El sonido de las olas al romper contra la orilla se entremezclaba con el graznido de alguna que otra gaviota que surcaba la superficie marina en busca de alimento

Cerró los ojos y respiró hondo.

Podía percibir el olor a sal marina que flotaba en el aire, atrayendo una vez más a su mente el recuerdo de aquel 4 de Julio.

El día en que empezó todo

Acarició su vientre con suavidad. Su mano tembló ante aquel ligero contacto, antes de apartarla presa del miedo. Aún no terminaba de creérselo del todo. Después de todo por lo que había pasado, de la falsa alarma del año anterior y de haber creído durante años que no merecía una segunda oportunidad, aun no sabía muy bien como sentirse al respecto.

Lo que sí sabía era que estaba aterrada.

Por eso, tras la conversación con su tío, había acudido hacia aquel lugar. Aquella playa en la que probó por primera vez los labios del que ahora era su marido. El lugar en el que los fuegos artificiales fueron testigos de aquel nuevo comienzo.

Le había mandado un mensaje a Aron esa mañana con su ubicación. Un mensaje señalándole donde lo estaría esperando para poder hablar.

Todavía no sabía cómo iba a decírselo. Las cosas eran muy diferentes a aquel discurso que había ensayado la primera vez frente al espejo del baño. Discurso que nunca tuvo la oportunidad de darle.

Pero esta vez sería diferente.

Tenía que serlo.

— Has llegado más rápido de lo que esperaba — pronunció, al percibir el sonido de las pisadas sobre la arena. Giró el rostro a tiempo de ver a su marido acercarse a ella. Sintió un vértigo repentino —. Siento haberme marchado de esa forma… — se mordió el labio inferior, notando un nudo en el estómago —. Pero no podía quedarme en Mystic Falls — titubeó. Se le estaba secando la boca de los nervios —. Tenemos que hablar — no era lo que pretendía, pero lo cierto, es que al pronunciar aquellas palabras, sonaron a ultimatum.

Que estaba preocupado era decir poco. Gwen se había alejado muchas veces de él, pero nunca de esa manera. Durante todo ese tiempo no tenía ni idea de dónde estaba, solo sabía que al menos estaba bien, viva. No le había dicho nada más, no había tenido ocasión de preguntarle el porqué de su partida, porqué había decidido alejarse de todos, no solo de él.

Hasta aquel día.

Al recibir su mensaje, no es que lo hubiera meditado mucho y salió a la carretera minutos después de haberlo leído, apurando al máximo su destartalada camioneta. Aquel lugar era especial para ambos, ¿por qué había decidido ir precisamente allí? Tenía tantas preguntas...

El viaje le pasó demasiado lento, por mucho que se hubiera pasado el límite de velocidad en más de un par de ocasiones. Al llegar, aparcó lo más cerca posible de la playa y no tardó mucho en divisarla, cerca de la orilla. Echó a correr y, a medida que se acercaba, fue aminorando y caminando con más calma. Suspiró y pasó a respirar con mayor tranquilidad al verla de cerca cuando esta se giró al escucharlo.

—No vuelvas a hacerlo... —fue lo único que le pidió mientras la abrazaba. Por supuesto que había llegado rápido, después de estar meses sin saber de ella, si realmente estaba bien... Porque parecía que había algo que no lo estaba. Pudo verlo bien al soltarla y fijarse en su expresión, al escuchar aquellas fatídicas palabras. Tenemos que hablar.

—¿Por qué? ¿Por qué no podías quedarte? —no comprendía qué había sucedido. ¿Quizá la cazadora volvía a tener inseguridades?, ¿o puede que hubiera decidido cortar por lo sano?— "Tenemos que hablar" suena realmente mal... —bromeó un poco, aunque no abrió más la boca, dándole ocasión a explicarse tomándose el tiempo que pudiera necesitar.

Poco se imaginaba el licántropo lo que de verdad sucedía... Estaba tan preocupado, que no se había parado a escuchar bien, a percibir aquel segundo latido, más suave, que iba prácticamente al unísono con el de Gwen.

Sintió el calor invadir su cuerpo en el momento en el que los brazos de su marido la rodearon, dándose cuenta entonces de lo mucho que había necesitado ese abrazo.

"No vuelvas a hacerlo..."

