No iban a quedarse quietos a llorar y quejarse en el aburrimiento de su departamento. Sí, "departamento", porque ni siquiera podían llamar "hogar" a ese lugar que el mellizo había conseguido en Mystic Falls meses atrás, a donde poder escapar y esconderse de la presión de la prensa y sus propios manager y entrenador. Ya habían pasado una Navidad un poco extraña y Año Nuevo se suponía que debía ser especial. Jin Sun estaba, ese año, más melancólico que nunca, porque era el primer año en que él y su melliza no podían viajar de regreso a Corea del Sur para festejar con su familia. Tal vez sus padres y hermano mayor fueran unos fastidiosos, tal vez las amistades que había dejado atrás ahora estaban cada vez más lejos ideológicamente pero, después de todo, aquel lejano pedacito de tierra era su hogar y ese día más que nunca deseaba estar allí. Y, como no podían...

Superaría el malestar como lo hacía con la gran mayoría de malestares en su vida: fingiendo. Un buen vestuario, un poco de maquillaje y perfume eran todo lo que necesitaba para salir a buscar quién sabe qué, la brújula moral un poco rota, la dignidad más desamparada que nunca; ¿y si se cruzaba a...? Mentiría si dijera que no lo estaba buscando con la mirada pero que a la vez le causaba un pánico inusitado volverlo a ver. Había arrastrado consigo a Sun Hee hasta Mystic Falls y ahora también la había convencido para salir del departamento después de las 12; y aunque sabía que su hermana no juzgaría lo que hiciera, Jin no estaba preparado para enfrentar a cierta persona estando con ella allí, para luego tener que explicar sus reacciones.

—Hagamos un juego: —propuso el mellizo de camino al lugar—. Entre los dos haremos una lista de cosas "conseguibles" a lo largo de la noche. Por ejemplo, que la gente nos preste un cordón de su zapatilla, un labial, etc. Tenemos que separarnos y quien lo consiga todo antes, gana... ¡Después vemos qué gana! ¿Te animas?

Fuera la inercia o fuera porque se trataba de un animal de costumbres, sus pies lo llevaron al primer lugar del cual se enamoró en aquel pueblo: el Mystic Grill. La música se podía escuchar desde afuera y el jolgorio podía palparse en el aire: luces más que brillantes para el kitsune que, en ese momento, era más bien un bicho atraído por tanta artificialidad. Estaba decidido, sí, totalmente decidido a olvidar sus penas en la pista de baile, con algunos que otros tragos, divertirse con su hermana y, quién sabe, tal vez conocer a alguien interesante... pero quizá olvidó que su timidez era más grande que su orgullo y que los vínculos que casi siempre forjaba comenzaban porque alguien lo reconocía de la tele.

La barra parecía un buen lugar donde encallar. Pidió un trago largo de lo más dulce que hubiera y la primera mitad del vaso se le fue en ansiedad y la necesidad de estar haciendo algo que no fuera solo ver a las personas devolverle una mirada de extrañeza. ¿Sería por sus rasgos, porque creían saber quién era o porque estaba solo una noche como esa...?

De repente lo recordó. Tenía que cumplir las misiones que él mismo había propuesto. Había perdido a Sun Hee de vista y pensó que ella ya lo estaría haciendo desde hace un buen rato desde su llegada, por lo que le llevaría ventaja. Por este motivo, Jin Sun tomó aire —y con ello todo el coraje que pudiera— para buscar entre los rostros aquel que pudiera parecerle el más simpático o accesible. Cuando lo encontró, dubitativo y con una sensación creciente de pánico inexplicable, se acercó a hablarle.

—Disculpa, ¿puedo molestarte? —No entendía bien por qué otra vez alguien le causaba tanto temor, pero podía recordar aquella entrevista que había tenido que compartir con Kevin Anthonsen. Pensó que esto era igual, por lo que se dijo a sí mismo lo que podía llegar a ser y que, si era el caso, no había por qué temer—. Estoy jugando un juego con mi hermana y necesito conseguir estos elementos antes que ella... ¿Podrías ayudarme? Necesito, por ejemplo... Un bolígrafo, ¿de casualidad tienes uno por aquí?

