Ryan se movía a hurtadillas por la escalera principal del castillo. Si bien desde que tuvo conocimiento, el día anterior, de la celebración que Auron tenía planeada, dejó claro que no le parecía la mejor de las ideas. Después del tiempo que llevaban allí ocultos, arriesgarse a dejar no solo en conocimiento de sus aliados, sino también de sus enemigos, la existencia de su mejor baza era arriesgarse demasiado.

Y aún más lo era abrir las puertas de lo que podía ser una gran fortaleza.

Pero Auron tenía sus propios planes y, al parecer, eran demasiado grandes e importantes para que alguien como él pudiera llegar a comprenderlos. Entre eso y que temía cierta presencia perturbadora entre los asistentes, había decido "mantenerse al margen". Aunque eso no significaba que no pudiera escabullirse para echar un vistazo rápido.

Se movía con cuidado sabiendo que a esas horas la mayoría de los invitados estarían en el banquete o en el salón de baile. El murmullo de las voces apenas se oía mezclado con el de la música y, teniendo en cuenta que no posee un gran recipiente, Ryan tenía ciertas limitaciones para encubrir tanto sus movimientos como para escuchar las conversaciones ajenas.

Habiendo ya acordado con Malika su plan estratégico para descubrir información, el neófito consiguió escaparse de la atención del cazador para dirigirse a otra sala independiente.

El castillo ya era en sí grande y con salas tan conectadas que era fácil que uno se perdiese. No obstante, habiendo vivido durante mucho tiempo en uno en su etapa humana y posteriormente vampírica con Balaur, el albino sabía moverse con mucha gracilidad por la amplia morada de Auron.

El destino que tenía en mente era subir un piso más para alejarse de la gran mayoría de invitados y, para hacerlo, debía acceder por la escalera principal.

Lo que nunca pensó encontrarse era una persona quieta entre los escalones. Parecía casi paralizado, como si estuviese expectante para que surgiese algo. Esa manera de comportarse llamó mucho la atención del vampiro que, en otra circunstancia, quizás lo hubiese ignorado.

Sin embargo, Maegor presentía que aquel desconocido podía ser la clave para aquello que buscaba la Condesa.

—Buenas noches—con las manos cruzadas tras su espalda, mostrando de este modo una posición aún más erguida, el neófito fue subiendo con lentitud los escalones que los separaban a ambos:—¿Tampoco le gusta la multitud?—utilizó una cortesía exquisita en su trato, fruto de la buena educación que había recibido por su odiado padre:—O quizás es un tema de la comida—francamente, si hubiese sido por él, se habría alimentado del cuello de más de uno de los invitados:—¿Se encuentra ocupado? Porque necesitaría ayuda…

—Joder.— Ryan pegó literalmente un salto cuál gato asustado. Había estado tan pendiente tratando de escuchar el murmullo de voces ahogas que provenían del banquete que no fue consciente de que alguien se aproximaba hasta que la voz del hombre lo saco de su ensimismamiento. Dejándolo completamente en evidencia.

Se llevó una mano al pecho intentando calmar lo acelerado de su corazón. Por cosas como esas odiaba el recipiente que ocupaba. Si fuera un vampiro lo habría visto venir y, quizás, de ser un lobo, también.

Con los ojos aún abiertos por la sorpresa, Ryan recorrió la figura del hombre con desconfianza. Su apariencia destacaba. La melena albina, la piel pálida, el porte refinado distintivo de otra época... Y el parche. Aquella distinción captó su atención. —Sí, sí. Buenas noches.— Se apresuró a responder, tratando de corresponder la cordialidad y los modales, pero haciendo un gesto de aspaviento con la mano que dotaba a sus palabras de indiferencia.

Sin darse cuenta ladeo un poco la cabeza en cuanto el desconocido pronunció la pregunta sobre la multitud. Y, aunque no lo quisiera, acaba de revelar la respuesta a la pregunta. —Si te gustan los sitios abarrotados... Aunque la comida tiene un olor exquisito.— Trato de mostrarse seguro e indiferente ante lo que pasaba al otro lado de las puertas, entre el baile y el banquete. El sonido de la música y el bullicio se oía entrecortado y mezclado entre sí.

Dio un paso hacia delante, bajando un escalón y, con ello, acercándose al albino. Su intención era no parecer débil, ni achatarse ante él. Al contrario. —Pues quizás pueda ayudarle. ¿Qué está buscando?— Su tono no era amigable ni servicial, portaba cierto tono velado que lo invitaba a marcharse y no indagar de más.

