— Últimamente, quedar contigo está siendo una odisea — la cazadora le pasó un botellín de cerveza a su acompañante. Desde que había llegado a Mystic Falls, daba gracias de haber podido verlo en un par de ocasiones —. Todos los días tienes algo que hacer, estás ocupado, has quedado con alguien, blablabla... — una sonrisa se formó en los labios de la mujer, mientras picaba a su pupilo —. No me malinterpretes, no son celos. Es solo que echo de menos tomarme un par de cervezas con una de mis dos personas favoritas del mundo — le dio un codazo al contrario y se llevó el botellín a los labios para darle un trago.

Si bien era cierto que podían pasarse largos periodos de tiempo sin verse, esa era la primera vez que, estando en el mismo lugar, les estaba costando tanto coincidir. Aunque realmente, no estaba molesta, sino todo lo contrario. Tan solo disfrutaba de meterse un poco con él.

—. Además, últimamente sonríes más que de costumbre. Y eso me gusta — añadió, guiñándole un ojo de manera cómplice. Y era cierto. Era la primera vez, desde que lo conocía, que veía en él ese cambio que llevaba años rezando porque sucediera —. Me pregunto si tiene algo que ver con cierta rubia — canturreó, dejando escapar una risita, mientras desviaba la mirada hacia el frente donde se podía apreciar el reflejo de la luna sobre la superficie del calmado lago de Mystic Falls.

—Soy un hombre ocupado —bromeó, aceptando la cerveza que le ofrecía, a la que dio un primer trago mientras escuchaba la perorata de su maestra—. Vamos, no me digas que estás celosa —la vaciló un poco más, antes de que esta se justificara y le diera un codazo amistoso, que a decir verdad le dolió un poco.

—¿Sonreír? Quizá esto de burlar a la muerte tantas veces en un corto período de tiempo me haya hecho más optimista —dijo con ironía, aunque por supuesto no se trataba de eso, sino de alguien que la castaña no tardó en traer a colación. Desmond sintió un calor instantáneo en las mejillas, lo que le hizo sentirse como un puberto estúpido.

—Supongo que soy demasiado mayor como para poner excusas —admitió tras un rato de silencio. No tenía sentido que mintiera, y además Kyle lo conocía lo suficientemente bien como para saber cuándo lo hacía—. Tiene gracia, ¿sabes? No me di cuenta de verdad de cómo ella lo había cambiado todo hasta que estuve a punto de morir —le confesó, recordando aquellos momentos borrosos e inciertos, y lo que vino después—. Creo que nunca he tenido tantas ganas de vivir como ahora —y era una emoción única, vibrante. Amor, y esperanza, como nunca antes había sentido.

—Espero que no te rías de mí por ser un cursi —se adelantó a cualquier burla, con una sonrisa divertida en el rostro. Sabía que Kyle jamás se burlaría de él por algo así y que, en su lugar, se alegraba genuinamente por él.

Sí, ocupado con la rubia.

La cazadora rodó los ojos y se tuvo que morder la lengua para no expresar su pensamiento en voz alta. Era evidente el motivo por el que Desmond ahora parecía enfocado en otras prioridades, por lo que no tardó mucho más en exponérselo.

— ¿Burlame, yo? Para nada — bueno, un poco sí, pero no por el hecho de que se hubiera vuelto un cursi, tan solo por el mero hecho de meterse con él. Y no lo hacía más de lo que se alegraba —. No te creas que no lo he notado. Y me alegra que así sea. He pasado demasiados años a tu lado temiendo que te de una venada y te autoinmoles — y no era broma. Especialmente, en sus periodos más malos, como en la recaída que tuvo unos meses atrás. Por suerte, acudió a pedirle una ayuda que le pudo brindar —. Se acabó la era emo. Tengo que llamar a July para contárselo... O puede que ya lo haya hecho — esbozó una sonrisa divertida. Por supuesto que lo había hecho, prácticamente el mismo día que conoció a la susodicha.

— Tiene gracia que la misma mujer que te robó el coche te haya robado también el corazón — sin duda, su historia favorita de todos los líos de faldas en los que su querido padawan se había metido —. Es buena — admitió, dándole otro trago a su botellín —. Si es que ya lo sabía; Eres un masoquista. ¿Has revisado que no te haya vuelto a quitar las llaves? — rio, volviendo a pegarle con el codo. Había extrañado mucho esos encuentros.

Sus palabras, aunque tétricas, le sacaron una sonrisa. Era cierto que había pensado en autoinmolarse más de una vez y se había arrepentido otras tantas de no hacerlo, tildándose a sí mismo de cobarde.

