—Entonces, ¿Grace y tú... sois amigas?—Créeme: si se ha atrevido a sacar el tema es porque, por primera vez desde que Iris volvió a su vida, no le duele haberla perdido.

De algún modo, no la ha perdido del todo, ¿no es cierto? De hecho, podría decirse que mantienen un buen trato, e incluso son amigos. Hay confianza, mucha más de la que ambos compartieron en su primera etapa como pareja, y aunque de algún modo Theo siempre la querría —¿Quién olvida a su primer amor?—, le agrada comprobar que su relación, lejos de extinguirse del todo, ha evolucionado.

Es viernes por la noche: una agradable noche de primavera. Las hojas de los árboles susurran levemente; un búho ulula a lo lejos. Ninguno de los dos tiene responsabilidades laborales para mañana, y disfrutan de aquel paseo ameno en la compañía del otro. Tranquilos. Calmos.

Ignorantes del peligro que les acecha ahí afuera.

Porque los rumores son muy ciertos: los avistamientos de aquellas misteriosas criaturas sobrenaturales son reales... y muy pronto, se verán en la obligación de enfrentarse a uno de ellos.

Demostrándose, quizá, que siempre estuvieron hechos el uno para el otro... pero no en la manera en la que ambos pensaron en un principio.

—¿Grace y yo? —La pregunta toma por sorpresa a la rubia que se toma unos segundos antes de contestar. La verdad no está segura de qué decir, aunque supone que la respuesta está más que clara—. Bueno, sí. Enemigas no somos, eso desde luego —Y menos aún después de aquel beso en Nochevieja que Iris ha sido incapaz de olvidar—. ¿Por qué lo preguntas?

Iris toma un pequeño sorbo a través de la pajita de papel del batido que lleva en las manos y que ha pedido en el Grill. Su ingesta de carne ha aumentado un poco más desde que llegó a Mystic Falls y también por lo visto los batidos y los productos que provengan de animales. Ya no le molesta tanto comer lo que su cuerpo pide, aunque lo mantiene a raya.

—Grace me salvó una vez, después de Miss y Mister Mystic Falls, de un perro gigante que estoy convencida quería hacerme cachitos para comerme —Porque entera pues no iba a poder, no es una pitón ni una anaconda. Uf, de pensar en serpientes siente un escalofrío—. Todo empezó a partir de ahí, y supongo que lo hemos ido... Reforzando con el tiempo.

Sí... Reforzando en maneras que Iris jamás se habría imaginado antaño.