Un pinchazo de culpabilidad sacudió su pecho. Gwen tendía a huir cada vez que algo escapaba de su control. Y en esa ocasión, el pánico la había superado de una forma nunca antes vista. Ni siquiera se paró a pensarlo. Tan solo, huyó.

Y no sabía muy bien cómo explicárselo.

— No tienes que preocuparte — se apresuró a advertir, aunque imaginaba que ya era tarde para decir aquello. Tras días de ausencia, lo más lógico era que Aron estuviera preocupado por ella —. Quiero decir, no voy a pedirte el divorcio ni nada de eso — rio de manera nerviosa. Dicho en voz alta sonaba realmente terrible, por lo que optó por callarse y respirar hondo antes de proseguir —. Tengo miedo — no era algo que la cazadora soliera admitir en voz alta, ni siquiera delante de su marido, a quien durante años se lo había confesado prácticamente todo. Todo, menos eso. Él podía intuirlo porque la conocía a la perfección, pero no porque ella se lo dijera de manera directa —. Tengo mucho miedo — nunca se había sentido tan vulnerable e indefensa como se sentía en ese momento.

Incapaz de hablar, apoyó la cabeza sobre el pecho de su marido, rodeándolo con sus brazos. Se quedó en silencio, sintiendo el latido del corazón de este, el cual siempre había tenido un efecto calmante sobre ella. Y eso era justo lo que la cazadora necesitaba en ese momento; saber que todo iba a salir bien.

— Aron... — fue incapaz de alzar la mirada hacia este. Se mordió el labio inferior. No podía seguir alargándolo por más tiempo —. Estoy embarazada — pronunció aquellas palabras en el momento justo en el que una ola rompió contra la orilla, ahogándolas para el oído humano, pero no para el de su marido.

Él podría escucharlas a la perfección.

Era inevitable que pensara que algo iba mal, aunque verla después de tantos días de silencio era un gran alivio. Había pensado en varias posibilidades y, ahora que volvía a verla, aquella que más temía cobraba fuerza. ¿Y si Gwen no estaba preparada todavía?, ¿y si su relación estaba condenada sin remedio, sin importar lo que ambos lucharan por ella? Quizá al final habían ganado las cicatrices que ambos portaban, y también el conflicto entre sus familias.

—Bueno, eso está bastante bien —respiró calmado cuando la cazadora acalló aquel temor—, pero aún así es evidente que algo va mal —la miró a los ojos y, efectivamente, vio en ellos un temor muy vivo. No creía haberla visto así nunca antes, ni siquiera cuando estaba a punto de morir en sus brazos— ¿Miedo? ¿De quién? —preguntó con cierto nerviosismo. Solo conocía a una persona que provocara temor de verdad en ella.

¿Y si Rodolphus había encontrado el modo de regresar?, ¿y si se había ido para huir de él o, peor, perseguirlo? Sin embargo, todas aquellas suposiciones se esfumaron de golpe ante la confesión de Gwen, una confesión que lo golpeó y lo dejó sin habla durante lo que parecieron horas, y prácticamente también sin aire.

"Estoy embarazada".

—¿Qué? —aquellas palabras murmuradas seguían resonando en su cabeza, junto al rumor de las olas, incesante. Después del shock inicial al licántropo, con aspecto de estar a punto de colapsar allí mismo, lo embargó una vorágine de emociones tan intensas como contradictorias. Felicidad, una gran felicidad; un miedo realmente vertiginoso; la nostalgia al recordar al hijo que habían perdido, y que jamás tendría un nombre, ni una vida a su lado.

Y, también, esperanza... como nunca antes la había sentido.

—¿De verdad estás...? De verdad estás... —la voz se le quebró. Tenía la mirada húmeda, a causa de todas esas emociones que cobraban fuerza. Era algo que había deseado, aunque siempre se sentía culpable por hacerlo después de haber sufrido aquella pérdida de la que nunca lograrían recuperarse del todo, después de no haber salvado a ninguno de los dos.

—¿Puedo...? —preguntó con suavidad. La tomó de una mejilla, que acarició con delicadeza, y la mano libre la colocó sobre su vientre. Cerró los ojos, suspiró y apoyó su frente contra la suya, concentrándose en todos los sonidos que los envolvían: la brisa, las olas arrastrándose en la orilla y regresando al mar, sus respiraciones prácticamente al unísono, el latido del corazón acelerado de Gwen, y un latido más tenue, mucho más, pero que estaba ahí.

