su interior al escucharla, al notar cómo dejaba de hacer fuerza, aunque no frenó su avance. ¿Qué pensaría Robert de todo aquello… o qué habría hecho él? Ojalá lo supiera. Seguro que él sabía lo que debía hacerse en una situación así. Él no tenía ni la más remota idea.

Lo siento —se disculpó sin mucha energía a la azafata, entregándole los dos billetes de avión, sin soltar el brazo de Natalie hasta que entraron al avión. La obligó a caminar delante de él por el pasillo, sin mediar una sola palabra, y también a sentarse en el lado de la ventanilla para poder colocarse a su lado e impedir una posible maniobra de huida reincidente—. Ponte el cinturón —supervisó que lo hiciera, aunque no se quedó conforme hasta que él comprobó que estaba bien colocado y entonces hizo lo mismo con el suyo, dejando reposar su cabeza contra el respaldo del asiento y manteniendo la mirada fija en la bandeja de delante.

Cuando el avión empezó a moverse tenía el estómago revuelto y aquella sensación de angustia no lo abandonaba, y desde luego no era tan solo porque detestara volar en aquellas enormes chatarras. Miró de reojo a Natalie y llegó a la conclusión de que lo mejor era pasar el resto de aquel mal trago en silencio. Ahora ella era lo único que le quedaba, y a ella igual... aunque aún no lo viera.

No creía estar a la altura de protegerla de todos los males que asolaban su mundo, pero debía hacerlo.

Y, sobre todo, debía protegerla de la verdad.
07/01/2023 • 19:07 •  @Natalie W. King


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