Todo su mundo se hacía pedazos una vez más.

Tres años engañada por la persona que más quería. Tres años en los que su hermano había permitido que manipulasen su mente y que el dolor de su muerte la consumiera. Que fuera incapaz de pasar página, ni asumir que lo había perdido. Que buscara de manera desesperada la venganza contra aquellos que lo habían asesinado.

Tres años en los que incluso había deseado ocupar su lugar, en los que no se había visto capaz de seguir adelante sin él. Llorando su muerte sobre una tumba vacía. Hablándole a un fantasma que no existía.

Y ahora, volvía a estar sola una vez más.

Jasper no solo había incumplido su promesa, también le había roto el corazón.

"¿Vas a dejarme otra vez?
Bien, vete. Al menos esta vez sí podré pasar página".

No lo había dicho en serio, tan solo había sido una reacción a causa de la decepción y dolor del momento, conducidas por la rabia.

Pero lo había dicho. Y Jasper se había marchado.

Un grito de rabia en impotencia escapó de su garganta, seguido del torrente lacrimógeno que humedeció su mirada y empañó sus mejillas.

En medio de aquel caos en el que se veía envuelta, apenas fue consciente del chirrido que hizo la puerta al abrirse, ni el sonido de pasos en la habitación. No lo hizo hasta que escuchó el sonido de su voz y alzó el rostro, encontrándose con su mirada.

Durante un instante, su cuerpo se congeló. Se sintió expuesta, vulnerable. Nadie la había visto llorar desde que perdió a su hermano. Nadie.

— ¿Qué haces aquí? — reaccionó a la defensiva. Por un momento, se había olvidado de que compartía habitación con el rúnico —. ¡Estoy bien! — elevó la voz, poniéndose en pie de inmediato y se dio la vuelta, temblorosa, intentando contener el llanto. No soportaba que la viera así —. Vete — susurró en un hilo de voz, tratando de no quebrarse más de lo que ya lo estaba.

Porque Dylan era demasiado orgullosa como para pronunciar lo que en realidad quería decirle; No me dejes tú también.

No se acordaba del tiempo exacto que llevaba en aquella ciudad y ya quería marcharse... Al menos en Mystic Falls no había tantos turistas, ni tanta contaminación; y, si Dylan desaparecía misteriosamente como estaba aprendiendo que solía hacer, había menos territorio para buscarla.

¡Pero él no era ningún niñero!
Por supuesto que no.

Puede que hubiera salido a dar un paseo nocturno, algo extraño en él... No era para buscarla a ella, desde luego, tan solo quería disfrutar de lo que la ciudad tenía que ofrecer cuando había menos gente pululando por las calles. Vale, en realidad también era porque tenía intención de buscarla. Sin embargo, al cabo de un par de horas, optó por volver mientras se comía la porción de una pizza. Estaba dándole los últimos mordiscos cuando entró a la habitación en la que ambos se hospedaban y se encontró con la susodicha desaparecida, llorando.

—No sé... ¿porque duermo aquí quizá? —respondió con un marcado sarcasmo, un tanto malhumorado por la reacción de la mecánica después de que él se hubiera preocupado por su paradero, creyendo que podría haberle pasado algo— ¿Estás... —bien? Ni siquiera pudo terminar la pregunta, porque volvió a saltar de nuevo en su contra. El rúnico conocía lo básico de psicología como para reconocer que aquello no era personal, que él no tenía nada que ver y que Dylan estaba lejos de encontrarse bien.

—Oh, no, no pienso irme —se echó en su cama, soltando un suspiro y apoyando la cabeza en los cojines amontonados mientras se terminaba su escasa cena—. No voy a volver a la calle, de la que acabo de regresar porque estaba buscándote, por cierto —no desaprovechó la oportunidad para mencionar aquel dato importante, aliviando así su propio enfado para centrarse en lo que fuera que le pasaba a Dylan.

Aunque no hacía falta ser muy listo.

—Es por tu hermano, ¿no? ¿Lo has encontrado? —era evidente que sí, y también que no era el resultado que esperaba. No iba a insistir, pues sabía que en ocasiones eso era lo que una persona menos necesitaba, y tampoco iba a marcharse de allí. Si Dylan necesitaba desahogarse, al menos tendría a alguien que podría escucharla. Y que, por mucho que no creyera no necesitarlo, quería ayudarle.

El dolor se aferraba a su pecho, dificultándole la respiración. En el momento en el que su mirada se cruzó con la de Balthazar se sintió débil y vulnerable, con todas sus cicatrices expuestas.

Expuesta ante un tipo al que conocía tan solo desde hacía medio año.

— ¡No te he pedido que me busques ni que veles por mí! — saltó de nuevo a la defensiva, volviéndose hacia el rúnico. La pasividad de este la crispaba —. ¡Ni siquiera te pedí que vinieras conmigo! ¡Lo has hecho porque has querido! ¡Así que no me recrimines no estar pasando las super vacaciones de tu vida por tener que estar pendiente de mí! — estaba descargando contra él toda la rabia y frustración que sentía de manera injusta. Pero aquel era el único mecanismo de defensa que le quedaba, pues su otra opción era terminar de quebrarse ante él.

Prefería que la detestase a que se compadeciera de ella.

Sin embargo, la mención a su hermano le hizo flaquear. La rabia desapareció de su mirada y sintió como se iba deshinchando. El dolor le ganó aquel pulso a la ira.

— Ha estado aquí — susurró tan flojo que ni siquiera estaba segura de si el brujo habría sido capaz de escucharla. El nudo en la garganta la estrangulaba —. Está vivo... Lo ha estado todo este tiempo — porque para ella era como si lo estuviese, incluso si el corazón de este dejó de latir una vez —. Fue decisión suya dejarme. Le pidió a esa mujer que alterase mis recuerdos para que creyera que estaba muerto porque era lo mejor — repitió la misma excusa que Jasper le había dado unas horas antes —. ¡Me privó de la opción de elegir! — volvió a alzar la voz. Su cuerpo tembló y se mordió el labio, conteniendo el llanto que aguardaba con impaciencia el momento oportuno en busca de una vía de escape.

Dylan siempre había sido una chica dura. Siempre. Incluso tras la muerte de sus padres, fue capaz de mantenerse fuerte, en parte, porque lo tenía a él.

Y entonces lo perdió y se quedó sin nada.

Sin nadie.

— Ha dicho que lo hizo para protegerme. Para no hacerme daño — e irónicamente, nunca había estado tan dañada como lo estaba en ese momento —. No rompió nuestra promesa porque no le quedase opción... Lo hizo porque quiso — siempre juntos. Las palabras de su hermano volvieron a su mente en ese instante, evocando el momento en el que las pronunció por primera vez.

"Siempre juntos, Dyl".

En aquel momento lo creyó. Realmente lo hizo. Y sabía que podrían superarlo juntos.

Y ahora, lo único que quedaban eran palabras vacías.
Una mentira.

Las lágrimas volvieron a deslizarse por sus mejillas. Ya era demasiado tarde para frenarlas o pretender que podía seguir siendo fuerte. Balthazar podría verla tal y como realmente era.

Y por alguna razón, eso la aterraba.