Cualquier oportunidad parece una buena excusa para organizar una nueva fiesta en Mystic Falls, y el Día de los Inocentes —o April Fool's Day—, no iba a ser menos. Selene recorre aquella tarde las calles del pueblo; el ambiente es animado, y en muchos de los rincones hay varios puestos ambulantes con artículos de broma y otros espectáculos.

La loba no está especialmente animada, pero necesitaba despejarse. Su regreso a Mystic Falls no ha sido complicado, pero la desaparición de Dayton —de quien Einar asegura, no deberían preocuparse—, sí la tiene más preocupada de lo que le gustaría reconocer. Qué le vamos a hacer: su ex cuñado es un capullo, pero sabe cómo hacerse querer.

Y, aunque le gustaría poder afirmar que, de ser por ella, puede habérselo tragado la Tierra, lo cierto es que se viene sintiendo... inquieta.

Sobre todo porque, según lo que Selene ha podido descubrir en las últimas semanas, las desapariciones de licántropos comienzan a ser algo usual en aquellas tierras. No hay culpables, ni pistas, ni motivos; simple y llanamente, es algo que está sucediendo. Los suyos se encuentran en el ojo del huracán, y sin un enemigo al que señalar, Danvers se siente avanzando totalmente a ciegas.

Pero, ya sabes lo que se suele decir: a veces, basta no hallarse en busca de problemas... para que ellos te encuentren a ti.

Dos estruendos intensos y seguidos, como dos disparos, se suceden al final de la misma calle. Los viandantes, lejos de alarmarse en un principio, dan por hecho que se trata de una de las tantas bromas de aquel día... Sin embargo, el tirador —un hombre envuelto en una gabardina oscura y con una máscara en el rostro—, no tarda en cobrarse a sus primeras víctimas. Dos cadáveres se desploman sobre el cemento, y la respuesta de la multitud es prácticamente instantánea.

Caos.

La población comienza a gritar mientras sale corriendo despavorida, y Selene entra inmediatamente en tensión. Puede que los licántropos tengan mayor resistencia y agilidad ante las amenazas, pero una bala en la cabeza acaba también con ellos.

Tiene que ponerse a cubierto... y tiene que hacerlo ya.

La ventaja que acompañaba al huir era que tus pertenencias escaseaban y el tiempo dedicado a ordenar cuando te establecías era corto, así podías pasar el resto paseando por las calles y conociendo un poco más del lugar. Eso mismo había hecho el brujo rúnico en Mystic Falls en esas fechas tan características.

Habían llegado al pueblo próximos a los días que se celebraba el Día de los Inocentes en el país estadounidense, muy distinta a aquel del que ellos eran oriundos. Asimismo, la excentricidad y el nivel al que llevaban todas las fiestas eran dignos de admirar, nada parecido a Noruega, que simplemente gastabas bromas con tu familia y amigos —y no siempre— y ahí se quedaba la cosa.

La cantidad de pequeños tenderetes a lo largo de las calles de la población sorprendió a Berthorsson, quien se paraba en cada uno de ellos para observar todos los artículos que vendían. A pesar de la carga que traía a su espalda y el permanecer alerta cada segundo, Lorin se permitió evadirse de ello por unos minutos —o un día— y disfrutar de aquella festividad tan destacada en Estados Unidos.

O eso creía. Los dos estruendos que resonaron en una de las calles retomaron la alerta de todos sus sentidos, pensando que podrían estar en su busca, pues no le parecería extraño que su familia arrasara con aquellos lugares por los que pasasen si encontraban rastros de magia suyos, esperando encontrarle escondido.

Menuda bienvenida.

Armado de valor, cruzó la acera dirigiéndose hacia el punto de origen de los disparos. No podía permitir que acabaran con Mystic Falls en caso de tratarse de sus familiares, debía enfrentarlos y, en el hipotético caso, ser él el único que pereciera.

