Jin Sun lo había dejado muy claro en el programa de radio de Noctua: no tenía ni idea de lo que pasaba a su alrededor. Si bien podía percibir a algunos sobrenaturales de vez en cuando y se enteraba de otros tantos que rondaban por ahí cerca, con pocos de ellos tenía contacto y mucho menos lo tenía con lo que sucedía en Nueva Orleans y alrededores. ¿No sabía o no quería saber? Un poco y un poco, la verdad; por un lado, se le hacía muy difícil siquiera encontrar a quién preguntarle algo que no fuera a su maestra Yú y, por otro, la verdad es que el interés era escaso. Mientras la cuestión no fuera de kitsunes japoneses...

Por este motivo no le pareció muy extraña la invitación a pasar la velada de Navidad en el castillo Grigori, el beisbolista recibía de esas invitaciones todo el tiempo por su estatus y activamente participaba de tales eventos sociales, en parte por conveniencia pero también porque de veras disfrutaba de hacerse ver un poco, conocer nuevas personas, etc. Las fiestas, sin embargo, lo ponían un poco tenso. Juraba que a Sun Hee le pasaba igual: pues era en esos choques culturales donde más se extrañaba la Corea de la que tanto se habían quejado en su momento. Y aunque no extrañaba la sensación de sentirse un perdedor por no tener una cita romántica en Navidad, como pasaba en su país natal, sí añoraba la tranquilidad de su hogar y la fecha más próxima que sí se pasaba en familia: Nochevieja.

—Quedémonos juntos, SunSun, ¿vale? —Apretando un poco más el brazo de su hermana, se dirigía a la kitsune oceánico en coreano mientras, tras haber terminado de escuchar el discurso del anfitrión, las puertas se abrían para dejarles pasar al salón de baile. No le gustaban en absoluto algunas miradas que caían sobre su hermana; él estaba acostumbrado a que lo tratasen como exhibición de un freak show por sus rasgos y su procedencia, mas no iba a permitir que morbosearan a su melliza por lo mismo—. Si te llegas a sentir incómoda me dices e instantáneamente nos largamos, ¿sí?

Costumbres extranjeras. Poco a poco se había ido adaptando a alguna de ellas, pero la navidad era algo que aún se le resistía un poco. Disfrutaba las decoraciones, el ambiente, las luces, y todo lo que estaba relacionado con aquella festividad, pero no a la propia cena de nochebuena. Ella, que solo celebraba fin de año, y en los últimos años que estuvo en Corea ni siquiera de eso tenía tiempo, aunque a su manera, las chicas del grupo hacian su propia fiesta privada donde fuera que estuvieran en esa ocasión para dar su próximo concierto.

Pero habían invitado a Jin a una fiesta que se daba en el palacio Grigori, y solo por ver aquella maravilla de lugar por dentro merecía la pena. Con los asuntos de Nueva Orleans le pasaba un poco como a su mellizo, no estaba enterada de la mitad de las cosas que ocurrían en la ciudad, no tanto por desinterés, si no por falta de conocidos a los que preguntar por las cosas que ocurrían. Y siendo sinceros, Sun Hee no era la persona más extrovertida del planeta, así que no se le facilitaba tanto entablar amistades.

Estaba nerviosa, no lo iba a negar, ese tipo de fiestas la ponían tensa, había demasiado choque cultural, y por encima aún quedaban resquicios en ella de lo que le había sucedido cinco años atrás, las torturas a las que la sometieron... Era algo que no se olvidaba fácilmente y que le complicaba bastante sus interacciones sociales, en especial con hombres. Pero por suerte, su acompañante era su oppa, y no podía tener mejor compañía que su mellizo, su mejor amigo.

