Cersei se movía con gracia por su apartamento alquilado en Nueva Orleans, dedicando tiempo y esfuerzo a preparar cada detalle para la llegada de Rowan. Desde su encuentro se había sentido bastante cómoda por el hecho de encontrar una cara conocida de su pasado, aunque no hubiesen sido especialmente cercanos. Tras la pérdida de los Strigoi se había sentido algo sola y en esa nueva ciudad encontró un gran número de puertas que podía tomar. El apartamento, situado en el corazón de la ciudad, estaba decorado con muebles elegantes y toques modernos. Las cortinas largas y transparentes permitían que la luz natural iluminara la sala de estar, creando un ambiente acogedor y cálido.

Aún no sabía si se quedaría en la ciudad o si elegiría otro apartamento, pero por ahora estaba bien para ella y su inseparable mono dorado. La bruja encendió algunas velas aromáticas, difundiendo una fragancia sutil pero cautivadora por todo el lugar, algo que le encantaba desde su vida en la corte; siempre colocaba flores por todos lados. Optó por una mezcla de aromas que evocaban el ambiente místico y exótico de Nueva Orleans.

Goldie jugaba con un par de juguetes, ignorando lo que estaba a punto de pasar. Ella misma lo desconocía. Solo sabía que Rowan quería pedirle un favor a cambio de darle una oportunidad. No entendía nada de lo que dijo, pero cualquier cosa era bienvenida para acabar con el aburrimiento de ser una bruja solitaria.

Finalmente, Cersei se tomó un momento para vestirse con elegancia. Se puso un vestido que realzaba su belleza y resaltaba su estilo único. Cuando estuvo lista, se detuvo frente a un espejo y sonrió con confianza, lista para recibir a Rowan y saber qué iba a ocurrir.

Me vestí de forma normal. Iba a pedirle algo a Sissi, pero no tenía por qué ser muy formal. Aun así, sabía que iba bien vestido y atractivo. De joven había sido un hombre muy codiciado por las mujeres más hermosas… y también por los hombres. Gracias a eso había podido disfrutar de los placeres carnales con cualquier género. La fortuna había querido que me convirtieran antes de que perdiera esos encantos físicos.

Y también conservaba mi carismática forma de ser, con la que podía embaucar a alguien si quería. Aunque en esa ocasión no quería llamarlo así, deseaba llevarme bien con ella. Después de lo que había tenido que vivir cuando era humano, valoraba mucho lo que eran las amistades.

Y la exemperatriz podía convertirse en una de las pocas que podía tener. Además, no solo iba a pedirle la joya solar, sino que iba a hablarle de la palabra de nuestro señor @Niklaus Mikaelson, quizá estaría interesada. Bueno, quizá no, debía estar interesada. A Klaus no le haría gracia una negativa.

—Allá vamos —murmuré justo antes de tocar a la puerta del nuevo hogar de Sissi, muy discreto en comparación con el palacio en el que residía cuando la historia la conoció.

Cersei se observó el espejo una vez más, ajustando ligeramente su vestido antes de dirigirse hacia la puerta cuando esta sonó. La luz de las velas iluminaba el hogar mientras se preparaba para recibir a Rowan, sin saber bien cómo saldría aquello. La fragancia sutil pero cautivadora de las velas aromáticas llenaba el aire, creando un ambiente místico en su elegante apartamento. De hecho, entre la decoración del lugar, antigua, y ese aroma, se sentía como si estuviese en uno de los aposentos de sus viejos palacios. Esos que hoy en día no eran más que edificios burocráticos o museos.

Cuando sonó el timbre, Cersei se acercó a la puerta con gracia, con Goldie curiosamente a su lado. Gracias a la magia tenía protegido su hogar, por lo que el pequeño mono podía estar tranquilo de que nadie le haría nada. Abrió la puerta con una sonrisa acogedora, revelando su confianza pero manteniendo una pizca de intriga en sus ojos, pues tampoco iba a mostrarse muy amable con un viejo vampiro.

