—Este es el sitio que debemos investigar.

Maegor no estaba muy cómodo con el hombrecito. Había tenido que separarse de Malika para poder atender su compromiso con el cazador, ya que la Condesa sospecharía de sus actividades si no cooperaba con su fiel perro. De este modo, en un momento que había visto a Seth solo—un hecho insólito—se acercó para sugerirle su idea.

—Los libros suelen hablar mucho de la persona—abrió la puerta con el impulso de sus manos y, ante ellos, poco a poco, gracias a la luz de las pocas velas que permanecían encendidas, se les fue descubriendo una amplia habitación cuyas paredes estaban totalmente vestidas por largas estanterías. A ambos lados y enfrente sólo se podía ver libros; la cuna del saber.

—Entiendo que no eres analfabeto, ya que he podido ver que sabías leer las etiquetas del vino que servían—durante todo su tiempo en la residencia, había juzgado a Seth como alguien inculto o, más bien, estúpido:—Empezaré por ahí al fondo—alargó el brazo derecho para señalarle un pequeño rincón en el que la pálida luz que bailaba de una vela no alcanzaba esa zona.

Le resultaba, cuanto menos, sospechoso.

—Intenta no entretenerte con los espejos que veas—un atributo que sí había podido percibir de su carcelario era su narcisismo.

Haber acudido a aquella fiesta, por una vez, no se había tratado para su disfrute personal, mas bien por trabajo. Había ido acompañado de su nueva mascota, aquel despojo de sociedad que tanto entretenimiento le había brindado aquellos últimos meses. Por alguna razón la Condesa había pensado que colarse en aquella fiesta podría ser de interés para recopilar así gran parte de información del conocimiento de los Grigori y probablemente con aquello no se equivocaba, pero claramente podría haber acudido totalmente solo. Al menos, aquello no se interponía con el hecho de pasarlo bien.

Justo cuando había fijado su objetivo, una joven con un buen par de peras, el chucho albino acudió a joderle la noche. Fastidiado lo siguió hasta aquel lugar importante que quería mostrarle. No era que el cazador confiara en el vampiro, mas bien, a sabiendas de que este disponía de aquella pulsera que lo convertía preso, estaba seguro de que no podría jorobarlo de ninguna manera.

En cuanto entraron en la estancia, lo ojos del cazador se desviaron con rapidez a uno de los espejos que colgaban en la pared entre aquella multitud de libros polvorientos. Inconscientemente, se recolocó bien el pelo y le dedico una sonrisa galante mientras pasaban por delante. — Ve al grano. — dijo en un tono molesto. Lo último que quería era escuchar aquella aburrida clase de historias por parte de aquel imbécil que lo tomaba por gilipollas. Tenía que recordarse a sí mismo constantemente por qué había aceptado acudir con aquella  molesta compañía.

— Te sorprendería las cosas que sabe un "inculto" como yo.— Respondió con sorna haciendo ver que repasaba los títulos de los distintos libros. — Stultissime— Pronunció por lo bajo a sabiendas de que muy probablemente lo iba a escuchar. La mitad de los libros de aquella estantería parecían basura, de la misma clase de los que Rhysand escondía en su habitación. Aún no comprendía por qué aquel nigromante seguía con ellos y no se había ido con los aburridos eso de Nueva Orleans donde tal vez encajaría mejor.

— No te vayas muy lejos. — Era incapaz de confiar en aquel hombre por mucho que lo intentara o icnluso que la Condesa lo hiciera. sabía que estaba relacionado con aquella perra de Malika, por lo que no podía evitar pensar que ambos serían igual de manipuladores y aprovechados. Tal para cual. Con un poco de suerte compartirían el mismo cruel destino.

—Previsible—sus labios se fruncieron en una fea mueca mientras el hombrecito se colocaba bien el tupé, flequillo o como se llamase aquel mechón de pelo que parecía tener vida propia:—¿Podrías hacer el esfuerzo durante la siguiente hora de concentrarte en los libros? Te recuerdo que tu Condesa te ha ordenado que estés aquí para que investigues, no para que dejes tu indeseable descendencia entre las invitadas—la boca del vampiro se curvó en una sonrisa maliciosa y, con un gesto de su mano derecha—donde colgaba la pulsera—le conminó a que explorase la zona.