Las razones por las que había entrado en el Mystic Grill se debían simplemente a su necesidad de salir y de no permanecer mucho tiempo al lado de su mejor amigo y de su novia. Maxon le costaba aún aceptar que Rowdy ahora tenía otras prioridades e intereses y, sobre todo, le resultaba difícil ver cómo los labios de su amigo estaban continuamente pegados a los de Herminia.

Ugh.

Ahora mantenía esa imagen en la cabeza y por mucho que intense sacudirla de su mente, no podía sacársela. Podía incluso escuchar el ruido y aquello lo puso aún más furioso. De este modo, a pesar de que el volumen en el local era ya suficientemente alto, se colocó los auriculares para escuchar la música de su ipod.

Momentos antes, el lobo ya había pedido lo que quería, es decir, un Ron con Cola y unas patatas fritas con kétchup. Maxon era muy selectivo con la comida y consideraba que el Mystic Grill sólo sabía hacer dos cosas bien: servir agua y las patatas fritas.

Mientras mojaba una de sus patatas en la abundante salsa que le habían servido, sintió que alguien lo estaba mirando intensamente. Al principio, ignoró la sensación, entretenido como estaba con su repertorio de música. No obstante, llegó un momento que empezó a molestarse y buscó con la mirada aquel que, tímidamente, le estaba diciendo algo.

Maxon elevó ambas cejas, sin acabar de leer bien los labios del desconocido. Resignado, tuvo que sacarse los auriculares para escuchar aquello que le estaba diciendo:—¿Perdona, me estabas hablando?—lo último que había escuchado era algo sobre un boli, así que instintivamente, buscó entre sus bolsillos por si tenía alguno:—¿Habías dicho algo de un bolígrafo?—preguntó, sin dejar de escarbar entre todo aquello que tenía guardado:—Lo siento, no tengo nada de eso.

Sin embargo, sacó de su interior unos chiclets, una moneda antigua, su ipod, un cromo de pokemon y una entrada de cine sobre la última película que había ido a ver.

Tan concentrado estaba en querer socializar y cumplir con las reglas del juego que Jin Sun no había notado un "detalle": la persona a la que había elegido hablarle llevaba puestos auriculares. Solo fue consciente de esto en el momento en el que el chico se los quitó de las orejas, lo cual dibujó una expresión de sorpresa mezclada con culpa en el rostro ajeno.

—¡Ay, perdón! No vi que tenías los cascos... —Se disculpó, sí: ¿por qué? Porque la regla general entre las personas que disfrutaban de escuchar música a solas era: no se le habla a una persona que tiene los auriculares puestos, pues es evidente que no quiere socializar. Se sintió un poco tonto de haber irrumpido en el momento de soledad del contrario, mas al instante pensó que era un poco triste que estuviese tan solo un día como aquel. Incluso sobre el miedo irracional que sentía cerca del extraño, el beisbolista no podía evadir su inmensa empatía—. ¡No te preocupes! Te agradezco de t-... —Se interrumpió a sí mismo al ver el cromo de pokemon, la entrada de cine y la moneda antigua. Revisó la lista y recordó así que uno de los ítems a conseguir era "un ticket de cualquier cosa". ¿La entrada al cine contaba como tal...? El kitsune había estado dispuesto a marcharse, pero no pudo evitar que su genio fuese más fuerte y continuó hablándole al desconocido—. ¡Ah! ¿Puedo pedirte esto? Luego te lo devuelvo, lo juro —dijo señalando la entrada, intentando ver de reojo qué película había ido a ver, solo por curiosidad—. ¡Feliz año nuevo, por cierto! Mira... —mostró entonces su celular, que llevaba una funda transparente. Detrás de ésta, Jin tenía pegado un sticker de uno de sus pokemon favoritos: Lapras (entre algunas mini fotos con su melliza, stickers de pelotas de baseball y un trébol de cuatro hojas seco). No había mucho para decir acerca de su actitud; fue como un intento (raro, pero sincero) de levantarle un poco el ánimo a alguien que parecía no tenerlo—. De un pokemaníaco a otro.