Lo que se encontró nada más arribar al lugar fue dos cuerpos tendidos en el suelo y un hombre escondido bajo una gabardina oscura y ocultando su rostro en una máscara. La idea de que se tratara de alguien de su aquelarre se borró al instante, pero tampoco se le pasaba por la cabeza permitir que se sucedieran más muertes.

Lorin tomó la daga que descansaba disimulada bajo su camiseta y encendió la runa de invisibilidad dibujada en su dorso izquierdo. En el camino no dudó en hacer lo mismo con la que potenciaba sus músculos y, al acercarse al encapuchado, le propinó un puñetazo en el rostro, desestabilizándolo a él y su arma.

—Ahora estamos en igualdad de condiciones... —susurró en su oído.

Habría sido improbable —más bien harto imposible— que, siendo una humana, Selene hubiera alcanzado a escuchar el grito de dolor que el francotirador emitió tras ser atacado de forma imprevista. De suerte, sin embargo, que hace muchos años que Selene dejó de ser una humana.

La loba se gira a tiempo de observar cómo el tirador, aturdido y confundido, deja caer el arma mientras se recupera de un golpe... que nadie ha podido propinarle, pues nadie se ha atrevido a acercársele lo suficiente. Selene no tiene claro que existan sobrenaturales con la capacidad de volverse invisibles, pero cuando formas parte de este mundo, aprendes a creértelo todo.

Sea como fuere, Danvers no va a perder la oportunidad que el destino le ha ofrecido: tomando una de las tablas de madera que, formando parte de alguno de los puestos ambulantes, ha quedado por completo destartalada —fruto de la estampida de la muchedumbre—, echa a correr en dirección al tirador, preparada para embestirlo. —Te has equivocado de pueblo, chaval.—Le golpea justo en la cara, con tanta fuerza que el hombre termina en el suelo, cayendo inconsciente en el acto.

Exhala una bocanada de aliento, dejando caer la madera. Nada como el trabajo bien hecho para sentirse realizada por un día. Aquello tendría que celebrarlo con una cerveza...

...Por desgracia, habiendo bajado la guardia, algo le agarra del tobillo en aquel instante, propiciando que Danvers caiga al suelo. El tirador sólo ha caído inconsciente unos segundos; el tiempo suficiente para que su agresora visible bajase la guardia. —Te arrepentirás de esto, zorra...—Porque, por supuesto, sólo puede culparla a ella de lo que acaba de pasar.

Si es cierto que hay alguien ahí, espera que al menos tenga la decencia de ayudarla.

Su presencia en la escena era invisible para el resto de viandantes que, posiblemente, tampoco se habrían percatado de ella ante la estampida que el detractor había desencadenado con sus disparos. A pesar de ello, aprovechó sus habilidades mágicas para mantenerse invisible y pelear de esa manera.

El tirador buscó con su mirada la procedencia del golpe. El brujo no estaba seguro de si contaría con habilidades sobrenaturales que le permitirían localizarlo, no había llegado a dejarse fluir con su magia al tocarlo y descubrirlo. Lo haría más tarde, ahora prevalecía el pararle los pies antes de que continuara causando el caos.

Lo que no esperaba fue la aparición estelar de una desconocida rubia. Quiso alertarla de la peligrosidad que englobaba la situación, no obstante, tampoco esperaba la fuerza y furia con la que le propinó el golpe que dejó al hombre en el suelo con un hilo de sangre saliendo de su nariz. Lorin, entretanto, se hizo con el arma que había viajado varios metros y grabó una runa de bloqueo en la misma que la dejaría completamente inútil, como si se tratara de una pistola de juguete. La lanzó a otro lado, dejando así desarmado al tirador.

Con el golpe de la chica pensó que aquello habría acabado, pero no fue así. La mujer acabó por los suelos tal y como lo había hecho el hombre y Lorin tuvo que actuar nuevamente para proteger la vida de aquella.