—Demuéstramelo—no se le pasó desapercibido su insulto, pero prefirió ignorarlo. Durante su tiempo en cautiverio había aprendido a no alimentar el fuego de la discusión con su opresor, especialmente cuando nada podía hacer contra él:—Demuéstrame que tu gran ingenio e inteligencia nos sirven para descubrir algo del anfitrión.

Maegor empezó a caminar hasta el fondo de la sala, cuando escuchó su orden:—¿A dónde crees que puedo irme teniendo esto?—levantó otra vez su brazo derecho y, al hacerlo, la pulsera bailó sobre su muñeca:—Quiero ver lo que hay por ahí que está poco iluminado. Por estas estanterías sólo veo clásicos y nada me dice de él, salvo que tiene buen gusto.

— No me jodas. — vociferó haciendo más evidente de lo usual el asco que sentía por aquel tipo. — Cualquiera diría que te has convertido en un fiel seguidor de la Condesa. — Y sabía mejor que nadie que aquello era imposible. Desconfiaba de Maegor. Si hubiera sido por Seth nunca habría cruzado la puerta mas allá de las cuatro paredes en las que lo había recluido cuando lo secuestró, pero @Erzsebét A. Báthory pensó que era una buena idea dejarlo campar por sus anchas por la residencia. No había estado conforme, pero se tragó sus opiniones y aceptó como estaba acostumbrado a hacer siempre que se trataba de aquella mujer.

El cazador no tenía nada que demostrarle a aquel montón de mierda. Si él estaba allí en solitario, sin refuerzos de ningún tipo, era porque sabían que era más que capaz de cumplir aquello que le habían asignado. Ni siquiera le respondió a aquella afirmación que sonó a algo mas parecido a una orden imperativa, simplemente se limitó a mostrarle el dedo medio antes de seguir mirando superficialmente los libros que había en las estantes de su lado.

El parloteo incesante del albino era irritante. Verdaderamente, estar ligado a alguien como él era insufrible. ¿Por qué la Condesa no había podido pedir secuestrar a una joven de voluptuosos pechos? Claro, porqué no habría querido a nadie que pudiera llegar a eclipsarla, aunque fuera totalmente imposible que aquello sucediera. Claramente, en algunos pequeños aspectos ambos se parecían.

Chasqueó sonoramente la lengua antes de apartarse del mobiliario dando dos pasos hacia atrás. No había anda de utilidad y no tenían tiempo de ir ojeando libro por libro, así que deberían dejarse llevar por suposiciones precipitadas. Aunque ... tal vez no tan precipitadas. — Creo que no es una novedad si te aseguro que no me fío ni una pizca de ti. —Y con más razón tras descubrir que Malika y él estaban relacionados. En el mismo instante que el albino mostró su pulsera, la del castaño se iluminó como respuesta, mas no quiso reparar en ello.  — Quiero recordarte que no estás dentro una película de espías. — el cazador se había acercado a la zona poco ilúminada en la que el vampiro se encontraba. — No tienen ninguna necesidad de esconder libros que les son de interés y que solo van a acceder Auron y sus miembros en una librería en la penumbra. Deja de ver tanto James Bond.—  Y en todo caso, si aquello hubiera sido así, el 007 que se llevaba a todas las mujeres a la cama habría sido Seth, quedando Maegor relegado a aquel secundario que salía de relleno para darle un poco más de profundidad a la trama que terminaba muriendo por alguna estupidez..

Se dedicó a revisar la parte baja de esta, agachándose para facilitarle la tarea a su espalda. Los tomos allí expuestos no tenían tampoco nada en particular. Tal vez el aspecto era un tanto mas viejuno mas aquello era todo. Sus ojos no captaban nada que pudiera llegar a ser de utilidad, así que pensó en cambiar de táctica. ¿Tal vez pensar como el imbécil de @Rhysand G. Rousseau ayudaría? Seth había visto en diversas ocasiones la clase de libros que el expresionista poseía. Estaba seguro que Auron y los demás Grigoris deberían ser perturbados de un mismo estilo, por lo que a ambos les interesarían libros parecidos. Acarició con la yema de su dedo índice un grupo de ejemplares hasta sacar uno que no poseía ni título ni autor tanto en el lomo como en la portada, tan solo había una extraña runa o carácter escrito en un gravado dorado sobre la cubierta de piel pintada con betún oscuro. Lo abrió por una página cualquiera para darse cuenta de que simplemente no comprendía nada. Ignoraba qué idioma podía tratarse, pero verdaderamente habría asegurado con cierta convicción que aquello no era hablado, al menos comúnmente, en ningún sitio del planeta.