—Siempre he tenido la suerte de tenerte para impedirlo —comentó en un alarde de sensiblería—. No habría llegado a este momento de no ser por ti —la miró y, en realidad, agradeció que volviera a tomarle el pelo para aliviar un poco la carga emocional del momento.

—¿La era emo? Hasta ahora no me había pintado los ojos de negro —bromeó. Aquella era una moda que nunca entendería, pero tampoco entendía la gran mayoría de las modas actuales, algo que lo convertía en un carca en toda regla—. Seguro que ya lo has hecho, se lo habrás contado todo. ¿Qué tal está? —a decir verdad echaba mucho de menos a July y esperaba volver a verla pronto.

—Qué poca fe tienes en mí, ¿y si resulta que fui yo quien le robó el suyo? —apartó la mirada de Kyle y se sumergió en sus recuerdos, intentando averiguar en qué momento exacto lo habría conseguido, aunque tenía claro que Silver lo había logrado primero— Sí, lo es —tuvo que admitir, aún un poco avergonzado por hablar de sus sentimientos en voz alta, por mucha confianza que tuviera con la cazadora.

—El amor siempre es para soñadores y masoquistas —comentó con cierta melancolía, aunque no se arrepentía de haber comenzado aquella historia con Silver. La amaba, y deseaba pasar su vida con ella... Una vida humana— ¿Alguna vez has sentido algo así por alguien? —intentó desviar el foco de la conversación hacia su maestra. Suponía que sí que tendría alguna historia similar, después de haber estado en el mundo tantos años.

— Hasta ahora... ¿Eso significa que has empezado a robarle la sombra de ojos a la rubia? — no pudo evitar tomarle el pelo un poco más —. ¿Qué opina ella de esto? ¿Necesitas que te enseñe un par de truquitos para hacerte un buen ahumado o ya se encarga ella? — sí, Kyle podía ser un poquito insoportable cuando se lo proponía. Un poquito mucho —. Vale, ya paro. Prometido — se llevó una mano al pecho, como si de esa forma validara más su promesa.

En realidad, ambos sabían que no duraría mucho.

— Oh, no tengo dudas de que lo has hecho. Tú no la viste cuando tenías un pie en el Otro Lado, pero... Se nota que le importas — colocó una mano sobre su hombro. Habías pasado meses de aquello, pero todavía le ponía la piel de gallina el recordar a su Padawan en aquel deplorable estado —. Si veo que la vuelves a hacer llorar, te la robo. Y sabes que contra mí lo tienes difícil — bromeó, para disipar aquel recuerdo. Ambos sabían que Kyle nunca se metería en ese tipo de terreno. Porque Desmond era su persona. No había nada que desease más que el que este pudiera encontrar la paz que merecía Y junto a Silver, al menos había logrado encontrar un halo de felicidad.

— ¿En que momento hemos dejado de hablar de ti para empezar a hablar de mí? — bajó el botellín de cerveza, reposando ambas manos sobre la barandilla del puente —. Hace mucho tiempo, sentí algo parecido por alguien — confesó en voz alta, por primera vez. Aquella era una historia que Kyle nunca había compartido. Ni siquiera con Desmond o July. Cuando se trataba de amor, siempre desviaba el foco de la conversación.

Puede que hubiera llegado el momento de contar su historia.

— Su nombre era Mirela — hacía tiempo que no pronunciaba aquel nombre que había jurado enterrar junto a sus recuerdos —. Era preciosa. Tenía unos ojos verdes que brillaban con tal intensidad que parecían dos esmeraldas. Su cabello era rubio y suave. Muy suave, Tan suave como la seda — inconscientemente, una sonrisa se formó en sus labios a medida que la imagen de esta acudía a su mente —. Era la clase de mujer que temes que sea un sueño de perfecta que era. Y puede que en realidad si fuera un sueño... Uno del que nunca me quise despertar — susurró, cerrando los ojos. Por un instante, le pareció incluso percibir el aroma el aroma a jazmín que esta desprendía.

Jazmín, sándalo y ámbar...

Se echó a reír por el modo en que Kyle tergiversó sus palabras, una carcajada genuina y natural. Últimamente también notaba que reía con mayor facilidad.

—Más quisieras, para reírte todavía más de mí —respondió, seguro de que así sería—. A ver cuánto te dura —alzó una ceja, escéptico, ante aquella promesa ajena, que ninguno de los dos se creía, por supuesto.