Aún invisible, corrió hacia la pareja y pisó con fuerza el brazo del hombre, con la runa que potenciaba su fuerza activada todavía. No pudo mantener el agarre y acabó por soltar su pierna, momento que utilizó para atraerla hacia él sujétandola por los brazos.

—¿Estás bien? —le preguntó, aunque la mirada desconcertada le avisó de que el glamour seguía operante—. Perdón —se disculpó mientras pasaba la daga ardiente por la runa, haciéndose visible nuevamente—. ¿Lo conoces? —continuó, suponiendo que sería del pueblo. El hombre permanecía adolorido en el suelo, pero mostraba signos de querer proseguir con la batalla.

Aun cuando no la había tocado, sabía que la fuerza con la que había atacado al encapuchado no era corriente en un humano. Debía ser una criatura, y no creía que se sorprendería por sus acciones como brujo.

Joder, joder, joder.

Ser un licántropo está muy bien hasta que terminas dándote de putazos con un psicópata y a plena luz del día; muy lejos de la preciada luna llena capaz de aumentar las habilidades de una mujer como ella. Cuando Danvers se había confiado, creyendo que ya había terminado todo, el loco volvió a la carga, agarrándola de la pierna para hacerla caer. Dirigiendo la mirada hacia todas partes, tratando de agarrarse inútilmente a cualquier cosa que hubiera en el suelo, y sin ninguna arma a su alcance, Selene se preparó para recibir el golpe...

...Un golpe que nunca llegó, pues el atacante sufrió una lesión en su brazo, de nuevo, no provocada por sí misma. —¿Pero qué...?—Desconcertada, y todavía un poco aturdida con la caída, apenas se percata de la voz que llega hasta ella desde ninguna parte.

«¿Estás bien...?»
«...Perdón.»

Y así, ante sus narices, un hombre se materializa de la nada. —Qué coño.—¿El golpe la ha dejado tonta y está alucinando? No parece importante, teniendo en cuenta que sea quien sea el hombre invisible, acaba de salvarla. ¿Brujo, quizá? ¿O tal vez algo más?—¿Tengo pinta de ser conocida suya?—Hay cierto matiz de preocupación en la voz de la loba. ¿Qué cara se le ha quedado para que deba conocerlo? Aunque asume que la pregunta ha sido más generalista, de modo que no le da demasiada importancia.—No parece de por aquí, pero no lo tengo claro.—Selene desvía la mirada hacia su interlocutor antes de devolverla hacia el enemigo. El hombre todavía se retuerce de dolor en el suelo, negándose a dar la batalla por perdida.

—Averigüémoslo.—Propone, incorporándose y avanzando hacia el tipo. Sin permitirle levantarse, la rubia descansa su pie contra el pecho de aquel, ejerciendo presión y dificultándole la respiración.—Se acabó.—Le advierte, antes de que haga ninguna tontería.—¿De dónde vienes? ¿Qué estás haciendo en Mystic Falls?—Aparte de sembrar caos, por supuesto. Con severas dificultades para respirar, el sujeto empieza a toser intensamente.—Me lo ha... ordenado... Él... —Danvers aprieta el pecho del sujeto, pisando con más fuerza.—¿Te lo ha ordenado quién?—Van a necesitar ser más persuasivos.

Y sobre todo, más rápidos: las autoridades deben estar al llegar.

Comprendía la sorpresa del rostro cuando lo vio aparecer de la nada. Sobre todo porque Lorin se estaba exponiendo al descubrimiento de sus habilidades, y si bien podía creer que la mujer contaba con ellas a simple vista, también existía la posibilidad de que estuviera equivocado y se trataba de una chica que entrenaba todos los días.

—Yo no tengo ni idea de quién es —recalcó. Era nuevo por allí, como para conocerlo.

Aún así, la rubia parecía ser de armas tomar. Pronto se incorporó y amenazó al desconocido apretando su pecho con la punta del zapato. Si tan solo ese gesto le hacía hablar, no le cabía duda al brujo que la mujer era parte de alguna raza sobrenatural.

