El blanco desde luego que no era su color favorito. Nada más mirarse el espejo y verse embutida en aquel vestido ceñido que le había cedido @Sharon C. Hargrove supo que la noche no sería para nada especial, ya no solo por la figura que le formaba —y que poco le gustaba—, sino también por el color, que no creía que favoreciese su tono de piel blanquecino. Ella era más de tonos oscuros, dar pie a ese contraste de tonalidades entre su piel y lo que vestía.

Aún así, varias miradas se mostraban atentas a ella conforme caminaba a través de la calle que recogía la celebración. Y por mucho que amara la sensación de ser alabada, no se sentía cómoda, mas no le quedaba otra si quería asistir y no ser la oveja negra del festival.

El transcurso de la velada la llevó finalmente hasta uno de los puestos de bebida una vez finalizaron los combates. La noche también estaba a punto de acabar, y en vista que el alcohol que ya llevaba en vena no parecía desinhibirla demasiado, beber más no le pareció mala opción.

Pobre de aquel que pasó por su lado en el momento que ya llevaba la bebida en mano y la derramó sobre la parte superior del vestido prestado.

—Mira por dónde vas, imbécil —gruñó.

De haber sido por mí, solo habría asistido al momento de mi pelea y nada más, pero yo no peleaba por amor al arte, peleaba porque quería acabar con aquella oscuridad con la que vivía y darle a Reverie la vida que se merecía y la quería vivir con él. Por esa misma razón, había ido mucho antes y me había encontrado con el brujo en cuestión, además de poder empezar todo aquello que tanto había esperado. Los dos estábamos igual los dos sentíamos lo mismo y solo por esa razón, ya estaba siendo feliz. Además, tenía muchas cosas que hacer con él.

El ambiente del sitio se estaba volviendo más festivo y es que todos habíamos disfrutado de las peleas, aunque sabía que el brujito lo había pasado mal, él mismo me lo había dicho. Ahora todo iba a mejor. Estaba caminando feliz por el sitio, aunque toda mi idea era en que tenía que verme con San y contarle todo lo nuevo, éramos mejores amigos, éramos hermanos, por eso se lo quería contar.

Lo que hizo es que no me diese cuenta que una chica y yo íbamos en direcciones opuestas, no me di cuenta con suficiente rapidez de ello y al final, choqué con ella haciendo que sin querer se tirase su bebida encima. -Perdón, lo siento muchísimo.- Dije disculpándome porque era totalmente mi culpa, aunque ella también se podría haber fijado. -¿Puedo hacer algo para ayudarte?- Dije preocupado por aquello, como habían cambiado las cosas en poco tiempo.

Apretó la mandíbula conforme veía que la mancha se hacía más y más extensa sobre el vestido, tiñendo aquel color tan puro en uno rojizo. Sus puños también se cerraron, uno de ellos alrededor del vaso de plástico hasta estrujarlo.

«Jade, respira, no lo hagas».

El control era clave y la felina no se caracterizaba por tener mucho, más bien todo lo contrario. Un destello ambarino se apropió de sus ojos y estos se alargaron, como tan habitual era en cualquier gato.

«Jade, respira, contrólate».

Una respiración tras otra, inhaló y exhaló el aire para frenar el ascenso de la rabia y sus ansias por abalanzarse contra el inútil con el que había chocado y clavar las garras que amenazaban por dejarse ver desde sus dedos.

—¿Tienes un vestido blanco escondido por algún lado? —Alzó una ceja, irónica. Podría ser que lo tuviera, que por arte de magia le regalara un vestido por el tropiezo que había tenido, pero no creía que fuera posible—. Estoy segura de que no —respondió, adelantándose al intento del otro.

Le dio la espalda, buscando alguna servilleta o similar que pudiera ayudarle a limpiar la mancha. De haber sido su ropa, habría actuado mucho menos agresiva, pero la cuestión era que no era suya, y tenía la responsabilidad de cuidarlo.