Ha estado esperando mucho tiempo. Demasiado. Olympia se ha pasado la mayor parte de su vida, odiando a su familia, sintiendo el rechazo de los suyos y sufriendo por la poca amabilidad con la que era tratada. Todos han sido crueles, menos su hermana Agatha. Y por recuperarla va a ir en contra de todo lo que está establecido.

Después de meses, Olympia va a cerrar el triángulo de impresión. Y lo ha conseguido gracias a una total e inesperada ayuda.

Intentaron engañarlas, pero han sido más inteligentes. La magia de Olimpia se ha descontrolado en muchas ocasiones y ahora que tiene que cumplir con aquella ultima matanza no va a temblarle el pulso. Porque va a cargarse a una organización entera y no le importa. Porque ellos mataron a su hermana.

Le da igual cuales fueron, o cuantos fueron. El número de vampiros encerrados en aquella casa en ese momento es el correcto. El número que tiene que ser.

Y el lugar donde se llevará a cabo, mucho más que apropiado: la casa de su hermana.

El mismo lugar donde Agatha fue asesinada. Le resulta cuando menos interesante que finalmente ese, sea el lugar donde todo terminará. Olympia, regresara con Auron victoriosa y más que nunca podrá ayudarle en lo que este necesite. Le debe más de lo que está dispuesta a reconocer, pero actuara en consecuencia.

Encerrados en aquella habitación en concreto, Olympia se acerca al límite de la puerta. El líder de aquel organización la mira don el odio en sus ojos. Un odio que es devuelto de la misma manera por parte de la bruja.

— Sácanos de aquí —reclama intentando salir de aquella estancia una vez más. Por mucho que golpease contra aquella pared invisible, no obstante, no iban a poder salir.

— ¿Qué se siente al estar encerrado? —pregunta Olympia haciendo caso omiso del contrario—. ¿Fue así como lo hicisteis? ¿Los encerrasteis? —añade usando su magia para provocarle una poderosa migraña, al contrario—. El dolor que le hicisteis sentir a mi hermana no va a ser nada comparado con lo que pienso aceros a todos —amenaza antes de darse la vuelta.

— Fueron las Mantis… nosotros no tuvimos nada que ver. —Otra vez. Aquella estúpida excusa otra vez. Pero Olympia no va a caer en esta ocasión.

La brujas a gira, con los ojos aún más abiertos y alza la mano para que su magia ahorque a aquel vampiro conforme lo observa agarrarse la garganta preso de la sensación de ahogo aun cuando no hay mano alguna alrededor de su cuello.

— No sigas intentando culparlas —declara la bruja—. Has intentado engañarme, pero ellas han sido más listas que vosotros —responde inclinando la cabeza—. Fueron ellas las que ayudaron a que el marido de Agatha os pillase, ¿verdad? Por eso los mataste. —Ante la verdad expuesta aquel vampiro no tiene nada que hacer.

Olympia abra la mano, liberando la magia y esta vez, cuando se gira para salir de la casa no se molesta en darse la vuelta salvo cuando traspasa el umbral de la puerta. Es en ese momento cuando sus ojos se clavan en el vampiro. En la lejanía puede ver el odio transformándose en miedo.

Y es entonces, cuando su magia comienza a actuar. La bruja, deja que se descontrole, como nunca antes suelta todo lo que tiene y el fuego no tarda en hacer acto de presencia, originándose precisamente en la estancia donde están los vampiros. Solo cuando Olympia siente aquel torrente de magia es capaz de comprender que están muertos.

Primero fueron los brujos, luego humanos… ahora vampiros. El triángulo de expresión esta completo y su magia por fin estable. Solo en ese momento se permite levantar aquella barrera colocada y dejar que el fuego se extienda por toda la casa. Un incendio provocado, destinado a borrar cualquier tipo de huella.

La bruja ha obtenido lo que quiera, ahora simplemente tiene que regresar a Nueva Orleans y comenzar su siguiente tarea: averiguar cómo usar su magia para resucitar a su hermana.