El mismo que le había ayudado a la hora de elegir su vestido, y la había ayudado con el peinado. Sencillo, pero que solo dejaba dos mechones de cabello sueltos al frente. Llegó al lugar sujeta al brazo del beisbolista, mirando todo alrededor con evidente nerviosismo, pero también curiosidad por las decoraciones del jardín. —Sí, igual tampoco conozco a nadie por ahora... ¿Ves a algún conocido tuyo?— Al igual que había hecho él, respondió en coreano, algo que de normal no le gustaba hacer, le parecía maleducado hablar en otro idioma estando reunidos con otra gente, pero como en ese momento solo eran ellos, no pasaría nada ¿no? —De acuerdo, pero solo si tú haces lo mismo. Cuando te sientas incómodo o te quieras ir, me lo dices y nos volvemos a casa.— Aún estaban a tiempo de disfrutar de la comida que tenían guardada en la nevera, con el pijama y un anime en la televisión. —¿Ves por ahí alguna bebida? Tengo una sed horrible.—

A paso tranquilo, los mellizos iban abriéndose lugar tímidamente en aquel inmenso, elegante e imponente salón de baile. Jin Sun estaba abocado a mirar las vestimentas de los demás, todo le parecía tan pomposo y llamativo que estaba bastante entretenido visualmente al menos, aunque el hecho de pensar estar entre tantas personas le causaba bastante nerviosismo. Por igual, miraba para todas partes buscando que no hubiera cámaras fotográficas ni reporteros conocidos alrededor; si bien se le hacía gracioso pensar que intentaran meter en otro escándalo amoroso y luego se cayeran de nalgas cuando supieran que Sun Hee era su hermana, no tenía ganas de lidiar con la prensa ese día...

Bueno, en realidad nunca tenía ganas.

—Ay, no sé... —A la pregunta sobre si conocía a alguien, el más alto afilaba la mirada e intentaba buscar entre las personas algún rostro identificable, mas sin éxito—. Es que, sabes, estos occidentales son todos iguales... —añadía con tono "serio", para luego mirar a su hermana en complicidad y soltar una risita de lo más traviesa por su comentario, claramente en tono de sarcasmo—. Bebidas, bebidas... —Ahora sus ojos se movían en busca de lo dicho hasta hallar un mozo que pasaba con una bandeja entre las personas. Al cruzar cerca de ellos, Jin Sun tomó dos copas de lo que parecía ser champagne y sonrió al trabajador agradeciéndole amablemente—. Yo lo que tengo es hambre... Dijeron algo de una cena luego, ¿cierto? —Justo estaba comenzando a relajarse un poco cuando, cruzando el salón, reconoció una mirada puesta sobre él. Era una periodista de un noticiero local que en más de una ocasión le había ofrecido... indecencias a cambio de alguna buena entrevista—. Moros en la costa... —susurraba Jin, sonriendo falsamente para saludar de lejos a la mujer. En tanto y en cuanto no se acercara seguiría hablando en coreano, pero rogaba por todos los cielos que no lo hiciera—. A las tres se te ocurre ir a ver algo, lo que sea, y me arrastras lejos de aquí, ¿vale...? Tres.

Una parte de ella se sentía en su salsa en un lugar como aquel, recordando su época de conciertos y entrevistas, la otra, se tiraba de los pelos por estar rodeada de tanta gente, con la ansiedad por las nubes al pensar en lo que podría llegar a pasar si llegaba a haber alguien como aquellos que ya raptaron una vez a los mellizos... Por suerte eso ya era cosa del pasado ¿verdad?

No pudo evitar echarse a reír por el comentario de Jin, obligándose a taparse la boca con una mano para amortiguar el sonido de su risa y así no llamar demasiado la atención. —Todos tan iguales con esos ojos enormes, deberían esforzarse por diferenciarse un poco, a ver cómo les diferencia una si no.— Chasqueó la lengua con fingida molestia, siguiendo el juego de su mellizo, aunque no tardó en volver a reír. Por suerte nadie en esa fiesta entendería coreano y no podrian saber lo que estaban diciendo. Tomó la copa que le ofreció y bebió un poco antes de asentir. —Sí, hay una cena, creo que dijeron a las nueve... De todos modos he visto pasar camareros con bandejas de canapé, podríamos ir en busca de alguno.— Sin embargo, la comida pasó a un segundo plano al ver el cambio de expresión en el rostro de su hermano.

Quizá no mucho pudieran darse cuenta, pero ella le conocía tanto como a sí misma. Esa sonrisa falsa no se le podía llegar a pasar por alto bajo ninguna circunstancia. Con disimulo, Sun buscó a la periodista con la mirada, sin separarse demasiado de su hermano. —¿Es esa de la que me has hablado más de una vez? ¿La que parece desesperada en todos los sentidos posibles de la palabra?— Ya había oído alguna de las propuestas que aquella periodista, si es que se le podía llamar de ese modo, le había hecho a Jin con tal de conseguir una entrevista. No necesitaba saber si era ella o no, solo saber que su presencia hacía que el kitsune se sintiera incómodo, y no podía dejar que su mellizo lo pasara mal en una fiesta a la que habían ido a relajarse y divertirse.

