Su atención estaba dividida entre la información que le brindaban sus ojos y la que le brindaban sus oídos. Reverie se esforzaba por encontrar ese símbolo, ese dibujo que completase aquel garabato partido a la mitad que su "psicometría" había descubierto. Las razones por las cuales se encontraba allí no estaban claras ni para él, sin embargo; por algún motivo sabía que en alguno de esos mercadillos de antigüedades podía encontrar respuestas, pero era difícil cuando no se sabía muy bien qué buscar con exactitud o por dónde empezar. Mientras tanto, la música hacía que la mente del Nigromante viajara por quién sabe cuáles realidades alternativas. Lo desconectaba de su misión y lo llevaba a pasear por escenarios más amigables y pacíficos que aquel entramado de peligroso misterio en el que sabía que se había metido.

Ni tan metido allá ni tan ido de aquí, el paso lento lo llevaba por entre aquellos puestos, por entre los pasillos atiborrados de objetos que, de dar un paso en falso, podría provocar una caída estrepitosa en efecto dominó. Esto último no era tanto problema para el delicado Reverie, mas sí fue importante las sensaciones que invadieron su cuerpo cuando percibió un aroma que le inundó y dejó de lado a todos los otros sentidos; su cabeza se irguió inmediatamente, se inclinó en la esquina de un puesto que le impedía ver el pasillo que atravesaba el que él recorría y allí lo vio:

—¡Raziel! —Su voz tranquila y normalmente baja adquirió el tono necesario para alcanzar los oídos de aquel otro brujo que ocupaba tanto tiempo su mente y la gran mayoría de los mensajes de texto que enviaba y recibía en el día. El de rasgos asiáticos se apresuró a pararse frente a frente cuando vio al contrario voltear, con la sonrisa más embobada que podría haber puesto en ese momento—. Qué genial es encontrarte por aquí... —Desde ya comenzaba a avergonzarse de lo dicho—. Y qué bien te sienta el blanco. —Y al parecer, así seguiría el resto de la velada...

Al saber que había una velada de peleas en la fiesta de NOLA supe que tenía que ir, lo necesitaba. Desde que Reverie me había salvado la vida, las cosas habían cambiado y ahora era él quien llamaba mi atención, pero si quería conocerlo mejor, tenía que dejar atrás aquella oscuridad en la que me estaba hundiendo… Reverie no se merecía aquello, por eso, debía dejarlo atrás para empezar a conocerlo… aquella curiosidad era lo que me mantenía adelante y lo que me animaba a seguir con todo aquello que había dejado aparcado después de todo lo que había pasado. Fui antes de que empezase la “Velada” como la habían llamado, quería ver un poco el ambiente y aunque no era como lo que solía vestir, me vestí totalmente de blanco.

Mis pasos eran tranquilos, mirando los sitios por los que pasaba, pero sin detenerme en ninguno, no por el momento. Pensaba en ocasiones que a San le gustaría ver algunas cosas y la idea de comprarle algo para regalárselo me rondaba bastante en la cabeza. Estaba con mil pensamientos en la cabeza, aquellos pensamientos que me acompañaban mientras caminaba, pero que no lograba ponerle orden en ningún momento, aquello era más difícil de lo que parecía porque no lograba hacerlo. Todos mis pensamientos acababan siempre yendo a Reverie, fuese como fuese.

Estaba caminando tranquilamente cuando escuché mi nombre siendo pronunciado por aquella voz de la que no me podía olvidar. Me giré sobre mis talones y una sonrisa se me dibujó en el rostro, sabiéndome que me iba a encontrar. -¡Reverie!- Dije sin borrar la sonrisa, pero al escucharlo, era todo lo que yo pensaba, levanté mi mano para alborotarle el pelo de manera cariñosa. -Yo también me alegro de haberme encontrado contigo, el blanco te sienta mejor de lo que esperaba, Reverie.- Pasé el brazo por encima de sus hombros y empecé a caminar con él. -¿Qué haces por aquí? ¿Quieres que comamos algo?- Dije sonriéndole y buscando el modo de pasar más tiempo con él.

Para alguien que no estaba en absoluto acostumbrado al contacto físico, lo dicho con Raziel se sentía extrañamente cómodo y, al mismo tiempo, colocaba a Reverie más nervioso de lo que creía que alguna vez había vivido en ese sentido. Porque aquello era al completo distinto a los nervios y la ansiedad que pasaba, por ejemplo, cuando Minerva clavaba su mirada en él sin decir una palabra o cuando Ceres hacía alguna pregunta que no sabía cómo responder; distinto, también, a las sensaciones que le causaban otros tipos de interacciones sociales, académicas o "profesionales", si es que se les podía llamar de ese modo a las últimas (que, casi siempre, tenían que ver con la fotografía). Esto era... de esos nervios "lindos", esa sensación inexplicablemente placentera que cosquilleaba en su interior al recibir un halago o, como ya se había mencionado, tener cualquier clase de contacto físico con Raziel.