De verdad estaba ahí.

—Dios mío —abrió los ojos. Y no, Aron Lanvik no era un hombre religioso. Tampoco solía llorar a menudo, pero ahora estaba haciéndolo y ni siquiera era consciente de ello. Sonrió de forma temblorosa, después se mordió el labio inferior, la tomó a ella de las manos, besó sus dedos de forma cariñosa y quiso hablar pero no le salía ni una sola palabra, hasta que logró centrarse y sobreponerse a los balbuceos sin sentido—. Por eso te fuiste —"tengo miedo", recordó. Se había ido porque tenía miedo, enfrentándose sola a este, atormentada por lo que había sucedido—. No tenías porqué pasar por esto sola —pero ambos sabían que sí tenía que pasar por eso sola. Para ella siempre sería mucho más difícil que para él.

No sabía si mal era la palabra exacta con la que definir lo que estaba sucediendo. Aún no lo había decidido. Lo que sí sabía es que estaba aterrorizada. Se podía leer en su mirada aguamarina, que parecía a punto de quebrarse. No sabía cómo decírselo. No sabía ni siquiera como empezar.

Por eso optó por ser lo más sincera que pudo al respecto de como se sentía, mientras buscaba la seguridad que necesitaba entre los brazos de este antes de pronunciar las palabras que cambiarían para siempre sus vidas.

Sintió la cálida caricia de su marido en la mejilla y contuvo la respiración durante unos instantes, al sentir la mano de este sobre su vientre. Inevitablemente, las lágrimas comenzaron a descender, empapando su rostro. Colocó su mano sobre la de Aron, de manera nerviosa. Y fue en ese momento donde, por primera vez, fue realmente consciente de lo real que era.

Aron y ella iban a convertirse en padres.

Nunca había visto a su marido tan emocionado como en ese instante. Una emoción contagiosa que se entremezclaba con el temor de la pérdida de algo tan preciado y que había empezado a amar desde el instante en que supo que estaba creciendo en su interior.

Después de todo lo que habían perdido, tras un año entero en el que parecía que su relación no sobreviviría a aquel nuevo obstáculo, ahora la vida les ofrecía una segunda oportunidad de cumplir aquel sueño que para Gwen siempre fue una quimera. Y que cuando más cerca estuvieron de alcanzarlo, les fue arrebatado de una forma cruel y dolorosa.

Pero esta vez había sido diferente. Se lo había dicho a Aron. Había tenido la oportunidad de hacerlo. Y ahora estaban compartiendo aquel momento íntimo en medio de la playa que fue testigo de su primer beso cuatro años atrás. No podía escuchar el sonido de los fuegos artificiales, pero si el de las olas al romper.

E intuía que su marido podía percibir algo más.

— ¿Puedes escucharlo? — la pregunta le salió en un tartamudeo ahogado y una sensación de vértigo, como si se encontrara al borde de un precipicio, se apoderó de ella —. No puedo perderlo — susurró en respuesta a su pregunta, con la voz temblorosa. Su cuerpo tiritaba a pesar de encontrarse en pleno verano —. Si por mi culpa le pasara algo... — sollozó, apoyando la cabeza de nuevo en su pecho, en busca de consuelo. El recuerdo del bebé que perdieron seguía presente en su memoria. Un recuerdo que la acompañaría hasta el final de sus días —. No puedo volver a pasar por eso... Tengo muchos enemigos que me quieren muerta — cerró los ojos, mordiéndose el labio inferior. Puede que el principal de todos ellos ya no pudiera hacerle nada, pero el apellido de su familia seguía teniendo su peso en el mundo sobrenatural —. Y tu tío... — sintió náuseas de pensar en el licántropo. Si quería herir a Aron, ahora lo tenía más fácil que nunca.

Le costaba creérselo, temía y deseaba que fuera real. Pero sabía que lo era y eso provocaba vértigo y otras muchas emociones. Puede que eso fuera lo más importante que le había pasado en la vida. Siempre se había culpado por no estar allí cuando Gwen lo necesitaba y la historia, por poco, había estado a punto de repetirse de nuevo.

