—Yo de ti no probaría eso.

Una chica muy joven, pelirroja, se había dirigido a uno de los puestos de venta de comida. Se trataba de una parada nueva, pero lo que ofrecía no estaba muy bueno. El nigromante ya había visto a tres personas tras consumir una manzana de caramelo irse corriendo al primer baño público de la zona. La casualidad, en aquellas circunstancias, no existía.

—Si te apetece algo para picar, mejor vete al Mystic Grill después o ahí mismo—con su mentón, ya que ambas manos las tenía escondidas en los bolsillos anchos de su abrigo oscuro, le señaló otro punto de venta en el que había una cola de cuatro personas. Con todo, el olor que se desprendía de la olla del chocolate caliente y de sus gofres era exquisito.

—Créeme, sino me temo que tu única visita de hoy será el wáter. Vale la pena hacer esa cola y te lo dice alguien que no es muy de dulce—se encogió de hombros, sin expresar otra emoción en su rostro que la del absoluto aburrimiento. Si Cedric había asistido a ese evento navideño era para comprarle algo a sus sobrinos, pero comenzaba a arrepentirse de su decisión.

Se detuvo a medio camino a uno de los puestos de comida cuando escuchó a aquel chico dirigirse a ella. Al principio dudó, mirando alrededor, pero era ella, seguro. —¿Qué tienen de malo las manzanas de caramelo?— Arrugó el ceño, confusa. En realidad solo estaba acercándose para ver los precios que tenían. Las pocas monedas que llevaba tintineaban en su bolsillo, y no eran demasiadas, así que tenía que pensar bien en qué se lo iba a gastar.

Se acercó a él con parsimonía, casi arrastrando los pies, y echó un vistazo al puesto de las manzanas. Si se concentraba podía notar que el olor que salía de allí no era demasiado apetecible, a pesar de que el dulzor del caramelo que cubría las frutas debería ser delicioso... Olía ligeramente a quemado.

—El Grill se sale de mi presupuesto. Aunque dicen que hacen comida muy buena.— Si era verdad o no ella no lo sabía, no era un lugar que frecuentase en realidad, aunque alguna que otra vez se había sentido tentada de entrar. —Pues... gracias por el consejo. Puede que me haga con un chocolate.— Después de echar un vistazo al lugar recomendado, sacó una de sus manos del bolsillo, mirando las monedas que guardaba en este. —¿Quiere uno? Será mi modo de agradecer que me haya ahorrado tener que pasar el resto del día metida en el baño.— Bromeó mientras rodaba los ojos, y sin esperar su respuesta, se dirigió a la cola, antes de que llegara más gente y se hiciera más grande.

Igual aún tenía algo de tiempo hasta que llegara Talie, no tenía nada mejor que hacer que probar ese chocolate y pasar algunos minutos con aquél tipo tan serio. Mientras no fuese un imbécil, no le molestaba que tuviera cara de estar en un funeral.

—Decente—respondió con parquedad a la opinión de la joven sobre el Mystic Grill. Cedric había ido en bastantes ocasiones, pero empezaba a lamentarse de su servicio poco profesional y de su comida que escaseaba en variedad. Con todo, no quiso extender su crítica para no asustarla aún más:—Si quieres un sitio bueno, te recomendaría otro lugar, aunque el de ese puesto está bastante bien.

Sin sacar todavía sus manos de su abrigo, observó cómo la pelirroja contaba y analizaba su poco presupuesto para el chocolate.

En otra ocasión, el nigromante hubiese ignorado su problema económico y se habría recogido en su propia soledad, pero sintió compasión. Inexplicablemente, tuvo el impulso de querer ayudarla. Cedric no entendía a qué obedecía su nueva disposición a ser generoso con una completa desconocida, pero creyó ver algo en ella de sus sobrinos o, más bien, de su fallecida hermana y su pasión por el chocolate caliente.

