Tengo sed. Ya he tomado café y alcohol, pero mi sistema biológico me pide que consuma lo único que alimenta mi cuerpo y me mantiene como un ser funcional y eterno. Sé lo que les pasa a aquellos que se exponen —o, más bien, que son expuestos— a la abstinencia de sangre y yo nunca he llegado a ese punto.

Si llevo varios días sin alimentarme es porque no tenía ganas de salir. A veces me agobia el contacto con otros, sean de la especie que sean, a menos que se trate de animales, pero ya no puedo seguir posponiéndolo más. No si no quiero cometer una atrocidad por el descontrol. Por no hablar de que debo mantenerme fuerte para cuando Miklos me pida que haga algo para él.

Por eso he salido a la calle y he observado, en la distancia, al humano que será mi próxima fuente de alimento. Al final elijo a una mujer joven, perfecta para resistir que un vampiro beba parte de su sangre, y me muevo con rapidez para llevarla a un callejón. Ella, por supuesto, se asusta de inmediato, pero no la dejo gritar.

—Guarda silencio —le ordeno, usando mis habilidades vampíricas—Y no tengas miedo.

No soy muy habladora, pero no me queda más remedio que hablar si no quiero tener a un ejército de personas intentando cazarme. Eso no sería bueno ni para mí ni para Miklos. Y seguramente tampoco para Frenchie.

Muerdo el cuello de la muchacha, que se retuerce un poco por el dolor, pero hace lo que le he ordenado y no grita.

El hecho de que las vacaciones de verano hubiesen llegado hacía que a Autumn se le pasaran las horas como si fueran minutos. Había pasado todo el día leyendo en aquella cabaña del bosque que se había convertido como en su casa, un lugar donde nadie la molestaba, donde nadie podía encontrarla, donde podía relajarse y hacer las cosas que le gustaban sin que nadie intentase buscarle las cosquillas.

Lo malo, era que no había probado bocado desde que desayunó a primera hora en el orfanato, así que a esas alturas del día su estómago rugía con fuerza, molesto por lo vacío que estaba. Así que no le quedó más remedio que abandonar el lugar para volver al centro, esperando que quedase algún lugar abierto donde comprar comida.

Habría sido más rápido y sencillo que fuese al orfanato, pero no tenía planes de pasar allí la noche, necesitaba un día donde sus compañeros no estuvieran fastidiando. Había tomado el skate para ir más rápido, no por miedo de ir sola de noche, más bien, por la urgencia de conseguir algo de comida, aunque fuese una bolsa de patatas fritas, porque su presupuesto no era demasiado amplio.

Y su prisa le iba a jugar una mala pasada. Maldito el momento en el que se le ocurrió meterse en un callejón para usarlo de atajo. No tendría que haber entrado, no tendría que haber visto a esa chica hundir el rostro en el cuello de otra. Estuvo a punto de comerse un cubo de basura del susto que se llevó, porque aunque en un principio pensó que solo se trataba de una pareja intimando, el olor de la sangre le llegó a la nariz. Se quedó quieta, paralizada con un pie en la tabla y el otro en el suelo, sin poder apartar la mirada. Su instinto le decía que saliera corriendo, pero su cuerpo no parecía querer obedecer.

Con mi presa bajo mi control, alimentarme tendría que haber sido fácil, pero quiso el destino que la situación se complique. Tras unos segundos en los que me alimento casi hasta estar saciada oigo el sonido de unas ruedas contra el suelo que se acerca y se detiene de golpe.

Sin soltar a la humana, me giro hacia la intrusa, que parece muy joven. Puede que sea una asesina despiadada cuando Miklos necesita que lo sea, pero ahora no estoy en una de sus misiones y yo no soy un ser cruel como el maldito que me destrozó la vida antes de estar a punto de quitármela.

Me giro hacia mi presa primero mientras me muerdo la muñeca y la obligo a beber un poco de mi sangre, lo suficiente como para que se le cure la herida que le he dejado.

—Ve a casa, date un baño relajante y tira la ropa que tienes porque ya no te gusta. Olvidarás por el camino lo que acaba de pasar —le ordeno, mirándola directamente a los ojos. Luego me giro hacia la rubia y también localizo su mirada—. Ven aquí —le digo, haciendo uso de la compulsión nuevamente, mientras le hago un gesto con el dedo índice para que se acerque.