— Rowan, bienvenido a mi humilde morada en Nueva Orleans. No es lo habitual donde te he recibido siempre, pero no esta nada mal. Me alegra que hayas venido. — dijo, su voz resonando con un tono de elegancia y misterio. Sus ojos, astutos y analíticos, buscaron los de Rowan en busca de pistas sobre sus intenciones. Cersei esperaba descubrir más sobre el motivo de la visita de Rowan y cómo podría encajar en su vida en esta nueva ciudad llena de posibilidades y secretos. Pero antes, se le olvidó un pequeño detalle. — Puedes pasar.— dijo invitándolo, esperaba no arrepentirse.

La oí dentro del apartamento y supe que estaba tras la puerta incluso antes de que la abriera. Ella me sonrió y yo hice lo mismo, alzando las cejas al ver su aspecto. Sissi estaba más hermosa aún que cuando vivía en palacio. Suponía que era cosa de haber dejado las drogas… y a la hija de puta de su suegra. Si la emperatriz y yo hubiésemos sido amigos entonces, quizá incluso me habría cargado a Sofía de Baviera. Así era yo: apasionado con la gente a la que apreciaba.

Pero ahora no merecía la pena pensar en ello, ¿no?

Reí de forma discreta cuando se refirió de aquella manera a su casa actual.

—El lugar puede ser como sea, pero tu belleza lo eclipsa todo —comenté, volviendo a aquella época pasada por un momento. Incluso tuve la tentación de besarle la mano, pero seguramente la habría incomodado.

Por no hablar de que ella estaba dentro y yo no podía pasar sin su permiso. Pero pareció darse cuenta y enseguida me lo dio.

—Gracias —contesté mientras entraba en su hogar. Cerré tras de mí y me fijé levemente en el sitio. Olía de forma intensa—. ¿En serio te alegras de que haya venido? Hacía mucho tiempo que nadie me decía algo así —comenté de buen humor, lo que acompañé de una sonrisa burlona. Sin embargo, me puse más serio y me recargué contra la puerta para mantener distancias y que ella se sintiera más segura—. Imagino que prefieres que vaya al grano, así que ya seríamos dos. He venido a pedirte algo y hacerte una propuesta —le dije sin dejar de mirarla—. Necesito una joya solar. Para mi hermana —añadí sin tapujos. Si quería que confiara en mí, tenía que poner también de mi parte y confiar en ella. Después de todo, hasta donde sabía Sissi era una buena persona y no intentaría hacerme daño si yo no se lo hacía primero.

Dejó pasar al vampiro en su casa esperando no arrepentirse de ello. Aun así, sabía que con su poder podía sacarlo rápido de allí e incluso matarlo si quería.  Que este le soltase un comentario coqueto era algo que no le sorprendía en absoluto. Siempre había sufrido cómo los hombres la halagaban por su belleza. — Los siglos pasan pero veo que los buenos valores no se pierden.— bromeó guiándolo por su apartamento.

¿Realmente se alegraba de que hubiese ido? Podría decirse que sí, a fin de cuentas era una cara conocida en un mundo cada vez más lejano y frío, por lo que venía bien ver una cara del pasado. — Es gratificante no tener que fingir durante un rato, así que eres más que bienvenido.

Cerrei prestaba atención a las palabras de Rowan, manteniendo su rostro amable pero con un tono de duda en sus ojos. Siempre era necesario sospechar de un vampiro hasta que demostrara lo contrario. La mención de la joya solar para su hermana hizo que la conversación fuera más intrigante. Cersei reflexionó mientras avanzaba y se acercaba a Rowan con respeto. No hacía mucho que realizó su última joya solar.

La bruja consideró las consecuencias de la solicitud. La joya solar era un objeto poderoso, y Rowan venía a ella porque sabía que tenía los recursos o la habilidad para obtenerla. Pero, ¿qué recibiría a cambio? Los intercambios entre brujos y vampiros nunca eran fáciles, especialmente cuando se trataba de objetos de gran poder como una joya que otorgaba al vampiro la posibilidad de caminar bajo el sol. Estaba dispuesta a escuchar la propuesta de Rowan, pero también estaba dispuesta a negociar en condiciones iguales. Y no porque temiese a los ancestros, a esos los había enfadado ya varias veces en su larga vida y nunca le importó.

— Sin duda podría ayudaros aunque, como entenderás, querría saber qué obtengo a cambio.— murmuró. — Por ejemplo, un favor que pedir en un futuro estaría bien ¿no?— propuso. Tener  a un par de vampiros dispuestos a devolverte un favor era algo que no se podía desaprovechar.