—Tranquilo—se le dibujó una pequeña sonrisa en sus labios ante el alboroto del desconocido por no haber visto sus casos. En realidad, el Mystic Grill estaba muy oscuro aquel día, ya que querían aprovechar la luz del posterior espectáculo con fuegos artificiales. De este modo, Maxon no se molestó ante ese “descuido”, sino que entendió que no se hubiese fijado en eso:—Claro, como si te la quieres quedar—era su entrada de cine del Hobbit. La había ido a ver solo, ya que Rowdy últimamente prefería utilizar su tiempo libre con Revna.

El recuerdo de la loba transformó sus facciones y, sin poder ocultar su incipiente malestar ante el asiático, arrugó el ceño mientras le tendía el trozo de papel:—De hecho, no la quiero de vuelta—la saga de Tolkien era algo que siempre había compartido con su mejor amigo y ahora ya nunca podría hacerlo o, al menos, aquella era la idea que tenía Maxon sobre su nueva situación con él:—Y sí, feliz año—aunque intentó volver a sonreírle, se podía notar que estaba suponiéndole un soberano esfuerzo el elevar las comisuras de sus labios de aquel modo.

Con todo, cuando vio que le enseñaba un Lapras, su mirada se iluminó de genuina emoción:—¿Te gusta también Pokemon?—ahora ya no le costaba sonreír:—Mi favorito es Snorlax—aunque el cromo que tenía salía un Growlithe:—Y este es mi segundo favorito—con el dedo índice, golpeó dos veces sobre la imagen del pokemon de fuego para que se fijase en éste:—Se lo intercambié a uno por mi Pikachu. ¿Tu favorito es Lapras?—giró completamente su cuerpo para que ahora, a pesar de estar sentado sobre un taburete, pudiese quedar frente a frente a él:—Por cierto, me llamo Maxon. ¿Y tú?—le extendió su mano a modo de presentación sin abandonar en ningún momento su sonrisa.

"No te metas, no es de tu incumbencia, no tienes por qué ser quien le levante el ánimo a la gente". Jin Sun podía repetir para sí mismo aquella especie de "mantra", pero de ahí que pudiera aprenderlo de veras y aplicar sus conocimientos había un larguísimo trecho. Tenía la maldición de ser "el chicle" de los grupos sociales y el payaso de sus amistades, ese que siempre hacía que las personas se unieran, que se sintieran mejor y quien intentaba que el ambiente fuese lo menos conflictivo. ¿Por qué intentaba ser lo mismo para un completo desconocido? Quizá, se dijo para sí y para justificarse, es que podía reconocer la tristeza en los ojos ajenos y sentirse identificado con ésta.