Algo dentro de ella le decía que tenía que salir corriendo, que si se quedaba allí acabaría muerta, y sin embargo, su cuerpo no parecía pensar lo mismo que su cabeza. No se movió de donde estaba, tampoco apartó la mirada, viendo lo que hacía, escuchando cada palabra que aquella mujer le decía a la chica que segundos después emprendió su camino fuera de aquél callejón, como si ninguna de las dos estuviera allí aún.

Y entonces escuchó su llamado. Frunció ligeramente el ceño, pensando en lo extraña que era aquella situación, y finalmente, tras pensarlo un poco, decidió acortar un poco las distancias, mas no acercarse del todo a ella.

Aquel extraño olor seguía en el ambiente y nada tenía que ver ya con la sangre. —¿Cómo has hecho eso? La chica... ¿Qué es lo que le has hecho?— ¿Lo más sensato habría sido largarse de allí ella también? La respuesta era afirmativa, pero necesitaba saciar su curiosidad, y por alguna razón quería pensar que a ella no le haría daño. ¿Qué le llevaba a pensar en ello? No estaba segura, pero tenía aquella sensación clavada en el pecho.

Pisó la tabla en un movimiento suave para hacer que se levantara y así poder tomarla entre sus manos. Así no parecería que saldría corriendo, y si llegara a serle necesario algo con lo que defenderse, podría cubrirse con la misma tabla de skate antes de usarla para irse de allí lo más rápido posible.

Hay muchas cosas por las que puedo vanagloriarme tras tantos siglos de vida y una de ellas es ser analítica y sigilosa. A día de hoy, ocultar nuestra presencia no es tan necesario, porque la gente se ha vuelto escéptica debido al avance de la ciencia y de los efectos especiales, pero… nunca está de más ir con cuidado.

—Acércate más, no te voy a hacer daño —le digo con suavidad, aunque mi gesto es más serio que el de un jefe militar. Aun así, y aunque estoy usando de nuevo la compulsión, soy sincera: no voy a hacerle daño—. Solo la he obligado a olvidar lo que acaba de pasar, igual que haré contigo. Yo me mantengo a salvo y ella no tiene una experiencia traumática en su memoria, es una victoria en ambos sentidos.

La verdad es que cualquiera que me conozca podría pensar que pronto será el fin del mundo, porque ya he hablado más de lo que suelo hacerlo. Avanzo hacia ella y la agarro de los brazos sin ejercer presión, solo para impedir que se aparte.

—No te va a doler —añado, porque no voy a morderla, solo quiero que se olvide de lo que acaba de ver.

Miró una vez más en dirección hacia donde se había escabullido la chica. En su cabeza resonaba todo lo que le habían contado los vampiros, y ver a quién tenía delante tener esa actitud tan tranquila le hacía dudar de si todo lo que le había contado esa cazadora era mentira. No sabía qué pensar, pero a lo mejor podía descubrir más cosas.

De nuevo su mirada terminó en aquella chica, sin apartarse cuando se acercó. —Eso que has hecho... Ha sido compulsión ¿Verdad? ¿También podéis hacer que la gente olvide cosas?— Porque sí, no se iba a hacer la tonta, si ella no podía saber lo que era la pelirroja, entonces se encargaría de decírselo. —No lo hagas, he visto cosas peores, no voy a traumarme por haberte visto comer.— Aunque tardaría un tiempo en poder quitárselo de la cabeza, en realidad.

Dio un paso atrás, no porque temiese que le pudiera hacer daño, si no por pensar que podía jugar con su mente. No quería que le hiciera olvidar nada, y tampoco sabía cómo funcionaba aquello, pero a lo mejor evitando el contacto físico lo podía retrasar un poco al menos. —¿Cómo te llamas? Yo... Soy Autumn.— Quizá dándole conversación podía distraerla y conseguir algo más de tiempo.

O la curiosidad puede que mate a esta gatita en algún momento o de verdad confía en mis palabras. Cualquiera de las dos opciones está bien, porque no me causarán problemas. Debo mantener un perfil bajo, siempre. Hasta que ese pedazo de carroña que se hace llamar Patriota esté muerto y enterrado.