—Lo sé... —era consciente de que para Silver su relación también era importante, no por nada ambos había roto las barreras de la soledad —un lugar familiar, seguro— para estar juntos— No sabía que algo así era posible, Kyle, ni siquiera después de tantos años en este mundo —comentó, con voz suave. El único amor que había conocido era el de  @Valentina B. Valachia, y aquello no era amor.

—Sé que no tendría oportunidades contra ti —sonrió ligeramente. Era cierto, Kyle era una mujer irresistible y cualquiera podría caer a sus pies si ella quisiera—, pero he aprendido que no es buena idea salir a pasear cuando hay luna llena —se permitió bromear, ahora que estaba fuera de peligro.

—En el momento en el que esto ha empezado a ser bastante incómodo para mí —respondió con diversión, aunque al percibir la seriedad en las facciones de su maestra se quedó en silencio, pues sabía que estaría rondando en sus recuerdos para volver a traerlos a la luz. No recordaba haberla escuchado hablar de aquel modo nunca.

—Suena a que era una mujer increíble —se atrevió a hablar, a interrumpir aquella atmósfera de nostalgia que se había instalado a su alrededor— ¿Puedo preguntar qué fue de ella? —imaginaba que el desenlace había sido trágico, sin embargo quizá la ayudara hablar de aquello con alguien. Estaba seguro de que lo había hecho hasta entonces. 

— Te lo dije. Que todavía había cosas por las que valía la pena seguir vivo — le recordó aquellas palabras que había pronunciado la noche en la que se conocieron, justo después de que este le pidiera que acabara con su vida —. Al final no ha sido tan malo... ¿Verdad? — le guiñó un ojo. Y no solo se trataba de la felicidad de su Padawan. La realidad era que Desmond había hecho mucho bien y salvado vidas que, de otra manera, ahora estarían perdidas.

— Buen chico. Así no tendrás que competir contra mí — le dio un par de toquecitos en el pecho con el índice. Sin embargo, su risa se esfumó cuando fue a ella a quien le tocó abrir su corazón.

La historia de Mirela era algo que no había compartido con nadie. Ni siquiera con July, a pesar de que esta escuchó el nombre de la mujer cuando Kyle se encontraba delirando en su lecho de muerte. Nunca le preguntó por ella, lo había respetado. Y Kyle lo agradeció.

En cambio, ahora... Llegó el momento de contar aquella historia.

Una historia con final amargo.

— Yo... — la mirada de la cazadora descendió unos segundos, dejándola clavada sobre el reflejo de la luna sobre el río. La misma luna qué, irónicamente, brillaba aquella noche. Un suspiro de pesar escapó de entre sus labios, antes de que sus ojos se volvieran a posar sobre los de su Padawan —. La convertí en un monstruo, Desmond — confesó aquel que había sido el peor de sus pecados. Para el que jamás sería capaz de encontrar consuelo o perdón.

Porque Ilian Orlovschi destruyó todo rastro e inocencia de la mujer que una vez amó.

— Rompí la primera regla de mi código; Nunca darle mi sangre a un humano — una sonrisa amarga tiñó su expresión —. Tu sensei no es tan perfecta como creías — comentó, apretando los labios. Por supuesto, había una larga historia detrás de todo. Y, efectivamente, aquel era el motivo por el que Kyle había adoptado aquella regla. Porque fue entonces cuando descubrió las consecuencias de lo que su sangre podía causar.

Y no estaba dispuesta a volver a pagar ese precio.

Por nadie.

No se esperaba aquella revelación. Incluso a pesar de la confianza que ambos tenían en el otro, aquello sin duda era muy privado, muy doloroso, y entendía que Kyle no hubiera hablado de ello hasta entonces. La miró con comprensión, lejos de juzgarla.

—Esa historia no hace que te admire menos —chocó su hombro contra el suyo, un gesto cariñoso y de camaradería—. Tan solo demuestra que eres humana, que has cometido errores... Como todos. ¿Quién no haría lo mismo en una situación así? —lanzó la pregunta al aire, aunque muchos tendrían clara la respuesta. Cuando se trataba de alguien amado, la razón normalmente quedaba en segundo lugar.

—Siento que terminara así —agregó tras un breve momento de silencio. Aquella ya no tenía solución, sería un borrón en la historia de Kyle para siempre. Pero había sido ella misma quien le había enseñado que, por mucho que uno no tuviera control del pasado, siempre le quedaba el futuro—. Quizá no quieras escuchar esto ahora... pero, si yo he tenido suerte, estoy seguro de que tú también la tendrás —y, no solo eso; se lo merecía.

El vampiro no agregó nada más, volvió la mirada al río y se terminó la cerveza, compartiendo un poco más de esa complicidad silenciosa antes de volver a casa.