—No le aprietes tanto, déjale hablar —le pidió, aprovechando el toque en su brazo para empaparse de la energía mística que corría por sus venas. Una licántropo.

Así que un loco totalmente desconocido se dedica a causar caos y estragos por Mystic Falls, y queda en manos de ambos —Selene y su misterioso salvador—, la tarea pseudo asignada de averiguar quién es, y sobre todo, para quién trabaja. —¿Él, quién? ¿Es que no me has oído?—Como cabía esperar, se niega a soltar prenda, y aunque el brujo actúa de forma razonable y paciente, Selene no puede hacerlo de la misma manera.

—No hay tiempo.—Las delicadezas no habrían estado de más si las autoridades no estuvieran de camino; como mujer lobo, Selene puede escuchar las sirenas. Ya vienen; si no es a ellos, aún menos les dirá la verdad a la policía.—Tenemos que...—Desgraciadamente, aprovechando la distracción y que la loba termina por ejercer algo menos de presión sobre su pecho, el hombre, como un resorte, se dirige el puño al cuello.

No, no se trata sólo del puño: sostiene entre aquel una cuchilla, que clava a conciencia en su propia yugular.

Selene emite un grito ahogado y se aparta rápidamente. —No...—Agachándose, sin saber muy bien qué hacer para socorrerlo, contempla cómo el elixir escarlata empieza a brotar a borbotones; el tirador empieza a escupir involuntariamente, y pronto se habrá ahogado en su propia sangre. Selene vuelve la mirada, llena de horror, hacia su compañero.

O aquel hombre se hallaba bajo la influencia de la compulsión vampírica, o sus convicciones llegaban demasiado lejos.

—Tenemos que irnos.—Consciente de que no pueden hacer nada por aquel hombre, Selene reordena, pragmática por excelencia, reordena rápidamente sus prioridades: si son descubiertos junto al cadáver, la policía se verá obligada a formular muchas preguntas que no podrán responder.—¡Rápido! Ya vienen.—Tomándole del brazo, prácticamente tirando del brujo, Selene echa a correr hacia una de las bocacalles.

Unos metros serán suficientes para ponerse a salvo.

Mantuvo en secreto el conocimiento de lo que era su compañera de aventura, no le valía la pena desvelarlo pese a que ella también había descubierto qué condición le corría a él por sus venas. Tal información podría resultarle útil en eventos futuros, que la desconfianza hacia las personas no se había gestado por arte de magia y guardar sus propios ases bajo la manga siempre venía bien.

La desconocida —todavía no sabía su nombre— apretó aún más la suela de su zapato contra el cuello del hombre pese a las insistencias del brujo, hasta que las sirenas de la policía, cada segundo que pasaba más audibles, se aproximaron tanto que la retención fue más débil y el causante del caos hizo lo más esperable en esos casos: quitarse la vida. Lo había visto en alguna ocasión, ante un descuido, era el momento ideal para mantener la identidad de uno mismo. Y ese modus operandi era más común de lo que querría admitir.

—Mierda —masculló cuando la sangre empezó a rebasar las líneas creadas en su cuello y a deslizarse por la piel en grandes cantidades. Por unos segundos se mantuvo estático, paralizado, hasta que pudo reaccionar cuando las sirenas se acercaron más—. Yo puedo...

Un tiró en su brazo le dejó con la frase a medio acabar y tuvo que correr junto a su acompañante para ocultarse de la escena del crimen. Las huellas, sin embargo...

—Hay huellas nuestras por todos lados, incluso en el cuerpo del enmascarado. —Los ojos, aterrorizados, de Lorin se dirigieron hacia la licántropa. ¿Qué debían hacer? Nunca había tenido que ocultar una escena de un crimen porque siempre se había encargado de borrar cualquier tipo de indicio que pudiera dirigirle a él—. ¿Qué hacemos, qué hacemos?