—¡Oh, The Hobbit! Aún no la vi... —comentaba el kitsune mientras tomaba el papel entre sus manos, escuchando al contrario decir que mejor no lo quería de vuelta. Algo en su interior dolía; estaba más que claro que el chico se encontraba contrariado y que algo de todo ello le conectaba con eso que le estaba pasando. El beisbolista temblaba un poco por dentro también, le era inevitable pensar que tal vez era él quien estaba molestando, pero a su vez existía un miedo irracional por detrás que no lograba comprender—. Muchísimas gracias. —Había estado dispuesto a irse, como se dijo, pero el último intento de distensionar el ambiente fue sacar el tópico de pokémon. El cambio fue increíble, inmediato y sorpresivo podría decirse, porque aunque no conocía al muchacho siempre era curioso ver como alguien podía ser sacado de un estado negativo con algo tan sencillo como hablar de sus gustos. Jin Sun sonrió amplio e iluminado para ese entonces, enternecido de oír al chico hablar de cuáles eran sus favoritos entre tanto continuaba bebiendo de su trago—. ¡Ownh, Snorlax es tan adorable! —Se tomó la libertad de tomar el cromo ajeno para observarlo con curiosidad y luego dejarlo sobre la barra una vez más—. ¡Sí! Me gustan Lapras, Eevee y Wobbuffet. ¡Nunca me sale Wobbuffet en los cromos! —La sonrisa en el surcoreano se amplió aún más al ver aquella mano extendida, que no tardó en tomar, y otro poco al escuchar el nombre ajeno. Al parecer, incluso si tenía pocas habilidades para socializar, todavía podía lograrlo siendo él mismo—. Un gusto, Maxon. Soy Jin Sun, puedes decirme solo Jin, Jinnie o Suri. —El problema de presentó justo después de ello: ¿qué procedía? Quería seguir charlando con él porque dudaba que pudiera hacerse "amigo" de alguien más y, más allá del miedo que le causaba el chico, parecía parecía afable que solo no había estado teniendo un buen día; dicho sea de paso, algo en el gumiho deseaba abrazar al contrario—. ¿Estás solo, Maxon? —¿¡Qué pregunta era esa ahora!? Era obvio que lo estaba, nadie con compañía habría traído los auriculares puestos—. Digo-... O sea, ¿esperas a alguien? ¡Ah, ah! ¿Quieres saber a qué juego con mi hermana? —Sus ideas, tanto como su boca, parecían ir a mil por hora, más en ese momento que se había puesto nervioso gracias a su propia torpeza; lo que no parecía ir con el ritmo era su raciocinio y capacidad de pensar con claridad, al parecer. Con lo último, sacó su celular para mostrar la lista que habían armado con su melliza... pero estaba toda en coreano—. Es como una búsqueda del tesoro o de cumplir misiones o algo así... Hicimos una lista de objetos y quien los consiga antes, gana. Aquí dice "un lápiz labial", por ejemplo. "Un cordón de zapatilla", "un encendedor"...

—¿Ah no?—gracias a su conversación de Pokemon, la tensión había desaparecido y no le costaba ya hablar sobre una saga que asociaba mucho a Rowdy:—Si te gusta Tolkien o la ciencia ficción, creo que la encontrarás entretenida—dio un sorbo a su bebida y, sintiendo de repente mucho apetito, tomó tres patatas fritas a la vez para llevárselas a la boca.

Mientras las masticaba, tomó el bol para ofrecerle alguna a Jin. Quedaban bastantes y a un lado del plato había una salsa abierta que no era otra que el kétchup:—Toma las que quieras, ya que no creo que me las acabe todas—para que no se sintiese cohibido, él mismo tomó dos más:—Es de las pocas cosas que me gustan del Grill—comentó, sin poder ocultar su crítica indirecta hacia los restantes platos que servían.

—Es adorable, un buen comedor y muy fuerte—tras dejar el plato en medio de ambos, regresó a la conversación que había conseguido disipar toda su tristeza. No solía hablar con nadie de este tipo de “frikadas”, salvo con Rowdy, pero Jin había conseguido que se sintiese cómodo haciéndolo:—Son muy buenos los que escoges y, en el caso de Eevee me gusta bastante su variedad de evoluciones. ¿Tienes alguna favorita ahí?—dio otro sorbo a su bebida mientras se mentalizaba interiormente de buscar entre sus cromos alguno de Wobbuffet. Maxon tenía un variado repertorio y estaba convencido de que tenía ese pokemon.

Ahora tan sólo faltaba que volviesen a coincidir ellos dos para que se lo pudiese entregar.

—Jin entonces—volvió a sonreír y, al hacerlo, le mostró un poco unos colmillos un poco alargados. Los tenía así por herencia paterna y era algo bastante irónico teniendo en cuenta su raza:—Por cierto, ¿estás bien? Te noto nervioso…

Sin embargo, se interrumpió a sí mismo cuando escuchó la pregunta que le formuló él.

Hasta ese instante se había olvidado por completo de su soledad. Se encontraba ahí porque, lamentablemente, en su manada sólo congeniaba con Rowdy y ahora que éste tenía novia, su única zona de comfort era su trabajo como chef.

—No, no. Estoy solo y no espero a nadie—inconscientemente, apretó su mandíbula y escondió sus manos en los bolsillos de su chaqueta en un acto de recogimiento, casi como si intentase protegerse de esa sensación de soledad.