—No voy a separarme de tu lado —le aseguró mientras la abrazaba con fuerza. No hacía falta que expresara el dolor de aquel recuerdo porque él también lo sentía—. No va a pasarle nada, ni a ti tampoco —estaba seguro de que haría lo necesario para que así fuera. El licántropo meditaba opciones mientras acariciaba el cabello de su esposa, a quien todavía se negaba a soltar. La necesitaba cerca, a salvo, tan a salvo como quería mantener a aquel pequeño latido—. Sí que puedo escucharlo, es... es... Es increíble, Gwen —afirmó con la emoción apenas contenida en sus palabras.

Ella, o él... Estaba seguro de que sería increíble.

—Loki —se quedó helado de pronto, imaginándose la reacción de su tío al enterarse de algo así—. Después de todo lo que ha hecho, lo veo capaz de cualquier cosa —no podía negar lo evidente por mucho que quisiera que Gwen se tranquilizara. Si quería hacer aquello bien tenía que ser consciente de los peligros que los rodeaban, y de que el riesgo era grande, muy grande, sobre todo si se quedaban en Mystic Falls.

—Podríamos marcharnos —sugirió de pronto. Rompió el abrazo para poder mirarla, sosteniendo su rostro entre sus manos, que se fueron deslizando hasta sus brazos a medida que hablaba—. A cualquier lugar, incluso podríamos regresar a los bosques de Noruega. Allí fuimos felices, podemos volver a serlo, y lo más importante es que nadie nos buscará tan lejos. Estarás a salvo... Estaréis a salvo —se corrigió a sí mismo, todavía un poco acelerado por la emoción del momento.

No era una mala idea, ¿no? Era un lugar recóndito, donde podrían esconderse con facilidad.
Pero había un grave problema... Ambos dejarían a personas importantes atrás, personas en situaciones vulnerables como su propia hermana, Astrid.

Sintió su cuerpo estremecerse ante aquel torbellino de sentimientos encontrados. Llevaba una semana entera huyendo, tratando de asimilar la noticia. Y que Aron le confirmase que podía escuchar el pequeño latido, era la prueba de que vivía dentro de ella.

y tenía que protegerlo. Nunca podría cambiar el pasado, ni Aron tampoco. Pero lo que si podían era asegurarse de que la historia no volvería a repetirse.

Especialmente, cuando una amenaza tan grande y peligrosa se cernía sobre ellos, a la espera de arrebatarles cualquier pequeño rastro de felicidad que pudiesen construir.

— Vámonos a Noruega — apoyó aquella idea de huir lejos. Aquel siempre fue su sueño e incluso hicieron una promesa; Cuando la cazadora colgara las estacas, se marcharían juntos. Pero entonces, Gwen murió y todos sus planes y sueños también murieron con ella. No habían tenido tiempo de volver a pensar en esa promesa... Hasta ahora. —. Tienes razón. Allí nadie nos encontrará. Tu tío no se tomará tantas molestias para perseguirte alrededor del mundo. — estarían completamente a salvo. El bebé lo estaría. Tendría una oportunidad de crecer sano o sana. Ajeno a los peligros que el mundo sobrenatural entrañaba —. Viviríamos en una cabaña en el bosque... Como en los viejos tiempos — el lugar ideal para formar una familia. Igual que cuando se conocieron y empezaron su aventura juntos. Un viaje que les había llevado hasta ese punto en el que se encontraban ahora.

Después de todo lo que habían perdido a lo largo del camino, un pequeño rayo de esperanza crecía dentro de ella.

Podrían poner rumbo a Noruega en ese mismo instante... De no ser porque como ya era habitual para ellos, no era algo tan sencillo.

—. No puedes abandonar a Astrid — no hizo falta que lo pronunciara en voz alta, pues pudo verlo en su mirada. Por más que quisiera huir con ella y proteger aquella pequeña e inocente vida que crecía en su interior, todavía había algo que lo retenía en Mystic Falls —. Lo entiendo — pues claro que lo hacía. Ella también tenía una hermana. Pero Gin no la necesitaba de la forma en la que Astrid necesitaba a Aron y sabía que Enzo cuidaría muy bien de ella en su ausencia.

Gwen era libre de marcharse, de esconderse en algún rincón donde nadie la encontrara. Podría incluso pedirle ayuda a Wyatt... Pero Aron no la dejaría sola. Su marido no iba a permitir que pasara por aquel proceso sin él.