Ser descubiertos junto al cadáver del hombre que acaba de poner patas arriba aquel fragmento de Mystic Falls no suena especialmente a una situación conveniente. Aún en el improbable escenario de que ambos fueran creídos ante las autoridades, se verán obligados a dar muchas explicaciones…

Explicaciones que, siendo honestos, mejor les vendría ahorrarse.

De modo que Selene toma el brazo del brujo e intentan dejar atrás la escena del crimen, pese a que su interlocutor se vuelve inmediatamente consciente de estar dejando un reguero de sangre ajena como el rastro delator: apenas conseguirán nada… salvo ganar tiempo. —Antes… te has hecho invisible.—Le recuerda, en medio de su acelerada respiración. ¿Que qué deben hacer? Según la mujer lobo, está bastante claro.—Tienes que hacernos invisibles de nuevo.—Ignora exactamente en qué consiste el proceso —como ignora la mayor parte de triquiñuelas que los brujos tienden a traerse entre manos—, pero si pudo hacerlo una vez… —Puedes volver a hacerlo, ¿verdad?—Porque, de lo contrario, Danvers tendrá que tomar una decisión mucho más extrema.

Tendrá que transformarse en lobo… y dejar a su salvador atrás.

Sin embargo, y aunque Selene siempre tomará la mejor decisión para dejar a los suyos fuera del eje de conflicto —uno sobre el que se precipitarán inevitablemente si ella termina en comisaría—, tiene un estricto código de honor. No aceptará la decisión más drástica a menos que cuenten con otra opción.

Las sirenas de emergencias se dejan oír demasiado cerca. No les queda tiempo…

Las huellas del delito estaban presentes por toda la calle, pero tampoco tenían tiempo para limpiarlas. Huir era la mejor —y única— solución que a los dos se les había ocurrido. Más tarde Lorin trataría de pensar otra, o, al menos, una que les exculpara de aquel crimen.

Especialmente, su principal objetivo, era borrar cualquier huella que dejara. No sabía si su antiguo aquelarre le había seguido las pistas y estaban cerca, y esa trifulca podría darles la última pista de todas y encontrarlo. No podía permitírselo.

¿Hacerse invisibles? Podría servir... al menos para acabar de huir sin ser identificados por otros que se hallaran en el lugar.

—Sí, puedo hacerlo —confirmó, mientras sacaba su cuchilla candente—. No te asustes, pero va a doler —avisó, tomando el brazo sin preguntar de la mujer y arrastrando el filo de la hoja por el mismo, dibujando así la runa de invisibilidad. La sangre de la licántropa, al inicio visible, empezó a emborronarse así como su cuerpo—. Ya no te pueden ver. —Seguidamente, él hizo lo mismo con la runa en su dorso izquierdo y los desaparecieron de la mirada de cualquier humano o sobrenatural de la zona.

—Es temporal, pero sólo tú podrás seguirme. Tu capacidad sensitiva, especialmente el olfato, es mayor que la mía. Vamos a un lugar seguro antes de que tu runa deje de funcionar —le explicó, confesándole su conocimiento sobre la raza que era, para entonces echar a andar a paso rápido hacia una zona segura y alejada de la escena del crimen.

«No te asustes, pero...»

—¿Qué...?—Ni tan siquiera tiene tiempo de preguntar.

El brujo utiliza una especie de arma para tratar un dibujo sobre el brazo de Selene y la loba, confundida pero sobre todo, asustada, tiene que realizar un titánico esfuerzo para no dejar escapar un grito que revele su posición. Aquello sólo les lleva unos segundos; para cuando el susodicho ha terminado y confirma que ahora, también es invisible, Selene clava la mirada sobre la inscripción. Parece una...

—Una runa.—Entonces, ¿son ciertos los rumores? Había oído historias sobre brujos que dominaban su poder a través de runas, pero hasta entonces, no había conocido a ninguno. Regresando como un resorte al foco de la acción, la loba asiente con la cabeza; ya habría tiempo para las preguntas más tarde.—De acuerdo. Te sigo.—El brujo se vuelve invisible asimismo, y es gracias a su olfato que Selene puede seguir su rastro, dejando atrás el peligro y sobre todo, el centro del pueblo.

