La ciudad se había vestido de blanco. Un color tan puro como hermoso se reflejaba ahora en cada punto donde aquella celebración se llevaba acabo. Ataviada con una camisa de lino suave, en la que algunos bordados resplandecían con sus dibujos detallados contrarrestaba con mi pálido rostro.

Allí, en una de las esquinas observaba a los otros viandantes andar. Mis respiración era tranquila y la brisa a mi alrededor se asimilaba a la misma mientras sacudía algunos de los pequeños adornos que se encontraban a lo largo de la calle. Poca brisa y tiempo adecuado para disfrutar de aquella celebración.

Hoy no habría ningún joven kitsune a quien mostrar ninguna lección. Esperaba a Thomas con paciencia. Habíamos quedado en este lugar a esta hora. No dudaba en que haría su aparición en poco más que unos minutos. Aunque tampoco había prisa en mi persona, no, era una extensa paciencia la que hacía muchos años que me acompañaba.

La fiesta me había pillado en NOLA por unos asuntos de los negocios, además de ver a Yú, cada vez me sentía mejor con ella y aunque sabía lo que sentía, no me sentía seguro de decirlo, no estaba seguro de si ella lo estaba o no. Por eso mismo, me guardaba mis sentimientos y no decía nada, pero disfrutaba del tiempo que pasaba con ella. Por eso, quería pasar con ella todo el tiempo posible en aquella celebración, había escuchado que iba a haber unos combates, pero ciertamente no era algo que me llamase demasiado la atención. Tiraba hacia un plan más tranquilo con ella a mi lado.

Obviamente, a la hora a la que habíamos quedado ya me estaba acercando al sitio, no me gustaba hacer esperar a los demás y menos cuando era alguien como ella. Siempre me presentaba a tiempo y sin llegar tarde, claro que algo que había notado de las veces que nos habíamos visto es que siempre que me acercaba a ella, había una brisa a su alrededor, no sabía que es lo que pasaba, pero me encantaba.

Así que al nada de caminar por aquellas calles, pude llegar a donde estaba ella, tan hermosa como siempre. No pude evitar sonreírle. -Buenas tardes, Yú. Como siempre, siendo lo más hermoso que hay aquí.- No podía evitar decirle aquellas cosas siempre que nos encontrábamos.

Finalmente, Thomas hizo su aparición y una leve sonrisa adornó mis labios mientras le veía acercarse. Un pequeño gesto de respeto por mi parte con una pequeña inclinación de mi espalda fue el primer gesto de saludo que recibió por mi parte. - Buenas tardes Thomas. - Ambos habíamos dejado la necesidad de dirigirnos mediante apellidos entre nosotros. Un paso que consideré adecuado.

- Y como siempre debo decirle que creo que exagera en sus palabras. - En mi humildad eran siempre estas las palabras que él recibía por sus cumplidos. Si bien, no significaba que no los recibiese con gratitud. - ¿Que te apetece que veamos primero? Me ha parecido que han puesto una gran cantidad de eventos. - Con elegancia y muy suavidad, pasé uno de mis brazos por el del contrario para así mantenernos cerca el uno del otro.

Cada vez que conseguía un nuevo paso adelante con Yú, me sentía feliz. Desde que la conocía, había sentido cosas diferentes y todo había pasado a dejar de ser un cuidado por alguien del trabajo, a ser algo más parecido a un sentimiento que solo había vivido tres veces y las tres habían acabado mal. Sin embargo, quería que funcionase en aquella ocasión y por eso, ponía más cuidado que de costumbre al tratar con ella. No quería hacer nada mal, por eso siempre medía mis palabras aunque estar con ella siempre me relajaba y eso hacía que mi boca y mi cerebro también lo hiciesen.

Empezaba a conocerla lo suficiente como para saber que no iba a aceptar mis cumplidos porque nunca lo hacía. -Y yo vuelvo a decir que no creo, porque veo lo que no ve.- Dije sonriendo, colocando bien mi brazo para que ella pudiese cogerme con facilidad y comodidad. -He visto que hay un mercado de antigüedades. ¿Te parece que pasemos primero por ahí?- Empezamos a andar el uno lado del otro, yo me sentía bien con eso, por estar a su lado, daba todo.

Un pequeño asentimiento fue el gesto con el que me rendí a las palabras de él. La realidad de admitir que el pudiese tener la razón ante la insistencia del mismo. Nada ganaba con negar de forma continua aquello que no tenía ningún problema en aceptar.

- Me parece una gran idea comenzar por allí Thomas. - Le sonreí con la cordialidad y la tranquilidad que pocas veces hacía. De una forma mucho más sincera y real de la que podría haber imaginado. - Después podremos ir a ver algún espectáculo y cenar algo que veamos. - Eran meras sugerencias pues no quería imponerme ante las decisiones o gustos contrarios. Prefería que ambos aportásemos nuestro interés.

Aún quedaba mucha tarde y noche, por delante.