El viento en aquel paramo era frío como la muerte que lo rodeaba. El camposanto cubierto de tumbas era un lugar desolado, envuelto en un silencio sepulcral que solo era roto por graznidos ocasionales de alguna ave nocturna. En aquel espacio dejado de la mano de Dios, iluminado por la tenue luz de la luna llena, podría decirse que estaba despojado de cualquier forma de vida. Y en cierto aspecto aquello no era falso, ya que el única silueta humanoide en él no podía considerarse "viva" en muchos aspectos.

Zéphyr, sentado en la cima de uno de los panteones, se encontraba contemplando la luz que emitía aquel astro mientras daba suaves bocanadas a la pipa que sujetaba entre los dedos. Su presencia en aquel lugar no era casual, mas bien dicho, lo había buscado a consciencia. Quería un lugar apartado, inhóspito y deshabitado en el que poder pensar con claridad. Las últimas semanas habían sido extrañas y se habían convertido en una rememoración del mismo espacio de tiempo que vivió siglos atrás tras cada uno de los sucesos traumáticos que había vivido.

De alguna extraña manera siempre había conseguido seguir adelante de alguna manera u otra. Aunque hubiera intentado incluso quitarse la vida, ahí seguía en pie en aquellos instantes. Mas, no era aquello lo que había llevado a aquel lugar, sino lo que había provocado que él siguiera en vida. Siempre, después de cualquier trauma, seguía la matanza. Su historia era como un ciclo que volvía a repetirse y repetirse sin llegar nunca a un fin, solo que había más muerte y destrucción en cada paso que daba. Des de que había llegado a Nueva Orleans y había conocido a  @Devon Greene habría jurado que todo sería diferente pero una vez más se equivocó. La aparición de  @Lucien M. Levesque en la funeraria, que este convirtiera en cenizas todo su esfuerzo y además le obligara a rememorar todos aquellos recuerdos dolorosos terminó por sacar lo peor de él. Nunca quiso atacarlo y mucho menos herirlo, pero una cosa eran las creencias y otras los actos. Lo peor, era que aunque no quisiera aceptarlo, era que lo había disfrutado.

La mano que sostenía la pipa en aquel instante temblaba. Los vampiros eran seres movidos por los sentimientos, quería cerciorarse que había sido culpa de aquello, que había sido imposible controlarse, pero había algo en su interior que le hacía dudar de que aquello fuera verdad. Era más, incluso tras aquel último encuentro con el nigromante y huir a toda prisa de Nueva Orleans poniendo excusas de un inminente viaje importante relacionado con algunas transacciones de Arte, sus terrores nocturnos habían vuelto junto con su inestabilidad emocional y aquello solo podía suponer una inminente catástrofe.

Por ello, tras una nueva larga noche en vela, se había adentrado en aquel lugar, siendo el único en el que podría estar a salvo y reflexionar en paz. O al menos, aquello era lo que el vampiro había pensado en un primer instante.

Las noches a veces se vuelven demasiado frías para un tipo como Ares, que nunca ha dejado de sentir el calor abrasador de las emociones pegarse a él como la miel se pega en los dedos o a las pequeñas y peludas patas de las abejas. Pero él no es una abeja; es una avispa. Así que es peor. Todo lo que le sucede acaba siendo multiplicado por cien, y en ocasiones, por mil. El regreso de Ravenna ha su vida, ha significado un cambio brusco difícil de comprender por ahora, pero entretenido. Algo que está dispuesto a sufrir.

Y sin embargo, lo que más le preocupa, es su propio poder.

Por eso está allí, caminando entre tumbas viejas y olvidadas, porque lo que desea no se puede encontrar en la residencia de la Iniciativa. No es sexo, ni amor; es algo mucho más primitivo. Es poder, es la ambición que le corre por las venas. Así que como cada noche que no puede dormir, practica su magia entre los lugares más complicados, o a los que no hay que ir de noche si no quieres que los muertos se te peguen a ti.

Pero esa noche no está solo. Y Ares, siendo el pequeño —gran— cabrón que es, debe acercarse.

—Y yo que creía que iba a tener únicamente mi propia compañía esta noche —comenta como quien no quiere la cosa—. Pero parece que voy a tener un compañero.

El crujir de las hojas indicado la llegada de un invitado inesperado provoca que el vampiro gire la cabeza hasta dar con la misma persona que puede encontrar una maravillosa idea acudir a un cementerio a esas horas. Su vista privilegiada des de lo alto de aquel panteón le permite revelar que se trata de un hombre de mediana edad, con cierto porte altivo y buen gusto para la vestimenta. Se permite dar una nueva calada a su pipa y dejar brotar el humo entre sus labios mientras sigue examinando al sujeto. Asimismo aprecia una excelente elección de colonia y además posee un elegante andar. Mas, por alguna razón, su sexto sentido le indica que aquel hombre de apariencia mundana no es lo que aparenta.

Al principio Zéphyr es un tanto reticente a responder, pero tras meditarlo unos segundos concluyo que no hacerlo es de mala educación, así que tampoco tiene más remedio. — Creo que ambos hemos venido buscando lo mismo. — Y según la intuición del chupasangre no parece que ninguno de los dos vaya a ceder. Supone que se tendrán que conformar con aquella compañía inesperada pero no parece que la presencia de aquel hombre pueda ayudar en lo más mínimo, sino mas bien, lo contrario, pueda llegar a incordiar.

El vampiro no se encuentra en el mejor momento, inclusive tiene miedo de que si el humano llegara a herirse no poderse controlar. Ha redescubierto una nueva faceta que él mismo creía olvidada, pero al parecer esta ha seguido todos aquellos años con él. — ¿Cuál es la razón por la que has venido a un cementerio a esta hora? — Aunque esa misma pregunta se la podría hacer el contrario a él, por eso encontró cauto responder antes de que la pregunta le fuera revotada. — Yo solo quería encontrar un luugar tranquilo en el que meditar. — Y al parecer lo acababa de perder.