—No—sonó con más fuerza de lo que quiso mientras sus largas piernas acortaban la distancia con su interlocutora:—Ya te pago yo. De hecho, me iba a comprar uno antes—era una absoluta mentira, ya que no él no era especialmente alguien goloso. El único dulce que le gustaba de verdad eran unas galletitas de canela y casi podría afirmar que las tomaba sólo una vez al año:—Me llamo Cedric. ¿Y tú?—sacó finalmente su mano enguantada del bolsillo de su abrigo para estrechar la ajena.

Sospechaba, por cómo se había acercado antes a la manzana y olido, que aquella niña era bastante singular.

Se encogió de hombros, mirando al mayor de reojo. —Como dije no he ido nunca, las pocas veces que como fuera lo hago en el trabajo de un amigo.— Y no porque Jareth en ocasiones le invitase, si no porque le gustaba ir allí, lo que preparaban, y al final se sentía cómoda. —Pero no rechazo esa recomendación.— Conocer otros lugares nunca estaba de más.

Contaba en un murmullo las monedas. Había hecho demasiados planes para lo poco que llevaba, pero con suerte, le alcanzaría al menos para regalarle un chocolate caliente a Talie cuando se reunieran. No era lo que había pensado, pero dudaba que pudiera hacer mucho más con ello.

La rotundidad y fuerza de la respuesta ajena le hizo alzar la cabeza, con una ceja en alto y cara de circunstancias. Vaya, no había esperado algo así. —Está bien, aunque no era necesario que se ofrezca a Invitarme, no lo había hecho con esa intención.— Pero no iba a rechazar un chocolate caliente gratis. —Me llamo Autumn, encantada Cedric.— Estrechó la mano ajena al verla extendida frente a ella, solo por unos segundos, antes de volver a esconderla en los bolsillos de la chaqueta.

Ya en la cola, avanzó un par de pasos cuando una pareja abandonó el puesto con sus vasos de chocolate. —¿Cómo le van las vacaciones? Yo estoy deseando que se acaben de una vez.— No iba a mentir, aunque la compañía de Talie le hacía las cosas más llevaderas, aquellas fiestas se habían vuelto una losa en su espalda.

—Lo sé, pero no puedo consentirlo—se había frenado justo a tiempo, ya que estuvo a punto de añadir que no iba a permitir que una chica tan joven le invitase. Iba contra sus principios y contra lo que él entendía que era su estricta educación:—Un nombre bonito—detectó de inmediato que era una licántropo y aquello le hizo sonreír ante la exactitud de sus suposiciones.

—Dos vasos de chocolate caliente. ¿Quieres nata encima?—preguntó, mientras sacaba rápido su cartera del bolsillo interno del abrigo largo que llevaba:—Yo querré sin—le puntualizó rápido al vendedor con una mirada amenazante.

No soportaba que se equivocasen con sus pedidos. Mucho menos cuando se trataba de tomarse algo que tampoco le apetecía mucho.

—¿No te gustan las Navidades?—su confesión le hizo mirarla con mayor simpatía. Cedric odiaba la Navidad desde que Marlene fue forzada a separarse de su familia:—Ya somos dos. Las odio con toda mi alma—especialmente aquel año se le sumaba la muerte de Ethan, uno de sus pocos buenos amigos:—¿Cómo es que no te gustan? Normalmente la gente de tu edad las espera con mucha impaciencia

—Está bien, está bien.— "Por esta vez", pensó ella, aunque no expondría sus pensamientos en voz alta, veía al contrario con una terquedad similar a la suya y no le apetecía lo más mínimo ponerse a discutir con nadie, menos cuando intentaba mejorar su humor antes de encontrarse con Talie para no tener que recibirla con una cara que le llegaba hasta el suelo. —Gracias, lo cierto es que no sé por qué me llamaron así mis padres.— Y nunca se lo había preguntado hasta entonces, si era sincera.