Recorriendo diferentes bocacalles, la particular pareja consigue alcanzar los suburbios y afueras de Mystic Falls; desde aquellas calles, apenas se escuchan las sirenas, y cada vez son menos numerosas las residencias... y por ende, los ojos curiosos. —Estamos a salvo.—Le dice, esperando que pueda escucharla. Una runa de invisibilidad no impediría que fuera oída, ¿cierto? ¿O igual sí?

Sinceramente, no tiene ni idea. —Soy Selene.—Se presenta finalmente.—Selene Danvers.—Y espera que lo recuerde, porque las palabras que están a punto de salir de sus orgullosos labios, no tienden a escucharse a menudo.—Me has salvado.—Le recuerda una vez más.—Gracias.—De no ser por él, aquel maníaco habría conseguido reducirla.

Su misterioso salvador se ha convertido en todo un golpe de suerte.

—Sí, es una runa —confirma. Pese a su invisibilidad, su voz todavía podía ser escuchada, aunque intentaría mantenerse en silencio durante todo el recorrido para no ser interceptado. Solo otras criaturas con un oído sobrenatural podrían dar con su posición gracias al sonido del bombear de su corazón, por esa misma razón le había pedido que fuera ella quien lo siguiera. Había descubierto su naturaleza lupina y era la única manera de mantenerse juntos.

Después de varios minutos, diversos callejones recorridos y casi estamparse con alguna que otra persona por el camino, los dos arribaron a una zona más despejada y no tan concurrida, estaban muy cercanos a las lindes del bosque, lo que podrían utilizarlo como escapatoria en el caso de ser descubiertos como partícipes del crimen.

—Sí, estamos a salvo —repitió las palabras de la licántropa, más para sí mismo, para asegurarse de ello. Apoyó sus manos en su regazo para recuperar el aliento y desprenderse de la adrenalina que había generado durante toda la situación. Elevó la mirada cuando la otra se presentó y le mostró una sonrisa—. Lorin Bergthorsson —dijo su nombre. Después de lo vivido, pese a la desconfianza general, no creía que ella formara parte de esa búsqueda intensiva sobre su persona y la de su pareja, así que podía hacerlo seguro y sin miedo—. No me des las gracias, podría haberle ocurrido a cualquiera —bromeó. Claro que una batalla así no le ocurría a cualquiera, a menos que estuviera familiarizado con el mundo sobrenatural, y en ocasiones, ni eso, la invisibilidad no estaba muy vista.

—¿Eres de por aquí? —Quizás podría encontrar en ella una nueva amiga.

«Lorin Berthorsson.»

Definitivamente: no suena al nombre de nadie de por aquí. En cualquier caso, Selene se esforzaría por recordarlo. —He ahí la diferencia.—Le dice entonces, decidida.—Esto es Mystic Falls. Le podría haber ocurrido a cualquiera... pero no cualquiera habría dado la cara por una desconocida.—De hecho, cualquiera en el lugar de Lorin habría preferido mirar hacia otro lado, y no involucrarse en un conflicto que no le incumbía.

Pero Selene ha tenido la gran fortuna de cruzarse con él, y no con cualquiera en su lugar. —Más o menos.—Le dice entonces, con una sonrisa.—No soy de aquí, pero llevo un tiempo asentada por  Grove Hill. No sé si lo conoces; es el pueblo de al lado.—Añade, por si las dudas.—Familiar, pero pequeño. Carece de algunos servicios, de modo que vengo a Mystic Falls a menudo.—Después de todo, apenas está a unos diez o quince minutos en coche, siendo por ello tan habitual que residentes de ambos pueblos se relacionen.

—Deduzco que, en cambio, tú no eres de por aquí.—El nombre, la actitud, sus preguntas... Las señales son pequeñas, pero claras.—Un inquietante lugar a elegir para vivir si eres un forastero.—Después de todo, ¿quién elegiría hoy día Mystic Falls como lugar de residencia...?