Porque sabía que, si le sucedía algo, no se perdonaría el no haber estado ahí.

— Tenemos que regresar a Mystic Falls... — asumió, mordiéndose el labio inferior. Era el último lugar del planeta en el que quería estar en esos instantes. El más peligroso. Pero por más que quisiera huir, se veía arrastrada de nuevo hacia este, de una u otra manera —. No sé como hacer esto... Bien... — volvió a abrazar a su marido. refugiándose en sus brazos, en busca de su calor, de su lugar seguro. Ya no solo se trataba del temor a que alguien los atacara y no ser capaz de defenderse, también estaban propios miedos. Esos demonios contra los que llevaba años luchando —. No sé como ser madre. No sé si voy a ser capaz... Ni creo merecerlo — se sinceró. Y es que, después de la pérdida, no era algo que se hubiera vuelto a plantear. Y aun menos tras aquella desilusión del año anterior.

Gwen había asumido que ese día nunca llegaría y que era lo mejor.
Y ahora la vida le mostraba lo equivocada que estaba.

La idea de irse a Noruega sonaba tan tentadora... Sería una forma de mantenerla a salvo, tanto a ella como al bebé, porque era cierto que su tío no tendría ni idea de a dónde se habían ido, y no tenía tantos recursos como para encontrarlos en un lugar tan remoto. Incluso podrían quedarse y formar allí una vida una vez una vez hubiera nacido su hijo, o hija. Era un sueño muy idílico, pero irrealizable.

Y Gwen comprendió porqué sin necesidad de expresarlo en palabras.

—No puedo —asintió, apartando la mirada de ella y dirigiéndola al suelo. Ojalá hubiera un modo fácil de hacer aquello, de conseguir que todas las personas que quería estuvieran bien, a salvo—. Ya la abandoné una vez. Ojalá pudiéramos llevárnosla, pero eso no sería fácil precisamente —y, aunque pudieran, dudaba que ella accediera, no cuando su madre aún estaba en manos de Loki y este podría apagar su vida en cualquier instante.

—Lo siento, sé que es el último lugar en el que te gustaría estar ahora, pero no puedo dejarte sola otra vez —si pasaba algo no se lo perdonaría jamás—. Podríamos quedarnos en la Armería, hablar con tu hermana. No se me ocurre un sitio más seguro que ese —sugirió, viniéndosele la idea a la cabeza en seguida. Después de reconstruirse el edificio volvía a ser un sitio inexpugnable, y al menos Gwen estaría rodeada de gente de confianza, de familia, que podría protegerla.

—Supongo que tenemos que descubrir cómo hacerlo paso a paso —cuando ella buscó su abrazó, él la estrujó con seguridad, intentando insuflarle fuerzas y dejarle claro que no la abandonaría jamás—. No digas eso —acarició su espalda, en un gesto protector y cariñoso. Sabía que Gwen nunca dejaría de culparse, igual que él lo hacía, aunque para ella era diferente. Siempre sería mucho más intenso para ella.

—Eres una mujer increíble, ojalá pudieras verlo. No va a ser fácil, pero eres fuerte y, por muy complejo que pueda parecer, no voy a irme de tu lado. Descubriremos juntos cómo seguir adelante... Por nosotros, pero sobre todo por ese bebé —hizo una pequeña pausa, dejando un beso sobre su coronilla—, un bebé que será muy afortunado de tenerte como madre —pronunció esas palabras con una gran emoción, una emoción que apenas lograba contener.

No sabía si reír, si llorar, o hacerlo todo al mismo tiempo... Estaba asustado, pero también seguro de las decisiones que debía tomar.

Y también estaba seguro, quizá más que nunca, de que Gwen Levy Ashkore era su presente y, sobre todo, su futuro.

"No puedo".

Sabía su respuesta incluso antes de que la pronunciara, lo que no quitaba que siguiera siendo dolorosa. No podían marcharse y lo entendía, porque era Astrid la que estaba en peligro. Y Gwen tampoco permitiría que Aron abandonara el pueblo y dejara a su hermana a su suerte. Igual que ella tampoco lo haría, por más que el fruto de su amor estuviera creciendo en esos momentos en su interior.

Y protegerlo era ahora su prioridad. Aunque tuviera que hacerlo en el mismo infierno.

