Llevaba un año más o menos como vampiresa y aunque había hecho logros y progresos de los que sentirse orgullosa, todavía le costaba entender la eternidad. ¿Cómo iba a pasarse toda la vida con un vacío existencial en el pecho? O algo similar a ello. El no sentirse igual que antes a la hora de hacer música era... Indescriptible. No se había sentido así nunca. Ni siquiera en sus peores momentos. Las emociones todavía seguían siendo un misterio para ella y, si como humana Gia se cerraba, siendo vampiresa se cerraba todavía más.

Excepto por Marcel, suponía ella. Seguramente porque había pasado por lo mismo que ella; tal vez se viera reflejado en su historia y por eso decidió convertirla. Con él le era más fácil abrirse, explayarse, explicarse. Aunque siempre seguiría siendo una chica de pocas palabras.

—¿Cami hoy no trabaja? —preguntó al chico que la atendió en cuanto llegó al Rousseau's explicándole que es el día libre de la rubia. Gia asintió—. Ponme una copa de lo más fuerte que tengas. Sin hielo —se apresuró a decir aquello. La copa cuanto menos aguada, mejor. El hielo lo dejaba para otros.

Si había aprendido algo era que los vampiros ahogaban sus penas con algo de alcohol casi siempre. Si eso le ayudaba, bienvenido sea.

—¿Nueva en la ciudad? No te había visto.—Miente, y lo hace contanta naturalidad que espantaría a quienes creen conocerlo. Graham es demasiado observador como para no haberse percatado de aquella errante de Marcel en particular. Sus rasgos físicos no pasan desapercibidos, y tampoco su mirada.—¿Mala noche?—Lo pregunta moviendo el mentón hacia el trago de la chica.

Bastante fuerte y sin... ¿hilo? Eso huele a problemas muy serios.

¿Tienen que ver con Marcel Gerard? Los vampiros nunca han sido sus favoritos, en especial, los errantes de Marcel. Sin embargo, no puede desaprovechar la oportunidad que se le presenta por azares del destino. Con un par de señas, Graham le comunica al chico que atiende el trago que quiere. No le hace falta más, después de todo es cliente asiduo del bar.

—Te ha pedido lo más fuerte, no seas tramposo.—Se dirige al barman con una sonrisa de medio lado.—Tiene cara que puede con lo más fuerte, dáselo.—Le pide al chico con su habitual campechanía.

—Qué va —se preguntaba por qué le había respondido cuando en realidad no necesitaba hacerlo. Cubrirse las espaldas y defenderse con uñas y dientes siempre había sido su estilo, más que cualquier otra cosa, sin embargo, tampoco estaba como para pelearse mucho con desconocidos—. ¿Mala noche? —Gia torció una sonrisa—. Mala vida, diría yo.

Concluyó que su problema era que no tenía mucha suerte. Hasta que conoció a Marcel, claro. Le enseñó a labrarse su propio camino, aún y cuando tenía que introducirse bajo el ala de un original y eso, quiera que no, todavía no le hacía demasiada gracia.

—¿Eres mi caballero de brillante armadura ahora o qué? —rodó los ojos y los puso en blanco. No necesitaba niñeras, ella misma podía exigir su propia copa—. ¿Tengo cara de poder con lo más fuerte? —dejó escapar una carcajada incrédula, de esas que no te crees lo que estás escuchando. Gia tuvo ganas de partirle la nariz en ese momento, pero mejor no. Aún tenía que aprender a controlarse—. ¿Y tú de dónde has salido y por qué tanto interés en lo que tomo o dejo de tomar?

«Mala vida, diría yo.»

—Whoa, whoa, palabras mayores.—Alza una ceja mientras la mira fijamente.—Yo que tú, no pediría un trago, sino la botella completa.—O las botellas, dependiendo si es cerveza o no. La vampiresa parece un poco bastante harta de alguna cosa, hasta el momento, indescifrable con apenas un pobre intercambio de palabras.

Sea lo que fuere, era grande, bien grande. Y si la chica era intuitiva, cautelosa y jodidamente inteligente, Graham no sabría nada de nada esa noche.

Lleva la boquilla de la botella de cerveza a sus labios a la par que sonríe divertido.—¿Brillante qué...? Me perdí en medio de la frase.—Admite. Hace un ruidito de reprobación y niega con la cabeza.—Lo siento, soy un básico de lo peor.—Tan sincero como simple, ese tipo de hombre es Graham Blackburn.—¿No sería un insulto para ti? Intuyo que sí.—Se encoge de hombros con despreocupación. La desconocida vampiresa tiene cara de todo, menos de damisela en apuros.

Entonces, el tono de las preguntas se convierte en una escena de esos thriller cliché... Graham alza las manos en señal de rendición.

—Oye, oye, oye, relájate. Solo soy amable.—Lo que le faltaba, encontrar con una chica que ladra a la primera de cambio.—No pareces acostumbrada a la amabilidad, ¿no es cierto? —No. Parece el tipo de chica que se ha visto obligada gran parte de su vida a estar en el campo de la defensiva.—Oye, si te molesto, me aparto, cero líos.—Alza las manos nuevamente, dispuesto a dejarla en paz si eso de verdad quiere.

