— ¡ARON LANVIK! —la voz del hombre, resonó por todo el área, como si el rugido de un animal se tratara. Varios de los presentes, se giraron en su dirección, entre desconcertados y asustados —. Sabía que algún día nuestros caminos volverían a cruzarse. Cuando tu cobardía se esfumase — señalando con la punta del hacha que sujetaba en la mano, el rubio se acercó hasta el hombre en un par de grandes zancadas.

El autoproclamado hijo de Odín, inhalo una gran bocanada de aire para hinchar pecho y alzó el mentón para erguirse sobre aquel a quien consideraba un rival.

— Rechazaste mi invitación de ir al cine a ver Thor — le recordó. Una espinita que al rubio se le había quedado clavada bien hondo —. Que sepas que fui a verla con mi BigBro y la disfruté mucho — ¿Cómo olvidar la forma en la que arrastró a Bigby hasta el cine a cambio de dos perritos calientes y un refresco —. Y tú te lo perdiste — concluyó, alzando aún más el mentón, que un poco más y se parte el cuello.

— Pero sigo sin perdonarte esa ofensa. Ni el que me ganaras encima del ring — porque rechazarle ya de por sí no le pareció suficiente humillación —. Pero hoy... Hoy puede ser el día en que por fin te enmiendes — sin previo aviso, tendió el hacha de una manera más amistosa, para que el médico pudiera tomarla —. ¿Alguna vez has lanzado un hacha? — su rostro se iluminó de repente y en su mirada brilló un fuego muy diferente —. Te reto a que te conviertas en vikingo por un día. A ver quién lanza más hachas de forma correcta. ¿Aceptas? — dado el historial previo, no tenía muchas esperanzas de que este terminara aceptando.

—¿Pero qué...? —se giró rápidamente al escuchar su nombre, pronunciado a gritos por un viejo conocido— ¿Einar, estás bien? Espera, ¿me has llamado cobarde? —no sabía si debía ofenderse o echarse a reír, así que no hizo ninguna de esas cosas; simplemente se quedó observándolo con una expresión de confusión bastante graciosa.

—¿Todavía sigues enfadado por eso? Yo creía que... era por lo del torneo —comentó, comprendiendo al fin de qué iba esa escenita—. Solo era una película, y no estaba en un buen momento. ¿No van a echar Thor 2 o algo así? Todavía estamos a tiempo, Einar —dramatizó. No sabía cómo, pero había caído en el juego del contrario. ¿Pero qué le estaba pasando?

—¿Quieres combatir... con hachas? —tardó en comprender que no era eso lo que le ofrecía, sino una competición de lanzamiento. Se le quedó mirando un rato mientras lo meditaba, terminando por ceder con un suspiro, alcanzando el arma que le tendía— Solo si así dejas de lloriquear —lo picó un poco—. Puede que vaya a lamentarme de esto, pero... En fin, me has pillado de mejor humor —caminó hasta quedar a cierta distancia de las dianas, pues parecía que el anterior grupo había terminado su turno.

—¿Tú primero? Así me enseñas cómo lanza un verdadero vikingo —bromeó, pensando que hasta quizá podía llegar a pasárselo bien. El tiempo lo diría.

A pesar del orgullo con el que lo encaró de buenas a primeras, este se fue deshinchando en el momento en el que el Lanvik le propuso el plan de ir juntos a ver Thor 2.

— ¿Quieres que vayamos juntos a ver la película? — su mirada brilló por la ilusión durante unos segundos antes de retomar la compostura de nuevo —. Ya es tarde. Perdiste tu oportunidad, Aron Lanvik — alzó el mentón y giró el rostro hacia un lado, haciéndose el rostro —. Pero yo no soy como tú. No rechazaré una invitación de forma tan descortés — cambió de idea demasiado pronto —. Si me ganas, tendrás el honor de contar con mi compañía — concluyó el rubio. Pero como eso no iba a suceder en ningún universo, debía recurrir al plan B.

— Si gano yo, invitas tú. No solo pagarás las entradas, también las palomitas. Me gustan con mucha mantequilla — le advirtió, muy seguro que a un torneo de lanzamiento de hacha, nadie podría ganarle. Mucho menos, el tal Aron Lanvik —. Y también pagarás las cervezas de antes, durante y después de la película — añadió. Porque una salida vikinga no era una salida vikinga si no se tomaban unas cuantas cervezas —. Y regaliz — concluyó en su lista de peticiones —. ¿Hay trato? — le preguntó, extendiendo su palma para sellar aquel pacto entre caballeros. Esta vez, Aron Lanvik no le daría plantón.