¿Mirar a los ojos también contaba como contacto "físico"...?
Porque se sentía incluso más fuerte que ello.

—Supo de este evento y quise venir... —Omitió gran parte de la verdad, pero no mintió. La razón principal era ese símbolo que aún buscaba pero, ahora... Ahora parecía tener mejores planes—. Oh, me gusta esa idea. Vi unos puestos de comida por aquí. ¿Se te antoja algo en particular? —Sí, definitivamente cenar junto al otro brujo era más interesante, en ese momento, que saciar su curiosidad; o, mejor dicho, la curiosidad que le causaba Raziel  era mucho más fuerte que la que existía en su mente por otro misterio aún sin resolver—. ¿A ti qué te trajo a este evento, Baco?

Reverie era una luz en la oscuridad, algo que era lo que quería seguir teniendo, la verdadera razón por la que me había metido en las peleas y por las que me iba a subir al cuadrilátero sin saber quién iba a ser mi contrincante. Pero lo que estaba seguro, es que aquella marcaria un antes y un después en mi historia, una que quería tener con él a mi lado. Era raro, porque nos habíamos visto en ocasiones, pero nuestros móviles echaban humo de los mensajes y llamadas que nos hacíamos, era lo más bonito que podía sentir y solo podía pensar en una cosa, él quitaba la oscuridad que me rodeaba y quería disiparla del todo pero para tenerlo a él en medio de todo aquello.

Reverie me provocaba una curiosidad que nunca saciaba y que nunca quería saciar, sus palabras me provocaban cosquilleos y una sensación de bienestar que no podía ni quería apartar. -No sé que venden, pero te digo que nada va a superar nuestros fideos carbonara.- Reí al recordar la primera vez que nos conocimos y que cocinamos juntos, había sido tan liberador que recordaba todos los momentos vividos a su lado aquel día. -Comamos un perrito caliente con todo lo que tengan. ¿Te gusta la idea o quizás me volví loco?- Con el brazo sobre sus hombros lo llevé hacia donde se olía el olor a comida para poder decidir con él.

Me había acostumbrado a que me llamase Baco, no sabía en qué momento lo había tomado como otro nombre para mí, pero lo adoraba. -¿Has visto que hay un evento de peleas? Me apunté a ellas, es algo que necesito para romper con todo lo que me rodea, es raro… puede que no entiendas lo que quiero decir y no te culpo por ello. ¿Irías a verme, Very?- Ya no podía llamarlo de una manera no fuese un diminutivo… me sentía demasiado bien si estaba a mi lado. Si él estaba allí, si veía a la razón por la que peleaba, no dudaba en que tendría la pelea en mis manos.

La forma en la que Reverie sonreía estando con Raziel no se comparaba a ninguna otra situación en su vida en la que pudiera sonreír así. Y no es porque no hubiera habido momentos felices en ésta, pero sí ninguno que se sintiera... de ese modo. La alegría se mezclaba con los nervios y de repente cosas que antes no le importaban ahora tenían muchísimo peso, como la seguridad sobre su propia apariencia, no decir algo fuera de lugar que lo hiciera ver demasiado raro, esto último mezclado con una sensación más que placentera y extraña (por nueva) de sentirse libre de poder ser quien de veras era; nada había que fingir con Raziel, porque nunca se sentía juzgado de ningún modo. Porque, repetimos, él era su lugar seguro.

—¿Si cocinamos nosotros mismos otra vez tampoco? —entre el chiste sobre los fideos carbonara, se descubría a sí mismo deslizando (no muy) sutilmente otra invitación a verse de nuevo. Nada tan fuera de lo normal, pero sí raro que Reverie Mayflower tuviera esa clase de "picardía" adrede—. Hot dogs suena fantástico. Y yo creo que sí estás un poco loco de todos modos, pero eso es genial —añadía con una sonrisa avergonzada, sintiendo como si acababa de darle el halago más revelador del mundo...

¿Y revelador de qué...?

Ni el mismo nigromante entendía del todo qué le pasaba con el brujo rúnico, mas el siguiente tópico también podía darle una idea. Toda esa alegría y efervescencia era en ese momento reemplazada por una profunda preocupación, mezclada con confusión. ¿Quería ver a Raziel pelear con otra persona? No. O, mejor dicho: bajo ningún concepto quería ver que lo golpearan de ese modo. Reverie pensó un segundo la respuesta, no porque no la supiera, sino porque le extrañaba compararla con otras: quizá en cualquier otra situación habría dicho que no, pero era Baco de quien estaban hablando.

—Sufriendo, pero iré si es importante para ti. —No podía dejarlo solo en un momento así y menos si se lo pedía. Lo entendió a duras penas, pero lo hizo: quería estar al lado de Raziel en todo momento, incluso si eso implicaba estar en los más duros y en aquellos donde no quería—. ¿Me permites cuidarte y curarte después...?