Como ya sabía que no le iba a dejar pagar ni aunque quisiera, hundió las manos en los bolsillos de la chaqueta para cubrirlas del frío del exterior, haciendo cola junto al recién conocido como Cedric. —Sin nata, el chocolate caliente con nata no me gusta.— ¿Malvaviscos? Por supuesto. ¿Nata? En los gofres. Fue avanzando lentamente hasta que les llegó el turno y el mayor se encargó de pedir. —Sin nata los dos, por favor.— Igual que él, estaría atenta de cómo servía el chocolate el vendedor, queriendo asegurarse de que los servía bien.

Tomó los dos vasos cuando estuvieron listos, dejando que Cedric pudiera pagar tranquilamente antes de ofrecerle el suyo y alejarse unos pasos, dejando vía libre al siguiente en la fila tras ellos. —Gracias de nuevo, por el chocolate, quiero decir.— Alzó el suyo propio antes de llevárselo a los labios para apenas mojarlos con el contenido, comprobando que estaba demasiado caliente para beber todavía.

Su primera respuesta fue un encogimiento de hombros, pensando bien en la respuesta que le daría. —Si me hubieras preguntado hace dos años, habría dicho que me encanta la navidad.— Sin embargo, el año anterior todo se había echado a perder. Aunque le alegraba saber que no era la única que le había cogido odio a esas fechas. —Normalmente la gente de mi edad tiene a su familia con ellos para celebrarla. O al menos a parte de ella. Yo ya no la tengo, encima es mi cumpleaños, lo que hace que sea una mierda aún más grande.— Se humedeció los labios solo para quitarse el chocolate que sentía en ellos, mientras le miraba con curiosidad. —¿Y a ti por qué no te gusta?— Si él le había preguntado, ella también. Era lo justo.

—Deduzco que, por tu desconocimiento sobre la razón, nunca te ha despertado mucha curiosidad tu nombre.

Tras pagar por las dos consumiciones de chocolate, le tendió uno de los vasos:—No hay de qué—respondió en un tono aburrido, poco antes de dar un sorbo a esa bebida endulzada. Si bien estaba muy caliente, Cedric pareció no inmutarse. Estaba acostumbrado a beberse casi todo hirviendo.

—¿Qué ha pasado tras estos dos años?—con todo, descubrió pronto el motivo cuando la licántropa empezó a desarrollar más sus argumentos de odio hacia la Navidad:—Así que eres huérfana—no había ni compasión ni lástima en su voz. Con todo, sí que se le despertó cierto interés por descubrir si había sido una muerte natural o provocada la de sus progenitores:—Nunca me ha gustado. La encuentro muy artificial—con su mentón le señaló un grupo grande de gente:—Deben tratarse de un grupo de familias. A veces tengo la sensación de que durante estas fechas se tiene que hacer visible una felicidad que rara vez existe—dio un sorbo a su chocolate, sintiendo todavía el mismo punto de calidez.

—También he perdido a mucha gente.

—En realidad sí, pero nunca me dio por preguntar a mis padres por qué me llamaron así. Habría tenido más sentido llamarme Winter, o algo así, habiendo nacido el día de navidad.— Se encogió de hombros, preguntándose por qué nunca había hecho todas las preguntas que habría querido hacer, unas olvidadas y otras completamente ignoradas. En ese punto de la historia, no merecía la pena que le diera demasiadas vueltas. Aunque quisiera, ya no podría preguntarles nada.

Asintió, pensativa, dejando que su mirada se perdiese en algún punto de la calle que tenían delante de ellos. —Para ser exactos... Desde hace un año, seis días y como unas quince horas.— Iba a ser difícil que se le olvidara el momento en el que vio a sus padres vivos por última vez, aquella panda de cabrones que se los llevaron por delante por quién sabe qué motivos. Suspiró, dando un pequeño sorbo al chocolate, apenas superficial, intentando no quemarse la lengua con la bebida.

Ahora su mirada se fue hacia él. —Supongo que todo dependerá de lo que uno ha vivido. Yo solía celebrar la navidad con mis padres, y mi abuela también.— Buscó el grupo que le señaló con la cabeza, observando curiosa a cada persona que lo formaba. —La felicidad no siempre es  inexistente. A veces está, otras solo se esconde, sepultada por un montón de mierda que la vida te tira encima. Y hace que todo apeste, hasta lo que antes te hacía feliz de verdad.— Como le pasaba a ella con navidad y halloween. Como le pasaba a su mejor amiga.

