Jardines.

Tenía la sensación de que le había estado observando, siguiendo quizás. Un hombre con el que nunca se ha llevado bien y podría decirse que sencillamente son enemigos. Últimamente incluso sus enemigos también han generado dudas en el mismo. No puede evitar recordar a Amelie y todo lo que ella le ha dicho, lo que ha hecho por él.

Dion ha seguido a aquel vampiro hacia los jardines, hacia las afueras, porque tiene la sensación de que ha estado pendiente de él. Ambos saben quiénes son, miembro de los Strix… miembro de Sacmis, colaboradores con otras organizaciones… está claro que Eleazar no es una persona de confianza para Dion, pero si suscita su curiosidad.

— Cualquiera diría que has estado buscándome —comenta tras dar un par de vueltas por los jardines. Parece que por el momento están solos, asique si el contrario quiere hablar es el momento—. Supongo que no soy el único que quiere una noche tranquila —añade no sin sus instintos alerta. Sin embargo, cree que, si el contrario hubiese querido atacarle, ya no habría hecho.

El miembro de los Siete Sabios se ha permitido observar a Dion, especialmente tras su encuentro con Deucalion Atreides: su marido. Le consta que @Amélie De Villiers ya ha tenido trato directo con él, pero todavía ignora hasta qué punto han avanzado sus negociaciones.

Él también fue un vampiro Strix en el pasado, al fin y al cabo; hubo de pasar el tiempo hasta que abriera los ojos. Lo mismo podría suceder eventualmente con Bartholomew... si es que es capaz de tomar la decisión correcta. —Admito que no esperaba ver a los vuestros por el evento... Mantener un ojo avizor es capital en mis circunstancias.—Porque antaño, Lestrange fue convertido por Tristán de Martel en persona, y su traición fue fatal... No duda que su cabeza podría ser un digno regalo de Navidad.

—Oh, no tienes que preocuparte por mí.—Le asegura con una sonrisa ladina.—No he venido a hacer un espectáculo... Además —añade, encogiéndose ligeramente de hombros—, los amigos de Amelie de Villiers, son mis amigos.—Claro que... ¿hasta qué punto podría estimarse que Dion y Olimpia son realmente amigos?

Eso es, precisamente, lo que Eleazar está dispuesto a averiguar.

Bartholomew sabe quién es, o sabe quién fue en su momento la persona que tiene delante y en el fondo sabe que puede tener más cosas en común con el de las que quizas se capaz de ver en ese preciso momento. Pero lo cierto es que ninguno de los dos está buscando problemas y no obstante la mención de Amelie sí que consigue que el Strix se gira hacia su interlocutor.

— ¿Amelie? —pregunta enarcando una de sus cejas. La última vez que la vio fue cuando Tristán… cuando su líder se convirtió en aquel monstruo. Y si no se confunde Amelie acabo bastante herida. Su relación con al vampiresa es compleja, pero en el fondo sigue preocupándose por ellos como esta o hizo por el en el pasado—. ¿Cómo esta? —pregunta, quizás arriesgando demasiado, pero necesita saber que está bien.

Porque Dion si ha sido débil ante lo que la contraria le ofrecía, pero bien sabe la mujer que mientras no consiga que Deucalion se marche con él, seguirá con los Strix. Porque si algo es Bartholomew es fiel a la persona que ama. Y con la situación actual en referencia a Ariadna las cosas no habían hecho más que empeorar.

Prudencia: una palabra correcta para describir a Dion en aquellos momentos. No se implica lo suficiente como para dar a entender de qué lado está, aunque tampoco se muestra tan indiferente como para sugerirle a su interlocutor que está por completo equivocado. Esas son la clase de almas que Olimpia puede volver en su favor: aquellas que tienen dudas. Que se cuestionan una realidad hasta hace poco, intachable...

La realidad impuesta por los Strix.

Y Eleazar no puede evitar sentirse ciertamente identificado. En el pasado, vivió de primera mano el derrumbamiento de su universo tras comprender que llevaba siglos viviendo y participando de una mentira: una mentira montada cautelosamente, pieza a pieza, por el retorcido Tristán de Martel.