No necesitó dar una respuesta verbal, solo un leve gesto de cabeza antes de comenzar a recorrer la sala con la mirada hasta encontrar a uno de esos camareros que llevaban bandejas de canapés. —Mira, Jinsu, allí hay comida, tomemos unos canapés y salgamos a tomar un poco de aire, creo que me estoy mareando un poco.— Y ahí salieron sus dotes de actriz a la luz cuando se agarró del brazo del beisbolista con aire cansado, como si pudiera desvanecerse en cualquier momento, y se lo comenzó a llevar en dirección contraria de la periodista.

La risa del varón de los mellizos nunca había sido discreta y esta vez no sería la excepción. Al escuchar cómo su hermana le seguía el juego, había soltado una mini carcajada que llamó la atención de un par de personas pero, tras notarlo, contuvo las próximas a salir carraspeando su garganta y volteando la mirada para reír casi que en "mute". Las presiones de la prensa y de estar en una fiesta con un montón de gente desconocida eran mucho más fáciles de sorportar de ese modo, sin contar que Jin Sun consideraba una de sus personas y actividades favoritas el pasar tiempo con su hermana (y más cuando eran "malos" como en ese momento o se les ocurría alguna travesura).

—¿¡A las nueveeeee!? —También su lado más infantil salía a relucir con la kitsune oceánica; estaba muerto de hambre y, con lo dramático que era...— No voy a llegar a las nueve. Moriré famélico antes de-... Uh, canapés. —Todo el problema se le pasó cuando la más baja mencionó los bocadillos que llevaban los mozos de aquí para allá a modo de entrada.

Fue mientras intentaba buscar a dichos trabajadores que el kitsune de tiempo había encontrado a aquella periodista observándolo y pedido auxilio a su hermana; auxilio que, para su tranquilidad, Sun Hee no había dudado ni un segundo en darle.

—La misma, única e inigualable. —El sarcasmo se le escapaba por cada poro al beisbolista, que confirmaba las sospechas de la melliza antes de empezar el show—. Oh, ¿te sientes muy mal? ¿Quieres que te consiga un poco de agua? —Había pensado en hablar en inglés para que la actuación pudieran entenderla las demás personas, pero no sería realista; supuso que por empatía (y por que no se necesitaba ser muy inteligente) las personas alrededor (y especialmente aquella periodista) comprenderían mínimamente lo que podía estar sucediendo—. Vamos, vamos —accedió con fingida preocupación, comenzando ambos a moverse rápido por el lugar hasta estar fuera del alcance de aquella mujer. Una vez hubieron caminado lo suficiente, Jin frenó y echó un nuevo vistazo al lugar—. Creo que la perdimos... —murmuró, al tiempo en que un hombre con una bandeja llena de bocadillos se acercaba para ofrecerles los mismos, los cuales el más alto no tardó en aceptar y agradecer con una ligera venía, dándole primero algunos a su hermana—. Juguemos a algo —propuso súbitamente el deportista, lo cual era bastante común para ellos dos—. Te reto a que, si alguien nos habla, finjas que eres muda con esa persona. Si lo haces, yo lavo los platos por un mes.

Si había algo que estuviera haciendo que asistir a esa fiesta mereciera la pena, era ese momento de bromas con su mellizo. Desde niña había comprobado que no importaba el lugar al que sus padres les hubiesen obligado a asistir, qué tan aburrida pudiera ser la reunión social o familiar a la que tuvieran que acompañarles: mientras Jin Sun estuviera a su lado no podría llegar a aburrirse nunca.

Y aquella fiesta en aquel enorme castillo no iba a ser la excepción a la regla, ni mucho menos. Sun Hee tenía que hacer un verdadero esfuerzo por no reír a carcajadas por su estúpida broma y no llamar la atención de la gente que les rodeaba, aunque pronto surgió un tema más importante y serio para los kitsunes: la comida.