Y entonces, la que siente curiosidad de repente soy yo. Así que esta chica ya sabe de la existencia de mi raza. Y bastante, a decir verdad, si ya conoce la compulsión. Entrecierro los ojos por sus preguntas. Yo ya he hablado mucho más de lo suelo hacerlo, así que será mejor que no espere que le diga demasiado. No soy una enciclopedia de vampiros.

—No lo parece —contesto cuando me explica por qué sugiere que no use la compulsión con ella. No le he respondido, no por despiste, porque ha sido a conciencia—. No te muevas —le ordeno cuando veo que retrocede un paso—. ¿Por qué quieres mi nombre? —pregunto, ceñuda. No se lo voy a decir, ni siquiera aquel por el que me llaman todos a pesar de no ser el que me pusieron mis queridos padres.

Volveré a usarlo oficialmente el día que no tengamos que ir a por Patriota. Por ahora, es a mí a quien le han surgido algunas dudas.

—¿Qué cosas peores has visto? —Por un momento se me pasa por la cabeza que haya podido presenciar alguna de las atrocidades de mi enemigo, pero es tan ridículo que lo descarto en cuestión de décimas de segundo. Aparte de por lo obvio, de haber visto a Patriota haciendo algo horrible, seguramente no estaría aquí para contarlo. Además, hay demasiada gente perversa en el mundo, de cualquier raza, como para achacar todas las malas acciones a ese engendro, por mucho que quiera hacerlo—. ¿Y cómo sabes lo de la compulsión?

Frunció ligeramente el ceño cuando la contraria ignoró su pregunta. ¿Es que no la había escuchado? No, lo más probable es que la hubiera ignorado de forma deliberada. Y del mismo modo, ella lo haría con su ¿Advertencia? De no moverse. Fue hasta uno de los contenedores, le dio la vuelta y se sentó encima de un salto. —Porque es más fácil dirigirse a una persona por un nombre que decir "eh tú, chupasangre".— Alzó una ceja, como si su respuesta fuese lo más lógico del mundo. ¿Para qué iba a querer saber su nombre si no?

Se colocó el skate sobre las piernas, y en la tabla apoyó los brazos, estirando las mangas de la sudadera que llevaba para jugar y pellizcar los puños de forma distraída. —Algunas, no hacen falta detalles, tampoco me apetece mucho hablar de ello.— Porque no quería que la imagen de los cuerpos de sus padres sin vida se quedase pegada durante semanas en su cabeza una vez más. —Pero las mañanas después de la luna llena no suelen ser agradables...— Añadió en voz baja. Ver los cuerpos de los animales a los que había atacado mientras estaba transformada era algo a lo que no se iba a poder acostumbrar por mucho que se repitiese cada mes.

—Me hablaron de ello.— Se encogió ligeramente de hombros. No había tenido oportunidad de comprobar si era verdad todo lo que le había contado Rayna hasta ese preciso instante. Si era verdad que la compulsión era real, que podían usarla, entonces suponía que todo lo demás lo era. —Una mujer me contó sobre ello después de que la pillase dentro de mi casa. Buscaba pistas sobre un vampiro.— No tenía muchos más detalles porque no le quiso contar mucho más, pero le había bastado la posibilidad de que un vampiro hubiera sido el asesino de sus padre, directa o indirectamente, para que quisiera saber más sobre ellos.

Definitivamente sabe sobre el mundo sobrenatural… Sin embargo, no es eso lo que me llama más la atención, sino que siga moviéndose cuando le he ordenado que no lo haga. Evito hacer una mueca y realizar cualquier tipo de gesto que muestre mis emociones.  No quiero que vea que esto puede ser preocupante para mí. O es otra criatura sobrenatural o es una humana que consume verbena. Esto podría complicarme un poco los planes. Maldita sea, ¿cómo he sido tan descuidada?

Sonrío un poco, aunque estoy segura de que parece un gesto más desdeñoso que divertido. No me ofende que me llame «chupasangre», pero decido que, si quiero sacar información, tendré que darle al menos algo a cambio: al final, tampoco va a saber mi nombre real. Me basta con eso.

No obstante, a pesar de que iba a hacerlo, ella se me adelanta y comenta algo que me confirma al instante, sin que yo le pregunte al respecto, que no es humana. Maldita sea, por eso mi compulsión no hizo efecto.

