Cualquier oportunidad parece una buena excusa para organizar una nueva fiesta en Mystic Falls, y el Día de los Inocentes —o April Fool's Day—, no iba a ser menos. Selene recorre aquella tarde las calles del pueblo; el ambiente es animado, y en muchos de los rincones hay varios puestos ambulantes con artículos de broma y otros espectáculos.

La loba no está especialmente animada, pero necesitaba despejarse. Su regreso a Mystic Falls no ha sido complicado, pero la desaparición de Dayton —de quien Einar asegura, no deberían preocuparse—, sí la tiene más preocupada de lo que le gustaría reconocer. Qué le vamos a hacer: su ex cuñado es un capullo, pero sabe cómo hacerse querer.

Y, aunque le gustaría poder afirmar que, de ser por ella, puede habérselo tragado la Tierra, lo cierto es que se viene sintiendo... inquieta.

Sobre todo porque, según lo que Selene ha podido descubrir en las últimas semanas, las desapariciones de licántropos comienzan a ser algo usual en aquellas tierras. No hay culpables, ni pistas, ni motivos; simple y llanamente, es algo que está sucediendo. Los suyos se encuentran en el ojo del huracán, y sin un enemigo al que señalar, Danvers se siente avanzando totalmente a ciegas.

Pero, ya sabes lo que se suele decir: a veces, basta no hallarse en busca de problemas... para que ellos te encuentren a ti.

Dos estruendos intensos y seguidos, como dos disparos, se suceden al final de la misma calle. Los viandantes, lejos de alarmarse en un principio, dan por hecho que se trata de una de las tantas bromas de aquel día... Sin embargo, el tirador —un hombre envuelto en una gabardina oscura y con una máscara en el rostro—, no tarda en cobrarse a sus primeras víctimas. Dos cadáveres se desploman sobre el cemento, y la respuesta de la multitud es prácticamente instantánea.

Caos.

La población comienza a gritar mientras sale corriendo despavorida, y Selene entra inmediatamente en tensión. Puede que los licántropos tengan mayor resistencia y agilidad ante las amenazas, pero una bala en la cabeza acaba también con ellos.

Tiene que ponerse a cubierto... y tiene que hacerlo ya.

—Es más una traducción directa de cómo se refieren a él en mi país natal, underverden —respondió con un marcado acento nórdico en la última palabra. Tan marcado que le supo extraño, como si no le perteneciera. Hacía tanto tiempo que no hablaba en noruego, que se había acostumbrado a que el inglés y un acento extranjero se sobrepusieran a la fuerza del suyo propio, que la mueca de su rostro lo delató. Intentó difuminarla rápidamente—. Tampoco quiero que mucha gente se entere de su existencia —, o, más bien, de su presencia en el pueblo. No quería que su familia llegara a enterarse de dónde estaba por medio de emisarios—, aunque, por lo que cuentas, podría decirse que hay más criaturas que humanos aquí, ¿no?

La referencia a que la congregación de sobrenaturales allí era inmensa le aterrorizó un poco, pero también podía darle la oportunidad de pasar desapercibido, solo no tenía que llamar la atención. El evento que acababan de vivir se alejaba mucho del concepto «desapercibido».

—Me tendrás que contar más sobre todo eso, que es la primera vez que lo escucho —¿Barrera anti-magia? ¿Sobre un pueblo entero? ¿Quién había logrado reunir a los suficientes brujos suficientemente poderosos para realizar un hechizo así? Tendrá que llevar cuidado con ello y, sobre todo, de no cruzárselos o hacerlos enfadar.

—Me alegro de que estés bien y también de haberte conocido. Ha sido una situación extraña pero una grata sorpresa. Y te tomo la palabra, me pasaré por allí cuando tenga un rato, que no pierdo nada conociendo nuevos lugares de la zona. —Mostró una sonrisa como despedida antes de empezar a avanzar en dirección contraria, hacia su apartamento, con el constante pensamiento de lo sucedido y de que aquello lo habría podido delatar.