Torció el gesto con aquello último que dijo, volviendo a beber del chocolate. —Lo siento. Es una mierda.— No había mucho que pudiera decir, y tampoco le veía como alguien que esperase o quisiera recibir la lástima de nadie.

Cedric decidió no hacer hincapié en la elección del nombre. Personalmente no le interesaba tampoco y, asimismo, había percibido que su interlocutora tampoco se sentía cómoda al tratar ese tema.

—Hasta las horas—se sorprendió ante ese dato. Él mismo había experimentado la muerte de una persona muy querida, pero no calibraba con tanta exactitud la ausencia de Marlene. Podía hablar de años, pero le costaría recordar las horas y los días:—¿Sabes lo que es la nigromancia?—Si sus padres eran licántropos, aunque sólo fuese uno de ellos, Cedric estaba dispuesto a hacer un esfuerzo por intentar contactar.

—No puede existir la felicidad si una persona está mal—contestó en referencia a su comentario sobre aquellas personas que están lidiando con muchos problemas:—No voy a entrar aquí en un debate sobre lo qué significa este concepto, ya que todos le damos un valor distinto, pero sí que percibo que durante estas fechas es casi un deber explotarlo y aparentar que todo está bien—dio un largo sorbo a su chocolate, pero se cansó rápido del dulzor y decidió hacer una pausa de la bebida.

—No te preocupes. Lo tengo muy asimilado. Podríamos decir que la muerte es como mi eterna amiga.

La pelirroja se limitó a encogerse de hombros. No iba a dar ninguna excusa sobre por qué recordaba hasta las horas que habían pasado. ¿Cómo no iba a hacerlo si había sido tan reciente, y encima el día de su cumpleaños? —Puede que cuando pase un tiempo solo me acuerde de los años que han pasado, pero por ahora...— Era lo que había, no podía remediarlo, tampoco los había perdido en una situación demasiado normal. No es como si hubieran tenido un accidente o hubieran estado enfermos...

Frunció ligeramente el ceño al escucharle ¿Le estaba preguntando eso en serio? —¿Nigromancia?— Por su expresión no parecía una broma, aunque eso no hacía que su pregunta sonase menos extraña. Aunque después de toda la gente que había conocido allí, y de todo lo que había visto, no debería extrañarle tanto que alguien con el aspecto tan serio que tenía él le hablase de cosas como esa. —No, no sé nada sobre eso en realidad, alguna vez leí algo parecido en cómics y libros, pero nada fuera de ahí.— Lo que no llegaba a comprender es por qué de repente le hablaba de eso. ¿Es que había sabido de alguna manera lo que era? Era extraño.

—En eso estamos de acuerdo. No debería estar mal sentirse mal, no me gusta que se fuerce a nadie a superar algo que le hizo mal cuando los demás quieran.— Ella misma se forzaba, pero era más por no querer hablar sobre el tema, por esconder lo mal que se sentía y evitar preguntas incómodas, típicas frases de apoyo que se dicen sin ningún tipo de sentimiento, solo por quedar bien y cumplir. Y puede que por eso se sintiera tan cómoda con su mejor amiga, porque la entendía y no pretendía que olvidara nada, solo estaba ahí, con ella, y eso era más que suficiente.

Y hablando de mejores amigas... —Creo que ya llegó la persona a la que esperaba.— Señaló en dirección a donde había podido escuchar levemente la voz de Natalie. No entendió lo que dijo por todo el ruido que había alrededor, pero su timbre de voz y su aroma eran inconfundibles. —Tengo que irme, por ahí viene mi amiga. Pero gracias por el chocolate de nuevo.— Le ofreció la mano libre para despedirse de él. Había sido un encuentro un tanto extraño, pero no había sido desagradable, y había conseguido despertar su curiosidad tanto por él como por las cosas que había dicho.