— El lanzamiento de hachas no es algo que se aprenda, se lleva en el corazón, igual que lo de ser un vikingo — papel que el rubio se tomaba bastante en serio. Pero que muy en serio —. Observa como se hace — el licántropo esbozó una sonrisa confiada mientras tomaba un hacha entre sus manos. Con esa misma confianza, la lanzó con brutalidad hacia el centro de la diana.

Ronda 1: ?
Ronda 2: ?
Ronda 3: ?

—Bueno, como quieras... Creí que te haría ilusión —comentó, como si realmente estuviera decepcionado. A medida que conocía más a aquel lobo, le quedaba claro que era algo así como un niño grande, con un corazón bastante inocente— Ah, vale, pues me parece un trato justo... Em, vale —rió al ver cómo iba cambiando de opinión hasta que, al final, cualquier de las alternativas que le proponía terminaba con ambos yendo a ver la citada película—. Con mucha mantequilla, está bien, y regaliz. Tomo nota de todo, tenemos un trato —asintió, sin borrar la sonrisa.

Finalmente, le tendió la mano. Esperaba que eso fuera suficiente para pasar página y empezar de cero. En esa ocasión, el Lanvik estaba más que dispuesto a ir a ver esa película, por mucho que no hubiera visto la primera parte, ni en realidad ninguna del universo de marvel.

—¿Con el corazón? ¿Y tú crees que yo tengo un corazón de vikingo? —preguntó, siguiéndole el juego, y fijándose en cómo realizaba el primer lanzamiento. Se notaba la técnica y la seguridad y, de hecho, fue un lanzamiento perfecto— Vaya, nada mal —alzó ambas cejas, sorprendido de verdad.

—Bueno, allá voy... A ver si Odín me bendice a mí también —bromeó, sin aparentar estar ni la mitad de seguro de lo que Einar había estado—. A mí hermano se le da muy bien esto. Espero haber aprendido algo mirándolo cuando era pequeño —inspiró y expiró, lanzando el hacha al mismo tiempo que soltaba el aire de sus pulmones, dándole con la fuerza necesaria para que se clavara en la diana.

Ronda 1: ACIERTO.
Ronda 2: ?
Ronda 3: ?

Mira como volvía con el rabo entre las piernas. Parecía que, ahora, Aron Lanvik se arrepentía del plantón que le dio hacía tres años.

Pero Einar no era ni lobo ni vikingo rencoroso, por lo que no dudó en aceptar su oferta bajo sus propias condiciones en las que se aseguraría que esta vez, no tuviera opción.

— De acuerdo. Es un trato — estrechó la mano del contrario, sin ocultar la sonrisa bobalicona que apareció en su rostro. Porque sí, le hacía ilusión ir al cine con el Lanvik —. Solo una pregunta... ¿Cuál es tu superhéroe favorito? — porque si a partir de ese día iban a ser amigos, más le valía que la respuesta fuera la correcta o su amistad tendría los días contados.

Pero además, tenía que pasar la última prueba de fuego; el lanzamiento de hachas.

— Pss... No sé... Pareces un poco blandito para ser un vikingo — comentó, como si él, en el fondo, no lo fuera —. Pero ahora lo comprobaremos — primero le tocaba lanzar a él y, como era de esperarse, el hacha se clavó certera en la diana.

— Lo sé, lo sé... Soy increíble — presumió, alzando el mentón con orgullo —. Odín es mi padre, ¿Sabes? — le dejó caer. Al final un día de estos, de tanto repetirlo, se lo acabaría creyendo —. Ah, sí. Me acuerdo de tu hermano. ¡Menudo vikingo! Igual todavía tienes una oportunidad... ¿Cómo está, por cierto? — hacía mucho que no sabía nada del mayor de los Lanvik —. Oye, tío, pero no te desmorones al fallar. Es normal que al principio... — se quedó mudo al ver como el hacha se clavaba con precisión en la diana —. Pero que... — parpadeó un par de veces, incrédulo. ¿Kha pasao? —. ¿Cómo has podido hacer esto a la primera? — la mandíbula se le desencajó durante unos instantes.

No tardó en recomponerse.

— La suerte del principiante, supongo — le quitó importancia, tomando entre sus manos un nuevo hacha —. Anda, mira bien como lo hago. Para que esa suerte se acabe convirtiendo en una auténtica habilidad — tomó de nuevo el hacha de entre sus manos, fijando el objetivo antes de lanzar.

No podía quedar mal ante un novato.

Ronda 1: Acierto.
Ronda 2: ?
Ronda 3: ?

—¿Mi superhéroe favorito? Bueno... diría que Superman, por mucho que sea lo típico —no lo meditó demasiado, recordando que era de él de quien coleccionaba cómics cuando era pequeño—. Me parece que cumple todo lo que debe cumplir un héroe de verdad —añadió, profundizando en su respuesta— ¿Y el tuyo? ¿Thor? —suponía que era ese el favorito del contrario, por lo importante que parecía para él su película.

