Habría deseado hallarse en un error, pero está segura de que jamás podrá olvidar aquel rostro.

El rostro del hombre que la condenó.

Sif se prometió a sí misma que su comportamiento durante la velada sería ejemplar, por todos, y especialmente, por @Einar J. Asgardson. Sin embargo, no habría sido capaz de prometer nada de saber que él estaría allí.

Viene acompañado de una chica muy guapa, cuyo rostro también le es familiar —¿Se tratará de otra Augustine?—, y con cierta discreción, les sigue en la distancia. El vampiro debe haberse percatado de su presencia, sin embargo, pues le pide a su acompañante que se adelante rumbo a la fogata, quedándose solos.

Bien: así sería más justo.

No tiene claro que el factor sorpresa esté entre sus opciones, pero tampoco se lo piensa demasiado: Sif echa a correr tras su víctima, con los ojos encendidos en un intenso color ambarino —así se ven desde su transformación en quimera—, la castaña se abalanza sobre el vampiro, dispuesta a terminar lo que él mismo decidió empezar.

Le habría escupido toda clase de insultos e improperios, pero no tiene tiempo que perder en vocalizar. Esta noche, va a correr la sangre.

Y no será la propia.

DADO DE PROBABILIDAD:
Fallo: Enzo la oyó llegar a kilómetros y se zafa de ella sin problemas.
Acierto: Enzo se percató de su presencia hace unos metros. Consigue retenerla antes de herirlo, por poco.
Crítico: Sif consigue pillarle desprevenido; ambos caen al suelo, Sif encima de él, enloquecida y llena de violencia.

Como depredador siempre alerta a los cambios que no encajan en determinados escenarios, Enzo no puede continuar ignorando lo que siente: un par de ojos observándolo a distancia. Sea lo que sea, lo menos que desea es envolver a Gin en todo esto, arruinando ese día tan especial para ambos. Con un cariñoso apretón de manos le pide que se adelante, inventándole una excusa para sacarla del panorama.

Le ha puesto su mejor cara, no tendría por qué sospechar. Después de todo, Enzo sigue siendo capaz de mentir muy bien. Y sobre todo, mentirle a ella para evitarle malos ratos.

Aunque pronto descubrirá que quien parece asecharlo hoy, será todo menos un simple mal rato.

La expresión suave de Enzo se deshace en un santiamén cuando Gin se da la vuelta y se aleja, reemplazándola por una severidad que se ve arrasada por la sorpresa de la identidad de su atacante.

Enzo se gira haciendo uso de su velocidad vampirica y sujeta a su atacante por los hombros, consiguiendo retenerla antes de resultar herido.—Bloody hell...—Susurra con los ojos bien abiertos de la impresión por el color en los ajenos. Jamás ha visto una criatura sobrenatural con esos ojos.

Los experimentos Agustine. Ahora que lo piensa mejor, nunca llegó a ver el resultado final. Solo se limitó a cazar lobos para ser conejillo de indias de... lo que sea en que se ha convertido esa chica.

—Tengo una deuda pendiente contigo, lo entiendo. Pero aquí no.—Apunta entre dientes, ejerciendo su fuerza para intentar empujarla con violencia y retenerla contra el árbol más cercano. No quiere llegar a esos extremos, pero no puede fiarse de ella.—Los que te hicieron esto, nunca fueron mis amigos. Estamos del mismo lado.—Intenta razonar antes de resignarse a llegar a otras acciones innecesarias.

DADOS.
CRÍTICO: Empujarla con fuerza y retenerla contra el árbol más cercana para que lo escuche.

Una deuda. ¡Una deuda!
Le da caza para entregarla a un destino peor que la muerte, ¡y lo llama deuda pendiente!

Las palabras del vampiro sólo encienden a Sif aún más, loca de ira, ansiosa por la venganza, por rebanar su cuello… por la sangre. Quiere oírlo gritar. Necesita verlo caer, desvanecerse, desaparecer…

Y necesita ser ella quien lo haga.

Desde su transformación en quimera, Sif jamás se había enfrentado a aquella emoción magnificada: la rabia. Y es probable que si el sujeto no fuera tan experimentado —o ella poco más que una novata como quimera—, hubiera logrado su objetivo.

Le habría dado muerte allí mismo: en un lugar apartado, pero peligrosamente expuesto a las miradas de todos. Visitantes, acampados… niños.

No habría podido soportar la culpabilidad por haber decepcionado a @Einar J. Asgardson.