—Oh—el cambio de tema lo agradeció internamente y, mientras intentaba observar aquello que había en su pantalla, sin acabar de comprender lo que leía, iba asintiendo a todo lo que decía:—¿Y si te ayudo a completar el tesoro? Me parece algo muy chulo. Incluso podrías aportar alguna cosa que ni siquiera esté en la lista—le sonrió con picardía ya que, si de algo disfrutaba Maxon, era de los juegos donde podía sacar a relucir su competitividad:—Ven conmigo. Creo que puedo conseguirte algo digno de un tesoro.

—En realidad... —Con un poco de vergüenza, Jin admitió para sus adentros que parte de sus comentarios salían más por la necesidad de charlar en sí que porque los temas fuesen de muchísimo interés para él. El caso de "El Hobbit" era un claro ejemplo—. Tampoco vi "El Señor de los Anillos"... ¿Debería verlas para entender "El Hobbit"? —Con el acotado tiempo en su vida y las amistades que no se interesaban demasiado en esas cosas, el gumiho nunca había sido muy cercano a ese tipo de cine o lecturas, mucho menos cuando vivía en Corea. Ahora que estaba occidente se veía casi bombardeado con esas informaciones y propuestas, pero se mareaba bastante al no saber por dónde empezar.

Y así como con su entretenimiento el baseball se metía en su vida, también lo hacía en su alimentación. El ofrecimiento de papas fritas le había tentado, la verdad, pero de por sí ya estaba rompiendo su estricta dieta con la bebida que tenía en las manos.

—Te agradezco, pero cené un montón —mintió. Si bien habían comido con su hermana, la mayor parte del tiempo Jin Sun se quedaba con la sensación de que podía (y quería) seguir comiendo. En función de no pensar mucho más en ello y engañar a su estómago, continuó bebiendo de su trago que, probablemente, no tardaría en hacerle efecto gracias a su poca resistencia al alcohol y la escasa comida que había ingerido—. Uh, ¿sabes que no he podido elegir una aún? Aunque Flareon me gusta bastante. —Sí, hablar de pokémon definitivamente era el medio más rápido para olvidar su hambre y la pesadez que le producía casi escuchar en su mente las voces de su entrenador, su manager, su representante y su nutricionista, todos diciéndole lo que podía poner en su boca y lo que no.

Tras las presentaciones hechas, Jin oyó con sorpresa y algo de culpa la pregunta sobre si se encontraba bien. Sabía que siempre era muy obvio con lo que le sucedía, pero no creyó que su miedo pudiera verse por fuera también, siendo que se esforzaba por controlarlo. ¿Sería que también Maxon era un licántropo? Para suerte del kitsune, había aprendido sobre este miedo por las buenas, pues la persona con quien le había tocado manifestarlo había sido realmente muy comprensiva y amable con él. Pero no podía asegurar que esto fuese lo mismo y mucho menos preguntarle al chico si se trataba de un lobo, por lo que tuvo que hacer lo que mejor sabía: fingir.

—¡Ah! S-sí... —Y el maldito tartamudeo volvía a surgir en el momento menos oportuno—. Soy torpe para hablar con personas nuevas, ¡pero estoy bien! Gracias por preguntar. —No mintió, pero claramente omitió gran parte de la verdad: ese estaba lejos de ser el único motivo por el cual se encontraba nervioso pero, como se había dicho antes, no podía decirle todo.

Era como estar en una montaña rusa. Por momentos había sensaciones muy fuertes de pensar "la fregué y me van a mandar a freír espárragos" y momentos de creer que no todo era tan malo y que quizá podían congeniar bien. Claro caso cuando al beisbolista se le ocurrió, sin querer, meter el dedo en la yaga con el tema de la soledad ajena, pero remontó no mucho después cuando Maxon aceptó ayudarlo en el juego y pareció bastante entusiasmado con ello.

—¡Oh! ¡Me gusta esa idea de aportar algo que no esté en la lista! —Como un pequeño, Jin Sun parecía emocionarse con la idea como si fuese la propuesta más increíble que había oído en la vida—. ¡Yo te sigo! Pero... Un segundo —añadía más que dispuesto a ir detrás del joven hacia donde lo llevara, aunque no sin antes terminarse su bebida y hacerle una seña al mozo detrás de la barra para pedir otra más—. Yo invito, ¿qué te gusta beber?