— Hablaré con Gin... — asintió, frunciendo los labios. La idea de vivir encerrada en la Armería no le hacía especial ilusión. Pero haría lo que fuera necesario para asegurarse de que nada malo le sucediera a su hijo —. Que mejor protección que un ejércieto de cazadores experimentados... — además, no todos serían desconocidos. Estaba su hermana y su tío le había asegurado que también estaría para ella.

Pero aun así, no podía evitar ese miedo que helaba su sangre. Esa angustia que se aferraba a su pecho y le dificultaba la respiración. El temor a perder de nuevo. Una sensación que ni siquiera en los reconfortantes y cálidos brazos de su marido era capaz de olvidar. Que ni siquiera sus palabras de aliento y llenar de amor eran capaz de borrar.

— ¿Me lo prometes? Que haremos esto juntos — y no lo decía porque creyera que existía la mínima posibilidad de que Aron pudiera dejarla. Sino porque después de todo, no era capaz de creer en los finales felices. Aunque nunca hubiera dejado de perseguir el suyo —. Que va a nacer sano... Y que vamos a estar los dos para verle crecer — un escalofrío recorrió su cuerpo, y se aferró con más fuerza a su marido, enterrando las yemas de los dedos en su camisa —. Prométeme que todo ira bien — aunque sea mentira —. Que hay alguna forma de acabar con tu tío sin que nosotros nos involucremos — porque desde ese momento, Gwen ya no era cazadora. No pensaba como un miembro de la Hermandad a la que pertenecía. Sino como madre —. Que podemos salvar a Astrid sin exponerte a que Loki te haga algo — sentía como las lágrimas se deslizaban sin control por sus mejillas, empañando su visión —. Prométeme que esto acabará en algún momento... Y podremos marcharnos muy lejos de aquí. Los tres — alzó la mirada, en busca de la de su marido, para así poder calmar aquella tempestad que la azoraba —. Que vamos a enseñarle a caminar... Y a montar en bicicleta. Que le leeremos cuentos antes de dormir — contuvo un sollozo nervioso que hizo que su cuerpo volviera a temblar —. Prométeme que seremos una familia — que había esperanza para ellos. Que la posibilidad de un final feliz, por muy remota que fuese, todavía existía.

Y que no permitirían que se les escapara.

Por él, por ella...
Pero sobre todo, por el bebé.

La armería era el mejor lugar que se le ocurría para mantenerla a salvo y, por supuesto, él también estaría. ¿Qué harían después? Lo cierto es que no tenía ni idea, ilusamente creía que el futuro que les aguardaba no podía ser peor que su pasado, que su criatura podría crecer en su casa como cualquier otro niño rodeado del amor de sus padres. Era un buen objetivo, algo por lo que luchar.

—Sé que va a ser bastante... incómodo y aburrido, pero déjamelo a mí —le sonrió, animado. Y como para no estarlo después de semejante noticia—. Estoy seguro de que puedo convertir nuestro rincón en algo hogareño, y nuestro —tan solo necesitaba un poco de tiempo, y Gwen estaría no solo protegida, sino también como una reina rodeada de todas las comodidades; para hacerlo lo menos frívolo posible.

Notó cómo Gwen temblaba al pedirle que le hiciera esa promesa, comprendiendo sus dudas. No solo las comprendía, sino que también las compartía. Ambos habían sufrido mucho, demasiado, y la herida seguía presente cada día de sus vidas. Incluso a pesar de que ahora el sol brillase con tanto fuerza, era inevitable temer que las nubes que lo rodeaban pudieran taparlo, sumiéndolos de nuevo en la oscuridad.

Estaba sobrecogido; no solo por verla llorar, sino por la desesperación y profundidad de sus palabras. Por el deseo que se escondía tras estas, un deseo como el suyo: un futuro, una familia.

—Te lo prometo, te prometo que seremos una familia —tomó su rostro entre sus manos, secó sus lágrimas y se perdió en el azul claro de sus orbes; ese mismo que lo había enamorado, que lo había atrapado desde que abrió los ojos por primera vez—. Cueste lo que cueste, nuestro bebé será feliz, y crecerá con los dos a su lado —añadió, muy seguro, incluso aunque supiera que había muchas cosas que se escapaban a su control.

Pero se valía soñar, ¿no?
Y tener esperanza...
Ese era su momento para luchar por ella.