—¿Blandito? Yo no soy blandito —frunció el ceño y giró el rostro para mirarlo con un poco de indignación. ¿Acaso lo parecía? Bueno, puede que un poco. Lo cierto es que Aron rompía fuertemente con el tópico sobre los licántropos: grandes, violentos, duros de carácter... Era mucho más calmado, de buen corazón e incluso inocente en muchas ocasiones—. Ya veremos cuál de los dos lo es después de esta competición de machos vikingos —optó por tomárselo a broma, pensando que no les vendría mal un poco de competitividad amistosa.

—¿Tu padre se llama Odín? Qué nombre más poco habitual, ¿también está en Mystic Falls? —inquirió con curiosidad, sin pasársele por la cabeza que Einar se refiriera al dios de la mitología nórdica—. Ragnar... está bien, haciendo su vida lejos de aquí. Me gustaría verlo, pero no si eso supone su regreso —le respondió, quizá con demasiada sinceridad. Era la verdad... Aron sabía que Ragnar solo encontraría problemas allí, sin embargo lo echaba mucho de menos, y no dejaba de creer que él sí que podría solucionarlo todo; que, por imposible que fuera, encontraría el modo.

—¡Ja! ¡Ni yo me lo creo! —se emocionó de verdad al ver el hacha clavada en su objetivo— Pues... no sé, quizá no sea tan blandito como crees —se permitió alardear un poco, dándoselas de pro, por mucho que supiera que no debía confiarse cuando aquello tan solo acababa de comenzar y el Asgardson parecía ser todo un experto.

Y así era... La siguiente lanzada del rubio fue aún mejor que la anterior.

—Vaya, realmente se te da bien esto —tuvo que admitir, soltando un silbido de aprobación. La verdad es que era todo un espectáculo, e incluso había captado la atención de alguna de las personas que paseaban cerca de ellos— ¿Algún consejo? ¿En qué piensas cuando lanzas? —recuperó su hacha y tragó saliva, colocándose para tirar una segunda vez. Él, en cambio, optó por no pensar en nada... Intentó dejar la mente en blanco y, simplemente, lanzó aquel objeto con toda la fuerza que fue capaz de reunir.

Ronda 1: ACIERTO.
Ronda 2: CRÍTICO.
Ronda 3: ?

— ¡Por supuesto que no! — exclamó, como si se hubiera sentido insultado de que considerara que su personaje favorito fuera Thor —. Es Iron Man, el mejor de todos — presumió con orgullo. Su habitación llena de posters y figuritas del superheroe era testigo de la admiración que el superhéroe despertaba en el licántropo.

Pues sí, lo consideraba un blandito. Lo cuál era todavía más humillante, teniendo en cuenta la paliza que le metió en aquel torneo. Pero esta vez sería diferente. Era la hora de su revancha.

— ¿De verdad crees que un dios como Odín viviría en Mystic Falls? — lo miró sorprendido, ante el disparate que acababa de soltar —. El vive en Asgard, donde construyó su palacio — le explicó, dándole unas cuantas lecciones de mitología nórdica de manera gratuita.

¿Y de verdad aspiraba a ser un vikingo? La llevaba clara.

— Era un buen amigo. Me alegra saber que le va bien — comentó con sinceridad. Entendía a lo que Aron se refería pero, lo cierto era, que si el mayor de los Lanvik lo necesitaba, Einar podría darle un refugio.

La mirada del rubio se entrecerró. No se esperaba que el Lanvik blandito fuera capaz de igualar un lanzamiento como el suyo. ¿Pero de qué iba?

¡Si solo era un novato!

— Ya te lo he dicho. Ha sido la suerte del novato — matizó una vez más ante el alarde de confianza del contrario —. Observa el talento — fue su turno de presumir cuando con su lanzamiento, a punto estuvo de partir la diana en dos. Lo cierto es que provocó una buena grieta en esta —. Pues claro, si ya te he dicho que soy el mejor. Esto es lo que se lleva aquí — se palmeó fuertemente el pecho. ¿Estaba picado? Ni os lo imagináis.

Ante la pregunta de Aron, se quedó en silencio. No porque no tuviera una respuesta, porque por supuesto que la tenía; Imaginaba en el centro de la diana la cabeza del asesino de su madre.

— En un plato de costillas. Que hambre — optó por responder. Algo mucho más acorde con él —. ¡VAMOS NO ME JODAS! — de nuevo, la mandíbula se le desencajó al ver el nuevo lanzamiento del contrario, con una potencia y precisión. Aquello ya no podía ser solo suerte —. ¿Acaso me has mentido y en el fondo si eres un auténtico vikingo? — no, no, no... No podía consentir otra humillación al manos del Lanvik. Mucho menos en su terreno.