Pero, volviendo a la conversación... —Viva.—Dar demasiados detalles también es peligroso.—Aunque creo recordar que ha preguntado por ti más de una vez. Si no la conociera, diría que te tiene en alta estima...—Y porque la conoce, sabe que quizá sea así. Que para Olimpia, Dion no es una mera herramienta de manipulación: es una víctima. Alguien que, aunque lo ignora, necesita ser salvado.

Alguien a quien desea salvar.

En cuanto le escucha pronunciar aquella palabra —viva— el hombre ni puede evitar que un suspiro se escape de su garganta. Esta profundamente aliviado de saber que está viva, que esta… ¿A salvo? Quizas eso ultimo eran palabras mayores, pero al menos, sobrevivió y sigue viva.

Interiormente no puede evitar pensar que sigue viva y que podrá seguir intentando que el traicione a los Strix. La conoció y desde que lo hizo fue capaz de sembrar en él la duda… y sabe que no va a dejar de intentarlo, porque la relación entre ambos es cuando menos peculiar. Y quizas, incluso con Eleazar, Dion podría sentirse mucho más identificado de lo que piensa.

— La estima es mutua —responde con sencillez, de forma seca. No puede mantener una conversación menso tensa porque sencillamente no puede permitírselo—. ¿Por qué te arriesgas, acercándote a mí? —pregunta entonces introduciendo sus manos en los bolsillos de su pantalón. Una muestra de que no cree que haya amenaza por ninguna de las dos partes—. No es buena idea acercarte a quienes te consideran un traidor… —añade por lo bajo. ¿Dion le considera como tal? Bueno, el tiene una perspectiva algo diferente. Para Tristán las cosas eran blancas o negras, para Bartholomew… existe una amplia y variada escala de grises.

Una pequeña, aunque sincera sonrisa, se esboza en los labios del vampiro. —Una interesante pregunta, sin duda.—Pero aún más interesante... y compleja, habría de ser la respuesta.—Aunque, viendo que tienes en cierta estima a algún que otro traidor, puede que me haya arriesgado a bajar la guardia.—¿Broma o verdad a medias? Él mismo ha reconocido su afecto hacia Amélie, de modo que se ha permitido hacer aquella apreciación.—O puede que... No lo sé.—Se encoge de hombros con sencillez, dejando escapar un suspiro.

Definitivamente, sí: es una respuesta compleja. —Puede que tenga la firme intuición de que no estás en el lugar correcto de esta guerra.—Es pronto para que Dion pueda entender al cien por cien el punto de Eleazar, pero Eleazar sí puede entenderlo a él. Al fin y al cabo, fue convertido por el mismo Tristán; durante siglos, vivió con una venda en los ojos, convencido de que los Strix eran la opción correcta... o más bien, la única.

Y se equivocó.

—Aunque me alegra saber que pudiste reconciliarte con tu marido.—Hace tan sólo unas horas, Eleazar compartió un encuentro igualmente tenso —o puede que incluso más—, con Deucalion. Por lo que Lestrange sabe gracias a Amélie, el Caballo ha estado separado de los Strix y de su esposo durante algunos años, de nuevo, siguiendo órdenes de Tristán. Olimpia no ha dudado en aprovechar aquella época de vulnerabilidad para acercarse a él.

Y es que a veces, sólo es necesario encontrar una grieta por la que cruzar.

Puede que incluso el mismo haya bajado la guardia en más de una ocasión. Pero le resultaba imposible no hacerlo en determinadas ocasiones. El conocía a Amelie, y sin duda ella tambien había sido considerada una traidora. Si no ha ido en su contra es porque lo salvo, porque le debe una… le debe la vida. Pero a ¿Eleazar?

Sería tan fácil para el atacarlo y llevarle su cabeza a Tristán… ¿Por qué no lo hace? Quizas es porque… está cansado de luchar en aquella guerra que empieza a verse de forma estúpida en su cabeza. Después de lo ocurrido con la menor de los Atreides son más aun las dudas que tiene en su cabeza.