—Así que licántropo. Tendré que confiar en que no cuentes nada de esto —comento sin emoción en la voz. Porque si no, tendré que matarla. Y parece muy joven, por lo que no es rival para mí. Frunzo el ceño cuando habla de cómo se enteró de este tipo de cosas. ¿En serio? Suena a información curiosa… y eso me interesa—. ¿Sobre un vampiro? ¿Qué vampiro? ¿Y por qué se colaría en tu casa para ello?

«Tu nombre, Kimiko, dile tu nombre», me recuerdo a mí misma. Ahora que he terminado haciéndole algunas cuestiones, aunque diferentes a las que pretendía realizar al principio, debo darle eso.

—Me llamo Kimiko.

Le habría gustado saber lo que pasaba por la mente de la vampira para poner esas caras, pero no sentía que fuera buena idea preguntar. Así que se limitó a observarla, sentada como estaba con el skate sobre las piernas.

Se encogió de hombros como primera respuesta, haciendo memoria de su conversación con Rayna. —No me dio mucha información, así que no sé cómo se llama... Pero por lo que entendí es un tipo peligroso.— Arrugó el ceño, rebuscando hasta en el último rincón de su cabeza. —Según ella, había seguido el rastro de ese vampiro hasta mi casa, decía que usó la compulsión con un grupo de humanos para hacerles entrar y... Y matar a mis padres.— Estaba hablando de más, porque no quería entrar en detalles, pero ya no había marcha atrás.

Terminó agachando la cabeza, clavando la mirada en la lija de la tabla. —Se suponía que debía ayudarla a buscar información, pero sinceramente no tengo la menor idea de por donde empezar.— Se sentía frustrada, y no por no poder ayudar a Rayna, si no por no poder averiguar por qué se llevaron a sus padres, por qué entraron en su casa...

Y es que la confianza es un toma y daca. Si quiero respuestas, tengo que dar yo también algunas. Como en un intercambio. Tampoco voy a abrirme en demasía, pero tenía que asegurarme de que aquella chica no contaba nada sobre mí. Lo más fácil sería partirle el cuello y dejar por ahí el cuerpo, nadie se enteraría de que es obra mía, ni siquiera Miklos, pero no me gusta quitar vidas sin más. No soy tan despiadada.

Mato cuando Miklos me lo pide, porque sé que es necesario, pero esta chica es muy joven y no puedo evitar pensar que Patriota no tuvo piedad conmigo, que también era una muchacha cuando me dejó al borde de la muerte para que me fuera apagando poco a poco.

Frunzo el ceño, entre frustrada por la escueta información y fastidiada por la idea de que la chica pueda estar hablando de Patriota. Ese maldito psicópata. Evito la necesidad de mi mano de mover los dedos como si de un tic nervioso se tratase cuando lo que me va contando forma una imagen más concreta en mi cabeza.

En realidad no parece el modus operandi de Patriota, ya que él es más propenso a ir a por sus víctimas en persona, le gusta mancharse las manos y ver el sufrimiento en las caras de las personas a las que tortura y mata. Y, por otro lado, si ella es una licántropa imagino que sus padres también lo eran. No es un secreto para nadie que los vampiros y los hombres lobo son enemigos ancestrales. Un vampiro bien podría haber obligado a unos humanos a matarlos solo por no recibir un mordisco letal.

—Lógico —respondo con parsimonia, casi sin emoción en la voz, con las manos sujetas delante de mi cuerpo—. Ni siquiera te dio un nombre y hay cientos de vampiros en el mundo, ¿cómo vas a buscar información? Los vampiros no salimos en Google.

Aprieto los labios, sé que debo de tener cara de enfadada, aunque es más la frustración ante la falta de información sobre ese malnacido que enfado en sí.

—Los licántropos pueden seguir rastros, ¿no? —digo, mientras una idea se establece en mi mente—. Quizá puedas seguir el de ese vampiro… si es que la policía y la intrusa de tu casa no han contaminado demasiado el lugar en el que mataron a tus padres, claro. —Quizá me sirva tener una especie de alianza con esta niña. O una relación neutra al menos—. No deberías sentarte ahí tan confiada, si quisiera podría matarte antes de que tuvieras tiempo de reaccionar. Debes estar más alerta —le aconsejo.