Faltaba toda una eternidad para que pudieran entrar a comer, lo sabía, entendía bien la pena de su hermano porque ella misma estaba hambrienta como un lobo que llevaba semanas sin probar bocado. Por eso mismo es que se había preocupado de observar las bandejas de los camareros y había terminado descubriendo los bocaditos para ir abriendo apetito. Aunque siendo sinceros, ellos tenían el apetito abierto todo el día. —Lo sé, nos haremos viejos antes de que podamos comer algo, pero con suerte los canapés nos harán pasar mejor este tiempo.— Acostumbrarse a los horarios americanos había sido una tortura.

Cuando le habló de esa metiche no necesitó que le pidiera ayuda dos veces para que la kitsune accediese a dársela. Enseguida comenzó el teatro, apoyándose en su hermano mientras ponía mala cara, entrecerrando los ojos como si le pesaran los párpados. No necesitaron decir una sola palabra en inglés para que los que estaban más cerca de ellos comprendieran la situación y les dejara vía libre. Solo cuando estuvieron fuera de miradas indiscretas, Sun Hee se permitió recobrar un poco la compostura, haciendo una leve inclinación al camarero que llevaba los canapés, y tomó el que le ofrecía su hermano. —Con suerte no volverá a molestar en un buen rato. Y si aparece, corremos a los baños, como si tuviera que ir a vomitar.— ¿Le importaba acaso perderse aquella fiesta? Para nada, y menos si era para ayudar a su hermano a escapar de aquella dichosa periodista.

Sonrió traviesa ante la propuesta del beisbolista, asintiendo rápida y enérgicamente. —¡Trato! Y al que te hable a ti tendrás que responderle únicamente en coreano como si no entendieras inglés. Si lo haces, nuestro próximo día libre te prepararé tu postre favorito.— Quizá no era una apuesta tan jugosa como el mes lavando los platos que le había ofrecido él, pero era lo primero que se le había ocurrido. Y dicho y hecho, apenas un instante después, mientras Sun Hee se estaba metiendo el canapé en la boca, apareció un chico que había visto cómo los hermanos se alejaban de la fiesta. "Perdona, no pude evitar ver cómo os marchabais y... ¿Te encuentras bien?" Sun Hee solo ladeó la cabeza, como si no hubiera entendido lo que había dicho, y se apresuró a negar, sacudiendo las manos delante suya, rechazando una propuesta que nunca había salido de boca ajena.

No había dudas por qué sus padres se la pasaban con dolores de cabeza. Desde que tenían memoria —y sobre todo desde que habían podido comprender que no eran precisamente los más presentables en sociedad— los mellizos se la habían pasado de travesura en travesura. ¿Podían culparlos? La sangre kitsune corría por sus venas y era el resto de los Hwang los que no parecían de esa raza. Aunque eso probablemente solo les servía de excusa como para espetar un "lo siento, nací así" al par, pues lo más seguro es que la picardía estaba anclada a sus almas sin necesidad de haber sido o no sobrenaturales.

—Ah, ah, ah, no solo mi postre, también mi comida favorita. —Ya que no sonaba muy acorde el lavar los platos por un mes y "solo" recibir su postre favorito, el beisbolista agrandó un poco su beneficio. Hecho esto, los hermanos estrecharon sus manos y no fue mucho más tarde que se acercó aquella persona a hablarles. Entonces empezó el show... Jin Sun miró a su melliza también y, supuestamente confundido, volvió su rostro hacia el tercero en cuestión—. Lo siento, no entendí bien lo que dijo, ¿podría repetirlo? —pronunció, absolutamente todo en coreano, lo cual posó cierta consternación en el desconocido.
—¿No hablan inglés? Quería saber... —empezó a pronunciar todo más lento y marcado, como si estuviese comunicándose con chimpancés con sordera—. Si la señorita... —añadía ahora gestos, señalando a Sun Hee—... se encontraba bien...
—¿Mi hermana? ¿Se quiere casar con ella? —¿Qué importaba si decía una incoherencia? Estaba más que claro que el contrario no sabía coreano y podía decir lo que se le cantara—. Disculpe, no la dejaría casar con alguien a quien le huele la boca a ajo... —Y así, el desconocido asentía como afirmando todo lo que escuchaba, frunciendo el ceño, haciendo un esfuerzo sobrehumano por intentar entender... y fallando estrepitosamente.