—En eso coincidimos. ¿Quién iba a decirnos que íbamos a estar de acuerdo en algo?—las ganas que tenía de matar a aquel cazador no dejaban de crecer y, al parecer, era un sentimiento recíproco.

Con todo, ambos supieron ver que entretenerse en esa hostilidad no iba a facilitarles la información que buscaban para la Condesa. De este modo, tanto Maegor como él, se movieron entre las diferentes filas de libros para encontrar algo que les sirviese para conocer mejor la enigmática figura del anfitrión:—¿Qué conocido?—inquirió, dándole todavía la espalda mientras se entretenía leyendo una novela que había escogido al azar:—Y no he sido yo quien las ha repelido, sino tu desesperación—arguyó, sin inmutarse.

El hombrecito, según el juicio subjetivo de Maegor, se había entretenido demasiado en la compañía femenina. Para eliminar esa distracción, el vampiro había utilizado en más de un caso la compulsión para que sintiesen un absoluto odio hacia el cazador. Sin embargo, el neófito no estaba dispuesto a confesarle aquella treta, pues sabía que el temperamento de Seth era bastante vindicativo.

—No sólo estoy asombrado por tu cultura, sino por la cantidad de contactos que dices tener—arqueó su ceja, sin apartar la mirada del extraño libro que tenía Seth entre sus manos:—Me temo que éste se me escapa—le molestaba reconocer que había algo que desconocía pero, sobre todo, le enfurecía poseer esa desventaja cultural frente a su enemigo.

¿Podía matarlo? O más bien dicho, ¿le dejarían matarlo? Tenía ganas de estrujar ese delgado y pálido cuello con sus propias manos hasta que notara cómo se le escapa la vida. Pero debía controlarse al menos hasta cumplir la misión. — Oh bueno, me gustaría liberarme de ti por otros medios un poco menos ortodoxos. — Cualquier otra opción era demasiado peligrosa. Dejarlo libre, tras conocer tan bien la mansión era lo más parecido a un suicidio. 

Ellos dos estaban un tanto lejos de poderse definir por la palabra espías tal y como popularmente se conocían. Mas bien parecían un par de vulgares ladrones que se habían quedado enfrascados leyendo los diversos tomos de aquella librería. — Si tu lo dices ... — Ignoró el cazador mientras seguía hojeando las páginas de aquel extraño libro. — Me alegra que tantos meses junto a mi te hayan hecho ver que no me voy con cualquiera. — dijo en un tono burlón para molestarlo. — Pues he estado negociando con un conocido que me hizo un favor hará un tiempo. — El mismo maldito conocido que no paraba de tirarle los trastos y que había reclamado un trueque para conseguir las pulseras que le lo encadenaban a aquel albino. — No eres el único que intenta darme esquinazo. — Se había percatado de cómo Maegor había intentado escaparse a lo largo de la fiesta para ir a hacer de las suyas, pero Seth no pudo evitar aprovechar aquella buena oportunidad para filetear con una pelirroja pechugona que le había estado haciendo ojitos des de que habían entrado. — No se si lo has notado, pero has conseguido repeler a todas las mujeres de mi alrededor el tiempo que hemos estado en el salón de baile. — Una verdadera pena.

El libro seguía siendo extraño. En ninguna de sus páginas de encontraba podía encontrar alguna cosa legible. Fue pasándolas frenéticamente hasta dar con un grabado un tanto grotesco. Gracias a las aburridas clases de arte que Demian le había dado alguna vez cuando había conseguido arrastrarlo a alguna maldita colección de arte sabía que aquello era, no era solo claramente la representación de un demonio engullendo vivo a un ser humano, lo cual era bastante obvio, sino que era uno de los fragmentos en los fragmentos que se relataban en el "Visio Tungdali".