—La comida ciertamente está muy buena—le extrañó la respuesta del desconocido y empezó a sospechar sobre las verdaderas razones de que se encontrase ahí. Maegor sabía que preguntarle por sus motivos para no participar del festín le llevarían a otra mentira por parte de su interlocutor, por lo que no se arriesgó a perder su tiempo ni a levantar sospechas en su nuevo objetivo.

—La biblioteca. Auron ha hablado mucho sobre ella en su discurso y me gustaría encontrar algo sobre Fouché—le sonrió con falsedad, sin dejarse intimidar por el tono amenazante que subyacía en su pregunta.

Maegor había comprendido muy pronto que, aquel chico de facciones indias estaba ocultando algo. Asimismo, llegó a la hipótesis de que, muy posiblemente, no se trataba de un invitado, sino de alguien bastante cercano al anfitrión…

—¿Sería tan amable de acompañarme?—subió otro escalón y aquello ya provocó que estuviesen muy cerca—No querría entrar en la habitación equivocada

Entrecerró los ojos. Más desconfiado que antes. Ryan no había escuchado el sentido discurso de Auron. Debería, pero no lo hizo. Sabía cuáles eran sus obligaciones con respecto al brujo, pero, al menos, podía revelarse en esos pequeños detalles. No siendo uno de esos fieles que le aplaudían como idiotas ante cuatro palabras calculadas.

Aun así, le extrañaba que hubiera llegado a mencionar la biblioteca. Tenía entendido que era un bien preciado para él, pues poseía una gran colección y se enorgullecía. Algo de lo que él había disfrutado en un par de ocasiones.

En lugar de dejarse llevar por el recelo y delatarlo antes de tiempo, quiso jugar con él. —¿Fouché?— Repitió intentando imitar el nombre que él dijo, pero pronunciando erróneamente. —¿Quién o qué es? No lo había escuchado nunca.— Jugar la baza de la ingenuidad, sobre todo ante quien se creía más inteligente, siempre funcionaba para sonsacar información sin levantar sospechas.

Aunque, en este y en muchos otros casos, Ryan realmente no tenía ni idea.

Sin dejarse achantar a pesar de lo rudo de sus fracciones y sus movimientos, Ryan extendió la mano sobre su abdomen, con la pose rígida de un sirviente, señalando hacia el oeste. —Por supuesto.— Y la sonrisa en sus labios se curvó maliciosamente.

—Así es—repitió con languidez. Aquel hombre estaba consiguiendo que su paciencia llegase a un límite:—Un político francés cuya habilidad sobre todo residía en su instinto de supervivencia—empezó a caminar en la dirección que su desconocido le indicaba, sin perder de vista cualquier movimiento sospechoso que éste hiciese:—Llegó a evadir la muerte en incontables ocasiones y esto es un hito teniendo en cuenta que tuvo que engañar a gente como Robespierre.

El hecho de que el hombre ya supiese en qué dirección se tenía que ir le confirmó sus sospechas acerca de su posible relación con el anfitrión. Otro invitado le hubiese respondido distinto.

—¿Te gusta la lectura a ti?—podía escuchar el eco de sus pasos sobre la fría piedra, pero también el palpitar del corazón de su compañero. De este modo, obtuvo otro dato sobre él y era su mortalidad.

Con todo, Maegor podía sentir que aquel individuo tenía algo extraño. La seguridad que exhibía no iba muy acorde a alguien que fuese meramente humano, aunque los había de aquellos cuyo orgullo los cegaba y no les dejaba ver cuan limitados eran. Sin embargo, no parecía que su guía pudiese ser encasillado en este tipo de conductas.

Por lo tanto, debía indagar aún más…cabía incluso la posibilidad de que fuese un brujo, pues si hubiese sido un licántropo ya habría reconocido su olor.

—¿Llevas mucho tiempo con Auron?

Asintió varias veces a la explicación del albino sobre el renombrado señor del que pretendía buscar información en la biblioteca. Ryan apenas prestaba atención a lo que decía y, por más que se esforzaba, no recordaba haber visto ni leído nada semejante. No obstante, él no había llegado a leer todos los libros de la sala, tan solo aquellos que podrían llegar a serle útiles en un futuro no muy lejano.

A pesar de todo, la explicación llego a darle cierto interés y curiosidad. Pero no la suficiente como para que hiciera preguntas o más tarde llegará a recordar bien el nombre del susodicho.