— Esta es la definitiva, Aron Lanvik. Solo uno de nosotros se coronará como el campeón de los vikingos — le advirtió, tomando de nuevo el hacha y lo señaló con esta, retándolo a que tratara de quitarle el título —. Y ya puedo oler esa mantequilla con palomitas — tan nervioso estaba que no se percató de que se lió con sus propias palabras.

Concentrado en su último objetivo, el rubio lanzó el hacha; Ahí se decidiría todo.

Ronda 1: Acierto.
Ronda 2: Crítico.
Ronda 3: ?

—Sabes que los dioses no existen... ¿verdad, Einar? —le preguntó con delicadeza, pues temía herir los sentimientos del lobo. Quizá se había inventado esa historia para no hacer frente a algún trauma, o quizá se lo creía de verdad— Sí, lo cierto es que se lo ha ganado después de sufrir tanto. A él también le gusta mucho la mitología nórdica —algo en lo que él, a decir verdad, no estaba muy puesto.

—Sí, ha tenido que ser eso —asintió, notando el pique en el contrario. Si estaban haciendo las paces la verdad es que no quería fastidiarlo— ¿Un plato de costillas? Mmm... Vale, voy a probar —sonrió con diversión mientras se preparaba para un nuevo lanzamiento. Ojiplático, sin terminar de creérselo, volvió en sí ante la pregunta del licántropo.

—La verdad que ya no sé qué soy —quizá tenía un don para lanzar hachas y no lo había descubierto hasta entonces. Aquello lo puso de buen humor, aunque no quería que eso pusiera en riesgo su renovada amistad con el Asgardson—. Vale, sin presiones ni nada —alzó una ceja ante la declaración del vikingo, notando los nervios aflorar en su interior... sobre todo cuando Einar falló en su turno.

—Bueno, no ha estado tan mal... Seguro que son los nervios. Ya verás, yo tampoco voy a acertar —intentó aplacar a la bestia antes de que despertara, lanzando su propia hacha sin muchas ganas y esperando fallar, pero no fue así. Al ver que había acertado, y por lo tanto ganado aquel reto, se giró hacia el rubio y alzó ambas manos en son de paz—. Te prometo que no quiero ese título, puedes quedártelo. Podemos compartir esas palomitas, ¿qué me dices, eh? Sin rencores, un nuevo comienzo —sugirió, intentando ofrecerle algo para distraerlo de aquella derrota. ¿Qué mejor que la promesa de comida?

Ronda 1: ACIERTO.
Ronda 2: CRÍTICO.
Ronda 3: ACIERTO.

— ¿Me estás llamando mentiroso? — esta vez sí que se ofendió, pero de verdad —. Vuelve a decir eso en voz alta y será el fin de nuestra amistad — la cuál habría durado menos de cinco minutos. Todo un record.

Soltó un bufido, aun así, era muy pronto para tirar la toalla. Los dos iban a trabajar como auténticos vikingos para solucionar sus problemas. Aunque el Lanvik no se lo estaba poniendo nada fácil.

Especialmente, cuando Einar, para su propia sorpresa, erró en su lanzamiento.

Aquello parecía el fin del mundo para el licántropo. Nunca había fallado en el lanzamiento de hachas. Nunca.

Nunca...

Y ahí estaba Aron Lanvik, derrotándolo una vez más, pero esta vez, en su terreno.

Nunca se había sentido tan humillado como en ese momento.

Nunca.

— No contento con humullarme una vez, lo has vuelto a hacer — el licántropo rubio, ni siquiera tenía fuerzas para enfadarse. Parecía más hundido que otra cosa —. Admítelo, en realidad todo era una treta; En realidad siempre se te ha dado bien en lanzamiento de hachas — prefería creer que así era antes de pensar que había sido derrotado por un novato —. Pues como me la has jugado, sigues pagándolo tú todo — sentenció. Porque sí, iban a ir a ver la película y Aron invitaría a todo —. Y acuérdate; Las quiero con mucha mantequilla — añadió. Aunque dudaba que el sabor de esas palomitas le quitaran lo amargo de la derrota.

Lo único que podía ayudar era que ganase la carrera de canoas.

— En fin. Nos vemos en un rato, debo ir a prepararme — le dijo, alejándose. Aun quedaba un rato, pero quería mentalizarse con tiempo para la carrera —. Ah, y dile a tu novia que se prepare. La única manera de resolver nuestros problemas es a través de la victoria — le advirtió antes de darse la vuelta y marcharse. Porque sí, Einar seguía en su línea de creer que las gemelas Ashkore eran una sola.