— Te doy la razón, tal vez sí que son un poco obvios y esconden aquello interesante en los lugares más esperados.  — El cazador sacó su teléfono móvil del bolsillo de la americana para así empezar a fotografiar algunas de las páginas del tomo. — Supongo que disfrutaras al saber que tampoco se que dice, pero tengo en la cabeza un par de personas que podían decirme algo más. — A las que les haría una pequeña visita cuando pudiera volver a Grove Hill. — Sin embargo creo que está relacionado con el relato de "Visio Tungdali". Supongo que a alguien tan culto como tú no hará falta que le explique de que se trata, ¿no? — Los labios del cazador se curvaron en una pequeña sonrisa burlona mientras levantaba sus mirada buscando los ojos de su interlocutor a la vez que volvía a guardar en la blazer el teléfono.

—En eso coincidimos. ¿Quién iba a decirnos que íbamos a estar de acuerdo en algo?—las ganas que tenía de matar a aquel cazador no dejaban de crecer y, al parecer, era un sentimiento recíproco.

Con todo, ambos supieron ver que entretenerse en esa hostilidad no iba a facilitarles la información que buscaban para la Condesa. De este modo, tanto Maegor como él, se movieron entre las diferentes filas de libros para encontrar algo que les sirviese para conocer mejor la enigmática figura del anfitrión:—¿Qué conocido?—inquirió, dándole todavía la espalda mientras se entretenía leyendo una novela que había escogido al azar:—Y no he sido yo quien las ha repelido, sino tu desesperación—arguyó, sin inmutarse.

El hombrecito, según el juicio subjetivo de Maegor, se había entretenido demasiado en la compañía femenina. Para eliminar esa distracción, el vampiro había utilizado en más de un caso la compulsión para que sintiesen un absoluto odio hacia el cazador. Sin embargo, el neófito no estaba dispuesto a confesarle aquella treta, pues sabía que el temperamento de Seth era bastante vindicativo.

—No sólo estoy asombrado por tu cultura, sino por la cantidad de contactos que dices tener—arqueó su ceja, sin apartar la mirada del extraño libro que tenía Seth entre sus manos:—Me temo que éste se me escapa—le molestaba reconocer que había algo que desconocía pero, sobre todo, le enfurecía poseer esa desventaja cultural frente a su enemigo.

No fue inesperado para el cazador conocer por parte de su prisionero las ganas que este tenía de acabar con su vida, era mas, no era una novedad en su vida, ya que había una larga cola de gente, sobrenaturales y mundanos humanos, que habían dicho tal afirmación tan a la ligera en algún momento de sus vidas. Pero algunos lo habían pagado muy caro y Maegor sería uno de ellos en un próximo futuro, ya que lo que había vivido hasta el momento solo había sido un mero juego de niños.

Era extraño que Maegor le hiciera preguntas y más concretamente sobre él. Estaba claro que se traía alguna de cabeza por lo que Seth pensaba ser más listo que él. — Uno muy pesado. — Respondió simplemente sin querer dar más información que la más simplemente necesaria. Además aquella última afirmación era falsa, ya que a fin de cuentas, había conseguido hablar con alguna que otra mujer cuando Maegor había desaparecido de su vista. Sin duda el problema era aquel chupasangre.— Ya te gustaría. Deja de ser tan celoso, y acepta que nunca serás yo. — Concluyó a aquella conversación que se había convertido en una serie de críticas del uno hacia el otro. A fin de cuentas, ¿Quién no quería ser Seth D'Sousa?

Mientras el castaño seguía haciendo fotografías a las páginas esperó a la respuesta del neófito. Cuando la escuchó no pudo evitar regodearse enfrente de él. — ¿No sabes lo que es? — Preguntó burlonamente otra vez aun haber acabado de escuchar la confirmación de que no tenía ni idea de lo que estaba hablando. — Tal vez te harían falta algunos nuevos contactos, son mas de utilidad de lo que piensas. — Y mas cuando uno no quiere ensuciarse las manos en depende que temas. Esperó un tiempo prudencial después de aquello, siguiendo con la tarea de digitalizar algunos de los capítulos de aquel escrito en el interior de su dispositivo móvil. En cuanto pensó que ya se habría cansado de su silencio sepulcral y probablemente querría mandarlo a la mierda, fue entonces cuando el cazador volvió a hablar para desvelarle la información que quería saber.