Arrugo el ceño ante lo inesperado de su pregunta. —La lectura es un placer aburrido. Proporciona información, pero, tras un tiempo, comienza a resultar tedioso.— Fue sincero y directo. De todas las ventajas de la modernidad del mundo, Ryan no calificaría la lectura como su principal entretenimiento. Pero sí de utilidad.

Quizás de ser más inteligente o de tener un recipiente más adecuado, se habría podido percatar de la amenaza que suponía su acompañante caminando en soledad por los pasillos del castillo.

Y la pregunta que sí esperaba: —Auron es el anfitrión.— Ryan alzo los brazos, señalando todo a su alrededor. —Como ves tiene un gran corazón, pues no solo lo es de la fiesta, sino que también mantiene a un cierto y selecto grupo conviviendo con él.— Trato de que sus palabras sonaran enigmáticas y reveladoras al mismo tiempo, en cambio, se pudo escuchar cierto tono de reproche y descontento. Pues seguía enfadado con la idea de abrir el castillo para la estúpida celebración de las fiestas.

—Ya veo. Supongo que tus aficiones se centran más en vigilar las escaleras—había utilizado un tono de desdén en su comentario. Maegor no soportaba aquellas personas que fuesen tan cerradas ante una afición que él no sólo consideraba útil, sino muy necesaria y placentera.

Con todo, su respuesta le ayudaba a determinar un poco mejor el perfil extraño del desconocido.

—Un cierto grupo selecto del que deduzco tú formas parte—sonrió con galantería, aunque en el fondo creyese que la singularidad de la gente que convivía con Auron no debía ser tan exquisita como subrayaba su interlocutor:—Aunque parece que hay algo que te molesta—había percibido algo en su comentario que le hizo dudar sobre su predisposición hacia esa fiesta:—Supongo que no debe ser agradable ver cómo ciertos invitados abusan de la generosidad del corazón de Auron.

Lo miró con sutilidad para poder ver su reacción. Maegor empezaba a tener la sensación de que el hombre que lo guiaba poseía la información que Seth y él buscaban.

—Podría decir que sí y también que no.— No le molesto que lo clasificara como alguien encargada de vigilar una simple escalera. No tenía una función asignada en aquel ostentoso castillo. Auron había asegurado que tenía planeas para su pequeño ejército y, de entre los demás, él era el más dispuesto a seguirlos. Aunque, parecía, que no se había ganado el derecho a conocerlos. Aún.

Y creyéndose más listo que su desconocido compañero, seguía hilando y tejiendo aquel tira y afloja de información. Si tan solo no hubiera estado tan cabreado con Auron por la fiesta, se habría percatado de su mala estrategia. —Por algo estoy aquí, ¿no?— La sorna era más que evidente en cada sílaba. Caminaba por los pasillos, serpenteando, con conocida familiaridad, lo cual hacía más que evidente que era parte de ese selecto grupo que acababa de nombrar.

Bufo al recordatorio de la fiesta. —No es una buena idea.— Prácticamente se encontraban ya ante la puerta de la biblioteca, un lugar privado y reservado para quienes convivían en el castillo. Algo que Ryan sabía cono claridad. Aun así, señalo la puerta: —¿Tú dejarías que cientos de extraños se colaran en tus dominios? ¿En esta gran fortaleza para rebuscar cualquier debilidad o punto débil que aprovechar a su favor?— Negó varias veces, con pesadez. —No. Pues eso mismo es lo que pienso yo.

Pero mi opinión no importa,— Y eso era lo que más le molestaba.

— Por supuesto, siempre hay algo más detrás de las palabras —murmuró con una sonrisa sutil, su mirada insinuando una comprensión más profunda de la situación.

La mención de la fiesta no hizo más que confirmar lo que Maegor ya había deducido: Ryan era parte del selecto grupo que habitaba el castillo. Sin embargo, su negativa ante la idea de abrir las puertas al público revelaba una lealtad y una conciencia de la seguridad que Maegor, de alguna manera, apreciaba.

— La seguridad es una prioridad. No permitiría que cualquiera irrumpiera en mis dominios sin razón tampoco —respondió, aunque tan sólo estaba jugando con él para que se abriese aún más.

La mención de que su opinión no importaba desató un destello de curiosidad en los ojos de Maegor:—Oh vaya, ¿cómo puede ser eso posible? ¿Acaso tu anfitrión no ve tu predisposición por protegerlo?—fingió lo que él consideraba una mueca empática hacia el malestar de su interlocutor:—¿Es que eres un enclenque? ¿No tienes ninguna fuerza para prevenir algunos depredadores?

Oh, el juego definitivamente estaba llegando a su fin…