—¿Cómo que no?—casi saltó de su taburete al escuchar que Jin no había visto nunca su saga favorita:—Un día que puedas, mírala. ¿Te gusta la ciencia ficción?—sus preguntas salían atropelladas, ya que su excitación cuando se hablaba del Señor de los Anillos era muy grande.

—Yo siempre tengo apetito, pero tengo una excelente constitución—le sonrió un poco arrogante. Cuando se trataba de alardear de él mismo, nunca tenía ningún problema. Maxon tenía una opinión de sí mismo muy positiva. Gracias a esta seguridad, triunfaba también como chef:—Aunque creo que el fallo son estas patatas. Nunca has probado las mías—la misma sonrisa pareció ensancharse ante su propio reconocimiento:—Soy chef.

Con todo, su publicidad llegó a su fin cuando se centraron más en el Pokemon:—Yo me quedo con Jolteon. Me gusta su aspecto y el tipo eléctrico—se encogió de hombros mientras masticaba y reflexionaba sobre su opción:—Aunque Umbreon no está nada mal tampoco, ¿no crees?

Siguió comiendo y bebiendo mientras, en las pequeñas pausas en las que alternaba una acción por la otra, lo analizaba. Maxon había detectado que algo lo incomodaba, pero no intuía qué podía ser. Mucho menos sospechaba que el causante de esos nervios era él mismo:—¿Seguro?—preguntó, tras haber dado un pequeño sorbo a su bebida:—De acuerdo, no insistiré. Aunque para hablar poco con las nuevas personas, siento que has sido muy valiente conmigo—le guiñó un ojo, coqueto.

Había algo de su interlocutor que lo atraía. Era guapo, pero no era su físico lo que más le estaba gustando, sino ese punto de ternura y bondad que tanto anhelaba el licántropo en su vida.

—Beberé un ron con cola—comentó, mientras se levantaba de su asiento para ir en búsqueda de algo novedoso:—Mira, en esa mesa de billar hay una bola especial. Entenderás el porqué cuando la saquemos de ahí—acto seguido, con un movimiento de su mentón le señaló una diana que había en la pared:—Podemos tomar un dardo y, sino….—hizo una exploración rápido por la zona y vio que había una piñata aún sin abrir:—¿Qué tal algo de ahí dentro?—con su dedo índice, le señaló un caballo enorme que colgaba del techo.

Algo en la emoción (y conmoción) de Maxon ante la "confesión" de Jin Sun acerca de las películas basadas en Tolkien causó un susto que le hizo saltar al kitsune, pero a la vez le divirtió en cierta manera. No quiso reírse y parecer que se burlaba del contrario, pero fue inevitable apretar sus labios y abrir grandes los ojos mientras contenía su reacción.

—Creo que sí me gustan... Me gusta mucho Harry Potter pero... no sé si cuenta. —Temió ahora el estar ofendiendo mucho a un fanático por la "comparación" que hizo en su mente, pero le sonaba que era parecido; magia, criaturas, guerras...

La charla siguió su curso y Jin Sun, que permanecía ahora sonriendo casi siempre, le causó algo de gracia también esa arrogancia evidente en el contrario. Arrogancia que no le molestó, aunque sí le dio curiosidad. El joven parecía super convencido de sus habilidades en la cocina y eso era importante, que cada quien creyera en sus capacidades, no como él que vivía dudando de sí mismo incluso si a las claras estaba que era un excelente deportista.

—Tendré que probarlas alguna vez... ¿Tienes un lugar de comidas aquí en en el pueblo? —Sonaba bien volver a encontrarse en alguna otra ocasión, además de poder seguir conociendo personas de Mystic Falls siendo que últimamente parecía su lugar ideal a donde escaparse a despejar su mente. Algo le decía al kitsune que la charla se les iría siempre por el lado de pokemon, películas y cosas del estilo, ¡y eso le gustaba! Porque si bien tenía a Sun Hee y con ella solían jugar videojuegos, ver series juntos y hacer un montón de actividades típicas de su edad, también deseaba tener a algún amigo varón de su misma edad y Maxon parecía andar en sus veinte y algo también—. Umbreon es muy bonito también, realmente. Me gusta más que Espeon.