— Visio Tungdali tal y como dice el nombre, son un seguido de recopilaciones de visiones escritas por un monje irlandés cuyo protagonista se llama Tundal. — Tras hacer otra fotografía, volteó a la siguiente página para así seguir con su pesada tarea la cual se estaba haciendo mas divertida mientras culturizaba a aquel albino. — Resumiendo, en estas visiones se relatan algunas de las visiones del infierno y las torturas que se llevan a cabo en él. Entre ellas alguna cosa parecida a esta. — Cansado de su ardua tarea y estando seguro que con aquello tendría suficiente, el cazador volvió hacia atrás pasando las páginas a gran velocidad para así poder mostrarle la primera ilustración que había visto. — Es parecido a un personaje que aparece en una pintura conocida. Un tríptico. El pintor se llama ... — Oh mierda, se había olvidado por completo como era aquel nombre. Tenía que ver algo con la naturaleza, pero no estaba muy seguro de como era. Había aprendido la lección, a la próxima debería escuchar a Demian con más atención. — Se llama El Bosque. — Afirmó estando más o menos seguro de que era algo así. El nombre tampoco era que fuera algo muy importante, pero quería quedar de la mejor manera posible enfrente de Maegor.

Las palabras del cazador, despreciativas y provocativas, apenas le arrancaron una mirada de desdén mientras escuchaba con paciencia.

— Celoso de ti, cazador, sería como ansiar la elegancia de un espantapájaros en un campo desolado. —respondió en un tono burlón. Aunque estaba encadenado a él, su actitud seguía siendo desafiante, como un depredador que solo aguardaba el momento adecuado para contraatacar.

Con todo, la mención de la información que Seth estaba recopilando hizo que Maegor arqueara una ceja con curiosidad. Su expresión no reveló ninguna sorpresa ante las respuestas de su opresor, aunque en su mente ya estaba trazando planes y estrategias basándose en la información proporcionada.

— Información interesante. Creo que con esto ya podríamos marcharnos —comentó con una sonrisa sutil, mientras guardaba de nuevo el libro que, momentos antes, él había estado leyendo de forma desinteresada.

La revelación sobre las visiones de Tundal y la mención de El Bosco hicieron que Maegor asintiera con entendimiento:— Un festín de torturas visuales, ¿no es así? Fascinante — Su interés real estaba oculto tras su máscara de indiferencia.

—Larguémonos. Estoy seguro que estás impaciente por volver tras la tetuda pelirroja—con un gesto de su mano, acompañado de una sonrisa burlona, le señaló la puerta por la que habían entrado:—Después de ti.

— No se yo si un espantapájaros en un campo desolado es de gran utilidad. — Y si aquello había sido dicho como un burdo intento por parte del chupasangre para desprestigiar al cazador, Seth no se lo había tomado mal ya que a fin de cuentas había sido una mierda de comparación. Finalmente optó por ignorar aquel comentario y no discutir mas con alguien que no merecía su tiempo.

Como siempre quedó como alguien digno de poseer el autonombrado título del cazador favorito de la Condesa Báthory. Verdaderamente, la presencia de Maegor en aquella fiesta había sido mas bien inútil para el cazado aunque, si no hubiera sido por este, se habría pasado horas mirando libros y libros hasta dar con el indicado.

Seth volvió a guardar su móvil y recolocó el libro allí donde lo había encontrado. Llevárselo nunca había sido una opción, además, el traje ajustado que estaba usando, el cual poco dejaba a la imaginación, no le permitía esconder nada tan voluptuoso como un libro, mas el castaño tal vez tendría otra opinión si la conversación tuviera un tono más picante.

— ¿Tu también eres de esos? — preguntó con cierto desdén. Oh, ya había tenido suficiente aquella noche con el salido de Omari como para estar junto otro sádico una vez más. — ¿Eres uno de esos fans de Sade? Y no, no me respondas. Prefiero no descubrirlo. — Y no echar a perder los canapés que había consumido aquella noche. Para descubrir desviaciones sexuales extrañas ya tenía a su mejor amigo.

Y si en una cosa estaban de acuerdo era que debía volver con la pelirroja pechugona. No podía dejar esperando a una belleza y par de peras sin igual. Peor aquello no quedaría aquí. — ¿Son eso celos una vez más? — Dijo intentando chinchar al albino, aunque tenía otra cosa pensada. — Aunque no he podido evitar fijarme en cierto par de tetas que has estado mirando. — Y sin añadir nada más y queriendo meterle el miedo en el cuerpo, Seth salió de la librería en busca de su voluptuoso trofeo.