Si sabes lo que pasa dentro de sus límites, claro.

Como novato por la zona, todavía desconocía el mundo sobrenatural que recorría las calles de Mystic Falls. Sí, había acabado allí por la existencia de criaturas en el pueblo, pero ignoraba quiénes y qué eran. También lo peligrosos que podrían llegar a ser.

—¿Cómo es el submundo por aquí? —Extraña y curiosa manera de referirse a la parte más escondida, la que vivía entre las sombras, pero valía la pena la discreción. Pese a que escaseaba el movimiento de multitudes por la zona por la que ahora paseaban, no demostró la valentía necesaria para referirse al mundo sobrenatural por su propio nombre—. Porque, por lo que cuentas, no parecen muy ¿acogedores? —Dudó en si aquella era la palabra correcta, tomándose unos segundos para pronunciarla. Aunque qué iba a quejarse él, si ni siquiera su propia familia lo quería cerca, sino que lo quería muerto.

—No lo conozco, no he estado allí. —Su respuesta se vio acompañada por el usual gesto con la cabeza hacia los lados. Podía sonarle, de alguna conversación escuchada o por haberlo visto en algún mapa, no recordaba exactamente dónde. Tampoco era necesario entrar en detalle—. He escuchado que Mystic Falls está repleto de gente como nosotros. ¿Allí es igual? —Porque sí, a pesar no tener la misma maldición recorriendo sus venas, ambos eran considerados igual de peligrosos y enemigos por otros.

—Atraído por la magia que surca por este lugar, supongo —agregó encogiendo sus hombros. Una mentira a medias. Jamás ese había sido el principal motivo de su llegada, pero no podía dejar de lado que las raíces mágicas que nacían de Mystic Falls atrapaban a cualquiera. Lo habían atrapado a él.

—Por cierto, no te han llegado a herir, ¿verdad? —Una manera discreta de desviar el tema de conversación, claro que sí, Lorin.

—¿El submundo? ¿Es así como le llamáis la gente moderna?—Inquiere, algo divertida ante la expresión, imaginándose a qué se refiere, si bien nunca nadie de su entorno se refirió antes a lo sobrenatural de aquella manera.—En una palabra: complicado. Tengo la sensación de que, para lo pequeños que son los pueblos de la zona... somos demasiados. Y demasiados sobrenaturales, generan más conflictos.—Y para muestra, un botón: ellos mismos acaban de presenciar un evento que, si bien podría confundirse fácilmente con un tiroteo mundano, Selene y Lorin podrían confirmar que algo sobrenatural ha intervenido allí.

Sea como fuere, al menos ahora ambos están a salvo. —Sí: exactamente igual.—Confirma con un asentimiento.—Hubo una... migración masiva de sobrenaturales de Mystic Falls hacia Grove Hill, hace un tiempo. Una barrera anti-magia; algo difícil y largo de explicar.—Más para alguien como Selene, quien no termina de dominar en demasía los términos mágicos.—Ahora podría decirse que estamos más repartidos, pero... seguimos siendo muchos.—Y no duda que Lorin tendrá la oportunidad de descubrirlo por sí mismo próximamente.

—Entiendo...—Comenta, reflexiva, frunciendo el ceño.—Oh, tranquilo, estoy perfectamente. Puede que los lobos no entendamos de hechizos, pero tenemos nuestros recursos.—Bromea, amistosamente. Quizá algún rozón o hematoma sin importancia sí tiene, pero curará pronto.—Me alegro de haberte conocido... y de haber podido contar contigo, Lorin.—Le dice finalmente.—Vivo en el campamento para jóvenes de Grove Hill. Si alguna vez te apetece volver a verme... pásate por allí, ¿de acuerdo?—Le invita, a modo de despedida.

No hay que perder la oportunidad de reunir buenas amistades.