De repente, el tema sobre sus nervios pasó de largo, pero algo lo hizo poner un poco más tímido y fue el halago que el contrario le dio junto a aquel guiño. Parecía tonto pero Jin Sun, incluso siendo alguien bastante reconocido —y que recibía comentarios sobre su aspecto y desempeño contastemente—, no era alguien que estuviese acostumbrado a reaccionar a halagos. Sus padres siempre habían sido algo "fríos", pues en general los surcoreanos no solían ser muy demostrativos. Pero lo que provocó cierto aumento del nerviosismo en él, tuvo que admitir, es que Maxon se vio muy lindo al guiñarle un ojo y el beisbolista no quiso pensar demasiado en ello. Solo un "gracias" y unas risitas casi sin sonido abandonaron sus labios para dejar que el tópico decantara por sí solo y pasara a otra cosa.

Jin pidió el ron con cola para su nuevo "compañero de aventuras" y otro trago dulce para él. Luego, procedió a escucharlo atentamente mientras se llevaba el sorbete a los labios y comenzaba a beber curioso, con los ojos yendo de aquí para allá en lo que Maxon le indicaba.

—Pero si me llevo la bola especial o el dardo... ¿no sería como robar? Igual tengo mucha curiosidad de ver esa bola y por qué es especial ahora... —Claro que las cosas en general pensaba devolverlas, pero si eran objetos del lugar temía que los dueños pudieran pensar que estaba hurtando—. ¡Ah! ¡La... la cosa! —Se entusiasmó entonces al ver la piñata, habiendo olvidado completamente cómo se nombraba ese objeto en inglés y pensando si siquiera alguna vez lo había sabido—. Algo de ahí, definitivamente. ¿Se sabe cuándo lo van a romper? Qué divertido... Nunca tuve una de esas pero sé que aquí lo ponen en los cumpleaños, ¿cierto?

No pudo evitar sonreír ante la mención de Harry Potter y la comparación con El Señor de los Anillos. Le pareció adorable la forma en que Jin Sun expresaba sus gustos. Asimismo, se sorprendió gratamente al coincidir en otra temática, pues Harry Potter era otra saga que le apasionaba a Maxon.

— Harry Potter es genial también, pero sí, son mundos diferentes. ¡Y sí, tengo un restaurante aquí en el pueblo! Es mi pequeño rincón culinario —respondió con entusiasmo ante la idea de que Jin Sun pudiera visitar su restaurante.

La conversación se desvió brevemente hacia los Pokémon, y Maxon aprovechó la ocasión para tratar un poco el tema.

— Sí, Umbreon tiene ese toque misterioso que lo hace fascinante. Me has dado una idea—le sonrió con picardía y estiró un poco su torso hacia delante para comentarle lo siguiente:— Si alguna vez decides pasar por el restaurante, puedo prepararte algo especial inspirado en Pokémon. De forma excepcional, sólo para ti—ofreció con alegría, viendo en el asiático un cliente potencial y, más importante aún, un nuevo amigo:—Es más, sé hacer una cerveza de mantequilla que te volvería loco.

Cuando Jin Sun expresó su curiosidad por la piñata y su contenido, Maxon rió.

—Sí, romper la piñata es una tradición divertida en cumpleaños y eventos. Así que, si encuentras algo que te guste, ¡adelante, es para ti!—todavía con el ron con cola en su mano, le fue explicando su plan:—Y, sobre la bola especial y el dardo, es más un juego que un robo. Los vamos a devolver, aunque la bola quizás no —explicó con una sonrisa cómplice. De hecho, lo que hacía especial a ese objeto era las pegatinas que habían puesto algunos clientes. Se trataban de stickers de distintas temáticas. Parecía que contase una historia y habían decidido hacerlo en la bola menos vistosa y más vieja. Quizás precisamente, para resaltarla aún más, habían optado por ese cambio de “apariencia”:—Sólo tienes que enseñarle que has cogido cosas emblemáticas, ¿no? Creo que esto representa mucho el espíritu de aquí.

