A veces se pregunta cómo es posible que las cosas puedan llegar a complicarse tanto. Alguien en su apartamento comete un error, algo sale mal y acaba provocando un incendio.

Y ellos, acuden.

Intentan salvar a las personas, pero tambien tienen que pasar por situaciones en las cuales los muertos superan las expectativas. Kennai ha visto muchas muertes a los largo de su vida, vivió la de su madre y eso le cambio el carácter. Tanto que en ocasiones parece una persona frívola.

Pero no con los niños. No cuando hay niños de por medio. En esos momentos el mismo se ha desplazado hacia el hospital con la ambulancia, porque hay una niña que no solo ha respirado mucho humo si no que tambien a sufrido varias quemaduras de segundo grado.

Por eso quizas se ha movilizado hasta allí tras asegurarse de que todo estaba bajo control gracias a sus compañeros y a todo el equipo. Al parecer la niña incluso estaba sola, y no han conseguido localizar a sus padres… no puede simplemente dejarla. Asique allí esta.

Espera pacientemente en la sala de espera a que alguno de los médicos salga para darle la noticia. Ya sea buena o mala, Kennai espera. Aunque en su fuero más intenso espera haber llegado a tiempo de salvarla.

Observando a su alrededor puede ver que los heridos van llegando y puede distinguir entre todos ellos a un muchacho que no tiene rasguño alguno. Un muchacho que ha visto tambien en aquel incendio, ayudando de forma totalmente desinteresada. O quizas, conoce a alguno de todos los que han ido a parar al hospital.

La forma altruista en la que ha actuado es quizás lo que lleva al bombero a acercarse al joven—. Tienes agallas muchacho —dice en voz alta observándole—. No todo el mundo se plantea ayudar en una situación tan desesperada. —Algo le dice que si por el contrario hubiese sido habría incluso entrado dentro del edificio en busca de supervivientes.

Lev había pasado por ahí de casualidad y agradecía que el destino lo hubiese conducido hasta ese infierno.

Un incendio había casi acabado con todo un edificio. De hecho, creía que posiblemente acabarían derrumbándolo. Las llamas habían consumido gran parte de la estructura hasta reducirla a algo que, lamentablemente, había perdido toda su funcionalidad. Muchos de sus residentes habían resultado heridos, pero cinco personas perdieron la vida.

Había intentado rescatar al mayor número de gente. No había obedecido a los gritos de la ley ni tampoco a las súplicas de los bomberos para que se alejase de la zona. Lo único que había imperado en Lev era el ayudar a aquellos que estaban atrapados.

Aún se acordaba de sus gritos agonizantes e, inconscientemente, se llevó ambas manos a sus orejas para intentar tranquilizarse.

“Tienes agallas…”

Escuchó a medias una voz que lo interpelaba. Poco a poco, la mirada cansada del licántropo se alzó hasta encontrarse con un rostro familiar. Lo había visto también ayudar:—Podría haber hecho más—una frase que, desde lo de Arylia, se le estaba haciendo repetitiva. Nunca conseguía hacer suficiente:—Espero que se recuperen. Tengo entendido que, salvo alguna cicatriz, se recuperarán.

Le extendió entonces su mano derecha para estrechar la ajena:—Me llamo Lev. Soy neurocirujano.