— Parece que… bajar la guardia es algo que nos recuerda claramente que una vez fuimos humanos. —Porque, aunque se esfuercen en verse como seres superiores, pero en realidad siguen sintiendo y padeciendo como lo hicieron antaño—. ¿Y cuál es el bando correcto en una guerra? —pregunta entonces con cierta risotada saliendo de su garganta—. E vivido en tantas otras… supongo que al igual que yo también te has hecho una pregunta concreta en algún momento. ¿Quién decide que bando es el correcto? —pregunta. Al fin y al cabo, las guerras con el tiempo solamente servían para traer desgracias. Era un reflejo de la debilidad humanas, y Dion tardo mucho tiempo en darse cuenta de aquello.

Quizas está hablando de más, pero al menos por una vez es sincero.

«¿Y cuál es el bando correcto en una guerra?»
«¿Quién decide qué bando es correcto?»

Eleazar sonríe de forma mordaz. Tiene clara su respuesta, e imagina que Dion comparte aquella. —Ninguno lo es.—Simple, directo, franco.—Las guerras no dejan de ser… aquella manera que los hombres de poder inventaron para solventar sus reyertas y complacer sus deseos: con el sacrificio y la sangre de aquellos que nada tenían que ver con sus disputas.—Gente inocente, en definitiva.—En el pasado, los grandes reyes convirtieron sus guerras en causas nobles. El pueblo luchaba por sus tierras, por sus familias… Y aunque en el fondo sabían que el corazón del conflicto gozaba de una motivación mucho menos ambigua, y de un mero deseo Real, seguían luchando. Muchas veces bajo coacción, es cierto… pero otras tantas, la nobleza de sus propias causas eran motivación suficiente para satisfacer las ansias de poder de las grandes esferas.—Y aquella guerra, en verdad, no parece demasiado diferente de aquellos grandes conflictos del pasado.

Sus reyes, Tristán y Elijah, se alzan en nombre de una rivalidad que tomó forma mucho antes de que ninguno de los dos, Eleazar y Dion, siquiera estuvieran cercanos a nacer.

Pero Eleazar halló sus fuerzas para elegir cuando descubrió la verdad. —Ni tú ni yo… somos importantes en el odio milenial que nuestros líderes profesan el uno por el otro. Pero yo sé en nombre de quien lucho, Dion.—Afirma, calmo, pero firme.—Los deseos egoístas de Tristán… estuvieron por encima de las muertes de mi mujer y de mi hijo. Y lo seguirán estando por encima de cualquier deseo personal de sus hombres.—Incluida la relación entre Dion y su marido.

Por supuesto, Olimpia le puso al día de aquella tragedia. Cómo Tristán separó a ambos amantes con motivo de conceder a Bartholomew un propósito… Un propósito que estuvo muy por encima de la voluntad y los deseos de ambos amantes.

Siempre fue así.
Siempre lo sería.

Esperando que sus palabras hicieran mella en su interlocutor y que pueda tomarse el tiempo necesario para reflexionar sobre ellas, dirige una última mirada elocuente al vampiro Strix… Antes de abandonar en silencio aquellos jardines.

Muchos de ellos habían conocido la guerra y la, pero de sus caras. Él había pasado por muchas guerras y aunque en su momento lo disfruto, hoy en día lo único que él había sacado en claro es que en las guerras no existían los bandos ganadores ni perdedores. Sencillamente, nadie ganaba al final de una guerra, asique en cierto punto entiende a Eleazar y comparte muchos de sus puntos de vista.

No por nada en el pasado cuando le conoció dentro de los Strix llego a creer que podrían ser amigos. Sin embargo, lo cierto era que tenía razón—. Soy consciente de ese hecho —responde con sencillez cuando Eleazar menciona sutilmente que cuando se trate de priorizar, Tristán jamás lo hará por sus hombres. La familia Atrides lo había sentido en sus carnes y, por tanto, Dion también.

Sin embargo, con aquellas últimas palabras el guarda silencio, sabiendo que el contrario esta por marcharse. Cuando siente los pasos alejándose él no se da la vuelta. Solo observa, al frente hacia las rosas que tiene enfrente. Pocos segundos más tarde el contrario no está a su lado. Nadie lo está—. ¿Qué harías tu Deucalion? —se preguntó así mismo en voz baja antes de suspirar pesadamente. Dion niega con la cabeza. Sigue teniendo tantas dudas… que prefiere buscar a Deucalion ya que es el único que seguramente sea capaz de sacárselas de la cabeza.