Jamás alguna mujer ha sido acosada por Graham, y no quiere alentar esa idea ahora mismo, por muy falsa que sea.

Alzó una comisura al escucharle y negó con la cabeza. A ella se le pasaban las cosas durmiendo, más que bebiendo, aunque la segunda opción iba de la mano de la primera en más de una ocasión—. ¿Me has dicho tu nombre? —estaba segura de que no, pero esperaba que no le importara repetírselo en caso de haberlo hecho—. Yo soy Gia —se mantuvo ahí, quieta, sin querer añadir su apellido. No creía que hubieran muchas Gia en Nueva Orleans pero nunca estaba de más intentar cubrirse las espaldas.

—Caballero de brillante armadura. Ya sabes, los de las películas de Hollywood que salvan a las princesas —ni por asomo ella era una princesa ni él un caballero de brillante armadura. Y, sinceramente, menos mal. A Gia jamás le habían gustado esa clase de tipos, los creía falsos e interesados. Tampoco había tenido un referente sano sobre las relaciones, así que bueno, los encasillaba a todos en el mismo tipo. Y él desde luego no era ese tipo—. Pero pareces más un anti-héroe —eso sí le pegaba. Gia negó con la cabeza a su pregunta. Era triste, pero era cierto—. No, no lo estoy. Lo siento, eh... —se rascó la nuca, avergonzada.

Es que eso de disculparse pues tampoco lo llevaba demasiado bien que digamos.

—No quería incomodarte, tranquilo. No me estás molestando. Al contrario, me entretiene —pero Caperucita Gia no sabía que se estaba metiendo en la boca del lobo. Si llegara a descubrir que era uno, seguramente le daría un bocado esa misma noche para dejarlo agonizar después.

—No preguntaste.—Contesta en su defensa, encogiéndose de hombros con relajo.—Gia, hablas con Graham.—Se lleva la mano derecha a la frente y me saluda al estilo militar, es decir, con dos dedos. Nombre por nombre parece lo más justo.

Entrecierra ambos ojos y asiente con la cabeza en un gesto de entendimiento hacia la explicación de la chica.—Claro, esas aburridas películas.—Sonríe mínimamente.—No son mi estilo.—No claro que no, él prefiere el western, las de acción y los asesinatos sin resolver. Ah! Porque siempre acierta. Aunque últimamente Alice lo ha hecho más rápido que él.—Me emociona más cuando el caballero pelea junto a la princesa y salvan el día juntos.—La igualdad de géneros, por favor y gracias.

Por eso se enamoró de Alice. De vez en cuando lo salvaba y también, se debajaba ser salvada.

—¿Tipo batman? Siempre me gustó ese, porque no tenía poderes, solo usaba sus recursos para enfrentar al mal de Gothica, aunque no es un buen referente de hombre en su vida personal, lo cuál me dice que no es muy buena la comparación conmigo.—Bien bien, ha dejado de ser un pica flor desde que está con Alice, así que en eso sí se parecía con Bruce Wayne. Lo mujeriego le salía por los poros.—De acuerdo, no te preocupes, entiendo que a veces no tenemos un buen día, ni una semana buena o un mes...—Y podría continuar, pero prefiere simplemente sdar un trago a su bebida.

—Nah, no exageres. No me incomodas. Solo que es complicado a veces que a uno no lo tilden de acosador, vamos, el mundo está llenos de ellos.—Graham Blackburn también es un ser comprensible.—Es repugnante, ¿sabes? Tenemos madres, hermanas, novias... No debería ser así.—Pero lamentablemente pasa. Aunque más vale que no le suceda a una mujer frente a él o se come al tipo de un bocado.

Vaya, después de todo, puede que sí tenga algo de caballero de brillante armadura.

—Graham —repitió—. ¿Fuiste al ejército? —no sabía si preguntaba por lo que acababa de hacer o porque su nombre era el típico de chico blanco que iba al ejército a salvar el mundo. De nuevo, películas sin más—. Tampoco son mis favoritas. Las de terror me gustan más, cuanto más psicológico, mejor —pero el gore era lo que le iba a ella.

De hecho, de ahí sacaba ideas.

—Brindo por eso —Gia alzó su cerveza en un gesto de brindis antes de dar un trago—. Como Batman. ¿También tienes sus millones? Porque entonces me interesa —bromeó. No solía hacerlo con desconocidos, no era la más sociable, pero en fin qué podía decir. Como había comentado antes, estaba entretenida y unas bromas no iban a matarla—. Eres un tío con cerebro, eso sí que me sorprende —después de todo lo que le había dicho, Gia creía y con razón, que era único en su especie.

O puede que ella solo se hubiera topado con hombres de mierda, que también.

—En fin Graham el Anti-Héroe, ha sido un placer conocerte pero cierta princesa tiene que irse ya —era demasiado tarde y Marcel se preocuparía por ella—. Ya nos veremos en otro momento.