Pero, en este escenario, Lorenzo St. John es el Vampiro Augustine: un experimento que, como ella, fue preparado para sobresalir por encima de la media. De modo que, tras contenerla, consigue retener a Sif contra el árbol más cercano, obligando a la quimera a apretar los dientes mientras trata de resistirse. —Y una mierda.—Le espeta, todavía violenta y negada a calmarse.—Te vi. En el exterior.—Y sólo los aliados de los Augustine terminaban en el exterior…¿Cierto? Por seguridad, supuso Sif.—Viniste a por mí.—Cumplió sus órdenes, como todos los demás.

Aunque, que siga allí, significa que, al menos, no estuvo en el Edificio Whitmore la noche que terminó derrumbado por las llamas.

Pero que la situación entre el vampiro y los Augustine pudiera cambiar no le importa en absoluto. Porque, ¿sabes qué ha cambiado también? La vida de Sif. Lo ha hecho, para siempre.

Y nada ni nadie podría devolverla a su estado anterior.

Puesto que Enzo es más mayor que Sif, y domina mejor sus habilidades que ella, necesitará de un CRÍTICO para liberarse. En caso de conseguirlo, tumbará al vampiro y se posicionará encima, dispuesta a arrancarle el cuellito (?

No podía culpar a la chica. Estando en su situación, él también habría reaccionado violentamente al encontrarse andando tan campante después de lo sucedido. ¿No lo hizo con Damon cuando volvió a verlo después de décadas? Arremetió de todas las maneras posibles hasta reducirlo. Mientras estuvo en la Sociedad Agustine, contó cada día de todos los años que pasó recluido, alimentando una venganza más que merecida. Y ahora, pues ahora se ha convertido en lo que tanto ha despreciado por mucho tiempo.

Y Enzo sabía que esa decisión algún día le pasaría factura. Lo que jamás imaginó es que llegaría tan rápido. Lo peor es que lo sabe, sabe que la chica no escuchará razones. La venganza y el odio consumen la razón y la capacidad de aceptación. Enzo está perdido y solo puede hacer una sola cosa con respecto a ello…

—¡Fui a por ti porque era tu vida o la mía! Esa es toda la verdad, no hay más.—Admite entre dientes, reteniéndola sin ningún tipo de cuidado.—Y no lo entenderás pero no voy a disculparme ni a mentir: hice lo que debía hacer para sobrevivir.—Enzo también ha alzado la voz, alterado. Suena horrible y duro, pero prefiere eso que ser hipócrita diciendo algo que no siente. Porque la realidad es que Enzo no la conoce, su vínculo es completamente nulo.

Enzo la mira fijamente, reconociendo toda esa rabia entremezclada con… dolor. Y lo sabe, sabe que sí no es hoy, en algún momento esa chica alcanzará su venganza, y no descansará hasta que así sea.

Está condenado.

Eso contando con que la deje ir.—Sabes quién soy… el Vampiro Agustine.—Con más de setenta años de tortura prácticamente ininterrumpida en su haber.—No sé que eres ahora, pero si no estás dispuesta a revisar mis argumentos, no me tomará demasiado sacarte de tu miseria. Así que vete. Tienes una sola oportunidad.—Y espera que la morena escoja la adecuada.

Tu vida o la mía.

Sí: Sif puede sentirse familiarizada con aquellas condiciones. En la guerra en la que la Sociedad Augustine puede convertir tu propia vida, no hay amigos o aliados: sólo órdenes que seguir para sobrevivir. Y aunque la joven quimera jamás podría perdonarlo por haberla condenado a una existencia conviviendo con su naturaleza impura y aberrante... puede empatizar con el sentimiento.

Y quizá sea por aquella razón, o porque también tuvo la oportunidad de oír hablar del Vampiro Augustine mientras estuvo encerrada —el más brillante de los experimentos de la Sociedad, al menos, antes de las quimeras; un vampiro perfecto, resistente y letal—, que Sif comprende que aquella es una batalla perdida, y sobre todo, sin sentido. Hacerle pagar a aquel sobrenatural no sería demasiado diferente de hacer volar la cabeza de turco en nombre de una venganza que jamás podrá completar.

O puede, simplemente, que Sif comprenda que ante él, se halla ante un peligro real. Uno al que, ni aun intentándolo, podría derrotar.

De modo que, dirigiéndole una última mirada de odio, Lanvik opta por no desaprovechar aquella oportunidad... y, liberada, abandonar el lugar.