—Oh, debo ir a conocerlo. Tal vez mañana pueda ir con mi hermana... Sino será la próxima vez que venga a Mystic Falls. —Que no sabía cuándo sería eso, pero cada vez le daban más ganas de regresar pronto. El pueblo le gustaba y le ayudaba a relajarse cuando estaba demasiado saturado de sus responsabilidades; además, no es que no le gustase estar con su melliza (al contrario, ella era su mejor amiga por lejos) pero a veces también necesitaba un espacio personal donde estar solo. Escuchar a posterior la propuesta ajena lo hizo sonreírse aún más amplio, entusiasmado e incluso un poco "tímido" de sentirse tan "especial", al saber que Maxon pretendía darle un trato tan distinto al resto de sus clientes, o al menos eso le parecía a Jin Sun—. Woah, me sentiré como todo un emperador si voy a tu restaurante... ¡Ahora tengo aún más ganas de ir! —Dicho esto, un pensamiento nuevo cruzó por la cabeza del surcoreano y, aunque estaba acostumbrado a que las personas en Estados Unidos fuesen bastante más relajadas, pudo notarse su ligero nerviosismo al sacar su propio celular y acercarlo al contrario un poco dubitativo—. ¿Puedo pedirte tu contacto, Maxon? Así luego me envías la dirección de tu lugar. Sé que Mystic Falls no es tan grande, pero una de mis más grandes habilidades es olvidar cosas y perderme.

Fue entonces tiempo de moverse. Era un poco difícil andar por el lugar entre tantas personas, pero se estaba muy bien, la verdad. Su curiosidad solo seguía creciendo en cuanto a aquella bola especial por lo que Maxon le contaba. Ahora quería verla a toda costa, descubrir esos stickers e imaginar las historias detrás de éstos. Hubiera salido corriendo a comprar alguno de haber sido otro momento, pero obviamente no iba a encontrar nada abierto ese día y a esa hora. Se conformaría con tomar la bola prestada por unos minutos para el juego y luego, en otro momento, cuando volviera al pueblo le dejaría su toque personal.

—Sí, sí, de hecho hay cosas que debo devolver sí o sí, como el labial o el cordón de zapatilla... —decía el kitsune, revisando de nuevo la lista que habían armado con su melliza—. Quiero ver la bola, necesito ver esos stickers... —añadía con ilusión, mirando entre las personas el camino hacia la mesa de billar—. Luego de eso y la piñata podemos buscar a mi hermana, ¿quieres? —propuso finalmente, pensando en dónde se habría metido @Hwang Sun Hee y cómo le estaría yendo a ella con la búsqueda.

—Por supuesto. Te doy mi contacto—le extendió su número de teléfono en un trozo de papel, donde también escribió su nombre y apellido:—¿Acaso dudabas? A un compañero y amante de pokemon no voy a darle un trato deferente—le sonrió con socarronería, sintiéndose brevemente chispeado por el alcohol. Si antes había estado apagado, ahora Maxon se sentía desinhibido y con ganas de conocer en profundidad a su interlocutor.

Mientras se abrían paso entre la multitud, Maxon notó el creciente interés de Jin Sun por la bola especial adornada con stickers, un objeto que parecía tener historias ocultas entre sus colores y diseños:—Vamos a por la bola. Tiene mucha historia y podríamos añadir alguno en honor a este encuentro—le dio unas suaves palmaditas sobre el hombro derecho mientras se acercaban hacia la mesa del billar. A excepción de ellos, tan sólo había un grupo de cuatro jóvenes apoyados contra ésta mientras bebían y charlaban.

—Aquí la tienes—se la entregó para que la contemplase, mientras él intentaba localizar a su hermana. Maxon no creía que fuese a ser una tarea tan difícil, por lo que intentó, gracias al aroma de Jin, reconocer a la susodicha por lo mismo:—Creo que es aquella de ahí, ¿no?—como su compañero, también era asiática:—Vamos. Me da que eres el claro ganador de esta noche.